El Amado De La Archiduquesa

—¿Con que tu promedio, eh?— El gran general tenía a Bianca acorralada contra el escritorio; esa delicada mimosa estuvo a punto de acabar con aquella mujer insignificante, no era que le molestara su actitud, extrañamente le resulta cautivadora su forma de ser.

La primera princesa se vio obligada a sentarse en el escritorio. Había sido muy impulsiva y ahora tenía que hacerse responsable de sus actos.

—Sé que no debí ser tan imprudente, pero...

—¿Imprudente? Me marcaste como tuyo ante todos, proclamando a los cuatro vientos que yo era tu prometido, amenazaste a una joven con sacarle los ojos si volvía a fijar su mirada en mí. ¿Cómo piensas solucionar eso? —Nikolai estaba disfrutando de cada faceta de su adorada princesa, pero por más que diafrutara tenerla así, debían aclarar lo que estaba ocurriendo entre ellos cuanto antes.

—Aún no hemos hablado de eso, pero en mi defensa, anoche nos besamos y estoy segura de que quiero conocerte mejor...— Bianca se puso nerviosa al tener al general tan cerquita; él estaba a centímetros de sus labios, observándola atentamente.

—Ese beso fue exquisito; daría lo que fuera por tener otro. —Nikolai humedeció sus labios, rozando los de Bianca.

— No... no seas atrevido, mis intenciones son genuinas. Quiero hacerme responsable de mis actos; quiero casarme contigo, Nikolai. ¿Tú... tú quieres ser mi esposo? Podrás seguir ejerciendo tu cargo como gran general del imperio; nuestro matrimonio no será un impedimento para tus logros personales, solo que serás mi archiduque, mi esposo, mi amado y mi señor. — Bianca ardía en un carmesí que la cubría de pies a cabeza, pero nunca antes había sido tan honesta. Miró al general suplicante; su corazón y su mente se entrelazaban en un abrazo ansioso, esperando con fervor una respuesta favorable.

— Tendría que ser yo quien te pida matrimonio, pero ya que te quieres hacer responsable por haber robado mi primer beso, está bien. Me encargaré de dar una dote digna de tu familia, aunque los antecedentes familiares son incomparables. Acepto casarme contigo, Bianca Chevalier, ser tu archiduque, tu esposo, tu amado, tu señor. — El gran general se arrodilló ante Bianca. — Mi espada está al servicio de mi futura esposa, Bianca de Colonna.

Bianca asintió, ruborizada por la declaración, y posó su mano en la mejilla del gran general con ternura.

— Yo seré tu señora y la mujer que te ame con devoción. No lo dudes, volvería a nacer solo para buscarte a ti. — Los ojos de Bianca brillaban cual luceros.

El general se levantó y la abrazó tiernamente.

— No sabes lo feliz que me haces. Pensé que moriría sin ser correspondido. — Un par de lágrimas se escaparon de los ojos de ambos, una añoranza tan grande que se escapaba del abrazo.

El transcurso del atardecer lo pasaron inmersos entre documentos y deberes; el gran general se encontraba cautivado por la habilidad con la que Bianca resolvía los problemas de la propiedad.

—Su destreza con esos documentos es impresionante; debió haber dedicado mucho esfuerzo desde temprana edad —la admiración que el general sentía por su prometida era auténtica.

—Desde los diez años, comencé a rogarle a mi padre que me dejara ayudarlo en sus actividades. A diferencia de otros niños nobles que son introducidos a las rigurosas clases que dicta la sociedad a los dos años, yo comencé a los cinco. Mis padres querían que yo llevara las cosas con calma, que viviera mi infancia, pero me aburría con facilidad; la biblioteca me parecía insuficiente. Creo ser una adicta al conocimiento; leía docenas de libros por mes, hasta que una noche, cansada de la negativa de mi padre, esperé a que se fuera a dormir y me encerré en su despacho. Leí y revisé atentamente todos los documentos pendientes; unos resultaron ser sencillos, por lo que clasifiqué aquellos que comprendía de los que no. —Bianca sonrió al evocar esta hazaña de su infancia.

El gran general escuchaba con atención cada palabra que brotaba de los labios de Bianca.

—Terminé dormida encima de los documentos; mis padres me felicitaron por mi labor, pero me castigaron una semana por quedarme despierta hasta tarde. Después de mi castigo, mis padres me permitieron ayudarlos en sus funciones: una semana le ayudaba a mi padre y otra semana a mi madre. Amo estar entre los documentos; el olor a papel y tinta me es embriagador. —Bianca sonrió con una calidez que podría apacar el calor del verano.

—Tú eres mi papel y tinta; tu sola presencia me es embriagadora, tu olor hechiza mis sentidos de una forma indescriptible, y tu sonrisa, tu hermosa sonrisa, hace que mi corazón dé un salto de alegría. Bianca, eres la brisa más refrescante que mi piel haya sentido y el anhelo de mis sueños más secretos. —Nikolai miraba a Bianca con un deseo sublime; en sus ojos solo existía ella y en los de ella, solo existía él.

Nota: Actualmente tengo tres novelas que no pienso retomar. Con dos de ellas tuve problemas con la aplicación y por eso no las terminé; la otra, sinceramente, le iba a dar un final melancólico. Yo no soy un cordero, soy un lobo con las garras bien afiladas, y a quien me haga un comentario de este tipo le voy a responder de la misma forma. Si veo comentarios de este tipo hacia otras autoras, también voy a salir a responder. Admiro y respeto a quienes se toman el tiempo de dejarme un comentario positivo; me he reído como no tienen una idea con sus comentarios. En ocasiones, entro a leerlos para despejarme.