La joven, cuyo corazón había sido destrozado por la crueldad de aquellos que una vez habían sido sus seres queridos, ahora caminaba por un sendero de venganza. Había perdido todo: su hogar, su familia, su inocencia. La amargura y el dolor habían dado paso a una sed de justicia, que la impulsaba a buscar a aquellos que le habían arrebatado todo. Sin embargo, el destino, que parecía tener un plan propio para ella, nuevamente la pondría a prueba. La joven se encontraría cara a cara con su pasado, y debería enfrentar las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo. ¿Podría encontrar la fuerza para perdonar y seguir adelante, o la venganza la consumiría por completo? Eso solo el tiempo lo diría.
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capítulo 14
Con un golpe certero, Narón derribó al agresor y ordenó a sus soldados que lo detuvieran. La joven, asustada, huyó sin agradecerle. Narón, intrigado por su belleza y valentía, se quedó pensando en ella.
Elizabeth regresó al salón donde su padre, el señor Luna, y su hermano Emir la esperaban. Sin demostrar preocupación por su bienestar, su padre la reprendió por llegar tarde. Elizabeth, acostumbrada a la indiferencia paterna, ocultó su miedo y siguió adelante.
Mientras tanto, Narón no podía sacar a Elizabeth de su mente. Su curiosidad lo llevó a preguntarle a Milton, su asesor, sobre su identidad. Al enterarse de que era la hija del señor Luna, Narón se interesó aún más. Su intriga se convirtió en obsesión, y ordenó a Milton que citara nuevamente al señor Luna.
Al día siguiente el señor Luna se presentó ante Narón con una mezcla de nerviosismo y deferencia. "¿Su majestad, en qué puedo servirle?", preguntó con una inclinación de cabeza. Narón, directo como siempre, fue al grano "Estoy al tanto de su oferta, vender a su hija por dinero".
El señor Luna abrió los ojos, sorprendido, y disimuló una tos para ganar tiempo. "No es así, señor. No sé qué le habrán dicho, pero soy un hombre que busca el bienestar de mi hija. Las cosas están difíciles y quiero asegurarle un futuro digno". Su voz tembló ligeramente.
Narón entrecerró los ojos, escéptico. "No finja conmigo", dijo con una sonrisa fría. El señor Luna se puso rígido, pero se recuperó rápidamente. Narón prosiguió: "Se la compro. ¿Qué quiere por ella?"
El señor Luna dudó un instante antes de responder "Otra bolsa de monedas de oro". Narón asintió con un gesto brusco. "Acepto. Pero quiero que sepa que mi oferta no es solo por dinero. Hay condiciones". Su mirada se clavó en el señor Luna, dejando claro que no había salida.
Pasa el tiempo y la oscuridad de la noche envolvía a Elizabeth, sumida en un sueño profundo, pero lleno de angustia. Los recuerdos de Henry y su abandono aún la atormentaban. De repente, el silencio fue roto por ruidos extraños, pasos suaves, susurros y el crujir de la madera.
Elizabeth siente un sobresalto y su corazón late acelerado. Miró alrededor, pero la oscuridad era total. Se incorporó lentamente, intentando escuchar con más atención. Los ruidos se intensificaban, la puerta se abría y cerraba, y pasos se acercaban a su cama.
Con un grito ahogado, Elizabeth se cubrió la boca. ¿Quién era? ¿Qué querían de ella? La ansiedad la consumía mientras esperaba en silencio, con los ojos clavados en la oscuridad. De repente, una figura emergió de las sombras. Era su padre. Su rostro estaba tenso y su mirada, fría.
"Vamos", dijo con brusquedad, extendiendo una mano hacia ella. Elizabeth se retiró, asustada. "¿Qué pasa? ¿Dónde me llevas?", preguntó con voz temblorosa. Pero su padre no respondió. Con un gesto brusco, la levantó de la cama y la arrastró hacia la puerta. Elizabeth forcejeó, pero su padre era demasiado fuerte. Entonces supo que la noche se convertiría en un calvario.
El reencuentro con su amado está muy próximo