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Sin Reglas

Sin Reglas

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad
Popularitas:7.7k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

"Sin Reglas"
París Miller, hija de padres ausentes, ha pasado su vida rompiendo reglas para llamar su atención. Después de ser expulsada de todas las escuelas, sus padres la envían a una escuela militar dirigida por su abuelo. París se niega, pero no tiene opción.

Allí conocerá a Maximiliano, un joven oficial obsesionado con las reglas. El choque entre ellos será inevitable, pero mientras París desafía todo, Maximiliano deberá decidir si seguir el orden... o aprender a romper las reglas por ella.

Una comedia romántica sobre rebeldes, reglas rotas y segundas oportunidades.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 19

Narra París Miller

Me fui a duchar con una sonrisa en los labios. Algo me estaba pasando, y lo sabía. No podía evitarlo: había algo en Maximiliano William que me hacía sentir… rara. Como si estuviera perdiendo el control sobre lo que sentía, algo que nunca me había sucedido antes.

Me duché rápidamente, dejando que el agua fría despejara mi mente. Una vez lista, me puse un pantalón verde, un suéter blanco, mi pulsera de oro que siempre llevo, un par de anillos y unas botas cómodas. Me recogí el cabello en una media cola y, aunque estaba en un internado militar, no podía descuidar lo básico: protector solar, cejas bien peinadas y labios hidratados. Esto era lo mínimo que podía hacer por mí misma en un lugar como este.

Fui a mi habitación a guardar lo que había usado cuando escuché que abrían la puerta.

—Oye, París, vamos a lavar ropa. ¿Te apuntas? —preguntó Sofía mientras arrastraba su canasto de ropa sucia.

—Iré después, vayan ustedes —respondí sin ganas, y Sofía simplemente asintió, saliendo con un gesto de “allá tú”.

Suspiré aliviada por quedarme sola un rato. Mientras terminaba de recoger mis cosas, la puerta volvió a abrirse.

—Ya les dije, chicas, que no voy a lavar ropa hoy —dije sin mirar, cansada de que insistieran.

—Tú no lavas tu ropa. Lo hace la misma persona que lava la de tu abuelo. Tú no sabes hacer esa tarea tan sencilla ni ninguna otra de un hogar —dijo una voz masculina que no esperaba escuchar.

Levanté la mirada, sorprendida, y lo vi. Maximiliano estaba ahí, apoyado en el marco de la puerta con su aire serio de siempre, aunque sus ojos tenían un leve brillo burlón.

—Maxi, ¿qué haces aquí? —pregunté, intentando sonar tranquila.

—Vine a traerte esto —respondió, sacando algo de su bolsillo. Caminó hasta mi cama y se sentó en ella, extendiéndome lo que traía en las manos. Era un par de guantes morados.

—¿Y esto? —pregunté, tomando los guantes.

—Para que no te lastimes tus delicadas manos la próxima vez que escales la cuerda —respondió con sarcasmo, aunque había un deje de genuino cuidado en su tono.

Los inspeccioné detenidamente. Eran bonitos y, además, de mi color favorito.

—Son perfectos. Muchas gracias, Maxi —dije con una sonrisa sincera.

Él se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa.

—Es lo mínimo. Deberías tenerlos desde el principio. —Su mirada se suavizó un poco antes de volver a la de siempre—. ¿Por qué no bajaste con tus compañeras?

—No quería lavar ropa —respondí con naturalidad, volviendo a dejar los guantes sobre mi cama.

—Eso ya lo sé. Pero deberías aprender a hacerlo. No siempre vas a tener a alguien que haga las cosas por ti, París.

Fruncí el ceño, molesta por su comentario.

—¿Por qué me das sermones ahora? No es como si fuera a quedarme aquí toda la vida.

Maximiliano se quedó en silencio por un momento, como si estuviera pensando

En cómo responder sin sonar demasiado autoritario.

—No se trata de quedarte aquí o no, París. Se trata de que aprendas a valerte por ti misma. Aunque no lo creas, estas cosas, por pequeñas que parezcan, te ayudan a crecer. —Su tono era firme, pero sin intención de pelear.

Lo miré fijamente, sintiendo esa mezcla extraña de admiración y rebeldía que siempre me provocaba.

—¿Y tú qué sabes de lo que necesito para crecer? —respondí con una leve sonrisa sarcástica—. Tal vez soy más independiente de lo que crees.

Él arqueó una ceja, como si estuviera desafiándome.

—¿Independiente? —repitió con incredulidad—. París, te conozco lo suficiente como para saber que tu primera reacción siempre es evitar las cosas que no te gustan. Escapar no es independencia, es simplemente huir.

Eso me golpeó más de lo que esperaba. No porque tuviera razón, sino porque algo en su forma de decirlo me hizo sentir… pequeña. Como si me estuviera mirando más allá de mi fachada rebelde.

—¿Y tú por qué te preocupas tanto por lo que hago o dejo de hacer? —dije, cruzándome de brazos y alzando la barbilla, intentando recuperar terreno.

Él me miró directamente, sin pestañear.

—Porque aunque me cueste admitirlo, eres diferente al resto. No sigues las reglas, te metes en problemas, y aun así… —Se detuvo, como si estuviera eligiendo bien sus palabras—. Tienes algo que me hace querer que lo hagas bien.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué estaba diciendo? ¿Por qué me hablaba así? Sentí que el ambiente en la habitación se volvía pesado, como si no hubiera suficiente aire para respirar.

—Maxi, yo… —intenté decir algo, pero me interrumpió.

—No me malinterpretes. —Se levantó de la cama, poniéndose de pie frente a mí—. Solo quiero que aproveches esta oportunidad. No siempre vas a tener gente que confíe en ti, y no quiero que te conviertas en alguien que solo sabe vivir de los demás.

Eso me enfureció. ¿Quién era él para decirme esas cosas? ¿Para asumirse como una especie de salvador en mi vida?

—No necesito que confíes en mí, Maximiliano. Puedo hacer las cosas sola, y no me interesa que me trates como un proyecto a corregir —respondí con frialdad, dándole la espalda mientras recogía los guantes que había dejado sobre la cama.

Él suspiró, pero no dijo nada. Lo escuché caminar hacia la puerta, y por un momento pensé que se iría. Pero entonces, su voz sonó nuevamente, esta vez más suave.

—París, no te lo digo por mal. Lo digo porque… creo que puedes ser mucho más de lo que crees.

Me giré para mirarlo, y vi algo en sus ojos que me dejó sin palabras. No era autoridad, ni sarcasmo. Era… sinceridad.

Por un momento, me quedé callada. No sabía cómo responder. Y antes de que pudiera articular una respuesta, él se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándome con un nudo en el pecho que no entendía del todo.

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Yanet Cristina Vilugron Salazar
Me encanta la historia 🤣🤣
Yanet Cristina Vilugron Salazar
mmmmm
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja 🤣😸
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja 😅😃😅
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Excelente
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja esos dos están enamorados y no se han dado cuenta 🤭🤭🤭🤭
Yanet Cristina Vilugron Salazar
amor,se llama amor
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Esa putizorra de Blanca y sus secuaces
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja bien Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Vamos Paris tu puedes
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Bien Maximiliano
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Malos padres
Yanet Cristina Vilugron Salazar
esos se van a enamorar
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja esa Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
mmmmm
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Será buena decisión
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Serás increíble Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
vas hacer una gran militar Paris
Yanet Cristina Vilugron Salazar
jajaja rebelde sin causa jajaja
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