La Profecía Escarlata: El Despertar De La Magia

Al abrir mis ojos, podría jurar que estaba más cansada que el día anterior. Mis hombros dolían y mi cabeza daba vueltas. Hoy sin duda sería un día muy largo y mi cuerpo me lo está avisando. Quizás pueda quedarme en la cama y fingir estar enferma, pero dudo que me crean. 

Me senté en la cama y estiré mis brazos hacia arriba. Mi larga cabellera caía desordenada por todos lados. Esa noche había dejado la ventana del balcón abierta. La noche estaba fría y el aire que entraba por ella también lo estaba. Bajé mis pies del lado derecho y noté un camino de nieve que iba desde mi cabecera hasta los pies de la cama. 

Miré hacia el otro lado y también había un camino de nieve que iba hacia los pies de la cama. De ahí se dividía en tres caminos distintos, pero todos se dirigían hacia la ventana. Me pareció muy extraño,  me levanté y la cerré. La habitación estaba helada, pero yo no podía sentir frío. Eso explicaría por qué se mantuvieron los caminos de nieve intactos. 

Canalicé el poder de mi padre en mis manos y como las ondas en el agua, me concentré para derretir ese hielo para volverlo agua y que se evapore. Los charcos desaparecieron justo a tiempo. Sara había dado golpes en la puerta para entrar a la habitación. 

— Buenos días, princesa, ¡hui! Qué helado está aquí — Sara se abrazó a sí misma. 

—Lo siento, Sara, dormí con la ventana abierta — Sara se acercó aún abrazándose,  volví a canalizar el poder y calenté la habitación para que Sara pudiera estar ahí.

Esta vez me puse algo ligero, sin enagua. Era un corset verde con detalles en dorado y mangas largas que terminaban como una campana tipo Oxford. La pollera, aunque larga, no tenía volumen; iba recto desde mi cintura hasta el piso. 

Ya lista, Sara, tomo mi cabello y lo cepillo con cuidado con un peine de madera junto a mi largísimo cabello rojo y lo ato con una cinta alta en mi cabeza, quedando como la cola de un caballo, desenredó las puntas y le hizo una trenza sin dejar ningún cabello suelto. 

Mi cabello podía pesar, pero era la mejor manera de llevárselo siempre sujeto o se atascaría en todos lados, o lo pisaría puso en mi cuello ambos collares de rubí. 

—Gracias, Sara, eres la mejor, iré a ver a mi madre — Sara asintió con la cabeza y se apresuró a acomodar mi cama. 

Caminé hacia la habitación de mi madre, pero me detuve antes de llegar a su puerta al verla media abierta entre sin anunciarme y, para mi sorpresa, Leidy Lilian estaba mirando por la ventana dándole la espalda a mi madre, quien se había sentado en la cama y acariciaba su gran barriga.

Entré dando un fuerte portazo contra la pared, abriendo aún más la puerta entre hasta estar a los pies de la cama de mi madre y entrelacé mis dedos delante de mí, mirando con una falsa sonrisa a la dama frente a mí, quien se volteó de inmediato al verme.

—Leidy, Lilian Black, no creí que tuvieras palabra—. Lilian se sorprendió de mi interacción

—Buenos días para ti también, Princesa Adaria—sonaba muy sarcástica

—¿Qué hace aquí, Leidy Black?— esa última palabra la fuerce a salir, haciendo que Lilian se moleste aún más.

—En la cena mencioné que vendría a visitar a tu madre y aquí estoy —. 

—Bien, ya la vio y supongo que tuvo tiempo de hablar, ahora salga y déjela descansar— le señalé la puerta. Una Lilian, enojada, se acercó a mí.

—No olvides que estás hablando con la dueña de esta casa. Si sigues faltándome el respeto de esa manera, niñita, harás que tú y tu madre salgan de aquí — una sonrisa de dibujo en mi rostro, había logrado lo que quería.

—Y tú no olvides que estás hablando con TU Princesa, HIJA del rey y la reina del palacio dorado, no olvides cuál es tu posición. —Mis palabras solo la enfurecían más.

—¿Te crees superior a mí? Solo porque tengas una corona, no lo eres, sigues siendo una simple niñita que jamás será reina— me dejó de lado, alejándose para salir por la puerta antes de que se alejara, me acerque a la puerta.

—Seré una simple niñita, pero yo consegui mi corona por nacimiento, y tú, por capricho de tu diosa, te quedaste sin el privilegio de tenerla. Tienes razón, quizás no llegue a ser reina, pero tú tampoco lo serás.  —Cerré la puerta en su cara, dejándola con el mal sabor de boca. 

Me volteé con una sonrisa en el rostro, orgullosa por lo que había dicho, pero la cara de mi madre borro mi sonrisa. Estaba cruzada de brazos, mirándome furiosa; estoy segura de que, si pudiera, me golpearía. Mantuve mi distancia de ella por las dudas. 

—Eso no fue propio de una princesa, Adaria, deberás disculparte con ella—. Mi madre estaba enojada, arruinando mi diversión. 

—Adaria, lo que Leidy Lilian solo nos involucra a ella y a mí, tú no debes meterte en nuestra pelea.— me acerqué a mi madre y tomé sus manos entre las mías.

—Sé que esta pelea solo es de ustedes, pero mientras tú estés convaleciente, yo te voy a cuidar, te guste o no. No voy a disculparme porque ella también dijo cosas hirientes. Te traeré agua fresca — tomé la jarra y salí de la habitación. Al bajar las escaleras, me encontré con la mirada de Maximus quien abrazaba a su madre mientras lloraba en sus brazos. 

Su mirada de odio me apuñaló a distancia, no bajé la mirada, simplemente aparté la mirada en la dirección a la que debía. Salía del castillo, hacia el pozo a buscar agua fresca y pura para que mi madre pueda tomar, la que había en la habitación me resultaba algo difícil dejar que la bebiera, no confío en Leidy Lilian no es buenas y más si se trata de mi madre.