EL UNDECIMO MANDAMIENTO

Nick Gutenburg, sentado a la derecha de Dexter, se movió intranquilo en su asiento. Andy Lloyd oprimió un botón del control remoto. Empezó a reproducirse una cinta desde algún lugar de la habitación.

"¿Tiene usted alguna prueba fehaciente que relacione el asesinato de Guzmán con la CIA? -- era la voz del presidente.

"Rastreamos La bala que lo mató y llegamos hasta un rifle que fue vendido a una casa de empeño antes de que el asesino solitario huyera del país -- respondió Herrera --. Poco después, el rifle fue sustraído del establecimiento por uno de sus agentes y enviado de regreso a Estados Unidos en la valija diplomática.

"¿Cómo puede estar seguro de eso?

"Es evidente que mi jefe de la policía es mucho más comunicativo conmigo de lo que la CIA es con usted".

Andy Lloyd apagó la grabadora. Helen Dexter alzó la vista para encontrar la mirada del presidente fija en ella.

-- Solo por esa conversación, no existe absolutamente ninguna prueba de que la CIA haya participado en el asesinato de Guzmán -- puntualizó sin alterarse --. Todo lo que me indica es que Herrera Está tratando de proteger a la persona que ejecutó sus órdenes.

-- ¿Se refiere al "asesino solitario", que desapareció desde entonces en algún lugar de Sudáfrica? --dijo el presidente con sarcasmo.

-- En el instante en que aparezca, señor presidente, lo atraparemos -- aclaró Dexter --. Y cuando presentamos al responsable del asesinato, no habrá ninguna duda acerca de para quién trabajaba -- dejó traslucir un tono incisivo en la voz.

-- Si no lo hace -- advirtió el presidente --, no me sorprendería que esta cinta -- golpeó la grabadora con el dedo -- terminara en manos de Washington post. Entonces usted tendría que responder a muchas preguntas incómodas.

-- Si eso ocurre, es posible que usted también tenga que contestar a una o dos preguntas, señor presidente -- repuso Dexter sin inmutarse.

Lawrence se levantó furioso de su silla.

-- Helen, permítame aclararle algo. Exijo pruebas contundentes de la existencia de su desaparecido sudafricano. Y si no puede presentarlas en un plazo de veintiocho días, espero que ustedes dos renuncien. Ahora salgan de mi oficina.

La directora y su adjunto se pusieron de pie y se marcharon de la habitación. Ninguno de los dos habló sino hasta que se encontraron sentados en el asiento posterior del automóvil de Dexter.

-- ¿Ya habló con Connor Fitzgerald?

-- No -- respondió Gutenburg --. Planeó llamarlo el lunes, después de que él reciba noticias de Washington Provident.

En la oficina de Connor:

"Lamentamos informarle que..."

Connor estaba leyendo La carta por tercera ocasión cuando el teléfono de su escritorio sonó. Se sentía aturdido por la incredulidad. ¿Que había salido mal? La cena en el lugar de los Thompson son no podría haber sido más agradable. Cuando él y Maggie partieron, unos cuantos minutos antes de la medianoche, Ben lo había invitado a jugar golf en Burning Tree el próximo fin de semana, y Elizabeth Thompson le había pedido a Maggie que fuera a tomar café con ella mientras sus esposos perseguían pelotitas blancas. Al día siguiente, su abogado había llamado para informar que el contrato de Washington provident había enviado para su aprobación y no requería más que unos cuantos ajustes menores.

Connor levantó el auricular.

-- Dime, Joan.

-- Tengo a Nick Gutenburg en la línea.

-- Comunícame -- ordenó cansadamente.

-- ¿Connor? -- se yo preguntar una voz en la que nunca había confiado --. Se presentó algo importante, y la y directora me impidió que te informara de inmediato. ¿Podemos vernos a las tres en el lugar de siempre?

-- Por supuesto -- repuso Connor, sin comprender en realidad las palabras de Gutenburg. Leyó la carta por cuarta vez y decidió no contarle nada a Maggie sino hasta que lo incluyeran en la lista de candidatos preseleccionados a otro puesto.

Connor fue el primero en llegar a Lafayette square. Se sentó en una banca frente a la Casa Blanca. Al cabo de pocos minutos Nick Gutenburg tomó asiento en el otro extremo de la banca.

-- Fue el propio presidente el que solicitó que fueras tú el que se encargara de esta misión -- murmuró Gutenburg --. Quiere a nuestro mejor hombre.

-- Pero... sabes muy bien que me iré de la compañía en diez días -- protestó Connor.

-- El presidente insistió en que hiciéramos todo lo que estuviera nuestro alcance para convencerte de que te quedarás hasta terminar esta comisión.

Connor guardó silencio.

-- Connor, el resultado de las elecciones en Rusia podría afectar el futuro del mundo libre. Si ese demente de Zerimski es electo, eso significará regresar a la Guerra Fría de la noche a la mañana.

-- Sin embargo, Zerimski todavía está muy rezagado en las encuestas -- observó Connor --. ¿No se espera que Chernopov gane con una buena ventaja?

-- Así es como parece ahora -- repuso Gutenburg --. Pero todavía faltan tres semanas. El presidente quiere que vayas, por si acaso se necesita tu experiencia y pericia particulares.

Connor no respondió.

-- Si lo que te preocupa es tu nuevo empleo -- continuó Nick Gutenburg -- con mucho gusto hablaré con el presidente de la compañía a la que vas a incorporarte y le explícale que solo se trata de una comisión breve.

-- Eso no será necesario -- atajó Connor --. Aceptaré la misión, pero quiero pruebas de que el presidente la autorizó.

-- Le haré saber a la directora tu petición -- respondió Nick Gutenburg después de un prolongado silencio. Se puso de pie y se alejó. Tres minutos más tarde, Connor caminó despacio en la dirección contraria.

Andy Lloyd contestó el teléfono rojo. En esta ocasión reconoció de inmediato la voz.

-- Estoy casi seguro de saber quién realizó la misión en Bogotá -- asevero Chris Jackson --. Y trabajaba para la CIA.

-- ¿Cuenta usted con suficientes pruebas como para convencer a los comités electos del Congreso sobre servicios de inteligencia? -- preguntó Lloyd.

-- No. Casi todas las pruebas que tengo son de carácter circunstancial. Sin embargo, si se consideran en conjunto, existen demasiadas coincidencias.

-- ¿Por ejemplo?

-- El agente del que sospecho se que tiró del gatillo fue despedido poco tiempo después de que el presidente exigió saber quién era el responsable del asésinato de Guzmán.

-- Eso ni siquiera es admisible como prueba.

-- Tal vez no. Sin embargo, el mismo agente estaba a punto de empezar a trabajar en Washington provident cuando de repente, sin ninguna explicación, la oferta de empleo fue retirada. Tres días después Gutenburg encargó a ese agente una misión única.

-- ¿Tenemos idea del objetivo de dicha misión?

-- No. Aunque no me sorprendería si ésta lo alejara mucho de Washington.

-- De acuerdo -- respondió Lloyd --. ¿Qué cree usted que Helen Dexter está haciendo ahora para borrar sus huellas?

-- Antes de responder a esa pregunta, quisiera conocer el resultado de su última reunión con el presidente -- pidió Jackson.

-- El presidente les dio a ella y a Nick Gutenburg un plazo de veintiocho días para probar que la CIA no tuvo nada que ver en el asesinato de Guzmán y para presentar pruebas irrefutables de quién lo mató. Si no cumplen con los solicitado,

les exigirá la renuncia y entregará al Washington post todas las pruebas que tiene en su poder.