Arenas De Pasión

— ¿Qué la ha traído a mi isla? —le preguntó Massimo con tono suave.

—¿Usted vive aquí?, pregunto Isra

—Toda mi vida he vivido aquí —se encogió de hombros—. Mi familia lleva cerca de quinientos años establecida en la isla. Vinimos a por fruta y nos quedamos por el pescado.

—Oh, vaya estoy de vacaciones dijo Isra, — las empleadas comentaron que hay unos bonitos lugares que visitar comentó Isra.– Pensé en hacer algo de turismo antes de irme.

—Una excelente idea—sentenció él —. ¿le hablaron a usted la leyenda la Cascada de Nereida?.

 — No.

—Se dice que solamente pueden visitarlo los amantes. Si hacen el amor a la sombra de la cascada, serán bendecidos durante el resto de sus días. ¿Ha traído a su amante con usted? Isra, sospechaba que se estaba burlando de ella, pero aun así no pudo evitar ruborizarse.

— Esa es una pregunta muy inapropiada respondió Isra.

— No ha sido mi intención ofenderla, solo le contaba un dato.

—Ha sido usted muy amable —murmuró Isra, dado que no se le ocurría otra cosa que decir.

Isra regreso a la casa, su madre cursaba sus últimas semanas de embarazo.

— ¿Te sientes bien?, pregunto Isra.

— Sí solo que esta criatura ha decidido ponerse a bailar. — Isra apoyo la mano en el vientre de su madre, era sorprendente.

— ¿Yo era así de inquieta?, pregunto Isra.

— Tú ya bailabas dentro de la panza, aunque a ti te gustaba hacerlo a la noche cuando me relajaba.

Danielle Saracco ingreso en la sala muy sonriente. — Llamó mi tía, Rashad ya esta en la casa sano y salvo.

— Esa es una excelente noticia dijo Aziza.

—Es cierto hay que dar gracias por eso dijo Isra.

— En unos días la tía vendrá dijo Danielle.

— Ojalá pronto tengamos la misma noticia de papá y de Zaid.

Aziza apretó la mano de su hija, deseando que pronto su familia estuviera a salvo.

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Malek miró la hora el vuelo que llevaba a su esposa y a su hermana Rosse había despegado, parte de su familia se encontraba en Londres. Su tía Nabila y sus hermanas Constanza y Mariana ya estaban ahí. Jallil viajaba junto a ellas, en cuanto estuvieran acomodadas él regresaría.

Badila ingresó en la habitación con la excusa de recostarse un rato.

Todo se estaba complicando demasiado. Malek no daba su brazo a torcer y a ella el tiempo se le terminaba.

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Soñaba con el desierto. Soñaba con dunas doradas bajo el sol abrasador. Soñaba con montañas y oasis con palmeras.

Soñaba con un príncipe que tenía los ojos color ambar y que dirigia los ejércitos.

–¡Olivia! Él la llamaba, pero ella siguió avanzando sin mirar atrás. A lo lejos la tormenta de arena la perseguía y estaba cada vez más cerca.

–¡Olivia, despierta!Se incorporó aun con los ojos cerrados. Esa voz no coincidía con la imagen. La voz de él era profunda y la hacia derretir.

La otra voz era media afeminada y burlona. –Vete, solo diez minutos mas. El olor a café recién hecho la despabilo. levantó la cabeza y miró la taza que habían dejado en la mesa que tenía al lado. Gruñó, se sentó y la agarró medio dormida. –¿Qué hora es?.

–Las siete. Estabas gimiendo. Debía de ser un sueño glorioso. Olivia se pasó los dedos entre el pelo. Todas las noches tenía el mismo sueño.

Afortunadamente, cuando se despertaba estaba en Londres, Italia o Rusia no en el desierto, y veía a Charlie, su asistente que apretaba el botón de la mesa para levantar las persianas. La luz entró en el impresionante despacho acristalado y Olivia sintió alivio al darse cuenta de que la tormenta de arena no la perseguía. No lo había perdido todo.

–Tengo que ducharme antes de la reunión.Tengo que ducharme antes de la reunión.

–Cuando pediste este sofá para tu despacho, no me imaginé que lo querías para dormir – Charlie le entregó una carpeta–. Por si no lo sabes, creo que tengo el deber de decirte que las personas normales se van a su casa después de la jornada laboral…