Un Viaje A Lo Desconocido

El canto de las aves, el sol radiante y nuevamente el dolor de todo el cuerpo despertó a las dos parejas, con dificultad para abrir sis ojos de lo pesados que se los sentían.

Desorientadas y asustados buscando algún peligro que los pusiera en apuros. Para tranquilidad de todos, no había nada, solo el brillante sol que alumbraba hasta la más oscura cueva de ese lugar.

—Qué felicidad es despertar y no ser perseguidos— susurró Renata, estirando su cuerpo a todo lo que daba.

—En eso estoy de acuerdo— agregó Gabriel, terminando de poner su franela.

—No perdamos tiempo, ya es hora de salir de aquí, me niego a vivir aquí— Hablo winder, terminando de poner su ropa.

—¿Buscaremos el río nuevamente?— Pregunto Alicia, tratando de peinar si enredado cabello.

—Salgamos a lo claro y veamos en qué dirección están las estatuas— respondió Winder, recibiendo un sí de todos.

Estaban por salir, cuando unos gruñidos y pasos grandes se escucharon, Winder y Gabriel halaron a las chicas atrás de un árbol, haciendo señas que guardaran silencio, esperando que apareciera la criatura que se acercaba.

Sus corazones latían a mil, casi no respiraban por miedo a ser descubiertos por el animal que se acercaba. Pasó un par de minutos cuando un gran oso pasó, por un lado, con pasos lentos y seguros, respirando con fuerza, como si su peso le dificultara el andar.

Varios minutos después y el oso ya había pasado, sin darse cuenta de la presencia de ellos.

—Casi me cago del miedo, vez que no debes predecir nada, Renata— murmuro Gabriel.

—Ja, ja, ja, si eres loco amor— Alicia no pudo aguantarse las risas.

—Qué felicidad no correr como loco seguido por un gran oso.— susurró Winder feliz.

—Empezaré a repetir que salgamos de aquí loas rápido posible.— Afirmo Renata.

—Ya vamos, quiero salir de aquí— hablo Alicia caminando rápido, seguida por todos los demás. Salieron a lo claro y se podían apreciar las estatuas en la misma dirección, eso les daba a entender que seguían en la misma dirección.

Caminan y caminan y veían el templo más cerca, eso los llenaba de alegría y entusiasmo para seguir sin detenerse. Su felicidad aumentaba cuando veían que todo estaba más limpio, libre de tantas plantas que les dificultaban sus pasos.

—¿Se dan cuenta de que mientras más caminamos, menos aterrador es este lugar?— Hablo Winder.

—Sí, de unas plantas carnívoras y animales extraños, pasamos a serpientes y osos normales— Agregó Alicia.

—Y sí...— Renata guardó silencio por la atenta mirada de todos.

—Tranquila, ya estamos muy cerca, no creo que aparezca más un animal que nos asuste— Aseguro Gabriel, muy confiado, caminando con ánimos, pasos y más pasos, con mucha emoción de llegar lo más rápido posible.

—Detente— susurró Winder. Asustando a todos, que empezaron a buscar por todos lados el sonido que escuchaban.

—Algo viene corriente— dijo Winder no muy seguro.

—¡Ay, mamá, una manada de leones!— Exclamó Gabriel viendo a lo lejos.

—¡CORRAN!— Grito Winder a todo pulmón.

Nuevamente, a lo adentro, de donde habían salido tan contentos de estar más cerca de su salida.

—¡Ahora sí, lleno nuestro final!— exclamaba Gabriel sin detenerse.

—¡No se detengan, sigan corriendo!— exclamó Winder.

—AAAAAHH— Gritaron las chicas al ver el oso salir de su destino.

—¡POR ALLA!— grito Winder señalando otra dirección.

Sus pasos firmes y rápidos, llegando hasta donde estaban por entrar, la curiosidad los hizo voltear dándose cuenta, ya que ya no los perseguían, los leones estaban ocupados en una pelea con el oso.

—Madre mía, agradezco ser un deportista— hablo Winder con la respiración agitada.

—Eso lo agradecemos todos, ¿se imaginan que no?— agregó Gabriel, buscando comodidad para respirar mejor.

—¡No puede ser que no podamos llegar a ese maldito lugar de una vez!— exclamó Renata ya un poco frustrada.

—Lo haremos, no nos daremos por vencidos.— Aseguro Alicia, con determinación.

Antes de pensar por donde seguir caminando hacia su objetivo, seguían descansando de esa terrible carrera que les hizo dar esos leones.

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