En el elegante y exclusivo Imperial Garden (Imgard), un enclave de lujo en el Londres de 1920, la vida de las doce familias más ricas de la ciudad transcurre entre jardines impecables y mansiones deslumbrantes. Pero la perfección es solo una fachada.
Cuando un asesinato repentino sacude la tranquilidad de este paraíso privado, Hemmet, un joven detective de 25 años, regresa al lugar que dejó atrás, escondido tras una identidad falsa.
Con su agudeza para leer el lenguaje corporal y una intuición inquebrantable, Hemmet se sumerge en el hermético círculo social de Imgard. Mientras investiga, la elegancia y los secretos del barrio lo obligan a enfrentarse a su propio pasado.
En Imgard, nada es lo que parece. Y cada elegante sonrisa esconde un misterio.
NovelToon tiene autorización de Nijuri02 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo Cinco: Lazos.
"Cuando pelees no uses la fuerza. Absorbe la del oponente, potenciala y úsala contra él".
Atte: Papá
"Okey, okey. Debo tranquilizarme." Se repetía una y otra vez Mireia.
Su cara asqueaba ante aquel mugriento lugar, atestado de hombres grandes y descuidados, la fetidez del sudor y el aliento rancio asaltando sus fosas nasales.
Seguro tiene un plan, tengo que concentrarme en mi parte, pensó.
"Busca a alguien conocido, alguno puede ser de Imgard."
Mireia recordó la orden de "John Fareyn", quien ya se encontraba dentro del gran círculo formado por la multitud, dándole paso a su pelea.
Aunque el detective era alto, Víctor le sacaba veinte centímetros de altura y una anchura considerable en sus brazos, hombros, torso y piernas.
¿Cómo carajos voy a concentrarme cuando tiene que pelear con esa bestia? Va a morir, estoy segura, es el fin, pensó Mireia, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.
—¡Están todos listos! —gritó el presentador, Marcus, finalmente.
Cara a cara, Hemmet y el gigante rubio, cubierto de cicatrices. Mireia se había dado cuenta de que Hemmet se había puesto una barba desaliñada y un cabello largo y sucio.
No fue difícil entender que estaba ocultando su identidad, por si algún miembro de Imgard estaba en aquel sitio apostando.
—¡Peleadores! —Marcus, en el centro, levantó rápidamente sus manos. —¡PELEEN!
De pronto, todo se volvió en cámara lenta. El ambiente se relajó, y solo el pensamiento de Hemmet resonó en el aire: Tengo que darle tiempo a Mireia. Me concentraré en no noquearlo rápido.
La pelea volvió a su normalidad cuando el puño del gigantón se acercó al rostro de Hemmet, quien lo esquivó con una facilidad asombrosa.
El joven atacó la parte baja del cuerpo de su oponente, golpeando el torso y las piernas sin éxito, lo que provocó la risa burlona del rubio y el abucheo de los apostadores.
El grandote lo levantó del cabello falso, y Hemmet lo sostuvo para que no se le cayera. Simuló un grito de dolor, mientras pateaba las costillas y el abdomen de Víctor.
En una fracción de segundo, miró a Mireia de reojo; ella seguía buscando entre la gente, su mirada ansiosa.
Víctor lanzó al detective hacia atrás, haciendo que cayera de espaldas al suelo.
Se acercó rápidamente y levantó sus pesados pies descalzos para pisotear el rostro del joven. Hemmet comenzó a girar, rodando por el suelo arenoso para escapar de las pisadas.
¿Cuánto más vas a tardar, niña?, pensaba Hemmet, esquivando cada ataque de Víctor con una agilidad sorprendente.
—¡Deja de escapar y pelea! —rugió el oponente del detective, su gruesa voz resonando en el lugar. Estaba furioso.
Un puñetazo viajó directo a Hemmet.
—¿Y si lo dejamos en empate? —sugirió Hemmet, esquivando hacia abajo con un movimiento casi imperceptible.
En ese momento, se le ocurrió una idea. Comenzó a correr en círculos para no ser atrapado.
Aprovechó un instante y miró a Mireia. Notó que tenía una expresión de sorpresa, como si hubiera descubierto algo.
Ella también miró por fin a su compañero y le hizo señas con las manos para que se retiraran.
Un puñetazo más, y Hemmet pasó por en medio de las piernas de Víctor. Ahora, frente a frente, Hemmet adoptó una postura diferente.
Sus piernas estaban ligeramente flexionadas. Con su mano derecha, apuntaba hacia su oponente, estirando el brazo, y su mano izquierda apuntaba con los dedos a su propia cara, con el brazo contraído.
A Víctor no le importó la nueva postura y apuró el paso para golpear. Pero Hemmet, con un movimiento tranquilo y suave, tocó con el dorso de su mano el puño de Víctor.
Logró abrir la guardia del grandote con un solo movimiento, una sutileza que nadie comprendió.
Con el rostro completamente expuesto, Hemmet, sin cerrar las manos, ejecutó un golpe seco con las palmas en las orejas de Víctor, dejándolo completamente desequilibrado y con los tímpanos sangrando.
El gigante se arrodilló, pero antes de que Hemmet asestara el golpe final, su oponente cayó al suelo, inconsciente.
Esta escena dejó sin palabras al público. Sus ojos y bocas abiertos de la sorpresa mientras Hemmet saludaba a su amigo el presentador, Marcus. Le quitó el dinero de la mano y se retiró de aquel lugar.
En aquella sala quedó el eco de una habilidad nunca antes vista y la imagen de una bestia caída, algo que nadie había logrado antes.
A paso acelerado, mientras la neblina londinense acortaba la vista de los jóvenes, Mireia fue la primera en hablar.
—¿Eso fue Wing Chun?
—¿Cómo lo sabes?
—Leí algunos libros. Sé que es un arte marcial chino.
—Me alegra que lo conozcas. Puede que algún día te lo enseñe.
—¡¿En serio?!
—Cuando te recuperes por completo, sí.
Cuando solo faltaban unas pocas calles para llegar a la mansión, frenaron su paso.
—Pude ver a alguien —dijo Mireia, recuperando el aliento.
—Muy bien, ¿a quién encontraste?
—No sé su nombre, pero creo que pertenece a los Lyonhurts.
—Tendremos que averiguarlo entonces. Mañana los voy a visitar.
Mireia se detuvo un momento, su expresión un tanto incómoda.
—¿Sucede algo? —preguntó Hemmet, extrañado.
—Es que… —Mireia agachó la cabeza. —La hija del señor Lyonhurts era mi amiga, y… bueno, ella… es un poco…
—¿Arrogante? —apuntó Hemmet, terminando la frase.
—Estresante —continuó Mireia. —Es un poco chocante a veces y otra un poco molesta. Se cree la reina de todo.
—Completamente diferente a ti —dijo Hemmet mientras se acercaba lentamente a Mireia, quedando a unos pocos centímetros de su rostro.
—No te preocupes, yo me encargaré de ella.
—¿Intentarás seducirla? — preguntó Mireia sin apartar los ojos del detective.
—¿Sería un problema para ti? — Hemmet redobló la apuesta con su pícara sonrisa.
Un silencio incómodo duró unos segundos hasta que Hemmet se alejó de la chica.
—Igualmente debo conocer a todas las familias. Recuerda que mi objetivo principal es el asesinato de los Bullock —dijo Hemmet mientras caminaba con las manos en los bolsillos, un paso delante de la chica.
—¿Algo que necesites saber? —preguntó Mireia, ya recuperada.
—De hecho, sí. Cuéntame un poco de los lazos entre las familias.
—Bueno, los lazos políticos y económicos no los reconozco aún. Tendría que estudiarlos a fondo. Pero… existe la "Noche de las Estrellas".
—¿"Noche de las Estrellas"? —preguntó el joven, curioso.
—Todos los meses, en una noche elegida por cada familia, se celebra una fiesta en alguna de las mansiones. Reúne a todas las casas para disfrutar de una glamorosa velada. Es para mantener los vínculos y la armonía entre las familias.
—Me suena a alguna fachada oculta —dijo Hemmet, una sonrisa astuta asomando en sus labios.
—Pienso lo mismo. La idea es mantener el orden, pero no todas las familias se llevan bien. Mi familia tiene problemas con los Beaumont.
—Pero en las fiestas deben mantener las apariencias y hacer como si nada pasara —continuó Hemmet, deduciendo.
—Los asuntos políticos son aburridos, pero papá quiere que aprenda sobre todos ellos.
—Y ahora yo también te pediré lo mismo, Watson —Hemmet acarició suavemente la cabeza de Mireia.
—¿Y el asesinato, en cuál mansión fue?
—volvió Hemmet al tema principal.
—Justamente, en la de los Bullock —respondió Mireia. —La próxima "Noche de las Estrellas" será en casa de los Lyonhurts, dentro de tres días.
—Suficiente tiempo —dijo Hemmet.
Los guardias abrían el portón de la mansión Shelford, su silueta dibujándose en la bruma.
—¿Suficiente para qué? —preguntó Mireia, sin comprender.
—Para entrenarte en algunas cosas —respondió el detective con una sonrisa enigmática.
Entraron a la mansión. Estaba silenciosa y un poco oscura; los padres de Mireia ya estaban dormidos.
Subieron las escaleras y, justo antes de separarse en sus caminos hacia sus respectivas habitaciones, Hemmet se volvió hacia Mireia.
—En estos tres días —dijo Hemmet, haciendo que la joven se girara hacia él. —Aprenderás que este lugar está mucho más sucio y asqueroso que aquel sitio de pelea callejera.
Se dio la vuelta, dejando a Mireia pensativa, cerrando así otro día y esperando ansiosa el siguiente.