En un mundo de monstruos, Acara emerge como una rosa de hierro en el árido desierto. La cenicienta oscura, la llaman los medios de comunicación. Esposa, le dice su Marido con suavidad, Rosa Negra le susurra al oído el hombre ardiente que controla sus deseos.
¿Cómo puede ella luchar en este mundo?
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Cap. 13 "Esposa, no te acerques"
El ambiente se llenó de ambiente cargado de deseo, sensualidad y lujuria.
Acara, que había estado fingiendo calma, la perdió de golpe…
—"Sal." —ordenó, pero su voz no sonó tan firme como hubiera querido. Malick sonrió. Era una expresión lenta, peligrosa, que mostraba su dominio.
—"No." —dijo con su voz gutural cargada de lujuria pura.
La atrajo hacia él con facilidad, como si ella no tuviera peso. Sin embargo, Acara, cada fibra de su cuerpo, reconocía ese peligro.
—No debes tocarme — susurró casi en un jadeo.
—"Claro que puedo y debo" —cortó él, inclinándose hasta que su aliento le acarició los labios.
—"Soy tu esposo. Y esta noche, dejarás de fingir que no me quieres" —sus ojos la miraban con intensidad. La tumbo en la cama poniéndola bajo su dominio.
Cuando sus labios se encontraron, no fue un beso. Fue una marca. Malick la mordió hasta hacerla sangrar, lamiendo el hierro con un gruñido de satisfacción.
—"Eres mía." —Acara intentó golpearlo, pero él atrapó sus muñecas con una mano y las inmovilizó sobre la almohada.
—"Dilo—"
—"Jamás—"
Sus palabras se convirtieron en un gemido cuando la mano libre de Malick se deslizó bajo su camisón, encontrando la humedad cálida entre sus piernas.
—"Mientes." —susurró, mientras sus dedos la abrían sin delicadeza—. "Llevo años soñando con esto."
—¿Años? —susurró Acara ya confundida. Odiaba lo fácil que era ceder. Odiaba cómo su cuerpo arqueaba hacia él, cómo sus uñas se clavaban en sus brazos cuando él la penetró de un solo empujón brutal.
—"Así es como debe ser." —rugió Malick, hundiéndose hasta el fondo. "Sin mentiras. Sin lástima." Acara gimió clavándole las uñas en los hombros, Araño su pecho y más marcas que ella no sabía qué podía hacer…
Y entonces comenzó a moverse. No hubo romanticismo. Solo posesión. Cada embestida era un recordatorio:
—"Eres mía."
—"Este cuerpo es mío."
—"Y ese hijo que llevaras dentro... será mío."
Acara gritó cuando el orgasmo la golpeó, pero Malick no se detuvo. La volvió boca abajo, le mordió la nuca y la tomó de nuevo, más hondo, más fuerte, hasta que las lágrimas le rodaban por las mejillas.
Hasta que olvidó su propio nombre.
El Amanecer. Cuando el primer rayo de sol entró por la ventana, Acara estaba hecha un desastre. Marcas de dientes en los muslos. Uñas arañando las sábanas.
Y Malick, vestido y perfectamente compuesto, mirándola con ojos satisfechos desde la puerta.
—"Descansa, esposa." —dijo, con un tono que sonaba a promesa
—"Volveré a visitarte."
Y entonces se desvaneció, dejando atrás solo el olor a tormenta y sexo.
*_*
El sol de la mañana se filtraba por las cortinas, pero nada podía iluminar el escándalo que se había desarrollado entre esas sábanas la noche anterior.
Acara se despertó hecha un desastre. Las piernas le temblaban como si hubiera corrido un maratón. La cintura, marcada por dedos que no pedían permiso. El cuello, un mapa de moretones y mordidas que gritaban "propiedad". Se miró en el espejo del baño y se sonrojó hasta las orejas.
—Dios mío… parece que me atacó un vampiro.
Pero no había sido un vampiro. Había sido Malick.
Acara se fue hacia el comedor y Logan ya estaba en la cocina, con un barbijo quirúrgico puesto y el ceño fruncido mirando su celular.
—"Esposa, no te acerques" —murmuró, alejándose como si fuera contagioso.
—"Creo que tengo alguna enfermedad… o alergia. Mira." —abrió el cuello de la camisa.
Acara se atragantó con su propio saliva. Eran las mismas marcas. Moretones de dedos. Mordiscos en el hombro. Hasta el arañazo en forma de media luna en la cadera.
—"No, no es contagioso" —dijo Acara, arrebatándole el teléfono antes de que llamara a un médico.
Logan parpadeó, confundido.
—"¿Cómo lo sabes?" —Ella no supo qué decir.
Hasta que Logan vio su cuello. Los ojos de Logan se abrieron como platos.
—"¡Tú también tienes marcas!" —gritó, casi histérico.
—"¡Dios mío, es algo del aire! ¿Será un hongo? ¿O algo que comimos?" —atropellado de conjeturas, Logan se frotaba las manos nervioso.
Acara apretó los labios para no reírse. Si supiera que el "hongo" fue su otra personalidad, dándole vuelta como un panqueque, y le dio el revolcón de su vida.
—"Tranquilo, no es nada grave" —murmuró, sirviéndole café y desviando la mirada de sus moretones.
—"Solo… descansemos hoy." —dijo Acara. Logan asintió, pero no dejaba de rascarse las marcas.
—"Es raro… me pican." ¿A ti no te pica? —decía distraído sin detectar la situación incómoda de su esposa.
Acara tragó saliva.
—Claro que te pican, idiota. Anoche los mordí hasta sangrar —susurraba Acara con un puchero, a ella también le picaba sus marcas.
Mientras Logan se distraía quemando el pan. Escuchó a Logan decir algo que casi la desmaya.
—"Lilit me dijo que por estas alergias es que los Lombardi debemos dormir desnudos, pero no teniendo la razón" —Tarareó Logan ocupado con su pan negruzco.
Acara casi escupe el café.
*_*
El día transcurrió en una paz anormal, como si la mansión Lombardi respirara hondo después de la tormenta.
Acara, agotada por la noche anterior, se dejó arrastrar por el cansancio, hundiéndose en el sofá junto a Logan. Él, siempre atento, ajustó la manta sobre sus piernas con esa ternura torpe que la hacía sentir contradictoriamente segura.
Entre sueños, Acara buscó la mano de Logan. Grande, cálida, marcada por cicatrices que ahora reconocía demasiado bien y entrelazó sus dedos con los de él.
Logan contuvo la respiración, como si temiera que cualquier movimiento la despertara.
—"Duerme, esposa" —murmuró, ajustando su brazo alrededor de su cintura con una delicadeza que contrastaba brutalmente con las marcas que le ocultaba la blusa.
El programa de televisión seguía, un documental aburridísimo sobre ballenas, pero a Logan no le importaba.
Esto—este silencio, esta paz—era lo único que quería proteger.
Pero Acara, en ese limbo entre el sueño y la vigilia, vio a Malick, de pie detrás del sofá, observándolos con ojos negros y una sonrisa satisfecha.
—"Descansa, Rosa Negra", susurró su voz en su mente. "Él te cuida de día… yo te cuido del resto del mundo."
Cuando Acara abrió los ojos con un sobresalto, no había nadie. Solo Logan, roncando suavemente con la cabeza inclinada hacia ella.