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UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Padre soltero / Profesor particular / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Chero write

La llegada de la joven institutriz Elaiza al imponente castillo del Marqués del Robledo irrumpe en la severa atmósfera que lo envuelve. Viudo y respetado por su autoridad, el Marqués encuentra en la vitalidad y dulzura de Elaiza un inesperado contraste con su mundo. Será a través de sus tres hijos que Elaiza descubrirá una faceta más tierna del Marqués, mientras un sentimiento inesperado comienza a crecer en ellos. Sin embargo, la creciente atracción del marqués por su institutriz se verá ensombrecida por las barreras del estatus y las convenciones sociales. Para el Marqués, este amor se convierte en una lucha interna entre el deseo y el deber. ¿Podrá el Márquez derribar las murallas que protegen su corazón y atreverse a desafiar las normas que prohíben este amor naciente?

NovelToon tiene autorización de Chero write para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

cosas de niños

habían pasado semanas desde que el marqués tomo camino rumbo al sur, Tomás, con su brazo derecho ya casi recuperado, pero el corazón aún resentido por el castigo impuesto por Elaiza, pateaba unas piedras en el jardín, se encontró con Marcello. El joven ayudante de jardinero estaba afanado en el establo, acomodando la paja con una tranquilidad que a Tomás le resultó exasperante.

"Oye, tú, tonto, ¿qué crees que hiciste?" espetó Tomás, su voz cargada de una ira contenida durante semanas.

Marcello se irguió, dejando caer la horquilla con la que trabajaba. "¿Buenas tardes, joven amo?" respondió, genuinamente confundido por el tono agresivo.

"El otro día me pusiste en evidencia delante de Elaiza y de la señora Jenkins, ¡y me castigaron por tu culpa!" acusó Tomás, acercándose con los puños apretados.

Marcello se levantó y se enfrentó a la mirada furiosa de Tomás. "No fue mi intención ponerlo en evidencia," se defendió con calma. "Solo estaba tratando de ayudar a la señorita Medina con sus travesuras."

Tomás dejó escapar una risa burlona y amarga que resonó en el aire tranquilo del establo. "¿Ayudar a Elaiza? ¡Claro, el gran héroe de los establos!"

 Su pequeño pecho se hinchó de indignación. ¡Un simple jardinero osando corregirlo, poniéndolo en evidencia delante de Elaiza y la severa señora Jenkins! La injusticia del castigo aún le quemaba el orgullo.

"¡Eres un soplón!" acusó con el labio tembloroso.

En su mente infantil, Marcello era un traidor que se había aliado los adultos para hacerlo quedar mal. Y ahora, la rabia hacia Marcello se mezclaba con el recuerdo punzante de Lucas y lo que le había hecho a Rosalba. Era como si todos estuvieran en su contra, confabulando para hacerlo sentir pequeño e insignificante.

"¡Seguro que me odias, verdad!" bramó, su voz aguda quebrándose por la intensidad de sus emociones.

"No lo odio, joven amo," replicó Marcello, manteniendo la compostura. "Solo estaba tratando de hacer lo correcto… y ganarme unas monedas."

Pero Tomás no estaba dispuesto a escuchar razones. Este nuevo desaire Marcello se sumaba a la larga lista de afrentas imaginarias, alimentando un rencor infantil pero feroz que lo consumía por dentro. Se abalanzó sobre Marcello y lo empujó con fuerza en el pecho. Marcello apenas se tambaleó, firme como un roble, y devolvió la mirada a Tomás con una mezcla de sorpresa y advertencia.

"¡No me toque!" exclamó Marcello, su tono comenzando a endurecerse.

Tomás soltó otra carcajada, llena de desprecio. "¿O qué? ¿Vas a ir a llorarle a Elaiza?"

La burla hirió el orgullo de Marcello. Su rostro se ensombreció y, con un movimiento rápido pero contenido, empujó a Tomás de vuelta. El joven amo, desequilibrado y con la guardia baja, casi cayó de espaldas, salvándose de sentarse en el barro por poco.

"yo no necesito que nadie me cuide, se hacerlo solo" dijo Marcelo con la mirada fría "al contrario de otros que necesitan que los lleven cargando después de lastimarse a si mismos"

El haberle recordado como el solo se había lastimado semanas antes y la razón por la que no estuvo en la fiesta de palacio se sintió como un golpe bajo en el orgullo de Tomás. No podía concebir que sus acciones tuvieran repercusiones naturales. Se sentía ofendido, ultrajado, como si el mundo entero conspirara para hacerlo infeliz.

"¡calla te! ¡Soplón! ¡Cobarde!" vociferó Tomás, lanzando una andanada de insultos mientras intentaba empujar a Marcello con torpeza.

 Pero el jardinero se mantuvo firme, sin defenderse, observando la pataleta de Tomás con una expresión de abierto desdén.

La falta de reacción de Marcello enfureció aún más a Tomás.

 "¿Por qué no te defiendes?" gritó, con la voz quebrándose por la rabia. "¿Eres débil?"

Marcello se encogió de hombros, con una calma exasperante para Tomás. "No vale la pena pelear contigo, joven amo. No sabes pelear y solo te enfadarías más."

"¡No me hables de 'tú'!" bramó Tomás, con lágrimas de frustración asomando a sus ojos. "¡Eres un cobarde y un soplón!"

Se dio la vuelta bruscamente y salió corriendo del establo, dejando a Marcello en silencio, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

Después de la humillante confrontación, Tomás se sintió consumido por la frustración y la rabia. No podía aceptar que un simple empleado, alguien a quien consideraba inferior, lo hubiera 'vencido' tan fácilmente, sin siquiera levantar un dedo. Desde entonces, comenzó a observar a Marcello con una intensidad obsesiva mientras trabajaba en los jardines. Lo veía levantar pesadas ramas y troncos con una facilidad pasmosa, como si no requiriera ningún esfuerzo.

Tomás intentó imitarlo en secreto, levantando piedras y pequeños troncos, pero siempre terminaba magullado y sintiéndose patéticamente débil. Un día, espiándolo desde la ventana de su habitación, vio a Marcello enseñándole algunos movimientos de lucha a otro muchacho, Alessandro, y este parecía aprender con rapidez. Una punzada de envidia y una extraña fascinación se apoderaron de Tomás. Él también quería aprender eso.

Durante días, observó en secreto los entrenamientos, intentando replicar los golpes y las defensas que veía. Pero era inútil. Necesitaba instrucción directa, práctica con alguien que supiera lo que hacía. Así que, con una mezcla de vergüenza y determinación, Tomás se acercó a Marcello en el jardín.

"Oye, tú," comenzó, intentando proyectar una seguridad que no sentía, "quiero que me enseñes a pelear."

Marcello se detuvo en su labor de deshierbar, sorprendido por la inusual petición. "¿Para qué quieres aprender a pelear el joven amo?" preguntó, con una ceja alzada sin dejar su labor.

Tomás enrojeció, su orgullo herido por la pregunta. "No me hables de 'tú'," masculló, "soy el patrón y… quiero vencerte un día... A ti y a Lucas." La confesión le quemó la garganta.

Marcello soltó una carcajada suave. " no conozco al tal Lucas y por mi parte no creo que eso sea posible, joven amo. Además, no necesito enseñar a pelear a alguien como usted. Usted es rico, puede pagar un maestro."

La cara de Tomás se encendió aún más, pero su determinación permaneció firme. "No quiero pagar a un maestro. Quiero que tú me enseñes."

Marcello se encogió de hombros. "No tengo tiempo para enseñar a pelear, joven amo. Trabajo en el jardín todos los días." dijo tomando el rastrillo para recojer las hierbas del suelo.

"Te he visto enseñarle a ese otro muchacho," resopló Tomás, sintiéndose traicionado.

"¿Alessandro? Ah, es mi hermano menor. A veces nos ayuda en el jardín," respondió Marcello con tranquilidad. "Ambos debemos trabajar para llevar dinero a casa y yo solo le enseño a defenderse."

Tomás reflexionó por un momento, su mente trabajando a toda velocidad. Luego, rebuscó en el bolsillo de sus pantalones y sacó cinco céntimos de cobre. "Te daré cinco céntimos por clase," ofreció, con la cara roja como un tomate.

Marcello parpadeó, genuinamente sorprendido por la oferta. Nadie le había ofrecido dinero por enseñar a pelear antes. Dudó un instante, sopesando la propuesta y la necesidad. Finalmente, asintió con la cabeza y tomo la moneda.

"Está bien, joven amo," aceptó. "Le enseñaré a pelear, pero solo los sábados después de la comida. Y quiero que me llame 'maestro' durante las clases." dijo con una sonrisa burlona.

"Eso nunca," rezongó Tomás, cruzándose de brazos y frunciendo el seño.

"Entonces al menos podré tutearle sin que se moleste," dijo Marcello, una sonrisa pícara asomando a sus labios.

Tomás asintió, a pesar de su disgusto inicial por la idea de ser tuteado por un empleado pero la perspectiva de aprender a pelear era demasiado tentadora para negarse . "Está bien," concedió cerraron el trato con un apretón de manos.

Marcello sonrió. "Bien, empezaremos el próximo sábado. No llegues tarde… Tomás."

Tomás asintió y salió corriendo, una mezcla de excitación y vergüenza agitándose en su interior. Marcello se quedó en el jardín, terminando su trabajo, una sonrisa divertida danzando en sus labios. No sabía qué esperar de su peculiar alumno, pero estaba dispuesto a intentarlo.

Mientras Tomás y Marcello sellaban su peculiar pacto en el jardín, ajenos a miradas indiscretas, Elaiza observaba la escena desde la ventana de la biblioteca, con el ceño ligeramente fruncido. Había notado la creciente hostilidad de Tomás hacia MarcellO, un resentimiento palpable que se manifestaba en miradas frías y comentarios mordaces. Pero también había percibido, en los momentos en que Tomás creía no ser observado, una extraña fascinación en sus ojos cuando Marcello realizaba tareas físicas con sorprendente facilidad. Esta dinámica no hacía más que confirmar sus preocupaciones sobre la dirección que estaba tomando la relación entre ambos niños. Le preocupaba la influencia negativa que este rencor, mezclado con una peculiar admiración, podría tener en el carácter de Tomás.

Movida por esta inquietud, Elaiza llamó a Jorge, quien a petición del Márquez se había quedado a resguar la mansión en caso de alguna eventualidad, y le pidió que, sin que los niños se dieran cuenta, vigilara sus interacciones.

El sábado transcurrió con una calma tensa. Después de la comida tomas salió corriendo al jardín asegurando quería estudiar los insectos para la clase de biología, mientras Elaiza supervisaba a Emanuel con sus lecciones, Jorge se mantuvo discretamente oculto, observando el improvisado entrenamiento que comenzaba a desarrollarse en un rincón apartado, cerca de los árboles frutales.

Tomás, con el rostro enrojecido por la mezcla de excitación y nerviosismo, seguía las instrucciones de Marcello con una seriedad exagerada para su edad. Marcello, por su parte, parecía abordar la tarea con una mezcla de paciencia y una divertida incredulidad ante la seriedad de su joven pupilo, mientras Alessandro se defendía con mayor amabilidad de los torpes y débiles golpes de Tomás.

Jorge presenció a lo lejos los intentos de Tomás por imitar los movimientos que Marcello le mostraba, sus pequeños puños lanzando golpes al aire con una determinación más entusiasta que efectiva. Vio a Marcello corregir su postura con suavidad, casi con una camaradería inesperada, a pesar de los desplantes iniciales de Tomás, observo que la técnica no era la correcta pero si efectiva.

Más tarde, al caer la tarde, Jorge se presentó en la biblioteca donde Elaiza revisaba los trabajos de la semana. Su rostro mostraba una divertida sorpresa.

"Señorita Elaiza," comenzó Jorge, con una sonrisa contenida, "he estado observando a los jóvenes, tal como me pidió."

Elaiza levantó la vista, con una mezcla de expectación y preocupación en sus ojos. "¿Y qué vio?, no me diga que Tomás sigue molestando a Marcello y Alessandro"

Jorge dejó escapar una pequeña risa antes de continuar. "Bueno, señorita, debo decir que es una escena… peculiar. El joven amo Tomás parece muy empeñado en aprender a pelear. Y Marcello… bueno, Marcello está siendo un maestro sorprendentemente paciente." no podía esconder su diversión, mientras ELAIZA se veía confundida, Jorge siguió explicando "A pesar de las maneras algo… bruscas y torpes del joven amo, Marcello le está enseñando los movimientos básicos con calma." Jorge negó con la cabeza, divertido y soltó una carcajada. "Quién lo diría, el joven amo recibiendo lecciones de Marcello, ¡y pagando por ello!"

"¿Paga por las lecciones?" preguntó Elaiza, su ceño frunciéndose de nuevo.

"Cinco céntimos por clase, según escuché, señorita. Un trato bastante inusual, si me permite decirlo." Jorge sonrió abiertamente. "Parece que el joven amo está más interesado en aprender a pelear de lo que jamás lo ha estado en las lecciones que le doy de equitación."

Elaiza suspiró, con una mezcla de alivio y preocupación. Al menos la situación no había degenerado en más peleas. Pero la extraña dinámica y la motivación de Tomás seguían siendo inciertas. "Jorge," comenzó con un tono pensativo, "usted tiene experiencia en combate… ¿qué opina de lo que vio?"

Jorge se puso serio, su sonrisa desapareciendo. "Siendo honesto, señorita, la técnica que utiliza el joven Marcello no es ortodoxa, pero sí… sorprendentemente efectiva para su complexión. Tiene una intuición natural para el movimiento y la defensa. Con un entrenamiento adecuado, podría ser un contrincante formidable."

Una idea cruzó la mente de Elaiza. "¿Cree que sería posible… instruirlos? Podríamos incluir algunas lecciones de defensa personal en sus horarios y..."

Jorge la detuvo con un gesto de la mano. "Con el debido respeto, señorita, creo que eso podría ser contraproducente, al menos por ahora. El joven Tomás está motivado precisamente porque cree que está aprendiendo de Marcello, en secreto y bajo sus propios términos. Si institucionalizamos las clases, probablemente perdería interés o incluso se avergonzaría de ello."

Ambos se quedaron en silencio por un momento, reflexionando sobre la mejor manera de abordar la situación. Querían apoyar a ambos niños, fomentar una relación menos antagónica y quizás incluso canalizar la energía de Tomás de una manera más positiva, sin que él se diera cuenta de una intervención directa.

Entonces, una chispa de idea brilló en los ojos de Jorge. "Señorita," dijo con un tono de creciente entusiasmo, "tengo una sugerencia. Durante la semana, aprovecharé mis ratos libres para tomar a los jóvenes Marcello y Alessandro bajo mi tutela. Les enseñaré técnicas mas adecuadas y los fortalecere, poco a poco, como si fuera parte del trabajo. Ellos, a su vez, podrían seguir 'enseñándole' a Tomás lo que aprendan. Así, Tomás sentiría que sigue aprendiendo de Marcello, sin saber que está recibiendo instrucción de alguien con más experiencia."

Elaiza sonrió, aliviada y complacida por la astucia de Jorge. "Es una idea excelente, Jorge. Discreta y potencialmente muy beneficiosa para ambos. Por favor, adelante."

Jorge asintió con determinación. "Así lo haré, señorita. Creo que esto podría ser una oportunidad para que el joven Tomás aprenda algo más valioso que solo pelear."

El plan de Jorge se puso en marcha discretamente al día siguiente. Aprovechando las tareas cotidianas en los jardines y los establos, comenzó a mostrarles movimientos que parecían parte del trabajo físico. Mientras levantaban sacos de tierra, Jorge les indicaba cómo usar el impulso del cuerpo de manera más eficiente, al cortar leña, les enseñaba cómo mantener el equilibrio y pivotar, movimientos esenciales para la defensa y el ataque.

Luego, en privado, les explicaba la aplicación de esos movimientos en una confrontación. les mostraba cómo usar sus ágiles movimientos para esquivar y contraatacar, disfrazándolo de juegos.

Marcello y Alessandro, al principio desconcertados por el énfasis de Jorge, pronto comprendieron y con entusiasmo, comenzaron a practicar entre ellos, perfeccionando las técnicas que les mostraba. Cuando llegaba el sábado, durante sus 'clases' con Tomás, incorporaban lo aprendido. Esquivaban los torpes ataques de Tomás con una agilidad recién adquirida, explicando después cómo mover los pies rápidamente.

Tomás, aunque frustrado por la creciente habilidad de sus 'maestros', también se sentía intrigado y motivado a mejorar. Lentamente, sin darse cuenta de la mano invisible de Jorge, comenzó a adoptar las nuevas técnicas.

Una extraña dinámica comenzó a florecer entre los tres niños. Compartían un secreto, un juego de aprendizaje donde las líneas entre maestro y alumno se difuminaban. Surgió una especie de amistad, pero también una sana rivalidad latente, especialmente por parte de Tomás, quien anhelaba superar a Marcello y Alessandro.

Las semanas pasaron, y Jorge observaba con satisfacción cómo la hostilidad inicial de Tomás comenzaba a ceder, reemplazada por una concentración casi obsesiva en aprender. Marcello y Alessandro, por su parte, ganaban confianza y habilidad bajo la tutela de Jorge, disfrutando de su papel como 'maestros' y de la camaradería con el joven amo. En el jardín de la finca, bajo la atenta mirada de los adultos, florecía una inesperada amistad.

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Teresa Neri Aguilar
La trama es interesante el problema es que se escribe un solo capítulo cada 5 días es mucho tiempo de espera lo que dificulta la continuidad además de que es una pena por el interés que despierta
Chero Chan: gracias por tu comentario intentaré terminarla lo antes posible, o subir más seguido pero por mi trabajo real me es un poco complicado /Gosh/
total 1 replies
Maria Valles
muy feo final no llego a ningún lado para otra vez leo primero el final y de ahí me decido si leo la historia completa o no siento que perdí mi tiempo 😠😠
Chero Chan: aún no termina la novela está en emisión, disculpa si no subo más números, espero que cuando termine te guste
total 1 replies
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