Arthur O'Connor, un joven acostumbrado al lujo y a que todo se rinda ante su fortuna, a un exclusivo barrio en un pequeño pueblo. Con su mirada arrogante y su mundo perfectamente estructurado, está seguro de que el cambio no será un desafío para alguien como él. Sin embargo, todo su esquema se tambalea al bajar del carro y encontrarse con Margareth, una joven humilde, de risa fácil y una alegría que parece contagiarlo todo. Margareth, junto a su abuela, reparte mermeladas y tartas caseras por el vecindario, convirtiéndose en el alma del barrio con su espíritu caritativo y juguetón.
Para Arthur, ella es un desafío tan irresistible como desconcertante. Está convencido de que su dinero y su encanto serán suficientes para ganarse su atención. Sin embargo, Margareth, con su corazón puro y libre, no es alguien que pueda comprarse.
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Capitulo 13
La vi alejarse con esa delicadeza que
parecía inherente a todo lo que hacía.
Margareth era tan malditamente inocente, tan
ajena al efecto que tenía en los demás, que
incluso se atrevía a venir a preguntarme
cómo estaba sin tener idea de que ella era
la raíz de mis penas. Cada paso que daba
me arrancaba un poco más de lo poco que
me quedaba de cordura.
Encendí un cigarrillo mientras me apoyaba
en mi deportivo, sintiendo el peso de todo.
No había forma de arrancarla de mi
cabeza,y cada día parecía una tortura más
intensa que el anterior. Decidí dar una
vuelta, necesitaba aire, necesitaba escapar
de sus ojos, de su sonrisa, de todo lo que
me hacía desear lo que no podía tener.
Conduje por el camino principal hasta que
algo llamó mi atención. Una canasta de
mimbre estaba tirada sobre una roca cerca
del camino. Me detuve y bajé del coche. El
pequeño conejo de Sophia estaba junto a esta
, y él lazo negro estaba igual abandonado .
Me agaché para recogerlo, pensando que
ella lo había dejado por accidente, pero justo en ese momento escuché algo. Eran gritos. Me puse de pie, el corazón martillándome en el pecho. Agudicé el oído y los gritos se hicieron más claros .
-¡Déjenme! ¡Por favor, déjenme ir!
Era ella .
La sangre me hirvió mientras corría hacia el origen del sonido. La vi. Estaba forcejeando con dos hombres. Uno la sostenía por los brazos mientras el otro intentaba inmovilizarla.
-¡Ayuda! -gritó, su voz quebrándose.
No lo pensé.
Me lancé contra ellos sin importarme quiénes eran. Mi cuerpo chocó con el primero, que no tuvo tiempo de reaccionar antes de caer al suelo. Le propiné un golpe que lo dejó aturdido
mientras el otro dejo a Margareth para
encararme.
-¿Quién demonios eres tú? -gruñó, pero
no le di tiempo a terminar la frase. Mi puño
conectó con su mandíbula y cayó de espaldas.
Margareth estaba temblando, sus ojos llenos
de lágrimas y su rostro marcado por el miedo. Me acerqué a ella, intentando mantener la calma.
-¿Estás bien? -le pregunté, aunque sabía
que la pregunta era absurda.
Asintió lentamente, pero su cuerpo seguia
temblando. Tomé su mano con cuidado,
intentando ofrecerle algo de seguridad.
-Ven, te llevaré a casa -dije, mi voz más
suave de lo que esperaba .
Ella no dijo nada, solo me miró como si no
pudiera creer lo que acababa de suceder. Y
mientras la llevaba de regreso al coche, no podía dejar de pensar en lo cerca que había estado de perderla, de que algo irreparable le sucediera .
Y, una vez más, supe que mi vida no significaba nada sin ella.
Margareth estaba en el asiento del copiloto, acariciando a su conejo con las manos temblorosas, todavía aferrada a él como si fuera el único refugio que le quedaba. El lazo negro alrededor del cuello del animal parecía aún más sombrío bajo la luz de la luna.
Encendí un cigarrillo, necesitando algo que me ayudara a procesar lo que acababa de pasar.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté, mi voz más seria de lo que pretendía.
Ella levantó la mirada, con los ojos todavía brillantes por las lágrimas, y me respondió con un hilo de voz:
—Me pasó lo que les pasa a las muchachas que están solas, Arthur... Cuando no hay nadie que las cuide, esos hombres... esos hombres se aprovechan de ellas. —Su voz se quebró al final, y aunque intentaba mostrarse fuerte, su mano seguía temblando mientras acariciaba al conejo.
Apreté el volante con fuerza, deseando poder regresar el tiempo para evitar que siquiera estuviera en esa situación.
—Pero... gracias a ti, no me hicieron nada. —Lo dijo tan suavemente que apenas lo escuché, pero sus palabras me calaron hondo.
No respondí. Solo conduje en silencio hasta su casa, tratando de ordenar el caos en mi cabeza. Cuando llegamos, la miré.
—¿Estás segura de que estarás bien aquí? —le pregunté, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.
Ella asintió, con una leve sonrisa que intentaba calmarme, pero no me convenció. Algo en la forma en que miraba hacia su puerta me decía que no estaba tan segura como intentaba aparentar.
Cuando comenzó a abrir la puerta del coche para bajar, apagué el motor y giré el volante.
—¿Qué haces? —preguntó, confundida, mientras veía cómo daba la vuelta con el deportivo.
—No puedo dejarte aquí, Margareth. —Mi voz era firme, más firme de lo que esperaba.
—Pero... ¿por qué? Estoy bien —dijo, aunque el tono inseguro la delataba.
—Porque tu casa no es segura. Pueden volver a buscarte en la noche, y esta vez no estaré cerca para detenerlos. —Hice una pausa, mirándola directamente a los ojos. —Te voy a llevar al convento. Allí estarás más segura esta noche.
—Arthur, no es necesario...
—Sí lo es, Margareth. Créeme, lo es.
Ella no respondió, solo abrazó a su conejo con más fuerza mientras miraba por la ventana. La llevé al convento en silencio, tratando de calmar mi propia furia mientras pensaba en lo cerca que había estado de perderla.
😋🤭
solo falta el Bb y será el complemento perfecto a su hermoso nuevo comienzo...
🌹❤️🩹
una sublime primera entrega...
❤️🔥🔥💋🥰
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