La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo XII
-Zander despierta amor mío, necesito que me ayudes-
- ¡Yoriko! Amor te estaba extrañando, no me gusta que estemos separados mucho tiempo, todo se vuelve melancolía-
- Lo sé, te necesito más que nunca, ya no se que hacer, no quiero estar no quiero vivir, quiero dejar de existir-
- No digas locuras por favor, ¿que estás sucediendo? Cuentame-
Yoriko le contó toda la situación que estaba pasando, como Haruki la había maltratado tan violentamente esos días y como la golpeó esa mañana, al punto de mandarla al hospital, producto de la furia de ese salvaje.
- Zander, despierta, amor mío, necesito que me ayudes. - Yoriko susurró con un tono de voz roto por el dolor, sus palabras fueron como un rayo que atravesó la oscuridad de su mente.
- ¡Yoriko! Amor, te estaba extrañando. No me gusta que estemos separados mucho tiempo, todo se vuelve melancolía. - Zander respondió con un tono de voz preocupado, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.
- Lo sé, te necesito más que nunca. Ya no sé qué hacer, no quiero estar, no quiero vivir, quiero dejar de existir. - Yoriko respondió con un tono de voz desesperado, sus palabras fueron como un trueno que lo aterrorizó.
- No digas locuras, por favor. ¿Qué estás sucediendo? Cuéntame. - Zander respondió con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un rayo que atravesó el silencio.
Yoriko le contó toda la situación que estaba pasando, cómo Haruki la había maltratado tan violentamente esos días y cómo la golpeó esa mañana, al punto de mandarla al hospital, producto de la furia de ese salvaje.
Zander no podía concentrarse desde el momento que escuchó que ese infeliz le levantó la mano a su amada. Automáticamente entró en cólera, una furia ardiente lo invadió, como un volcán a punto de erupcionar. No permitiría que dañaran a su amada, su corazón se llenó de un dolor profundo que le impedía pensar con claridad.
Intentaba mantener la calma y seguir escuchando lo que Yoriko decía, pero no pudo evitar interrumpir.
La furia se apoderó de él, sus puños se cerraron con fuerza, sus ojos se llenaron de una luz que le daba un aspecto feroz. Yoriko lo observó con una mezcla de miedo y admiración. Su amor la protegía, su fuerza la defendía.
- ¡Ese maldito! ¡Voy a matarlo! ¿Cómo puedes permitir que te haga daño? - Zander gritó con un tono de voz furioso, sus palabras fueron como un rayo que atravesó el silencio. La furia lo consumía, la sensación de impotencia lo atormentaba.
- ¿Qué puedo hacer? Si digo algo, mi familia podría salir herida. Y tú, ¿qué puedes hacer, mi amor? Si incluso empiezo a pensar que solo eres un producto de mi imaginación. - Yoriko respondió con un tono de voz desesperado, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.
- ¿Producto de tu imaginación? Mi amor, soy tan real como el aire que respiras, el agua que bebes y el suelo donde pisas. - Zander respondió con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un trueno que la hizo estremecer.
- Pero no creo que puedas hacer algo para ayudarme. - Yoriko respondió con un tono de voz triste, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.
Zander suspiró, desalentado. Él tenía fe de que podían verse en algún momento, pero sabía en su interior que había pocas probabilidades de hacerlo. Él necesitaba encontrar alguna forma de ayudar y proteger a su amada.
Entonces recordó, su amuleto, aquel que le había salvado de morir en la prisión, aunque curiosamente fue por ese amuleto que terminó allí. Un amuleto que le había dado la fuerza para sobrevivir en un lugar donde la muerte era una constante.
Zander sacó el amuleto de su bolsillo, lo miró con atención, sus manos temblaban ligeramente. ¿Podría ese amuleto ayudarlo a salvar a Yoriko? ¿Podría ese amuleto traer a su amada de vuelta a su lado?
La pregunta se clavó en su mente como una espina que no podía sacar.
- Quiero regalarte algo, amada mía. Aunque por el momento no podamos estar juntos en el mundo físico, este amuleto te protegerá. Nunca te lo quites, te mostrará la salida en cualquier momento y, lo más importante, hará que siempre esté junto a ti. - Zander dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.
Zander rodeó el cuello de Yoriko y colocó aquel medallón para que estuviera con ella siempre. Un gesto de amor puro y desinteresado, un acto de fe que la hizo estremecer.
- Gracias, mi amor. Estoy segura de que tengo uno igual conmigo, pero lo llevaré siempre conmigo, te lo prometo. - Yoriko respondió con un tono de voz triste, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.
- Siempre que lo lleves puesto, estaré contigo, no importa a dónde vayas. - Zander dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un trueno que la hizo estremecer.
Yoriko se quedó mirando el collar por un momento, como podría pensar que Zander era algo real, si solo lo veía en sueños y con él era todo perfecto. ¿No sería Zander producto de su imaginación, de su falta de un amor real y una realidad tranquila que era lo que necesitaba? Y lo había inventado para personificar esas necesidades.
(Para ustedes que lo leen y saben la verdad, suena descabellado, pero... imagínense estar en el lugar de ella, que necesitaba encontrar un lugar donde sentirse segura, tener contención y ser feliz... un lugar donde despegarse de la vida diaria, incluso antes de vivir el infierno por el cual estaba pasando) pero en fin... ella tenía muchas dudas, pero de algo estaba segura, lo amaba... lo amaba con locura y con todo su corazón y no quería perderlo.
Las dudas se agitaban en su mente, un torbellino de inquietudes que la hacía temblar. Pero en el fondo de su corazón, la certeza de su amor por Zander era una antorcha que brillaba en la oscuridad.
Él era su refugio, su fortaleza, su oasis en el desierto de su vida. Un amor que la hacía sentir viva, un amor que la llenaba de esperanza.
No importaba si era real o un producto de su imaginación. Lo que importaba era que ese amor la hacía feliz, la hacía sentir completamente y la llenaba de una paz que no había conocido antes.
Si ese amor la hacía sentir así, no importaba la verdad. Ella lo amaba y eso era lo único que importaba.
En ese preciso momento, ella decidió dar un salto de fé. ¿Qué importaba si era real o no? Ella quería estar con él y nada impediría que aproveche el poco tiempo que tenían disponible. Sin dudar, se abalanzó hacia él para abrazarlo y, al hacerlo, no pudo evitar romper en llanto. Tenerlo ahí enfrente, sentir su calor, bajó la guardia y se quebró.
Zander intentó consolarla, la abrazó muy fuerte, acarició su cabello con mucha ternura y le susurró.
- Tranquila, no me gusta verte llorar. Me hace sentir impotente al no poder ayudarte, pero tengo una idea para que al fin puedas terminar con tu sufrimiento. - Zander dijo con un tono de voz tranquilizador, sus palabras fueron como un bálsamo para su alma aturdida.
- ¿Qué es lo que tienes en mente, amor? - Yoriko preguntó con un tono de voz débil, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.
- Verás, tengo un plan. En el cual no será necesario decir nada, pero tan efectivo que el imbécil no se dará cuenta de que lo estás delatando. - Zander dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un trueno que la hizo estremecer.
- Cuéntame más sobre eso, amor mío. - Yoriko preguntó con un tono de voz inseguro, la sensación de que algo iba mal la atormentaba.
Antes de que Yoriko despierte, Zander aprovechó para contarle su plan... Un plan arriesgado, pero que podía ser la única forma de salvarla del infierno en el que estaba atrapada.