En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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capítulo 13 Entre El Amor Y La Distancia
Volver a Catar por segunda vez era una mezcla de emociones para mí. El avión aterrizó en el aeropuerto de Doha, y con cada paso que daba hacia la salida, sentía que un nuevo capítulo de mi vida estaba comenzando. Había conseguido la beca de medicina y estaría viviendo aquí durante los próximos cinco años. No era solo un sueño hecho realidad, sino también una oportunidad de redescubrirme en este país tan diferente del mío.
La cultura catarí era conservadora, algo que ya había experimentado en mi primera visita. Sin embargo, ahora que viviría aquí de forma permanente, sabía que debía aprender más que las simples costumbres básicas. El idioma, por ejemplo, era un desafío que planeaba enfrentar de inmediato. Aunque me defendía con el inglés, aprender árabe era esencial, no solo para mis estudios, sino para integrarme realmente en esta sociedad.
Mis días comenzaron en la universidad también visite el hospital donde realizaría mis prácticas médicas. La primera semana fue abrumadora: el ritmo frenético y, sobre todo, el ambiente cultural. Pero no estaba sola. Fue ahí donde conocí a Amina una árabe, ella sería mi compañera de estudios. Desde el primer día, su actitud cálida me hizo sentir bienvenida
—Helena, no te preocupes. Al principio todo parece complicado, pero te acostumbrarás. Además, yo estoy aquí para ayudarte —me dijo con una sonrisa que irradiaba confianza.
También conocí a Margot, una enfermera de belgica que había llegado a Catar como parte de otro programa de intercambio cultural. Era tan directa como encantadora, y su sentido del humor me ayudaba a sobrellevar los días más difíciles.
—¿Sabes qué es lo mejor de este lugar?
—me dijo un día mientras almorzábamos juntas en la cafetería —El té karak Es como un abrazo en una taza
—Y el calor infernal, ¿también es un abrazo? —le respondí entre risas.
Amina y Margot se convirtieron en mis aliadas. A través de ellas, no solo aprendí sobre la cultura catarí, sino también sobre la vida desde perspectivas completamente distintas.
Un día, mientras ordenaba mis cosas en el apartamento que la beca me había asignado, me invadió una nostalgia. Recordé los días en los que trabajé como enfermera en las oficinas de la misión humanitaria. Me arriesgue y decidí volver La idea de regresar allí me llenaba de esperanza; quería volver a sentir esa conexión, y, siendo sincera, tenía la secreta ilusión de encontrarme con Emir.
Sin embargo, al llegar, lo primero que noté fue su ausencia. En su lugar, me encontré con Faisal, quien parecía genuinamente sorprendido al verme.
—¡Helena! —dijo, acercándose con una sonrisa —No sabía que habías regresado.
Le expliqué rápidamente lo de la beca y mis estudios. Pero mi curiosidad por Emir no pudo contenerse
—¿Y Emir? —pregunté, intentando sonar casual
Faisal suspiró, su expresión cambiando.
—Ya no está aquí como coordinador. Ha pasado mucho desde que te fuiste.
Me quedé en silencio, esperando que continuara.
—Después de lo que pasó con Markus, Emir decidió alejarse un poco de la misión.
—¿Qué pasó con Markus? —pregunté, alarmada.
Faisal me contó sobre el enfrentamiento entre ellos. Me quedé sin palabras al escuchar que Markus había dicho que éramos novios y que habíamos tenido algo más. ¿Cómo podía inventar algo tan bajo?
—No puedo creerlo... —murmuré, sintiéndome traicionada.
—Helena, él estaba dolido. Pero Emir… nunca lo había visto tan afectado —Faisal hizo una pausa —¿Quieres que le diga que estás aquí?
Negué rápidamente.
—No, Faisal Quiero que sea una sorpresa. Dile que venga pero no le digas que estoy aquí
Faisal accedió, aunque parecía escéptico. Sin embargo, cuando finalmente nos encontramos, la reacción de Emir no fue lo que esperaba. Su mirada era fría, distante, y sus palabras tenían un filo que no conocía.
El momento se tensó aún más cuando Markus apareció de repente. Su presencia transformó el aire en algo pesado, como si el espacio fuera demasiado pequeño para los tres.
—Así que todos volvemos al mismo lugar, ¿no? —dijo Markus con una sonrisa cínica.
—¿Qué haces aquí, Markus? —preguntó Emir, sin molestarse en ocultar su disgusto.
—Lo mismo que tú. Cumpliendo con mi deber. Aunque parece que hay cosas que no terminamos de aclarar.
Aproveché la oportunidad para aclarar las cosas.
—Emir, necesito decirte algo. Markus dañó mi celular en Afganistán, por eso no pude comunicarme contigo.
Los ojos de Emir se entrecerraron, su expresión endureciéndose.
—Eso no cambia lo que pasó. Markus me dijo que ustedes eran novios… que estuvieron juntos.
—¡Eso no es cierto! —dije, levantando la voz.
Markus intervino, sarcástico.
—Ah, claro, Helena. Siempre tan inocente. ¿Qué nos dijiste a ambos? ¿Que nos querías pero no podías decidirte?
Sentí que mi paciencia se agotaba.
—Markus, no éramos novios. Nunca lo fuimos. Y jamás pasé la noche contigo.
—¿Entonces todo lo que sentí fue una mentira? —insistió Markus, su voz alzándose.
Emir dio un paso hacia él, su tono lleno de rabia.
—¿Así que mentiste sobre todo, Markus?
La conversación explotó en acusaciones y reclamos, con palabras llenas de dolor y confusión. Pero al final, sabía que solo había una verdad que quería que Emir entendiera.
—Emir, nunca dejé de pensar en ti. Y nunca le di a Markus algo que no fuera una amistad, confundida por un momento de debilidad.
Su mirada, aunque todavía dura, pareció titubear. Había mucho que reparar, pero en ese instante, la tensión había alcanzado un punto del que no había retorno
Faisal intervino
—¡Basta, Markus! Has causado suficiente daño con tus mentiras.
—Mentiras? —Markus rio amargamente
—¡Helena jugó con los dos! Ella me besó, ¿o eso tampoco es verdad, Helena?
—¡Eso es suficiente, Markus! —grité, sintiendo el calor subir a mi rostro —Sí, te besé, pero nunca te di esperanzas de algo más.
Markus me miró con una mezcla de dolor y furia, y luego dirigió su atención a Emir.
—Pero claro, tú eres el santo en esta historia, ¿no?
Faisal lo empujó hacia la salida.
—Lárgate antes de que esto empeore.
Finalmente, Markus se fue, dejándonos solos. Emir me miraba con frialdad, su mandíbula tensa.
—¿Por que estás tan frio Conmigo?
—le pregunté, sintiendo un nudo en la garganta.
—Porque el beso entre ustedes fue verdad —respondió con amargura.
—Sí, fue un beso, pero no pasó nada más.
—¿Eso debería hacerme sentir mejor?
—dijo, su voz alzándose ligeramente.
—¿Qué querías que hiciera, Emir?
—repliqué, mi propia voz temblando de emoción.
—¿Por qué estás tan obsesionado con si me acosté con Markus? ¿Es solo tu ego de hombre herido?
Su mirada se oscureció, y su respuesta salió como un disparo.
—¡Cuando quise besarte, me rechazaste! Y luego te fuiste a Afganistán, solo para buscar otro hombre.
—¡No te besé porque está prohibido! En tu cultura —le grité, sintiendo las lágrimas acumulándose en mis ojos
—Pero eso no significa que no tenga sentimientos por ti. Nunca dejé de pensar en ti, Emir. Me enamoré de ti.
El silencio que siguió fue incómodo Ambos estábamos heridos, expuestos, y aunque la tensión seguía presente, sentía que finalmente había dicho lo que mi corazón había guardado durante tanto tiempo.
—Helena... yo también me enamoré de ti
—confesó, en un tono que casi parecía dolerle. —Estaba celoso de solo imaginar que te habías acostado con Markus. Pero esto... esto no es fácil.
Me quedé en silencio, esperando que continuara, aunque cada palabra parecía ser un cuchillo directo a mi corazón.
—Quise tener algo contigo —dijo, bajando la mirada por primera vez —Pero muchas veces me dije a mí mismo que debía dejarte ir.
—¿Por qué? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—Porque nuestros mundos son diferentes —continuó, con una mezcla de tristeza y determinación —Estoy enterado de que estás aquí por tu beca y por el programa de intercambio cultural. Y te felicito, Helena. Estoy feliz por ti. Si necesitas algo de mí, estoy aquí para ayudarte. Pero...
—Pero... —repetí, mis manos temblando.
—No podemos estar juntos. Mi cultura, mi entorno, mi vida... —hizo una pausa, mirándome directamente a los ojos
—No puedo tener novia, Helena. Estoy enfocado en mi trabajo con el jeque, y este mundo no nos permite estar juntos. Perdóname.
Sus palabras eran como un martillo rompiendo todo lo que había construido en mi mente. Las lágrimas finalmente rodaron por mis mejillas, y mi voz salió quebrada.
—Me arrepiento de haberme fijado en ti... —dije, sintiendo cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.
—Helena, perdóname —dijo, dando un paso hacia mí, pero retrocedí.
—No quiero escuchar más, Emir.
Me giré rápidamente, saliendo apresurada del lugar. Apenas salí, Faisal estaba allí, como si hubiera estado esperándome. Al verme llorar, me abrazó con fuerza, sin decir nada al principio.
—Helena, no estás sola en este país —dijo finalmente, con una voz cálida y firme
—Yo estoy aquí Seré tu amigo, pase lo que pase.
Levanté la mirada hacia él, agradecida
—Gracias, Faisal
—Dame tu número —me dijo, sacando su teléfono —Quiero que me llames si necesitas algo, lo que sea
Intercambiamos números, y su gesto me dio un poco de consuelo en medio de tanto dolor.
Después de que me fui, Faisal volvió al interior para enfrentarse a Emir.
—¿Qué te pasa? —le preguntó, visiblemente molesto —¿No que querías estar con Helena?
Emir se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—Simplemente no estamos destinados a estar juntos, Faisal. No lo entiendes
—¿Qué no entiendo? —replicó Faisal, con tono desafiante —Es obvio que estás enamorado de ella. ¿Por qué te castigas de esta manera?
Emir no respondió de inmediato. Su mirada perdida y su tono melancólico decían más de lo que las palabras podían expresar.
—Mi vida no es como la tuya, Faisal. Así es aquí.
El silencio que siguió fue denso, lleno de emociones no dichas. Faisal lo miró con decepción, pero no insistió. Ambos sabían que Emir estaba atrapado entre lo que sentía y las restricciones de su mundo.