Alexandra nuestra protagonista tenía una vida tranquila al lado de su hermana y su mamá, pero el dia de la graduación de su hermana aparece después de tanto tiempo el ex novio de su ex mejor amiga, con una noticia inesperada, diciendole que su ex mejor amiga estaba desaparecida, esté le pide que le ayude a buscarla, pero lo que ella no sabe es que él guarda un secreto detrás.
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CAPÍTULO 13: VELOCIDAD DE EMOCIONES
La tensión entre Noah y Richard solo era el comienzo y tenía que hacer algo para salir de esta situación. Observé que Richard se acercaba a nosotros; esta vez su mirada estaba puesta en mi haciéndome sentir tan asustada que por impulso tomé la mano de Noah, y lo obligue a correr. Corrimos hacia el estacionamiento, volví mi mirada atrás y él nos estaba siguiendo.
Mire a Noah, pero su expresión me sorprendió, mientras que yo iba asustada, él, en cambio, estaba sonriendo, para él esto era divertido. ¿Él se estaba divirtiendo? Era increíble.
—Nos va a atrapar ¿qué te parece tan divertido? —le grité.
Nos detuvimos a pocos metros del auto y Noah soltó mi mano.
—Él no hará nada, no te preocupes —dijo, su sonrisa era más intensa—. Adelantate y entra al auto. Hablaré con él.
—No —dije, mi voz agitada—. Lo esperaré también.
—Está bien, como quieras —exclamó, mientras miraba hacia el frente, esperando que Richard llegará.
Los pasos de Richard acercándose cesaron cuando se detuvo a cierta distancia.
—¿Qué hacen ustedes dos? —dijo, un poco agitado, fijándose en mí.
—Solo nos estamos divirtiendo ¿qué hay de malo en eso? —respondió Noah.
La mirada de Richard se cruzó nuevamente con la de Noah, quien con los brazos cruzados lo miraba sin siquiera inmutarse. En cambio, yo me sentía como una criminal que había escapado de su celda a punto de ser nuevamente capturada.
—Te estás metiendo en un problema al sacar a Blaire de la mansión —dijo, su mirada se posó de nuevo en mí—. Sabes que aun no lo tiene permitido.
—Ella quería salir. Yo solo la ayudé —respondió Noah—. ¿Tú irás y les soltarás todo a los jefes?.
¿De qué están hablando? ¿Cuáles jefes? Esperen, es cierto que estoy justo en medio de dos jóvenes hijos de jefes mafiosos, incluso se puede decir que también soy hija de uno de ellos, pero porque mientras uno me ayuda el otro se opone ¿qué está pasando realmente?.
—Seguro en la mansión ya se dieron cuenta de que Blaire no está —comentó Richard, su voz firme—. Vuelvan ahora y no será difícil; esto va más para ti Noah.
Este tipo, ¿por qué sigue llamándome por ese nombre? Le dije claramente que mi nombre es Alexandra.
—No pienso volver —dije—. No voy a volver sino veo a mi madre primero.
Miré a Noah, esté me regresó la mirada.
—Nadie va a castigarme —dijo Noah, mientras me abrazaba dándome una mirada de complicidad—. Entra al auto —me susurró.
—¿Qué? —pronuncié, al mismo tiempo que Noah me soltó.
—¿Sabes conducir? —preguntó.
—Sí —respondí.
—Entonces usa GPS —dijo, mientras me entregaba las llaves—. Ve a ver a tu madre y a tu hermana —susurró.
Miré a Noah, quién hizo un gesto para indicarme que me fuera. Entonces no me hice esperar porque para ese momento veía a Richard como una amenaza, y a Noah como un héroe. Subí al auto, aun sintiendo la mirada intensa de Richard. Pero sin darle mucha importancia empecé a conducir.
No volví a mirar atrás. En mi mente solo existía el pensamiento y el anhelo de volver a casa, junto al sonido del viento, del motor y el aumento gradual de velocidad cada vez que pisaba más a fondo el acelerador; sentía que así nadie me podría alcanzar. Yo iba asustada, pero al mismo tiempo eufórica.
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Después de un cierto tiempo llegué a la ciudad y estacioné el auto cerca al reparto dónde vivía. Desde allí, noté que el sol se empezaba a esconder. Empecé a caminar solo unas dos cuadras adelante hasta encontrar mi pequeña casa. Ahora puedo decir que prefiero esto a algo más.
Toqué la puerta una, dos, tres veces seguidas, grité el nombre de Payton una o dos veces, grité el nombre de mi madre también, pero nadie respondía.
Solo sé que paso tiempo una vez que me senté en el antejardín. Una hora, dos horas, quizá tres. Tenía la esperanza de verlas llegar después de alguna compra, pero mi desesperación me llevo a la preocupación, una sensación en mi pecho me decía que no iban a regresar.
Me levanté y volví a tocar la puerta; una, dos, tres veces más.
Nadie respondió.
Sentí mis emociones al borde, pero la tristeza gano, inundando ese vacío que ya tenía . Lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, estas caían una tras otra. No podía parar de llorar. Me sentí sola, pero aun asi no quería moverme del lugar, solo quería esperar, tenía la pequeña ilusión de que ellas llegarán, me abrazaran y me dijeran que me extrañaron. Solo quería oír sus voces, pero la espera estaba siendo eterna.
Mi insistencia se estaba debilitando, me estaba rindiendo y no quería terminar así. Volví a sentarme en el antejardín. Esta vez, mis lágrimas, aunque un poco lentas no parecían terminar jamás.
De repente, empezó a llover; primero lento y cada vez un poco más fuerte, ahora todo era color gris. Mi única compañía era el frío y un pequeño pájarito azúl que parecía refugiarse de la lluvia bajo el pequeño techo del antejardín conmigo. Al parecer los dos estábamos solos, o solo era yo y simplemente lo quise ver así.
—Ellas no llegarán ¿verdad? —dije, intentando conversar con el pequeño pájaro.
De pronto a lo lejos noté una figura alta de una persona cubriéndose con un paraguas para no ser empapada por la lluvia que se acercaba a pasos ligeros.
La sorpresa fue cuando por fin le distinguí, ese cabello cobrizo desordenado que al cubrir su frente hacia la perfecta combinación con el color miel de sus ojos.
—¿Estás bien? —preguntó, su tono de voz suave.
No respondí, pero miré sus ojos fijamente, y pensé que por su expresión de sorpresa descubrió que había llorado.
—Sí, creó que no estás bien —dijo, para después abrigarme con la chaqueta de cuero que traía puesta.
En un momento, se sentó a mi lado y suspiró.
—Lo siento mucho —dijo, mientras miraba las gotas de lluvia caer.
Lo miré, pero no quería hablarle, no quería cruzar con él ni siquiera una palabra.
—Por favor, levantate. Te llevaré a tomar algo caliente —comentó Richard, mientras se ponía de pie para extenderme la mano.
Observé su mano por un instante para rechazarlo con una mirada de reojo.
—Te vas a enfermar. Hace mucho frío aquí —insistió.
—Vas a llevarme de nuevo a la mansión y no quiero volver —pronuncié, mi voz temblorosa por el intenso frío.
—Te prometo que no te llevaré ahí —suspiró—. Solo quiero llevarte por una bebida caliente.
Miré sus ojos y al parecer decía la verdad, lo supe porque sus ojos miraban los míos fijamente. Desvíe mi mirada a su mano y aunque seguía dudando la tomé. Él me ayudó a levantarme sosteniendo mi cuerpo que se había entumecido del frío y del dolor.
—Lloraste mucho, pero no te preocupes, todo estará bien —dijo, mientras me sostenía en un cálido abrazo.
—Ellas ¿sabes dónde están? —pregunté, mientras escondía mi rostro en su pecho.
—No lo sé, pero tal vez tu padre sepa la respuesta —respondió, su abrazo se hizo más fuerte.
Richard sostuvo el paraguas para cubrirnos de la lluvia y poder llegar al auto.
—Vámonos —dijo en un susurro.
De repente, una señora llego a nosotros.
—¿Tú eres la hija de Ana? —preguntó, refiriéndose a mí con el nombre de mi madre seguramente para estar segura.
—Sí, soy yo —pronuncié, mi voz apenas audible.
Sacó de su bolso un papel doblado al estilo carta.
—Ana te dejo está carta conmigo —dijo—. Ella dijo que solo te la entregará a ti.
Me entregó la carta y yo la tomé con calma y respecto.
—¿Sabé donde está mi madre? —pregunté.
—Ella no dijo nada más —respondió, para luego irse.
Continuará...