En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
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Capítulo 13: La Prueba Iniciática
El aire dentro de la cámara subterránea era más ligero ahora, pero la tensión seguía presente. Shiro sentía la energía que fluía dentro de él, más fuerte y más clara que nunca. Las sombras se habían retirado, pero algo dentro de él había cambiado para siempre. Ahora, el destino lo llamaba, y no había vuelta atrás.
Aiko fue la primera en acercarse, su mirada llena de preocupación y curiosidad.
—Shiro, ¿estás bien? —preguntó, su voz temblorosa—. Esa figura… todo lo que dijo… ¿realmente vas a aceptar esto?
Shiro asintió lentamente, su mente aún procesando las palabras de la figura.
—No tengo otra opción —respondió con calma, aunque la duda aún persistía en su interior—. Esto va más allá de lo que puedo entender, pero siento que es lo que debo hacer.
Hikaru, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se adelantó, su rostro lleno de escepticismo.
—¿Y qué es lo que sigue ahora? —preguntó con un tono ligeramente desafiante—. No podemos simplemente aceptar que hay fuerzas invisibles controlando todo esto. ¿Cómo podemos saber si esto es real o solo una ilusión?
Antes de que Shiro pudiera responder, la figura habló de nuevo, su voz resonando en la cámara.
—La realidad que ves es solo una parte de un todo más grande —dijo, su tono cargado de sabiduría antigua—. Las sombras no son ilusiones, ni tampoco lo es el destino que te espera. Pero, para comprender completamente tu propósito, Shiro, deberás pasar por la Prueba Iniciática.
Shiro frunció el ceño. Había sentido que todo esto culminaría en algo más, pero la idea de una prueba lo llenaba de incertidumbre.
—¿Qué tipo de prueba? —preguntó, preparándose mentalmente para cualquier cosa.
La figura levantó una mano, y el espacio alrededor de ellos comenzó a transformarse. Las paredes de la cámara se desvanecieron lentamente, reemplazadas por una vasta extensión de oscuridad, salpicada por puntos de luz lejanos, como estrellas en la noche. Shiro, Aiko, Haru y Hikaru flotaban ahora en lo que parecía ser un vacío infinito.
—Esta es la primera prueba, Shiro —dijo la figura—. Aquí, deberás enfrentarte a tus mayores miedos y comprender lo que verdaderamente yace dentro de ti. Solo cuando te enfrentes a tu oscuridad podrás avanzar hacia lo que está por venir.
Las estrellas a su alrededor comenzaron a moverse, girando lentamente en espiral. A medida que lo hacían, figuras familiares comenzaron a formarse en la oscuridad. Shiro pudo distinguir rostros, momentos de su vida, y recuerdos que había enterrado. Una sensación de incomodidad se instaló en su pecho.
De repente, frente a él apareció una imagen: su propio reflejo, pero diferente. El Shiro que lo miraba desde la oscuridad no era el que conocía. Tenía una expresión dura, fría, con ojos llenos de resentimiento.
—¿Qué estás viendo? —preguntó Haru, que había dado un paso hacia él, pero parecía incapaz de ver lo que Shiro veía.
Shiro miró fijamente a su reflejo distorsionado.
—Es… es mi yo más oscuro —susurró, casi sin poder creer lo que veía—. El Shiro que siempre he temido ser.
El reflejo habló, su voz idéntica a la de Shiro, pero cargada de una amargura que le erizaba la piel.
—Eres débil —dijo el reflejo, su mirada gélida—. Siempre lo has sido. Todos esos momentos en los que no fuiste capaz de defenderte, en los que permitiste que otros te pisotearan… eso es lo que realmente eres. Una sombra de lo que podrías haber sido.
Shiro sintió cómo sus manos temblaban. Aquellas palabras lo golpeaban como un puño invisible, reviviendo viejas heridas. Sabía que había momentos en su vida donde se había sentido impotente, momentos en los que había deseado ser más fuerte, más valiente. Pero ahora, enfrentarse a esa versión de sí mismo lo hacía sentir vulnerable de nuevo.
—No eres más que una ilusión —replicó, aunque su voz temblaba—. Sé quién soy ahora, y no soy ese Shiro que describes.
El reflejo dio un paso adelante, su sonrisa torcida.
—¿De verdad lo crees? ¿O solo te estás engañando a ti mismo?
La duda comenzó a invadir la mente de Shiro, pero justo cuando las sombras parecían estar ganando terreno, una mano cálida se posó en su hombro. Era Haru.
—No estás solo, Shiro —dijo con firmeza—. Pase lo que pase, estamos aquí contigo. Esta oscuridad no te define.
Shiro se giró para mirarlo, y en ese instante, algo en su interior comenzó a aclararse. Había temido su oscuridad durante tanto tiempo, había luchado contra ella, pero tal vez el verdadero desafío no era derrotarla, sino aceptarla. El reflejo frente a él no era un enemigo, sino una parte de sí mismo que debía integrar.
Respiró hondo, cerrando los ojos por un momento. Al abrirlos, miró a su oscuro reflejo con una nueva comprensión.
—Tienes razón en una cosa —dijo Shiro, su voz ahora firme—. He sido débil antes. He tenido miedo. Pero ya no más. Acepto esa parte de mí, porque es lo que me hace humano. Pero no dejaré que me controle.
El reflejo lo observó en silencio por un momento, y entonces, como si las palabras de Shiro hubieran roto un hechizo, comenzó a desvanecerse en el aire. La oscuridad que los rodeaba también empezó a disiparse, y poco a poco, el espacio a su alrededor volvió a transformarse en la cámara subterránea.
La figura observaba desde las sombras, su expresión imperturbable.
—Has superado la primera prueba —dijo suavemente—. Pero este es solo el comienzo. Todavía queda mucho por delante.
Shiro asintió, sintiendo que, aunque había dado un gran paso, aún tenía mucho que aprender.
—Estoy listo para lo que venga —respondió, con una determinación renovada.
La figura levantó una mano, y de las sombras emergió una esfera de luz brillante, flotando hacia Shiro.
—Para avanzar, debes tomar esta luz —dijo la figura—. Es el símbolo de tu nueva comprensión y de tu disposición para enfrentar lo desconocido. Solo con ella podrás superar las pruebas que te esperan.
Shiro extendió la mano, tomando la esfera. La luz cálida llenó la cámara, desvaneciendo las últimas sombras. Con la esfera en su poder, Shiro sabía que el verdadero viaje estaba a punto de comenzar.