En "Prisionera del Sultán", seguimos la vida de Aziza Rai'f, obligada a casarse con Akram Hassan como su segunda esposa. De esta unión nace nuestra protagonista, quien junto a su madre escapa hacia Occidente, donde es criada lejos de las tradiciones de Jaddara. Sin embargo, su destino cambia cuando Akram reclama a su hija de regreso, desatando una lucha de poderes entre el heredero de Burhan Sharif Bakhur y Akram por el control de la desafiante princesa.
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El Plan
Aziza llamo a su hermana le explicó lo ocurrido con su padre y lo que estaba pasando.
— Aziza, escucha solo tienes que llegar a Londres y yo me ocuparé del resto. Una vez que estés aquí nos ocuparemos del resto. Eso sí tienes que moverte lo antes posible le dijo Nazira.
Ella se había casado con un inglés, que tenía negocios muy importantes en Brasil y contactos diplomáticos lo que le aseguraban que su cuñado no podría sacar a Aziza del país una vez que ingresara.
Durante días Aziza permaneció en la cama, cuando por fin tuvo permiso de moverse lo hizo con mucho cuidado.
Mientras pensaba como salir del palacio sin custodia, debería llegar al aeropuerto y de ahí a Londres, todo tenia que ser milimétricamente planeado. Porque una vez que se dieran cuenta de su ausencia el aeropuerto sería cerrado y la ciudad también. Peor aún si Akram la atrapaba la mandaría a azotar sin ninguna misericordia. Y nadie lo cuestionaría.
Si él no la había repudiado hasta el momento era claro que lo hacía solamente porque el pueblo de Marambit cuestionaría que fuera el Rey.
Durante días Bahiya cumplió cada uno de sus pedidos.
Akram se encontraba en Jaddara había pedido que redactaron varias leyes antes de marcharse una vez más a Marambit, sabía que Aziza seguía en la cama se encontraba tranquila y su hijo fuera de riesgo.
Esa noche volvió a pasar por el harén. El Rey Akram se encontraba recluido en su lujoso harén, rodeado de las más hermosas y talentosas concubinas de su reino. El ambiente estaba impregnado de exóticos aromas de incienso y aceites perfumados, mientras las suaves melodías de la música árabe llenaban el aire.
Las concubinas, vestidas con sedosas telas en tonos vibrantes y adornadas con joyas relucientes, danzaban con gracia y elegancia al compás de la música. Sus movimientos fluidos y sensuales hipnotizaban al Rey, quien observaba con deleite desde su diván de terciopelo carmesí.
Sobre mesas ricamente decoradas se disponían manjares exquisitos: cordero asado con especias, pilaf de arroz perfumado con azafrán, y una variedad de dulces bañados en miel y pistachos. Las concubinas servían al Rey con gracia y devoción, ofreciéndole cada bocado con una sonrisa seductora.
El Rey Akram se entregaba al placer de la comida y el entretenimiento, permitiéndose un breve respiro de las responsabilidades de su reinado. En medio de la celebración se le dio por pensar en la sonrisa de Aziza, apartó rápidamente ese pensamiento.
No quería pensar en ella, aunque nadie sonreía como ella. La mirada de Aziza era como un faro en la oscuridad, iluminaba su vida con su resplandor. En sus ojos encontró la paz que anheló, un refugio. Y su sonrisa, ah, su sonrisa es como el sol que emerge tras las dunas, disipando todas sus preocupaciones y llenando su corazón de alegría. En cada gesto encontraba la poesía más pura, una melodía que embriaga su alma y lo hacía sentir vivo. Pero ya no le sonreía ahora solo quería que él desapareciera de su vida. Akram se puso de pie y abandono el harén ya no estaba de humor. Al día siguiente viajo a Marambit
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Aziza preparaba todo para fugarse ya tenía listo el dinero que necesitaría y sus joyas. Sabía todo lo que necesitaba para viajar porque él le había explicado todo cuando fueron a Londres y París. Recordó su viaje, tal vez si ella no se hubiera enamorado podría ser como Dalia y no preocuparse por lo que él hacía, pero ella odiaba tener que compartirlo con su esposa, mucho menos aceptaría concubinas.
Aziza terminaba de guardar el pequeño bolso que llevaría cuando la puerta se abrió de golpe se sintió como un animal atrapado cuando vio ingresar a Akram.
Él la observó en silencio hacía tres semanas que no la veía, aunque él había viajado varias veces, pero decidió no buscarla porque no quería que ella se alterará. Era sorprendente como había crecido su vientre él se acercó y estiró su mano para apoyarla en su vientre y Aziza se corrió para atrás asustada.
— No voy a hacerte daño exclamó él.
— Ya me hizo daño exclamó ella. Me rompió el corazón, solo deseaba ser feliz con usted, pero por lo visto yo no lo hago feliz.
— La verdad que no, no me haces feliz has vuelto mi vida un infierno, vivir contigo fes vivir en el infierno dijo él disgustado.
No volvió a ver a Akram durante días temía que la llevara de regreso a Jaddara así que durante el tiempo que el paso en el palacio ella estaba siempre en la cama.
Akram regreso a Jaddara durante días los comentarios de Aziza le dieron vuelta en la cabeza y llegó a una conclusión así que decidió dejarla en Marambit.
Aziza miró furtivamente por encima de su hombro mientras caminaba por los intrincados pasillos del palacio real de Marambit. La opresiva atmósfera del lugar resonaba con el eco de sus pasos apresurados. Sabía que cada segundo era crucial para su libertad, y en ese momento, la única persona en quien podía confiar era su leal sirvienta, Bahiya quien viajaria con ella. Dejar a Bahiya era un riesgo ya que podía ser castigada.
Bahiya, con ojos llenos de determinación, guiaba a Aziza por los laberínticos pasadizos, esquivando a los guardias. Juntas, sorteaban cada obstáculo con astucia, alimentadas por el anhelo de escapar
Las emociones de Aziza eran un caos. Pero de algo estaba segura ella no era fuerte. Sabía que no sobreviviría a ese matrimonio mucho menos si la separaba de su bebé.
Finalmente, llegaron al patio trasero del palacio, donde un muro alto se interponía entre ellas y la libertad. Sin vacilar, Bahiya buscó la puerta secreta y ayudó a Aziza. Con el corazón latiendo desbocado, Aziza salió a la calle seguida de cerca por Bahiya.
Una vez fuera de los confines del palacio, se dirigieron hacia el aeropuerto, manteniéndose ocultas entre las sombras de la noche que se desvanecía. A medida que el alba teñía el cielo de tonos dorados, el miedo y la emoción se entrelazaban en el corazón de Aziza.
Finalmente, llegaron al aeropuerto, donde la agitación de la mañana ocultaba su presencia entre la multitud de viajeros. Con un suspiro de alivio, Aziza y Bahiya se abrieron paso hacia el avión que las llevaría lejos de Marambit, hacia un nuevo comienzo en Londres.
Veamos si el resto de la novela sigue igual
los actos de la madre traen consecuencias para su hijo
que mala mujer