Hope...Crónicas Del Linaje Maldito.

POV Hope

Luego de unos veinte minutos de haber salido de la empresa, por fin estábamos llegando a mi hogar. Llevaba más de cinco años sin venir, y Jay, quien notó mi alegría, comentó:

— Vaya, esa era la Hope que quería ver...

Lo miré nuevamente con el rostro inexpresivo, y él agregó:

— Ya... ¿me dirás qué te sucede?

— No es nada. Es solo que, por fin, estoy a un paso de recuperar a mi familia… y tengo miedo de que todo se desmorone en un instante.

— Deja de pensar en eso. Te has preparado por mucho tiempo para este día… Estoy seguro de que todo saldrá bien.

No dije nada más. No quería pensar en cosas negativas, pero algo dentro de mí me decía que esto no iba a ser nada sencillo.

Al cabo de unos minutos más, llegamos a una gran mansión. Apenas cruzamos los grandes portones, un sello se activó y mi magia se bloqueó. Al sentir cómo la magia abandonaba mi cuerpo, un gran nudo se formó en mi pecho. Justo en ese momento lo recordé. Volteé a ver a Stefan y, al notar que él sentía lo mismo, dije:

— Tranquilo, es solo un hechizo de protección. Las brujas no pueden ingresar aquí. Su magia no funciona, y lo que estás sintiendo ahora es el bloqueo.

Stefan, quien hasta ese momento no había vuelto a hablar, murmuró con dificultad:

— No... respiro...

Su rostro palideció aún más y, de pronto, perdió el conocimiento. Jay, al ver que el chico parecía estar mal, comentó:

— No creo que haya sido buena idea traerlo aquí...

— Él estará bien. Solo debe acostumbrarse. Además, no podemos dejarlo solo ni un momento: de él depende la vida de mi familia. Por ahora, lo necesito a mi lado.

Jay me miró con algo de curiosidad, pero no dijo nada más. En cuanto bajamos del auto, nos dirigimos a la entrada de la mansión. Los cinco hombres que nos acompañaban bajaron a Stefan y al otro brujo que también seguía inconsciente.

— Vaya, este lugar sigue igual... —dijo Jay al entrar.

Yo solo observé con nostalgia a mi alrededor. Recordé cuando mi familia vivía feliz en esta casa. Pero mi momento de recuerdos se interrumpió al ver cómo llevaban al brujo, el que nos venía siguiendo, hacia el sótano. Sin perder tiempo, los seguí. Al llegar, les pedí a todos que me dejaran a solas con él.

Me acerqué a una alacena, tomé un frasco de vidrio que contenía un potente suero y vertí una gota en su boca. Este en particular debía despertarlo y hacerle soltar la lengua. Me senté en una esquina y esperé. No pasó mucho tiempo antes de que el brujo despertara, observando asustado a su alrededor. Al verme expectante, preguntó:

— ¿Qué me pasó? ¿Qué hago aquí?

— Te desmayaste —respondí, caminando hacia él—. Este lugar bloquea la magia. Todo ser sobrenatural que entra aquí pierde sus poderes.

Vi cómo el miedo comenzaba a reflejarse en su rostro. Intentó liberarse de las cadenas que los lobos habían atado a sus manos y preguntó, nervioso:

— ¿Cómo sabes que soy de un aquelarre?

— Llevo doscientos años viviendo sola y anticipándome a todos los movimientos en mi contra. Digamos que he desarrollado un sexto sentido para sobrevivir a sus constantes ataques.

— Aunque esté encerrado aquí, otro terminará mi trabajo...

Su mirada se tornó confusa. Sonreí: el suero empezaba a hacer efecto.

— ¿En serio? Muy bien... Cuéntame más. ¿A qué trabajo te refieres?

— No... no podrás salirte con la tuya. Esta vez terminaremos con el trabajo que Esther inició... —Su rostro reflejaba confusión, y agregó—. ¿Qué me pasa? No debí decirte eso...

— Tranquilo, no eres tú... es el tónico que acabo de darte. No solo te despertó, sino que también afloja la lengua. No podrás mentirme aunque quisieras —sonreí con arrogancia—. La magia aquí no funciona, pero los humanos han sido creativos en estos años... Este es un suero de la verdad. Revela hasta los más oscuros secretos de una persona, aunque no quiera hablar.

— Tú... no podrás salirte con la tuya. Todas las brujas ya están enteradas de tus planes de despertar a la familia original. Están trazando un plan para que fracases...

— ¿Qué tipo de plan?

— No... no lo sé... —el brujo se retorcía en el asiento, luchando por no hablar, pero no podía detenerse—. Me enviaron a proteger al Doppelgänger antes de que tú lo supieras...

— ¿Proteger?

— Sí. Si el Doppelgänger muere antes de completar el ritual, los Mikaelson jamás despertarán. Y para acabar con ellos, debemos matarlos cuando la maldición se rompa. Ellos y toda su descendencia morirán...

— ¿A qué te refieres con eso?

— A que esta vez terminaremos lo que Esther no pudo. Ella vinculó a todos los vampiros a la sangre de su creador. Cuando un original muere, toda su descendencia muere con él. Los vampiros no son más que un error de la naturaleza... jamás debieron existir. Si matamos a la familia original, eliminaremos a todos los vampiros del mundo.

Mi mirada se tornó más oscura y la ira comenzó a crecer. Me acerqué de golpe al brujo y tomándolo del cuello, exigí:

— Los originales son inmortales. ¡Ellos no pueden morir!

— Eso no es así... un roble blanco... —su voz se debilitó—. Doscientos años después de que los Mikaelson quemaran el árbol original, uno nuevo brotó de sus cenizas. Los Viajeros lo ocultaron del mundo y crearon un arma capaz de matarlos. Guardaron el secreto hasta que llegara el momento adecuado para acabar con ellos...

Mis ojos se inyectaron en sangre. Un escalofrío recorrió mi espalda. Antes de que el efecto del suero se disipara, lancé la última pregunta:

— ¿El Doppelgänger... qué tanto sabe de todo esto?

— Él... lo sabe todo. Stefan se ofreció como sacrificio para vengar la muerte de su familia. Odia tanto a los vampiros que me sorprende lo bien que ha sabido ocultarlo ante ti...

Solté al brujo, giré y me marché, pero antes de salir agregué:

— Gracias por tu colaboración. Cuando tu aquelarre venga por mí, les diré que no podría haberlos vencido sin tu ayuda.

Cerré la puerta tras de mí, escuchando sus gritos. Aunque la preocupación me carcomía por dentro, tenía que pensar rápido. Tenía que planear un contraataque. Esta vez no iba a permitir que las brujas volvieran a dañar a mi familia.

Esta vez, sería yo quien destruyera a cualquiera que se atreviera a tocar lo que amo.