Códigos Del Corazón. (Amor En Tiempos Robóticos)

Aria:

Esa noche, mientras las luces holográficas danzaban en su habitación, Aria se dejó llevar por las caricias y besos del robot. Cada movimiento estaba programado para satisfacerla y la pasión que él mostraba era tan intensa como sus algoritmos podían simular. Maxwell la envolvía en un abrazo robotico, cumpliendo sus fantasías más íntimas con devoción.

Pero, a medida que los dias pasaban y las rutinas se repetían, Aria empezó a sentir que el anhelo que llevaba en lo profundo de su ser volvía a surgir.

La perfección de Maxwell comenzó a mostrar de nuevo grietas en su corazón. Aunque sus caricias eran expertas y sus palabras de amor eran dulces, Aria volvio a pensar en la idea de que ansiaba algo más real, algo que solo un ser humano podía ofrecer.

Después de la rutina habitual del robot, Aria suspiró y miró al techo de su habitación, sintiéndose insatisfecha.

Maxwell tan cerca como estaba de ella, lo noto.

—Amor no me gusta tu expresión, qué sucede. ¿Hice algo mal?

Aria dirigió su mirada triste hacía él, antes había pensado que podía con esto pero esa idea estaba muy lejos de la realidad. La ilusión de un compañero perfecto se estaba haciendo añicos delante de ella y esto era su culpa.

La chica observó con detalle sus ojos robóticos, tan distintos a los de..., él y respiró profundo, deseando, anhelando que el Max de carne y hueso, estuviera aquí.

Aria negó, algo dentro de ella se rompió, no podía mas con esto que llevaba adentro, las palabras salieron desenbocadas como un río tempestuoso que quería liberarse a toda costa.

—Maxwell, eres maravilloso, pero a veces siento que necesito algo más. Algo que vaya más allá de la programación. —Sus palabras se escucharon sinceras y espero que el robot las comprendiera.

Maxwell, con sus ojos metálicos fijos en ella, respondió. —Aria,te amo más que nada, ¿dime que puedo hacer para arreglarlo?. "Sabes que estoy aquí para hacerte feliz en todo sentido".

La chica suspiró cansada de estas últimas palabras, más sin embargo no se descontroló como la vez pasada y con un atisbo de tristeza en sus ojos, murmuró. —Maxwell, necesito más que solo una simulación. Necesito autenticidad, una conexión real. ¿Entiendes?

A pesar de sus habilidades programadas, el robot no podía entender completamente la confusión de Aria. Sin embargo, estaba programado para cumplir los deseos de ella a toda costa, así fue hecho. —Haré lo que sea necesario para hacerte feliz, Aria. Te amo.

Ella no pudo decir nada, era como implantarle una idea a una piedra, diciéndole que corriera, simplemente imposible. La programación de Maxwell era esta, la amaba y la haría feliz pero solo por que le dijeron que lo hiciera. Él no podía amarla de verdad y tampoco Aria podía hacerle entender sus verdaderos sentimientos.

Mientras Maxwell la abrazaba nuevamente, Aria se sumió en sus pensamientos. La conexión artificial, aunque satisfactoria en muchos aspectos, no llenaba el vacío que Max el de carne y hueso, había dejado en su corazón. La necesidad de autenticidad, de un amor que trascendiera los límites de la programación, se volvía más fuerte con cada día que pasaba.