"En esta cautivadora novela, se teje una trama intrigante cuando un acaudalado hombre de negocios se une en matrimonio con una caprichosa heredera. De esta unión nace Helena, un personaje que emerge como el catalizador de una venganza destinada a desentrañar secretos, deslealtades y dolores ocultos. Con giros inesperados y personajes complejos, la historia nos sumerge en un viaje emocional donde el resentimiento de Helena se convierte en un hilo conductor que revela la complejidad de las relaciones familiares y los intrincados laberintos del poder."
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Capítulo Trece
Eleonora miraba a Helena jugar en la sala, era extraño verla, su presencia siempre la incomodaba. Serafina ingreso en ese momento y la saco de sus pensamientos.
— ¿Qué haces aquí Eleonora?, pregunto Serafina.
— Es la casa de mi esposo dijo Eleonora odiaba a Serafina se habían llevado fatal desde el primer día, obviamente no por decisión de ella, desde el primer dia le había repetido una y otra vez que él se casaba con ella por ese heredero.
— ¿ Tu esposo?, pregunto en tono burlón Serafina.
— Legalmente, lo sigue siendo, aunque a ti te reviente dijo Eleonora y salió a la terraza.
Estaba mirando hacia el mar, cuando escucho el helicóptero minutos después lo vio descender sobre la propiedad.
Maximus la observó de espalda, — Buenas noches, Eleonora ¿ qué haces aquí?, pregunto él.
—Sí te molesto aquí, me iré a un hospedaje en la isla dijo Eleonora.
Hubo algo en el tono de voz de ella a que a Maximus no le gusto — No me molesta, solo me parece extraño. Esta es tu casa y puedes venir siempre que quieras.
— Gracias.
— Iré a cambiarme para cenar, ¿cenaras conmigo?.
— Sí, dijo ella mirándolo por primera vez. Maximus la miró, se la veía diferente, cansada ya se ocuparía de averiguar que estaba pasando.
Maximus ingresó a la sala, vio a su hija.
— ¡Papá!, grito Helena corriendo a los brazos de su padre.
Él la abrazó, levantándola en brazos. Eleonora miraba la escena, ella nunca había tenido eso, no recordaba a su madre quien habia muerto siendo ella una niña y su padre siempre había sido un extraño que la había golpeado por su mal comportamiento y luego la arrojo a un internado siendo muy pequeña, internado que dejo cuando cumplió dieciocho y comenzaron las fiestas y los excesos y ni siquiera así había obtenido atención de su padre, solo se preocupó por ella cuando se dio cuenta de que su comportamiento mancharía su apellido, pero tampoco se ocupó personalmente, no Theodore Papadousky envió a sus lacayos un abogado y un par de matones, porque su padre no tenia custodios tenia matones. Definitivamente, lo de mala madre venía en la sangre, al menos Maximus si quería a su hija y se preocupaba por ella
Eleonora había vuelto. Maximus se paseaba, inquieto, por el elegante despacho, decorado en blanco y dorado; la copa de vino que se había servido, olvidada en la mano. Estaba demasiado preocupado como para pensar o incluso para soltar la copa que mantenía sujeta casi como si fuera el brazo de su mujer. << Su mujer>>, pensó con amargura, llamó a Hipólita y le dio varias órdenes.
— Kyrie Athanasiou, dijo Héctor jefe de la custodia de Eleonora.
— Siéntese, ¿qué a esta pasando?.
— No mucho, los últimos días recibió varias visitas de sus amigos, varias invitaciones a fiestas. Ha estado algo nerviosa. No le avise que vendríamos porque lo decidió a último momento, se suponía íbamos a la isla del señor Gakis, había una fiesta, pero decidió cambiar el destino diez minutos después de que abordamos. Se supone nos vamos pasado mañana, volamos a Cerdeña, va a internarse unos días.
Maximus asimilaba la información, — Puede retirarse. Llamo a Hipólita y le entregó la copa.
Maximus se dirigió a la sala había ordenado que le dieran de comer antes a Helena, tenía la extraña sensación de que Eleonora estaba al borde de una crisis.
Le había pedido a Hipólita que preparará unos aperitivos sin alcohol, así como había ordenado que guardarán las botellas de bebidas bajo llave al igual que la bodega.
Maximus ordenó que le sirvieran los aperitivos en el comedor, movió la silla para que Eleonora se sentara.
— ¿Cómo has estado?, le pregunto él.
— Bien, cumplo con la terapia supongo que eso ya lo sabes porque me controlas dijo ella.
— No te controlo, solo quiero asegurarme que estés bien dijo él.
—Qué no te avergüence, exclamó con algo de amargura, era la historia de su vida, había aceptado a temprana edad que ella no era importante para nadie, todos se acercaban por algo, " sus amigos" por su dinero y vida lujosa, Maximus por su heredera. Eleonora no le importaba a nadie.
Maximus no respondió, ella tenía razón para que negarlo.—Me iré en dos días dijo ella.
— Puedes quedarte el tiempo que desees. Mañana habrá una fiesta es...
— El cumpleaños de Helena, ya lo se no saldré de mi habitación.
— No lo digo por eso dijo él, estás más que invitada a la fiesta.
— Le traje unos regalos a la niña, me gustaría dárselo mañana si lo permites, está en mi habitación por si quieres revisarlos.
Maximus la observó mientras pronunciaba cada palabra, se la veía nerviosa — Gracias, adora recibir regalos y puedes darselos cuando desees.
Eleonora se dirigió a su habitación, había ido ahí en un impulso por no recaer, Maximus no permitiría un exceso en su casa.
El embarazo de Helena había sido una tortura, pero lo cierto es que fue el periodo que más tiempo estuvo sobria, el control de Maximus sobre ella fue total, pero siempre estaba ahí ese deseo de tomar, de perderse y olvidar.
Ya no le alcanzaba con el alcohol, necesitaba algo más estimulante y lo tuvo veinte días después del nacimiento de Helena.
Abrió la puerta de la habitación, se estaba quitando la ropa cuando al girar su rostro la vio sobre la mesa dos botellas de su bebida preferida se acercó. Podía sentir el líquido quemándole la garganta. Estiró su mano temblorosa para tomar la botella, sentía sed.
— Solo un trago, se dijo así misma. La agarró y la iba a abrir, solo eran dos días dejó la botella y se alejó.
— ¡Maximus!, grito ella. ¡Maximus!, volvió a gritar una y otra vez hasta que él apareció.
— Qué pasa contigo ¿por qué gritas así?, exclamó él abriendo la puerta. Eleonora señaló la mesa, él levanto la vista y vio las botellas, no lo podía creer había dado una orden, se acercó a la mesa en dos zancadas tomó las botellas.
— ¿De dónde salieron?, pregunto él.
Eleonora no dejaba de temblar— Mírame, dijo él sujetándola de la barbilla.
— Estaban ahí cuando entré, dijo ella.
Maximus aún la tenía sujetada de la barbilla.
— Ve a darte un baño dijo él. Pero ella no se movía no dejaba de temblar. Maximus suspiró la tomó de la mano y la sacó de la habitación cruzó el pequeño descanso que había entre las dos habitaciones, ingresaron a la habitación de él. —Usa mi baño, hoy dormirás aquí, le dio un beso en la frente y salió de la habitación se dirigió al piso inferior.
— ¡Hipólita!, exclamó estaba furioso, había dado una orden. — Quiero que me explique como llego esto a la habitación de Eleonora dijo él entregándole las botellas.
— Kyrie es imposible,preparé personalmente la habitación y no estaban ahí dijo Hipólita.
— Tal vez estaban en su equipaje.
— No, personalmente me ocupé de eso usted me ordenó que me ocupará personalmente de ella y así lo hice.
— Dile a Minos que venga, luego ocúpate de revisar su habitación y toda la casa, antes fíjate si necesita algo está en mi habitación.
— Como ordene.
Minutos después el jefe de seguridad cruzó la puerta, la orden era clara debía averiguar quién había dejado eso en la habitación.
Eleonora había ido a su casa para no tener una recaída, y él no permitiría que eso pase.
Media hora después Maximus se cruzó nuevamente con Hipólita estaba subiendo la escalera.
— Tomó una pastilla para dormir, según me dijo son recetadas ya revise todo el piso superior, no encontré nada. Señor cuando revise el baño de la señora, encontré algo escrito en el espejo, haré que lo vayan a limpiar ahora mismo.
Maximus subió a la habitación y se dirigió al baño. El mensaje era claro y contundente.
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No lo entendía, quien podía tomarse semejante molestia, además Eleonora era su esposa, ese era su lugar. Era evidente que alguien había dejado las botellas deliberadamente para que ella recayera y él no lo permitiría.
Se dirigió a su habitación Eleonora estaba acostada en su cama se dirigió al baño, se dio una ducha, se puso un pantalón cómodo solía dormir desnudó, pero no era el momento. Se deslizó muy despacio entre las sábanas...
saludos