Emilia es una joven que ha sufrido mucho en su vida. Aun así, lleva una luz en su interior inquebrantable. Ella se la atribuye al amor que siente por alguien que cambió su manera de pensar hace muchos años. Sin embargo, cuando supone que al fin podrá ser feliz al lado de ese hombre. Descubre que su matrimonio con él solo fue arreglado por sus familias y en realidad él no la recuerda. Ella hará todo lo posible para que el brillo en sus ojos no se apaguen hasta que él la reconozca.
Aun así, Marco no es un hombre fácil. Diagnosticado desde joven con un desorden mental que le impide acercarse a las mujeres, termina aceptando un matrimonio por contrato que para él es solo un fastidio.
¿Logrará recordar a Emilia antes de que el brillo en sus ojos, reflejo del amor que siente por él, desaparezca?
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Un beso que sabe a infierno
Capítulo doce
Marco no estaba siendo racional al entrar así en la consulta médica de Emilia. Sin embargo, tenía sus razones.
—No sabía que los libros se recomendaban besando a las pacientes —increpó Marco a Damián.
—¿De qué estás hablando? Yo no la estaba besando —Damián no era un hombre que retrocedería ante Marco, sin importar el dinero o el poder que tuviera este.
—No porque llegué yo, si hubiese esperado unos minutos más tal vez los encontraba haciendo cosas —dijo y luego miró a Emilia, quien estaba completamente descolocada con la situación—. ¿Acaso no te basta tu esposo? ¿Tienes que ir a buscar a otro hombre?
Su pregunta era grosera, y Emilia no entendía por qué estaba siendo tan brusco con su médico. Cuando lo único que él quería hacer era ayudarla.
—Estás cometiendo un error, el doctor Damián, solo me explicaba que si estoy tan delgada no podré tener una buena salud —explicó ella, pero esa información no le bastó a su esposo y después de advertirle al hermano de su amigo, que se alejara de ella salieron de ahí.
Emilia sabía que no debía estar feliz por la conducta que estaba teniendo Marco. Sin embargo, sus celos; para ella expresaban cierta inseguridad y cierto deseo de pertenencia, uno que él no había aparentado tener hasta ahora.
—Señora, no se olvide su bolsa —dijo Fátima al ver a Emilia en problemas, casi se la tuvo que tirar porque Marco no soltaba su mano ni dejaba de caminar.
Finalmente, llegaron al coche y este la obligó a entrar. Después de que ella lo hiciera y pusiera los zapatos entre sus brazos, él entró; tomó los zapatos y los tiró a la parte trasera del coche. Emilia le iba a reclamar el maltrato hacia esos tacones que ni siquiera le pertenecían, pero para su sorpresa Marco la besó, en el coche, en una posición muy incómoda para ambos. Sin embargo, ahí estaba besándola, contaminándose de saliva, diría él, pero a la vez lleno de celos, motivado por la ira que le causó saber que alguien quería poseer lo que le pertenecía. No importaba si él la amaba, no dejaría que ella dejara de quererlo. Después de todo ella le había dicho que si se tomaba el tiempo de conocerla sabía que podría ser buena para él.
—Soy tu esposo, y aunque esto sea un acuerdo, debes respetarme o empezarás a saber de qué soy capaz —dijo y le colocó el cinturón de seguridad.
¿Por qué esto no le parecía un castigo? En realidad, le había costado mucho detenerse, ya que le daba ganas de seguir haciéndolo con ella. ¿Por qué no había podido controlar sus impulsos al ver que su esposa estaba tan cerca del hermano de su amigo? No lo entendía, ella no era importante para él. Por lo que debía haber actuado de una manera mucho más profesional.
Una vez que soltó a Emilia, esta lo miró, aunque parecía aterrada. ¿Acaso su primer beso juntos le repugnaba tanto? Marco ya se había enojado de nuevo. Por lo que encendió el coche y empezó el viaje en silencio.
Lo que él no comprendía era que en realidad su rostro reflejaba su escepticismo. Ella no podía creer lo que había pasado. Estaba muy sorprendida, pero su corazón latía sin parar. Estaba segura de que no podía tener esa clase de emociones tan seguida porque si no colapsaría.
Ahora las preguntas eran, ¿por qué lo había hecho Marco? ¿Por qué había regresado de su viaje tan pronto? ¿Por qué había ido a la consulta médica? ¿Y por qué se puso tan celoso del doctor Damián?
Llegaron a la mansión y él no bajó del coche. Sin embargo, le pidió a ella que entrara y que se fuera a dormir. Como si fuera un padre hablándole a su hijo. Mientras él tomó el coche y se fue. Emilia empezaba a cansarse de la conducta de Marco. Siempre dando órdenes, siempre tratándola de ese modo. Ya no parecía ser el muchacho que alguna vez quiso. Aunque había amado que la besara, nunca pensó que sería de esa manera. Tan poco romántica y agobiante. Por un momento calculó, ¿cuánto más tendría que soportar esa situación? Si bien apenas había pasado una semana, ¿cuánto más era necesario para que él volviera a hacer ese muchacho dulce y amable? Quien tenía paciencia cuando ella trataba de pronunciar una palabra, que la abrazaba cuando ella lloraba, que le daba esperanzas cuando todo parecía perdido. ¿Dónde estaba el verdadero Marco y quién era ese despiadado CEO?
Aunque Emilia se quería ir a dormir, ya que estaba muy molesta con Marco por besarla sin permiso y luego solo marcharse. No pudo, no se fue a dormir y se quedó esperando a que Marco regresara. Lo hizo solo un par de horas después. Esta vez no lo trajo su amigo, al parecer volvió en un taxi y cuando estaba subiendo las escaleras ella escuchó sus pisadas y se metió en su habitación. Fue corriendo hasta la cama y se tapó esperando que él entrara en su propio cuarto y que todo terminara ahí por esa noche. Pero como las cosas nunca eran fáciles para Emilia, la puerta de su dormitorio se abrió y Marco entró. Ella se dio vuelta y desde la cama lo miró asustada. ¿Por qué estaba ahí? Él fue hasta donde ella estaba, enojado.
—Tú no tienes derecho —dijo mientras se quitaba el saco—. Tú no eres nadie para mí. No tienes derecho a hacerme esto.
Aunque Emilia debía enojarse, le parecía algo cómico el actuar sin control de Marco, un hombre que siempre se mostraba firme, y ahora parecía un pollito mojado, de alcohol, pero mojado al fin.
—No sé de qué estás hablando —le recriminó mientras veía cómo se quitaba la ropa y se seguía acercando a ella.
—No, tú mientes. Tú no eres importante para mí. No puede ser que me haga sentir cosas cuando ni siquiera te conozco. Tú no lograrás comprarme —dijo y se subió a la cama y se acostó a su lado.
Autora: Osaku