NovelToon NovelToon
Lucía La Princesa De Rubí

Lucía La Princesa De Rubí

Status: En proceso
Genre:Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono / El Ascenso de la Reina / Familia Ensamblada
Popularitas:2.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Atenea

La vida de Lucía era perfecta… hasta que invadieron el reino. Sus padres murieron, su hermano desapareció, y todo fue orquestado por su tío, quien organizó una revuelta para quedarse con el trono.
> Lo peor: lo hizo desde las sombras. Después del ataque al palacio, él supuestamente llegó para salvarlos, haciendo retroceder al enemigo y rescatando a la pequeña princesa, quedando así como un héroe ante todos.

> ¿Podrá Lucía descubrir la verdad y vengar a su familia?

NovelToon tiene autorización de Atenea para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La fiesta de té de la hija del Marqués Gómez

Al día siguiente, Mary entró a mi habitación más temprano de lo habitual, con una sonrisa contenida y una caja larga entre sus brazos.

—Hoy será un día especial, princesa —dijo con voz emocionada—. La hija del Marqués Gómez ha organizado una fiesta de té.

Me ayudó a cambiarme. Escogió un vestido rojo profundo, de tela vaporosa, con bordes dorados en las mangas. En el corset, habían cosido delicadamente unas pequeñas flores de rubí oscuro que combinaban con mi broche. Mary recogió mi cabello en un peinado trenzado, adornado con pequeñas horquillas de nácar y me perfumó con esencia de lirio blanco.

Elegí el collar de mi madre de entre mis joyas y le pedí a Mary que me lo pusiera con cuidado.

—Su Majestad estaría orgulloso de verla así —susurró con afecto.

El carruaje real me esperaba en la entrada principal, pintado en tonos marfil con emblemas del reino en oro. A mi llegada a la mansión Gómez, una niña de cabellos rubios y ojos grises salió al encuentro, caminando con gracia por los escalones de piedra.

—Bienvenida, princesa —dijo Mariana Gómez mientras hacía una reverencia perfecta—. Es un honor tenerla con nosotros.

—Gracias, Mariana —respondí con una sonrisa, bajando del carruaje mientras tomaba su mano.

Me guió por los corredores hasta el jardín de la mansión. El césped estaba perfectamente recortado, las rosas dispuestas en hileras impecables, y en el centro, bajo una pérgola blanca con cortinas de tul, se encontraba la mesa del té. Era redonda, decorada con platos de porcelana floral, tazas con borde de oro, pequeños pastelillos y jarras de jugo de frambuesa.

Éramos solo cinco niñas, incluyendo a Mariana y a mí. Al verme llegar, todas se levantaron e hicieron una reverencia educada. Mientras se presentaban, recorrí sus rostros con la mirada, reconociendo títulos y gestos ensayados.

Hasta que vi a Rosalin. Estaba sentada con el porte elegante de siempre, pero al notar mi presencia, su expresión se suavizó. Me sonrió desde su lugar, y yo le respondí con una pequeña inclinación de cabeza.

—Es un placer tenerla aquí, princesa —dijo Liliana, hija del barón Ebrecht.

—El gusto es mío —respondí con cortesía.

—Espero que disfrute los pastelillos. Los eligió mi madre personalmente —añadió Sofía, hija del conde Esteban.

La conversación transcurría entre risas discretas y comentarios sobre vestidos, jardines y clases de piano. Todo parecía en orden, hasta que una sirvienta, al colocar una nueva tetera sobre la mesa, tropezó y derramó un poco de té sobre mi vestido.

—¡Oh! Mil disculpas, su alteza —dijo con voz temblorosa.

Mary, que esperaba cerca, se acercó rápido.

—Debería cambiarse el atuendo, princesa. El vestido está manchado.

Asentí con calma. No quería causar alboroto. Me levanté para regresar a la habitación que me habían preparado, pero al abrir la puerta, recordé algo. El collar.

Mi mano tocó el hueco en mi cuello. El colgante de mi madre. Lo había dejado sobre la mesa del té al acomodar la servilleta. Me detuve. Cambiar el vestido podía esperar. El collar significaba mucho más.

Regresé por él, intentando no llamar la atención, y fue entonces cuando las escuché.

Detrás del rosal, las voces no eran tan delicadas como antes.

—La viste —dijo Liliana con tono burlón—. Se cree la gran cosa solo porque es una princesa.

—Ni siquiera tiene padres —agregó Sofía con crueldad—. Es solo una huérfana con corona.

—Y cuando su tío se case y tenga sus propios hijos, ya verán... seguro la desecha como un vestido viejo —añadió Mariana, entre risas apagadas.

Me detuve en seco. Por un instante, no sentí ni el viento ni el perfume de las flores. Solo escuché mi propia respiración. El collar estaba ahí, pero mi mundo pareció quebrarse un poco.

—Ya basta —dijo una voz firme.

Era Rosalin. Se había puesto de pie y las miraba sin miedo.

—¿Podrían dejar de hablar de las personas a sus espaldas? Eso las convierte en hipócritas. No en damas nobles.

Las tres la miraron con sorpresa. Mariana frunció el ceño.

—Solo decíamos la verdad —replicó con desdén.

—La verdad no se dice con veneno —sentenció Rosalin—. Y si eso es lo que creen, al menos deberían tener el valor de decirlo frente a ella.

Todas se quedaron en silencio. Nadie respondió.

Tomé el collar y me acomodé la cadena entre los dedos con cuidado. Luego me acerqué despacio, sin decir nada. Las miradas se cruzaron. Liliana bajó la vista. Sofía se mordió el labio. Mariana fingió observar su taza.

—Gracias —le susurré a Rosalin al pasar junto a ella.

Ella solo asintió, sin pedir reconocimiento.

Lucía se detuvo un momento, de pie junto a la mesa. El vestido aún tenía la mancha de té, pero su postura era firme, la barbilla ligeramente elevada como le había enseñado su tío: nunca rendirse al juicio sin fundamento. Con una voz suave, clara y sin temblor, respondió:

—Qué curioso —dijo—. Lo que ustedes llaman debilidad, otros lo han llamado coraje. Ser huérfana no me ha quitado el apellido Montclair, ni el amor que guardo por mis padres y por todo lo que me enseñó. Yo no elegí mi historia… pero sí el modo en que la vivo.

Las niñas guardaban silencio. Mariana apretó su taza con más fuerza de la necesaria. Liliana se tensó, como si no esperara que yo dijera algo. Sofía solo miraba su plato.

—El título de princesa no me hace mejor que ustedes —continué—. Pero tampoco menor. Y si alguna vez soy reina, quiero recordar que fui una niña de ocho años que aprendió a caminar entre espinas sin olvidar las flores.

Rosalin ladeó la cabeza, con una sonrisa que no escondía orgullo. Mary, desde un costado, me observaba con los ojos brillantes, como si estuviera conteniendo una lágrima.

—Si alguna vez sienten que su linaje les da derecho a herir a alguien más, recuerden este día —agregué con elegancia—. Porque yo sí lo recordaré.

Sin esperar respuesta, me senté de nuevo con delicadeza, colocándome el collar de mi madre sobre el vestido rojo aún manchado. Y aunque las demás no dijeron nada más, el aire en el jardín había cambiado.

Luego dije Mary es hora de regresar.

—Como usted diga, princesa —respondió con una sonrisa discreta, acercándose para ayudarme a levantarme.

Tomé el borde del vestido con cuidado, aún podía notarse la mancha, pero ya no me importaba. Lo que sí llevaba conmigo era el collar de mi madre, brillando suave sobre mi pecho como si me recordara quién soy.

Al cruzar el jardín, Rosalin se acercó unos pasos, sin decir palabra. Sólo me miró. En sus ojos no había lástima ni pena, sino algo que parecía respeto.

—Gracias por lo de hoy —le dije en voz baja.

Rosalin bajó la mirada por un segundo, como si pensara en cómo decirlo sin parecer muy formal.

—No es nada, princesa —respondió con una voz suave pero segura—. Fue justo.

Luego se enderezó, dando un paso más cerca.

—Si lo desea... podría venir a mi residencia alguna tarde. Para tomar el té con tranquilidad, sin tantas niñas ni vestidos incómodos.

No lo ni como hija del duque. Lo dijo como una niña que había visto algo que le gustaba en otra y quería repetirlo.

—Me encantaría —le respondí con una sonrisa que nació sola.

Rosalin hizo una pequeña reverencia, no porque tuviera que hacerlo, sino como un gesto casi juguetón. Luego retrocedió unos pasos, permitiendo que Mary y yo continuáramos el camino hacia el carruaje.

Mary me ayudó a subir al carruaje. Desde dentro, miré por la ventanilla cómo la mansión Gómez se hacía más pequeña. Sentía muchas cosas —confusión, tristeza, algo parecido a orgullo— pero también una calma que no había sentido antes.

—¿Está bien, princesa? —preguntó Mary, ya junto a mí.

Asentí, abrazando el collar con los dedos.

—Sí. Muy bien.

Y mientras el carruaje rodaba por el camino de regreso, pensé que, aunque el té se había derramado y las palabras dolieron, el día me había dado algo que no esperaba: el valor para seguir siendo yo misma. Pero eso no era suficiente para evitar sentirme mal.

1
Marta Aleida Sagarra Casamayor
Si la princesa supiera, quien asesino a sus padres.
Atenea
"Gracias, me alegra que les guste 🤗."
Limaesfra🍾🥂🌟
esta historia es impactante, cada capitulo.es mejor que el.otro
Alcira Castellanos
está muy interesante
Its_PurpleColor
Tu talento es inigualable, no detengas🙌
🦩NEYRA 🐚
Quiero más😃
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play