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Un Secreto Entre Nosotros

Un Secreto Entre Nosotros

Status: En proceso
Genre:Dominación / Poli amor
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: HRHSol

Amar a uno la sostiene. Amar al otro la consume.
Penélope deberá enfrentar el precio de sus decisiones cuando el amor y el deseo se crucen en un juego donde lo que está en riesgo no es solo su corazón, sino su familia y su futuro.

NovelToon tiene autorización de HRHSol para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 8.

Entramos a casa y apenas Kylian me ayudó a bajar del auto, Jack salió disparado hacia la puerta. Tenía los ojos muy abiertos y una seriedad poco común en un niño de su edad.

—¿Mamá, qué te pasó? —preguntó con la voz temblorosa.

Intenté sonreírle, pero el dolor seguía ahí, punzando en mi tobillo.

—Un pequeño accidente, cariño, nada grave.

Jack miró el yeso con gesto incrédulo. No dijo nada más, solo se pegó a mi cintura y me rodeó con sus brazos. Quise agacharme a abrazarlo fuerte, pero no podía. Así que lo acaricié en la cabeza, tragándome las lágrimas que me ardían en los ojos.

Max, en cambio, reaccionó como él sabe hacerlo: con un llanto desgarrador que hizo eco en toda la sala. Se colgó de mi cuello con tanta fuerza que me costó respirar.

—No me dejes, mamá. No me dejes otra vez.

Su vocecita se me clavó como una daga. Lo apreté contra mí, murmurándole promesas que ni yo sabía si podría cumplir.

—Shhh… aquí estoy, mi amor. No me voy a ningún lado.

Carolina tomó las riendas como si fuera parte de la familia de toda la vida. Preparó leche tibia para Max, acomodó cojines en el sofá cama donde tendría que dormir y hasta organizó los cuadernos de Jack.

—Hoy yo soy la asistente oficial de mamá —dijo con una sonrisa que contagió a los niños.

Jack se puso serio otra vez, como imitando la autoridad de Kylian, y fue corriendo a buscar sus lápices de colores. Regresó con una hoja donde garabateó algo que parecía un escudo y una espada.

—Mirá, mamá. Es mi “poción mágica”. Cuando lo pegues en tu yeso, te vas a curar más rápido.

No pude evitar reír entre lágrimas. Max, aún con los ojos hinchados, se acurrucó a mi lado, acariciando con sus manitas pequeñas el vendaje. Al poco tiempo, se quedó dormido con su cabecita apoyada sobre mi pierna inmovilizada.

Ese instante me derritió el corazón. La culpa se desvaneció un poco, reemplazada por una certeza: mis hijos no necesitaban una madre perfecta, solo una madre presente.

Carolina nos miró desde la cocina, levantando discretamente un pulgar para darme ánimos. Y en medio de esa ternura, un pensamiento oscuro volvió a acecharme: la convivencia con Eric bajo este mismo techo.

Mientras los niños respiraban tranquilos, abrazados a mí, yo sabía que lo más difícil apenas comenzaba.

La mañana siguiente...

Esto es una tortura. No puedo creer que tenga que pasar tanto tiempo sin poder hacer nada. Sí, puedo trabajar desde casa, pero depender de otros para mis funciones básicas me taladra la cabeza.

Me dejan sentada en el sofá de la estancia y cada adulto en esta casa se mueve en torno a mí. Kylian adapta el sofá, Carolina coloca sábanas y mantas.

—Voy a preparar la ducha y tu ropa, un baño te ayudará a dormir —me dice antes de subir.

Con el vendaje y la férula, no podía mojarme. Kylian improvisa: coloca una silla de playa en la ducha y me hace sentar con el pie afuera. Se quita los zapatos, arremanga su camisa y lava mi cabello como si lo hubiera hecho toda la vida. Sus manos siguen mi rutina paso a paso. Antes, eso solía terminar en un encuentro apasionado; esta vez no podía ser.

Me cubre con un albornoz, me carga en brazos y me acuesta en el sofá.

—No pienso dormir una noche lejos de ti —susurra, recostándose a mi lado.

Sus caricias en mi cabeza me arrullan hasta que me vence el sueño. Apenas oigo el timbre de su teléfono ni la impaciencia con que corre por la casa.

Despierto entre el llanto de Max y la tensión de Kylian. Los analgésicos me habían dejado rendida. Jack intenta ayudar, pero mi esposo se enreda entre la prisa y el nerviosismo.

—Hoy Max se queda conmigo —le digo.

—No. No puedes cuidarlo.

—No pienso escuchar más llanto.

Su mirada es dura, llena de enojo. Con un gesto firme guía a Jack hacia la puerta, toma el maletín y se va sin mirar atrás.

Me quedo con Max en brazos, acunándolo hasta que se calma. Más tarde, Jack regresa del colegio, me ayuda a preparar algo de comer y me acompaña como un verdadero compañero, sin una queja, con una madurez que me conmueve. Es mi hijo mayor, pero a veces parece un pequeño adulto que entiende todo sin palabras.

La tarde parecía eterna. Max lloraba porque no quería dormir la siesta, y yo iba de un lado a otro, intentando calmarlo mientras terminaba de doblar la ropa. El cuerpo me pesaba, pero la mente cargaba aún más.

Jack, sentado en el sillón con su cuaderno de dibujos, levantó la mirada hacia mí.

—Mamá, ¿quieres que te ayude con el bebé? —me preguntó con una calma que me desarmó.

—No, amor, tú sigue con tus cosas. —le respondí, aunque en el fondo agradecía ese gesto tan sincero.

Él se levantó igual, tomó el chupete de la mesa y me lo alcanzó.

—Al menos puedo pasarte esto.

Sonreí, cansada, y acepté su ayuda. En esos pequeños detalles veía la nobleza de su corazón. Jack siempre fue así: sensible, observador, más consciente de las cosas de lo que yo quisiera admitir.

Cuando Max por fin se durmió, preparé algo rápido para cenar. Pasta con salsa y un poco de pan. El aroma llenó la cocina, pero la mesa se sentía incompleta.

Jack comió en silencio unos minutos, hasta que, con la mirada fija en su plato, dijo:

—Papá no va a venir temprano, ¿verdad?

Me quedé quieta, con el tenedor en el aire. Él me miraba serio, como si supiera más de lo que quería preguntar.

—Está trabajando, cariño. —fue lo único que logré decir.

Él asintió despacio, pero luego dejó su tenedor y apoyó su mano sobre la mía.

—No te preocupes, mamá. Yo estoy aquí.

Sentí que mis ojos se humedecían. Mi niño me estaba consolando, cuando debería ser al revés. Le acaricié el cabello y traté de sonreírle.

Más tarde, cuando ambos se durmieron, me quedé sola en el sillón. La televisión encendida solo llenaba el silencio, pero no lograba distraerme. El reloj marcaba las once, luego las doce, y yo seguía esperando.

Finalmente, escuché la puerta abrirse. Kylian entró en puntas de pie, creyendo que dormía. El olor a tabaco y cerveza llegó antes que él. Lo observé en silencio, escondida en la penumbra del salón. Su camisa estaba arrugada, su cabello revuelto. No parecía un hombre que venía de trabajar.

Mi corazón latía con fuerza, mezclando celos, rabia y una punzada de miedo.

—¿Te divertiste? —mi voz lo cortó en seco.

Él se congeló, sorprendido de verme despierta. Sus ojos buscaron los míos, pero yo no me moví. No hubo abrazo ni sonrisa. Solo la duda, el dolor y la desconfianza brillando en mis ojos.

1
Maria Elena Martinez Lazaro
excelente
Maria Elena Martinez Lazaro
Quien es Sophi ?. Estoy perdida estaban hablando con Carolina y de pronto la mencionan a ella y dos veces
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