Skylar Adams es un omega consentido por su familia y cercanos, toda su vida se ha preparado para ser el omega ideal para el alfa con el que pasará el resto de su vida.
Decepciones, traiciones y desencuentros lo llevarán a plantearse su lugar en el mundo.
."¿Qué debo hacer cuando ya ni siquiera sé quién soy?".
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Capítulo 12
Skylar apenas si podía respirar después de escuchar aquello. Era su madre quién lo decía. Aquella mujer impecable, de voz suave y rostro perfecto, le estaba diciendo que no importaba que el alfa lo hubiera traicionado. Que no importaba que todo lo que sentía estuviera ardiendo y colapsando dentro de su pecho. Que no importaba nada.
¿Cómo podía pasar por alto algo así? ¿Cómo se suponía que debía ignorarlo, tragárselo, sonreír y seguir como si nada?
El sentimiento era tan grande que apenas si cabía en su cuerpo. Su pecho dolía. Le temblaban las manos. Quería gritar, arañarse la cara y desaparecer.
Había sido un estúpido.
Un idiota.
Un muñeco de porcelana.
Había creído en las palabras de amor de alguien que tal vez ni siquiera sentía afecto por él.
Le vino a la mente el recuerdo de la conversación en el baño, las risas, los besos furtivos, la voz ronca de Carter diciéndole a otra omega cosas que nunca le dijo a él.
Ahora todo tenía sentido.
Todo había estado siempre frente a sus ojos.
—Sky, bebé, disculpa por hablarte así —dijo su madre, suavizando el tono—. Esto es solo un golpe de realidad. Sé que te he hecho creer que todo es fácil y sin mayores dificultades, pero la verdad es que un buen omega también debe saber cuándo hacer oídos sordos e ignorar aquello que no servirá. No lo olvides nunca: tú serás el esposo y querido, eso nadie podrá evitarlo.
La omega lo decía con tanta calma, como si acabara de explicarle una receta de cocina.
Pero no había nada de armonía en su interior.
Nada.
Quería llorar, pero sabía que si empezaba ahora, no podría parar.
—Quiero hablar con Carter. —Su voz salió seca. Vacía. Como un autómata.
—Creo que no es el momento, pediré que traigan un té relajante. Lo mejor será que te quedes aquí hasta que te sientas mejor. —La omega ya tenía el teléfono en la mano.
—Yo no te estoy preguntando si PUEDO hablar con Carter, —le interrumpió Skylar, clavándole la mirada— yo dije QUIERO hablar con él. No hay un momento más o menos adecuado, no cuando lo escuché cogiéndose a una omega el mismo día que anunciamos nuestro compromiso ante la sociedad.
Hizo una pausa. Su pecho subía y bajaba con dificultad.
—Lo volveré a repetir por si no te quedó claro: quiero hablar con Carter.
El omega desprendía fuego de los ojos. Su madre lo entendió al instante. No había forma de detenerlo sin hacer una escena aún más vergonzosa, sin poner en riesgo el equilibrio que tanto había intentado preservar.
—De acuerdo —dijo al fin—. Pero prométeme que te controlarás. No quiero escenas, cariño. Aunque hables con él, no puedes cambiar lo que ya está hecho. Y dependiendo de tu actitud… podrías estar cimentando el camino hacia un matrimonio feliz… o uno muy desdichado.
Aquello no fue una advertencia. Fue una amenaza.
Pero Skylar asintió.
Estaba acostumbrado a obedecer.
Tantos años reprimiendo sus emociones, sus opiniones, sus deseos… ahora le permitían contener la tormenta que hervía en su interior.
El tiempo pareció arrastrarse lentamente.
Por fin, la puerta volvió a abrirse.
Carter entró acompañado de su madre.
Skylar buscó algo en su rostro. Una pizca de vergüenza. Un rastro de arrepentimiento. Cualquier señal de humanidad. Pero no encontró nada. Solo un gesto de fastidio. Una molestia mal disimulada, como si estuviera obligado a tratar con un asunto que no le interesaba.
Su madre, en cambio, se veía pálida. Incómoda. Incapaz de sostenerle la mirada.
—Déjanos solos, por favor, mamá. —La voz de Skylar fue firme.
—Cariño, creo que sería mejor que me que—
Clac.
Skylar cerró la puerta sin mirarla.
Se giró lentamente. Tenía al alfa frente a él. Carter levantaba una ceja y sonreía de medio lado como si fuera una broma.
—Tú… tú eres un idiota —escupió sin pensarlo—. Eres un maldito idiota infiel, ¿cómo te atreves a hacerme esto?
Su voz se rompió en mil pedazos.
El alfa lo miró divertido. Había temido que los descubriera alguien importante, algún socio del padre. Pero al saber que solo Skylar los había visto, volvió a la calma. Suponía que haría un escándalo, que se enfadaría, tal vez lloraría un poco.
—¿Hacerte qué? —respondió con frialdad.
—Engañarme —dijo Skylar, la voz trémula—. Después de todo lo que dijiste al darme el anillo… y luego revolcarte con otra. ¿Soy un chiste para ti?
Cada palabra le quemaba la garganta.
—Skylar, creo que no estás entendiendo algo —dijo Carter, alzando una ceja—. Si estás aquí esperando que me disculpe o te pida perdón por esto, puedes ir olvidándolo. No va a ocurrir.
Soltó un pequeño resoplido, como si la sola idea fuera graciosa.
—No voy a excusarme con palabras tontas. Fue mi error y lamento haber sido tan obvio. En el futuro trataré de no serlo.
Le restó importancia con un encogimiento de hombros.
Y entonces se escuchó el sonido seco de una bofetada.
El rostro de Carter giró por la fuerza del impacto.
Skylar tiritaba de la rabia.
Durante unos segundos, el alfa pareció simplemente procesar lo que había ocurrido. Luego, sin aviso, devolvió el golpe.
Skylar cayó al suelo.
—¿Quién crees que eres para levantarme la mano? —rugió Carter—. Se supone que te educaron para entender tu lugar. Tu lugar siempre será permanecer callado y bonito.
El omega se incorporó con dificultad. Tenía la mejilla ardiendo. Un zumbido en la cabeza. Las lágrimas comenzaron a correr sin freno. Se llevó la mano al rostro y vio sangre en sus dedos.
Ya no pensaba. Solo sintió que algo dentro de él se rompía.
Saltó sobre el alfa y empezó a golpearlo con los puños.
—¡Eres un imbécil! ¡Te odio! ¡Jamás me casaré contigo! ¡Te quiero fuera de mi vida! ¡Nunca, nunca, nunca te perdonaré!
Cada palabra iba acompañada de un puñetazo, un grito, una lágrima más.
Las imágenes se agolpaban en su mente:
Carter arrodillado ofreciéndole el anillo.
Los abrazos.
Las caricias.
Las palabras dulces.
Las promesas vacías.
Todo había sido una mentira.
—¡Basta! —gritó Carter, sujetándolo de los brazos—. Estás siendo infantil. Te llenaron la cabeza con cuentos de hadas, pero esta es la realidad.
El alfa respiraba con fuerza, su pecho subía y bajaba. Por un segundo su mirada se suavizó al ver la cara golpeada del omega, pero no lo soltó.
—¡Suéltame! Me estás haciendo daño —sollozó Skylar, retorciendo las muñecas.
—Quédate quieto y escucha —gruñó Carter—. Seguir con este compromiso no está en tus manos. Ni en las mías. Nos casaremos igual.
El omega lo miró sin comprender.
—Si quieres saber, yo tampoco te habría elegido. Cuando lo único que tienes para ofrecer es tu belleza. No eres especialmente inteligente. No tienes ninguna habilidad propia. Eres una muñeca que tu madre y la mía crearon para mí. Todo en ti es artificial y sin chiste. ¿De verdad crees que podría enamorarme de alguien así?
Skylar se quedó sin aire.
Aquello no fue un insulto. Fue una ejecución.
La puerta se abrió y su madre entró al fin, caminando rápido hacia él. Separó a ambos de un empujón invisible.
—Carter, es mejor que te retires —dijo sin mirarlo—. Disculpa a Skylar, da por entendido que se sintió indispuesto por tantas emociones.
Abrazó a su hijo como cuando era un bebé, acunándolo con fuerza, mientras el omega no reaccionaba.
Estaba en shock.
Todo su cuerpo temblaba.
El alfa salió de la habitación sin mirar atrás.
Y Skylar sintió que lo había perdido todo.