Gabriel Moretti, un CEO perfeccionista de Manhattan, ve su vida controlada trastocada al casarse inesperadamente con Elena Torres, una chef apasionada y desafiante. Sus opuestas personalidades chocan entre el caos y el orden, mientras descubren que el amor puede surgir en lo inesperado.
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Una Cena Inesperada
Capítulo 12
Elena había pasado la mayor parte del día en la cocina, experimentando con un nuevo menú para el restaurante donde trabajaba. Tenía harina en el cabello, salsa en el delantal y una sonrisa de satisfacción en el rostro. Era su refugio, el lugar donde podía perderse en sabores y aromas, olvidándose momentáneamente del matrimonio apresurado que la había llevado a la vida caóticamente estructurada de Gabriel Moretti.
Sin embargo, esa noche sería diferente. Tenía un plan: preparar una cena especial en casa. Después de días de tensión y momentos inesperados con Gabriel, sentía que una comida podría ser el puente que necesitaban para encontrar algo de armonía.
Cuando Gabriel llegó al ático, estaba hablando por teléfono, como de costumbre, con su tono autoritario que rara vez vacilaba. Se detuvo en seco al percibir el aroma que llenaba el espacio. Sus ojos se dirigieron a la mesa del comedor, que estaba preparada con una precisión que incluso él podría admirar. Velas, vajilla elegante y una botella de vino tinto esperaban sobre un mantel impecable.
“¿Qué es esto?” preguntó, bajando el teléfono y mirando a Elena, quien apareció detrás de la barra con un plato en las manos.
“Es una cena,” respondió ella con naturalidad. “Creí que podríamos intentar algo diferente.”
“¿Diferente? ¿Como sentarnos a comer juntos sin pelear?”
Elena rodó los ojos, colocando el plato principal en la mesa. “Es una posibilidad. ¿Quieres intentarlo?”
Gabriel dudó por un momento. No estaba acostumbrado a este tipo de gestos fuera de contextos formales, pero había algo en la expresión de Elena, una mezcla de desafío y esperanza, que lo hizo asentir.
Se sentaron frente a frente. Gabriel observó los platos con curiosidad. La presentación era impecable, casi profesional, lo cual no le sorprendía, considerando que Elena era chef.
“¿Esto lo preparaste tú?” preguntó mientras servía un poco de vino.
“Por supuesto,” respondió ella, sonriendo con orgullo. “¿Pensabas que iba a pedir comida a domicilio?”
“No lo sé. Tu creatividad siempre me sorprende.”
Elena tomó eso como un cumplido y levantó su copa. “Brindemos.”
“¿Por qué?”
“Por sobrevivir nuestra primera semana como esposos,” dijo, bromeando, pero con un tinte de verdad en su tono.
Gabriel levantó su copa y la chocó suavemente contra la de ella. “Por sobrevivir,” repitió, con una ligera sonrisa.
A medida que avanzaba la cena, la conversación fluyó con una naturalidad que ambos encontraron sorprendente. Elena habló sobre su día en el restaurante, las dificultades de experimentar con nuevos platos y las historias de sus compañeros de trabajo. Gabriel, aunque al principio parecía distante, comenzó a participar, compartiendo anécdotas de su oficina y, para sorpresa de ambos, incluso alguna que otra broma.
“¿Así que despidieron a alguien por usar Comic Sans en una presentación?” preguntó Elena, riendo a carcajadas.
Gabriel asintió con seriedad fingida. “Era una presentación para inversionistas multimillonarios. Comic Sans es inaceptable.”
Elena se inclinó hacia atrás, sosteniendo su copa. “Eres un personaje, Gabriel Moretti.”
“¿Eso es algo bueno o malo?”
“Un poco de ambas,” respondió, guiñándole un ojo.
Después de la cena, Gabriel se ofreció a ayudar a limpiar, algo que dejó a Elena perpleja.
“¿El gran CEO lavando platos? Esto es digno de una foto.”
“Si mencionas esto a alguien, lo negaré,” bromeó él mientras tomaba un paño.
Elena no pudo evitar reír. “Eres mucho más humano cuando no estás en modo trabajo. ¿Lo sabías?”
“Tal vez deberías recordármelo más a menudo,” respondió, secando un plato con cuidado.
Elena lo miró, sorprendida por la respuesta. Por un momento, sintió que estaban cruzando un umbral, dejando atrás las formalidades para llegar a algo más real.
Cuando terminaron, se sentaron en el sofá con otra copa de vino. Gabriel, quien raramente se permitía estos momentos de tranquilidad, parecía extrañamente cómodo.
“¿Por qué hiciste esto?” preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
“Porque creo que es importante que aprendamos a llevarnos bien,” respondió Elena. “Estamos en este matrimonio, Gabriel. Al menos deberíamos intentar ser… amigos.”
“¿Amigos?” Gabriel repitió la palabra como si fuera algo extraño.
“Sí. No me parece tan descabellado.”
Gabriel la miró por un largo momento antes de asentir. “De acuerdo. Pero será un desafío.”
“¿Para ti o para mí?”
“Para ambos,” respondió él, con una pequeña sonrisa.
Esa noche, mientras cada uno se retiraba a su habitación, algo había cambiado entre ellos. La distancia que los había separado al principio parecía haberse reducido, aunque aún quedaba un largo camino por recorrer.
En su habitación, Elena se recostó en la cama con una sonrisa satisfecha. Había sido un buen día. Y aunque Gabriel seguía siendo un misterio en muchos aspectos, sentía que había logrado abrir una pequeña grieta en su armadura.
Por su parte, Gabriel se sentó frente a su escritorio, revisando algunos documentos. Pero por primera vez, su mente no estaba completamente enfocada en el trabajo. Pensaba en Elena, en su risa, su habilidad para desconcertarlo y su forma de hacer que las cosas parecieran un poco menos complicadas.
Elena y Gabriel habían dado un pequeño paso hacia algo más significativo, pero el camino estaba lleno de sorpresas y desafíos. ¿Estarían listos para enfrentarlos juntos?