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Una Mujer En La Mafia

Una Mujer En La Mafia

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Mafia
Popularitas:25k
Nilai: 5
nombre de autor: Ashly Rijo

En un mundo de lujos y secretos,Adeline toma el único trabajo que pudo encontrar para salir adelante: trabaja en un exclusivo bar para millonarios, sirviendo bebidas y entreteniendo a la clientela con su presencia y encanto. Aunque el ambiente opulento y las miradas de los clientes la incomodan, su necesidad de estabilidad económica la obliga a seguir.

Una noche, mientras intenta pasar desapercibida, un hombre misterioso le deja una desproporcionada cantidad de dinero como propina. Atraída por la intriga y por una intuición que no puede ignorar, Adeline a pesar de que aun no tenia el dinero que necesitaba decide permanecer en el trabajo para descubrir quién es realmente este extraño benefactor y qué intenciones tiene. Así, se verá atrapada en un juego de intrigas, secretos y deseos ocultos, donde cada paso la llevará más cerca de descubrir algo que cambiará su vida para siempre.

NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cap 12

Desperté con los fuertes golpes en la puerta y la voz alegre de mi tía llamando a todos a desayunar. Me estremecí, dándome cuenta de que ella estaba yendo de cuarto en cuarto, anunciando el desayuno como si estuviéramos en una reunión familiar. Me sentí avergonzada, me vestí rápidamente y salí de la habitación, rogando que no estuviera haciendo demasiado escándalo.

En el pasillo, encontré a James y Simón, ambos saliendo de sus habitaciones con expresiones de sueño y sorpresa, claramente no preparados para el entusiasmo matutino de mi tía.

—¿Qué demonios está pasando? —murmuró Simón, frotándose los ojos, aún medio dormido. Luego, miró a James y le dijo en voz baja—. ¿Por qué tenemos que pasar por esto? A este paso, ¡estamos pagando por haber pedido que la trajeran!

James soltó una leve risa y se encogió de hombros.

—Al menos hoy tenemos un desayuno casero, ¿no? —dijo, mirándome con una ceja levantada.

Sentí la vergüenza subir a mis mejillas, y sin decir mucho, bajé junto a ellos hacia el comedor. Mi tía ya estaba terminando de acomodar los últimos detalles en la mesa, y al vernos, su rostro se iluminó.

—¡Ahí están! Siéntense, siéntense. El desayuno está listo, y quiero que coman mientras esté caliente —exclamó, invitándolos a sentarse como si nada.

James y Simón intercambiaron una mirada, todavía algo desconcertados, y luego se sentaron. Simón, visiblemente incómodo, intentó disimular.

—Señora… realmente no es necesario que se tome estas molestias. Tenemos personal que se encarga de la cocina y el desayuno en la casa —dijo, tratando de sonar amable, pero con la incomodidad reflejada en sus ojos.

Mi tía lo miró con una expresión traviesa y simplemente negó con la cabeza.

—Oh, querido, ¿personal? ¿Quién necesita personal teniendo dos manos? Yo soy feliz preparando la comida para los que tengo cerca, y no veo por qué debería ser diferente ahora —respondió con una sonrisa encantadora y sin darle demasiada importancia.

James intentó no reírse demasiado, pero al final, su rostro mostraba un rastro de diversión mientras observaba a Simón cada vez más incómodo. A pesar de ser un jefe se veían muy cercanos.

Finalmente, Simón soltó un suspiro resignado y comenzó a servirse, seguido de James, quien también tomó un poco de café mientras asentía en silencio.

La mesa quedó en silencio por un instante, hasta que mi tía comenzó a contar anécdotas de nuestra vida antes de que nos mudáramos, rompiendo el hielo de inmediato. James y Simón escuchaban, aunque algo rígidos, como si no estuvieran acostumbrados a esa calidez. Al final, incluso ellos parecieron relajarse un poco, aunque el desayuno transcurrió en su mayoría en un silencio incómodo, especialmente para Simón, quien de vez en cuando me lanzaba miradas de resignación.

Finalmente, cuando terminamos de comer, mi tía se levantó para recoger los platos, pero esta vez James la detuvo.

—Déjelo, por favor. Aquí en la casa hay personal que se encargará de eso —dijo con una cortesía firme, aunque también con un gesto agradecido.

Mi tía se encogió de hombros y sonrió.

—Está bien, está bien, muchacho, no te preocupes.

Después del desayuno, James me miró y me indicó que lo siguiera. Nos dirigimos a su oficina, donde, una vez que cerró la puerta, su expresión se tornó seria.

—Hoy vas a acompañarme a un lugar. Ponte algo bonito —dijo James sin rodeos, con ese tono imperativo que parecía no conocer la palabra “opciones”.

Abrí la boca para protestar, pero él levantó una ceja, anticipando mi intento de resistencia.

—Y no intentes ser terca —me advirtió, cortando mis palabras antes de que pudieran salir. Suspiré, resignada.

Subí a mi habitación y busqué algo decente. Me lavé el cabello y lo dejé secar al aire, sin ganas de esforzarme mucho más. Después de un rato, bajé de nuevo, con el mismo vestido negro de la vez anterior. James ya estaba esperando en el vestíbulo, impaciente y observándome con una ceja alzada cuando me vio llegar.

—¿Ese es el mismo vestido de la otra vez? —comentó, cruzándose de brazos con una expresión de escepticismo.

No iba a dejar que su comentario me ofendiera. Me paré con confianza y le devolví la mirada desafiante.

—Si quieres verme de otra forma, solo tienes que comprarme un clóset lleno de ropa con tu disparatado dinero, ¿no crees? —le respondí, alzando el mentón con una sonrisa maliciosa.

James pareció considerar mis palabras por un segundo, evaluando si era broma o si realmente esperaba que lo hiciera. Luego, sin cambiar su expresión, simplemente negó con la cabeza.

—Como quieras —respondió, dándose la vuelta hacia la puerta principal y haciendo un gesto para que lo siguiera—. Solo intenta no meterte en problemas.

Su último comentario me dejó algo intrigada, pero lo seguí sin hacer más preguntas. Nos subimos a su coche, y el silencio se mantuvo mientras James conducía por la ciudad. No estaba segura de adónde íbamos ni qué tan importante sería este lugar, pero por su expresión concentrada, supe que no sería una simple salida.

Finalmente, llegamos a un lujoso club privado. Las puertas se abrieron de inmediato al ver a James, y los guardias nos dejaron pasar con una reverencia discreta. A mi alrededor, pude ver a personas vestidas de manera opulenta, todas mostrando un estatus que resaltaba más de lo que me habría imaginado.

—¿Y qué es este lugar? —pregunté, inclinándome un poco hacia James.

—Un lugar donde los negocios y los placeres se mezclan —respondió, sin detenerse a explicarse demasiado.

Caminamos a través de varias salas hasta llegar a una amplia sala privada. Una mesa redonda ocupaba el centro, y varias personas ya estaban reunidas alrededor, incluyendo al hombre de la estafa, quien me dio una mirada significativa al verme llegar junto a James.

James se dirigió al hombre y, con una calma calculada, lo saludó, sin dejar de lado esa actitud controlada que le daba poder en cualquier situación.

—Ya estamos aquí para saldar los problemas —dijo James, su voz tan segura que hacía que cualquiera pensara que llevaba todas las cartas a su favor.

El hombre me miró y sonrió de forma desagradable, cruzando los brazos como si disfrutara de cada segundo.

—Primero que nada, ¿no me vas a saludar, princesa? —preguntó con un tono burlón.

Sentí la piel erizarse, y di un paso atrás, instintivamente. Antes de que pudiera siquiera responder, James se interpuso entre nosotros y con una frialdad absoluta le dijo:

—Ni se te ocurra tocarla. No estamos aquí para tus juegos. —La voz de James era firme y peligrosa, una advertencia disfrazada de cortesía.

Sentía los nervios a flor de piel. Me acerqué a él, intentando que no se notara el temblor en mi voz cuando le susurré:

—James, ¿qué estamos haciendo aquí? Esta gente me va a matar.

Él no respondió, pero el hombre estafador soltó una carcajada.

—Matarte a ti no resolvería nada. Pero después de lo que hiciste, matando a uno de mis hombres, la justicia debe ser equilibrada. Uno de tus hombres tendrá que morir también. ¿No es justo?

La amenaza en su voz era clara, y su sonrisa fría solo hacía que la situación se volviera aún más surreal. Me quedé paralizada, eran los hombres de James, eso significa que yo misma lo seguía metiendo en problemas y mis deuda con el se iba hacer más grande. Espere que James se enfadara, que defendiera a su equipo, que desechara esa idea como si fuera absurda. Pero para mi asombro, él respondió con una serenidad escalofriante:

—Acepto.

Giré la cabeza hacia él, sorprendida y algo horrorizada. ¿Había entendido bien? ¿Iba a dejar que uno de sus hombres muriera solo para "equilibrar" la situación? Detrás de él, sus hombres intercambiaron miradas de incomodidad y preocupación, con las caras tensas, sin saber si deberían o no objetar.

James sacó una pistola de su chaqueta, manteniéndola en la mano con una seguridad que hacía claro que sabía cómo usarla. Lo miré, intentando comprender qué tenía en mente. Entonces, el hombre al otro lado de la mesa soltó una risita cruel y añadió, con un brillo satisfecho en sus ojos:

—No, no, no. Él no. La que tiene que hacerlo… eres tú.

El aire en la habitación se volvió pesado y cargado de tensión. Sentí el peso de todas las miradas sobre mí, como si de repente fuera el centro de un macabro espectáculo. James me miró de reojo, como evaluando mi reacción, pero no me dio ninguna señal de qué hacer o cómo salir de aquello.

—¿Qué? —logré decir, apenas encontrando las palabras—. ¿Estás loco? Yo no voy a… no voy a…

—Es la única forma de saldar esto —interrumpió el hombre, con un tono cruel, como si disfrutara mi incomodidad—. Si lo haces, el problema se resuelve. Si no… las cosas se van a poner feas para ti y, quizás, para alguien más que solo quiere protegerte.

Sentí que mis piernas comenzaban a flaquear. James seguía ahí, sin darme ninguna señal de qué hacer, como si estuviera dejando que tomara una decisión por mí misma.

En cuanto sentí el peso frío de la pistola en mi mano, algo en mí cambió. No sé si fue el miedo, la desesperación, o quizás la calma implacable en la mirada de James que me transmitió la certeza de que esto era lo único que podía hacer para salir de aquella situación. No se porque al mirarlo sabia lo que me estaba diciendo, lo que me estaba trasmitiendo con solo una mirada, parecía decirme que confiara en él, que había un propósito detrás de esta locura. Me encontraba atrapada en un impulso que me empujaba hacia adelante, sin darme tiempo para procesar.

Respiré hondo, intentando reprimir el temblor que amenazaba con apoderarse de mí. Y entonces, sin pensarlo más, apreté el gatillo.

El sonido del disparo resonó como un trueno en la habitación. El cuerpo del hombre de la estafa se desplomó en la silla, con una expresión de sorpresa eterna grabada en su rostro. Los guardias del hombre se congelaron por un instante, pero fue suficiente para que James reaccionara. Con una rapidez calculada, sacó otra pistola de su abrigo, apuntándoles directamente.

—Ni se les ocurra moverse —dijo con una frialdad que no había escuchado antes, sus ojos afilados como cuchillos.

Sus propios hombres, como si fueran una extensión de él, también apuntaron sus armas hacia los guardias. Fue una escena rápida y caótica, donde la tensión se sentía espesa, casi tangible. El espacio entre nosotros parecía comprimirse, lleno de peligro latente, y sin embargo, nadie disparó. Después de unos segundos que parecieron eternos, los guardias comenzaron a bajar sus armas, sus miradas tan frías como el acero.

Todo a mi alrededor se volvió una neblina mientras procesaba lo que acababa de hacer. Aún sostenía la pistola en la mano, temblando, sintiendo un hormigueo que recorría todo mi cuerpo. No sabía cómo había sido capaz de hacerlo; no era algo que pensara que podía hacer, y mucho menos algo de lo que me sintiera orgullosa.

James se acercó a mí con pasos firmes, pero no dijo una sola palabra. Simplemente extendió la mano, con paciencia, esperando a que le entregara el arma. La solté, sin apenas mirarlo, incapaz de desviar la vista del cuerpo inerte en la silla. No podía reconocerme a mí misma en ese momento; nunca pensé que pudiera ser capaz de algo así.

—Lo hiciste bien —murmuró James en voz baja, como un susurro solo para mí. Había algo en su tono que me helaba y me reconfortaba al mismo tiempo, una dualidad que era incapaz de descifrar en ese instante.

El silencio en la habitación era absoluto. James dio un par de órdenes breves a sus hombres, quienes comenzaron a limpiar la escena, moviéndose con eficiencia y precisión, como si lo tuvieran todo planeado. Los guardias del hombre muerto salieron sin resistirse, aunque uno de ellos me lanzó una última mirada de odio puro antes de desaparecer por la puerta. Pero ya no tenía fuerzas ni siquiera para preocuparme por lo que pudiera venir después.

James se giró hacia mí, y por primera vez vi en sus ojos una especie de orgullo, una aprobación que no supe cómo interpretar.

—Ahora lo sabes —me dijo con un tono grave, casi solemne.

—¿Ahora sé qué? —pregunté en un susurro, sintiendo que las palabras apenas podían salir de mi boca.

—Que hay cosas de las que no puedes escapar, aunque lo intentes. —Su mirada era penetrante, firme, y me hacía sentir como si estuviera desnuda ante él, como si pudiera ver cada rincón de mi ser.

Sentí una mezcla de ira y agotamiento acumulado dentro de mí, y me armé de valor para enfrentarme a su mirada.

—Tú… tú me hiciste hacer esto —dije, mi voz temblorosa—. Esto no es lo que soy, James.

Él me observó en silencio, como si evaluara cada palabra, cada emoción que se reflejaba en mi rostro.

—Quizás no —admitió, después de unos momentos—. Pero no niegues que lo has hecho solo porque te lo pedí yo, y lo que más me sorprende, es que no haya sido ni siquiera con palabras.

Intenté absorber esas palabras, comprender lo que significaban para él y lo que acababa de hacer para salvarme.

Respiré hondo, intentando calmar el tumulto de pensamientos en mi mente. Finalmente, aparté la mirada de él, sintiendo que ya no podía soportar el peso de su intensidad. Sabía que había cambiado algo dentro de mí, y no estaba segura de si alguna vez podría volver a ser la misma.

—Vámonos, James —murmuré, incapaz de soportar un minuto más en aquella habitación.

Él asintió, sin una palabra más, y me acompañó hasta la puerta. Los pasos de sus hombres se escuchaban detrás de nosotros, el eco de los tacones en el pasillo. Sabía que esa noche sería difícil de borrar de mi memoria, y aunque quería odiarlo por lo que me había obligado a hacer, también entendía que en ese mundo oscuro donde me encontraba, él era lo único parecido a una salvación.

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Rita García
achingau aquí como que no entendí muy bien
Ashly Rijo: Es un recuerdo de James de hace dos años
total 1 replies
Rita García
muchas gracias autora está increíble me fascina no quisiera dejar de leer
Rita García
si la mato yo pensé que era la hija la que lo Hiba haser
Rita García
achingau pero como está esto aquí si que me quedé de asis el muchacho que matoera hermano de Adeline o que era de eya
Rita García
que como fue eso mira esto si que está grueso con esa mujer
Carmen Vega
Normal
Rita García
no sé porque avemos personas que no sabemos expresar lo que sentimos
Rita García
bueno por fin niña o joven
Rita García
achingau mira a esta niña así la Ade tratar su madre
Rita García
no la creyó presa fasil
Rita García
no ouedeser que le hicieron quien fue apoco si fue vella
Rita García
uf hasta que porfin
Rita García
jajajaja ya no quiere esperar más
Rita García
jajajaja ya como que se están haser ando más
Rita García
que bonito es el amor lo malo que ninguno de los dos da su brazo a toser
Rita García
está muy interesante estoy muy intrigada en ver qué sigue
Rita García
ay si que es mucha responsabilidad sobre eya pero junto a el todo va haser más fasil
Rita García
pues nimodo ahora tiene que hacerse responsable de su herencia
Rita García
híjole si que se la puso buena su papá
Rita García
hasta cuándo van a seguir así de todos modos ca agarrar el dinero de su padre ya lo que a hecho y pues va derechito haser lo mismo
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