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333 Anexos

333 Anexos

Status: En proceso
Genre:Romance paranormal / Aventura Urbana / Mitos y leyendas
Popularitas:906
Nilai: 5
nombre de autor: 𝐏𝐨𝐢𝐬𝐨𝐧

Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.

NovelToon tiene autorización de 𝐏𝐨𝐢𝐬𝐨𝐧 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

¡La cuenta regresiva inicia!

El corazón se hundió en mi pecho cuando reconocí la habitación donde descansaba; el no tan fragante aroma que dejaban los guantes quirúrgicos y un constante pitido me recordaron al primer día siendo yo.

Con dificultad recargué mi peso sobre mi brazo derecho para sentarme. Dos figuras permanecían de pie al final de mi cama, mi visión no favorecía mucho el sentido de reconocimiento y un punzante mareo me forzó a cerrar los ojos.

  — Estás hecha polvo Lia.

Tono despreocupado y comentario divertido. Sí, Félix. Decidí jugarle una broma ya que contarles mi malestar arruinaría el ambiente.

  — ¿Quién... Eres? —murmuré sumida en mi papel de perdida.

La carcajada que contuve se esfumó en mis adentros cuando la cara del rubio palideció y su expresión rozaba el pánico o miedo. Mi platinado amigo, Dagan, no hallaba qué decir.

  — Oigan, ¿y esas caras? —reí nerviosa y algo extrañada—. Sepan que no soy un fantasma.

La tensión se alivianó más para Félix. La risa que soltó salió acompañada de nervios, lo noté en cómo su mirada iba de lado a lado mientras se sentaba sobre mi cama, cercano a mis pies.

  — Tienes un pésimo sentido del humor, Lia —me regañó sin seriedad. Rápidamente cambió a la pregunta habitual en estos casos—. ¿Cómo estás?

  — De maravilla, mi pasión es ser golpeada hasta la inconsciencia y despertar en un hospital —mencioné sarcástica.

  — Clínica particular —me corrigió guiñando un ojo.

  — El dolor no se siente diferen–

Mis sentidos se agudizaron de golpe cuando intenté ubicar las partes adoloridas de mi cuerpo y fue excesivamente fácil notar el dolor en el pómulo y la pared interna de la mejilla derecha. Nada inusual, hasta que aquella agudeza me permitió sentir el estado actual del cuerpo en general, una sensación extraña; fue como si cada músculo, tejido, vaso sanguíneo, articulación y demás, pudieran revelarme específicamente dónde dolía.

  — ¿Lo has sentido? —Félix interrumpió mis pensamientos—. Es un efecto secundario de mi habilidad.

No respondí, intenté descifrar qué sentía con precisión y darle un argumento lógico a mi cerebro.

  — Escucha Lia —volvió a interrumpir con un chasquido que capturó mi atención—. Puede que aún sea muy pronto, pero surgieron otros asuntos que debo atender. Abre el paso al más allá.

Quien hasta ese momento había permanecido en silencio recargando su espalda en la pared, intervino.

  — Déjalo Félix, ya fue suficiente.

  — Necesitamos comprobarlo —replicó dando un salto para levantarse. Su espíritu tranquilo me hizo pensar que no pasaría nada malo—. Es necesario, confía en mí.

  — N-No quiero —me negué sutilmente. Mis dedos estrujaron las sabanas que cubrían mis piernas y el sudor quedó marcado—. Estoy cansada, Félix.

En pocos pasos el ya mencionado se me acercó lo suficiente hasta sujetar mi mano. La típica sonrisa de siempre le invadió los labios y palabras opuestas a su amable mirada, salieron.

  — Ábrelo, Eliana... Es una orden.

Con aquella afinidad pude sentir que la sangre dejó de fluir correctamente y mi corazón se estrujó con rudeza, segundos después una brecha con forma de hilo teñida de ocre apareció en mi mente. Sabía que si parpadeaba cruzaría al más allá y por ende, las posibilidades de volver a verla aumentarían. No todo fue negativo, mi menté me otorgó el método para evitar que ello sucediera.

  — Ja, ja, ja, para, está bien Lia, no lo hagas —palmeó mi cabeza retomando su tono gentil—. Lo hiciste genial, eres muy valiente.

  — ¿Qué fue eso? —pregunté aún con las manos heladas por el miedo.

Sin tiempo a explicaciones lo último que ví de él fue su pulgar arriba acompañado del sonido suave de su risa antes de desaparecer por la puerta metalica gris de mi habitación.

Dagan, quién compartía la misma extrañeza que yo, se limitó a suspirar con cierta risilla de por medio. Tal parecía que estaba acostumbrado a las repentinas ocurrencias del extrovertido.

Fue entonces que el misterio del método y la habilidad de Félix me fueron explicados bajo una condición: confidencialidad. Dijo que Félix era la persona con la vida más compleja que jamás haya conocido y parte de su descripción recaía en su habilidad. capaz no solo se someter espectros bajo su mandato, sino que sin importar la habilidad también podría sucumbir ante una orden suya. Su ejecución solo era posible cuando sometiera al núcleo de la misma.

"Piensa en tu habilidad como un fragmento de tu mente, lo único que tengo que hacer es doblegarla" Dijo esa vez.

Y ya que Eliana es la portadora original fue necesario que ellos se encontraran. Me pregunto si afectó en algo que yo haya interferido cuando él intentó golpearla.

  — ¿Y lo de golpear para qué sirve exactamente? —no me quedaba del todo claro.

  — Supongo que es por la ejecución de la orden —mencionó no tan seguro—. Dime, ¿ya sabes cómo ir al más allá?

Le comenté mi hipótesis. Entraría cuando parpadeara apenas el hilo ocre apareciera en mi mente y saldría cuando cerrara mis ojos durante tres segundos. Bastante simple, tal y como Félix había prometido.

  — Ya veo —dijo—. Lo conocí cuando tenía 19 años y aún así no ha dejado claro los límites o restricciones de su habilidad.

Dagan tiene 26, significa que llevan 7 años de amistad. ¿Qué tan confidencial es su situación para que no le haya contado esos detalles a su mejor amigo?

Mi ser entró en paz cuando me enfoqué en lo que había ganado esa noche dejando de lado los contratiempos.

Control.

Le di unas palmadas a la suave y esponjosa cama para que Dagan se sentara junto a mi. Él, siendo tan atento y considerado como siempre, lo hizo. Apenas nuestros hombros rozaron aproveché la oportunidad para dejar caer mi torso sobre él, me recibió sonriente.

Recordé el frío de cuando estábamos en el estacionamiento y de camino a la clínica no debió ser cálido, entonces, ¿por qué tenía ciertos rastros de sudor? Estiré mi mano y acaricié su mejilla suavemente.

  — ¿Estás bien? —quise saber.

  — No me lo preguntes con la cara así —bromeó apartando mi mano.

De inmediato gracias al instinto que surgía en momentos así, supe que algo andaba mal. Me convencí que se trataba de un instinto maternal aunque nuestra diferencia fuera de 4 años siendo él mayor, no podía evitar preocuparme a la mínima señal de cambio.

Guardé silencio y esperé paciente a que decidiera hablar, sus habilidades de expresión y comunicación mostraron una mejora desde la última vez.

  — ¿Viste algo de tu pasado?

No quería preocuparlo o darle motivos para inquetarse por lo que le mentí descaradamente al negar. Eso me dio una nueva pregunta sobre él y Eliana.

  — ¿Qué relación teníamos antes del accidente?

Evadí la mirada y luché por controlar la vergüenza que buscaba sonrojar mi rostro. Los recuerdos de Eliana carecían de líneas cronológicas y tanto personas como escenarios eran nubes grises sin forma. Agradecí no recibir sus memorias como aquellos protagonistas de historias donde sufren intensos dolores de cabeza antes de colapsar por la sobrecarga de información.

Creí que me aterraría descubrir el pasado de Eliana y solo pensar en ello me estremecía hasta los huesos, pero uno de los primeros recuerdos suyos fueron un poco... Atrevidos.

Un hombre de gran altura estaba recostado en una cama destendida, no llevaba camiseta y su rostro era cubierto por su antebrazo; sudor y agitaciones salían en resoplidos con mínimas maldiciones. Claramente se trataban de escenas que cualquier mujer viviría en algún punto de su vida, pero, ¿quién era el hombre?

Tener aquel recuerdo y pensar que podría tratarse de Dagan, me hicieron sentarme rápidamente y marcar cierta distancia.

  — No teníamos ni un tipo de relación —explicó sereno—. Amistosa, amorosa, social, laboral; nada.

¿Qué? Entonces si no era él, ¿quién era? ¿¡A-Aventura de una noche!? Sería una buena hipótesis ya que sí fuera algún tipo de pareja debería haberme visitado cuando–...

  — ¿No nos conocíamos? —caí en cuenta de sus palabras—, entonces, ¿cómo sabes de mi?

Dudó, o tal vez meditó demasiado para ser asertivo.

  — Eras la conocida del hermano de un amigo mío —explicó dibujando círculos en el aire y uniendo los puntos—. Siempre estaban hablando de ti así que te conocía incluso sin verte.

La tranquilidad con que lo decía me hizo creer que la dramática era yo. En resumidas cuentas, ¡¿él y yo ni siquiera éramos amigos?!

  — ¿Hah? ¿Entonces por qué...? —mi sentido lógico no me ayudó a construir una pregunta.

  — ¿Por qué estás conmigo? —formuló por mi.

Asentí y él volvió a tomarse su tiempo en pensar.

  — Porque lo prometí —sonrió.

¡¿Cuál es la necesidad de añadirle más misterios a mi vida?! ¡Ni siquiera había resuelto el primero con la mujer que se suicidó! Bueno, tampoco es como que pudiese hacer más con una habilidad en descontrol.

  — Ja, qué más da —volví a recostarme sobre Dagan. Aclaró que no teníamos ese tipo de relación, entonces podía seguir actuando como siempre.

Nuevamente volví a sentarme y marcar una separación.

¡¿Por qué lo trataba así si no lo conocía?! ¡¿Acaso Eliana me dejó su alma libertina?! ¡Ah, eso me recordó la vez que Félix entró en mi casa y me vio en toalla! ¡¿Cómo pude estar tranquila y luego incluso dejar que se sentase en mis piernas?!

  — Hola buenas noches, disculpen las molestias.

Lo primero que mis vistas –no recuperadas del todo–, reconocieron del hombre jorobado y mayor, fue el chaquetón marineros con un bordado en las mangas y posiblemente en la espalda. Mikaely, subalterna del mismo, apareció a su lado. Con sus facciones definidas y rectas imponía presencia, su aspecto pulcro y la atención que le daba a su cabello ondulado también hacían su trabajo.

Dagan no lucía muy contento con la visita de ellos.

  — Buenas noches, ¿sucedió algo importante para entrar a la habitación de una persona en reposo sin avisar? —zanjó con firmeza.

  — Lo sentimos mucho, estamos trabajando —replicó el hombre.

  — Pudieron tocar antes de entrar —rebatió—. En un trabajo que requiere tratar constantemente con personas es necesario mostrar educación.

No me gustaba ver que Dagan fuera muy serio y tuviera esa actitud a la defensiva, aunque tenía sus motivos. Apreté suavemente su mano y sonreí dispuesta a tomar la palabra. Una vez más, la menor rompió las posibles reglas y acortó nuestra distancia; cuando reaccionamos estaba de cuclillas junto a mi cama, mirándome fijamente.

  — Tienes algo diferente —dijo interesada en mi cara—. Debes tener una curiosa anécdota atrás de ese moretón.

Definitivamente no era alguien normal. A diferencia de nuestro primer encuentro donde mis nervios se paralizaron ante ella, ahora podía verla directamente a los ojos analizando la oscuridad de sus iris.

  — ¿Qué te hace pensar eso? —cuestioné.

  — Intuición.

  — Interesante, ¿te ayuda en tu trabajo?

  — Más de lo que imaginas —comentó alzando una de sus comisuras en una discreta sonrisa.

Claramente aún no la superaba en nivel pues me inquietó el verdadero dominio que ella mostraba, su confianza y demás me rebajaban en el escalón femenino.

  — Por eso estamos aquí —prosiguió el anciano con voz suave—. Mikaely consiguió que el caso del suicidio de Jane Flyer y la desaparición de su hijo, Nian Flyer; le sea asignado.

Dagan arrugó las cejas.

  — ¿Su intuición convierte a Eliana en sospechosa? —el estrés se notó en su voz—. Debe ser un chiste.

  — Así es, señor... —la pelinegra divagó. Se tomó la paciencia de rodear la cama y quedar junto a su compañero—. ¿Cómo se llamaba? Olvido y confundo rápido los nombres.

Me inquietó ver que Dagan iba perdiendo la paciencia aunque yo estuviera acariciando su mano para alivianar su tensión.

  — ¡Ya lo sé, intentaré acertar! —imitó la agudeza de quienes buscaban ser tiernas—. ¿Mario? ¿Juan? ¿Diego?

  — Déjate de tonterías Mikaely —regañó el anciano—. Informaré tu actitud a los directivos.

Ignoró rotundamente al mayor y fue entonces que los nombres dejaron de ser comunes y adquirieron la peculiaridad de quienes habitan Hiuston.

  — ¿Ederne? ¿Erizza? ¿Keira? —su voz adquirió seriedad—. ¿Keler? ¿Uriel? ¿Ciel? O tal vez sea.., ¿Karel?

Mientras yo me extrañaba al haber oído los nombres de mujeres, Dagan pareció haberse aclarado. Con una suave sonrisa y la forma en la que rodeó su brazo tras mi espalda para abrazarme y ocultar mi cabeza en su pecho me hizo entender que él comprendía la situación.

  — Me llamo Dagan... Dagan Losvelt, recuérdalo.

  — Sí, lo recordaré.

Y ese fue el principio del fin.

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Anrai Dela Cruz
¡Necesito saber qué sucede después! ¡No me dejes esperando mucho tiempo! 😱😜
KnuckleDuster
¡Me muero por saber qué pasará en el próximo capítulo! 😍
Ludmila Zonis
¡Me he enamorado de tus personajes! Cada uno tiene su propia personalidad única y me han robado el corazón. 😍
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