El Corazón Del Dragón

Propongo que Aurora se quede a vivir en mi mansión”, sugirió el Duque Blackwood al entrar de nuevo en la habitación. Recién informado del despertar de Aurora, había enviado al médico imperial para que la examinara, mientras él atendía urgentes asuntos de estado que demandaban toda su atención.

Los señores Thorne intercambiaron una mirada inquisitiva. “¿A qué se debe esa sugerencia, Duque?”, preguntó el señor Thorne con un tono que denotaba seriedad.

“En mi mansión, Aurora estará más segura. No debemos olvidar que los magos oscuros ya la han atacado en varias ocasiones. Si se produce otro ataque, estaré en posición de protegerla”, explicó el Duque, con la firmeza de quien está acostumbrado a enfrentar peligros inminentes.

“¿Está insinuando que no soy capaz de proteger a mi propia hija?” La voz del señor Thorne vibraba con un enojo apenas contenido, sus palabras cargadas de un orgullo paternal herido.

“Por favor, no malinterprete mis palabras, señor Thorne”, replicó el Duque con una calma persuasiva. “Ustedes tienen ahora la responsabilidad de cuidar a su hija Margareth. Mi intención es simplemente asegurar el bienestar de Aurora.” Mientras hablaba, el Duque extendió su mano hacia el objeto misterioso que reposaba en la habitación: el huevo de dragón, “Aurora pudo hacer renacer a una humana y a un dragón” finalizo el Duque.

“Quiero quedarme”, expresó Aurora, rompiendo el tenso silencio que se había apoderado de la estancia. Con pasos decididos, se aproximó al huevo que reposaba sobre el pedestal, y con delicadeza, posó su mano sobre su superficie, que vibraba con la energía de un poder ancestral y misterioso. “Algo en mi interior me insta a permanecer aquí”, confesó a sus padres, su voz teñida de una convicción inquebrantable.

Los señores Thorne intercambiaron una mirada cargada de dudas y temores, sintiendo el impulso de oponerse. Sin embargo, la determinación en los ojos de su hija les hizo reconsiderar. Con un suspiro de resignación, asintieron, aceptando la propuesta del Duque Blackwood y depositando su confianza en los instintos de Aurora.

----------------

"El tiempo ha transcurrido con una rapidez asombrosa; ya ha pasado un mes desde que Aurora eligió permanecer en mi mansión.

La búsqueda del líder de los magos oscuros continúa sin dar frutos; su habilidad para moverse en las sombras ha dejado nuestra investigación en un callejón sin salida, sin rastro alguno que seguir.

Desde el despertar de Aurora, una sensación inquietante me invade; el huevo parece llamarme. Me he encontrado a mí mismo, en repetidas ocasiones, despertando junto a él, con la mano posada sobre su superficie, como si intentara extraer mi poder."

Y hoy, me encuentro una vez más en la habitación de Aurora, una dama aún en la flor de la soltería, cuya edad no la ha llevado aún al matrimonio. Si el rumor de mi presencia aquí se difundiera, temo que mancharía su reputación.

Retiro mi mano del huevo con cautela y me preparo para abandonar la estancia en silencio, cuidando no perturbar el descanso de la joven.

“También lo siente, ¿verdad?” La voz de Aurora me alcanza desde atrás, inesperada.

Me giro para enfrentarla, adoptando una expresión de desconcierto, como si ignorara a qué se refiere.

“El huevo también lo llama a usted”, afirma ella con certeza.

“¿Por qué lo dices?” le pregunto, mientras en mi interior me pregunto cómo se ha percatado de ello.

“Porque a mí también me llama”, comenzó Aurora, su voz un susurro cargado de revelación. “Al posar mi mano sobre él, siento como si drenara una parte de mi poder.” Sus palabras resonaban con la misma inquietud que yo había experimentado. “Casi todas las noches lo he visto, sumido en el sueño con su mano descansando sobre el huevo. Y es entonces cuando sucede: al contacto de su piel, el huevo se ilumina con un brillo cegador.” Concluyó, dejándome sumido en un mar de desconcierto.

“Por ahora descansa; mañana conversaremos sobre esto”, le digo con un tono que busca transmitir tranquilidad. Me dirijo hacia la puerta, preparándome para dejar la habitación y permitirle el descanso que tanto necesita.

“De acuerdo”, responde Aurora con una voz que lleva el eco de la resignación y la fatiga. Mientras cierro la puerta, su respuesta se desvanece en la quietud de la noche.