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PERTENECES A MI

PERTENECES A MI

Status: Terminada
Genre:Completas / Mi novio es un famoso
Popularitas:3.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Deanis Arias

Perteneces a Mí

Una novela de Deanis Arias

No todos los ricos quieren ser vistos.
No todos los que parecen frágiles lo son.
Y no todos los encuentros son casualidad…

Eiden oculta su fortuna tras una apariencia descuidada y un carácter sumiso. Enamorado de una chica que solo lo utiliza y lo humilla, gasta su dinero en regalos… que ella entrega a otro. Hasta que el olvido de un cumpleaños lo rompe por dentro y lo obliga a dejar atrás al chico débil que fingía ser.

Pero en la misma noche que decide cambiar su vida, Eiden salva —sin saberlo— a Ayleen, la hija de uno de los mafiosos más poderosos del país, justo cuando ella intentaba saltar al vacío. Fuerte, peligrosa y marcada por la pérdida, Ayleen no cree en el amor… pero desde ese momento, lo decide sin dudar: ese chico le pertenece.

Ahora, en un mundo de poder oculto, heridas abiertas, deseo posesivo y una pasión incontrolable, Eiden y Ayleen iniciarán un camino sin marcha atrás.

Porque a veces el amor no se elige…
Se toma.

NovelToon tiene autorización de Deanis Arias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 21 – Guerra silenciosa

Las paredes del refugio estaban cubiertas de planos, mapas y fotos. Todo parecía salido de una película de espías, pero no había nada de ficción en los rostros marcados con tinta roja. Eran reales. Habían disparado a matar. Y fallaron.

Ahora, Eiden y Ayleen los veían como lo que eran:

objetivos.

—Él se movió con precisión militar —dijo Helena, con la herida aún cubierta—. Y usó un código interno. Eso no fue un mercenario cualquiera.

—¿Quieres decir que lo conocíamos?

—Quiero decir que uno de los nuestros le dio acceso.

Ayleen se acercó al monitor. Señaló uno de los puntos marcados.

—Aquí. Esa cámara falló primero. ¿Quién estaba de guardia esa noche?

Helena tecleó. La pantalla arrojó un nombre.

—Iván Calderón.

Eiden reconoció el nombre. Un viejo conocido de Helena. Silencioso, eficiente… demasiado perfecto.

—¿Dónde está ahora?

—Desaparecido.

Ayleen apretó los puños.

—Ya no estamos en defensa.

Vamos a cazar al primero.

Mientras tanto, Samantha se encontraba en un bar privado del centro. No bebía. No hablaba. Solo miraba su celular cada cinco minutos, esperando un mensaje que no llegaba.

Hasta que una voz sonó detrás de ella:

—¿Esperando perdón o castigo?

Ella giró bruscamente.

Era Elías, su hermano mayor. Había estado fuera del país por años. Samantha se quedó sin palabras.

—¿Qué haces aquí?

—Te estoy evitando una muerte estúpida.

Lo que hiciste puso precio a tu cabeza.

—Yo no filtré toda la lista.

—Pero abriste la grieta.

Samantha bajó la mirada.

—Solo quería demostrar que Eiden nunca debió estar con ella.

—¿Y lo lograste?

Silencio.

—¿Lo tienes?

—No.

—Entonces más te vale que encuentres una salida…

antes de que seas tú la próxima en esa lista.

La señal llegó a las 3:17 de la madrugada.

Iván activó uno de sus antiguos dispositivos de comunicación. Lo creyó olvidado, pero Helena sabía que los fantasmas siempre dejan rastros. Usaron una vieja frecuencia que solo él y un puñado conocían.

El mensaje era simple:

“El canal sigue abierto. Ven solo. Punto ciego: torre 4.”

No firmaron con nombres. No hacía falta.

Él entendió el mensaje como un reto.

Lo que no sabía…

era que ya estaba marcado.

Eiden y Ayleen se preparaban en silencio. No hablaban mucho desde su reencuentro, pero cada mirada era un acuerdo, cada paso una alianza.

—¿Estás lista? —preguntó él, ajustando su chaqueta.

—Desde el momento en que intentaron arrebatarte de mí —respondió ella, con los ojos fríos y fijos.

Helena monitoreaba desde una camioneta a tres calles del punto. Drenaba cada gota de energía para mantenerse alerta. Sabía que ese era un riesgo… pero también una oportunidad de cerrar una herida que dolía más que la bala en su costado.

Iván apareció puntual. Solo. Sin armas visibles.

—Se confía —murmuró Ayleen desde los binoculares.

—O quiere morir —agregó Eiden.

Lo dejaron avanzar hasta cruzar el umbral del almacén abandonado. Allí, el suelo crujió bajo sus botas… y la puerta se cerró tras él con un golpe seco.

—¿Así recibes a tus amigos, Helena? —dijo con voz firme.

Helena apareció desde la sombra. Armada.

—No eres mi amigo.

—Te salvé la vida más veces de las que puedo contar.

—Y ahora estás intentando quitársela a los míos.

Iván sonrió, cínico.

—Solo seguí órdenes.

—¿De quién?

Él no respondió. Miró hacia el techo. Silencio.

Hasta que una voz sonó desde los altavoces del almacén.

Eiden.

—“Lo sabíamos, Iván. Lo sabíamos desde que entraste en nuestro mundo con guantes blancos y una sonrisa limpia. Pero lo que no sabíamos… era que venderías nuestras vidas por una lista.”**

Iván tragó saliva.

—No tenían que morir —dijo.

—Y tú no tenías que traicionar.

Samantha, por su parte, estaba empacando una mochila. No iba a correr.

Iba a entregarse.

Pero no a sus enemigos.

A la verdad.

Marcó un número.

—Eiden.

Tengo algo que darte.

Una grabación.

Pausa.

—Y una disculpa.

Eiden entró al almacén sin titubear.

Frente a él, Iván, atado a una silla metálica, los ojos clavados en el suelo. No había arrogancia esta vez. Solo resignación.

Ayleen observaba desde el fondo, con la mirada helada y el corazón latiendo como una alarma.

—No te voy a matar —dijo Eiden.

Iván alzó la vista, sorprendido.

—¿Entonces me vas a perdonar?

—No.

Solo quiero que vivas con lo que hiciste.

Eiden sacó un pequeño dispositivo de su bolsillo y lo encendió. Un proyector láser mostró en la pared la imagen de un documento clasificado.

—Reconoces esto, ¿verdad? —preguntó Eiden.

Iván tragó saliva. Asintió.

—Lo robaste del archivo de seguridad de Baltazar.

Lo entregaste a un tercero.

Y no sabías que llevaba trazadores ocultos.

Helena sonrió desde la cabina de vigilancia.

—Ahora sabemos quién fue el comprador… y quién te pagó.

Ayleen se acercó lentamente. Se detuvo frente a Iván.

—El problema no fue que traicionaras a Eiden.

Fue que me subestimaste a mí.

Iván bajó la mirada.

Por primera vez, tuvo miedo.

En otro punto de la ciudad, Samantha se reunió con Eiden en un parque abandonado. Era de noche. No había más testigos que la luna.

—Aquí está —dijo, entregándole una memoria USB—.

Contiene los registros de llamadas, reuniones y pagos. Todo lo que Iván filtró. Todo lo que no sabías de Baltazar.

Eiden la miró en silencio.

—¿Por qué lo haces?

—Porque tú fuiste el único que me miró sin odio… incluso cuando más lo merecía.

—¿Y ahora esperas redención?

Samantha lo miró con sinceridad.

—No. Solo… paz.

Eiden asintió.

—Gracias.

—¿Te vas a vengar?

—No —dijo, mientras guardaba la memoria—.

Voy a exponerlos.

Esa misma noche, Baltazar recibió un sobre en su escritorio.

Dentro, una sola fotografía.

Él.

Reunido con un hombre del gobierno.

Y la fecha escrita a mano:

“Mañana.”

Baltazar se recostó en su silla. Por primera vez en años… no sonrió.

Sabía lo que eso significaba.

El fuego había dejado de obedecerle.

Ahora… lo rodeaba.

1
Yesenia Pacheco
Excelente
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