¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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En silencio
Después que Alejandro me dejó en el departamento marcado por el silencio, no supe nada de él durante una semana. Día a día revisaba mi celular para ver si habían entrado algún mensaje o llamada perdida pero no había nada, iba y venia de la universidad en transporte público. Se molestó solo porque no acepté el Mercedes, pero él debe comprender que me está ahogando en regalo así de la nada.
En la universidad las chicas me aplicaron la ley del hielo y creo que es lo mejor. Un montón de chavalas mimadas y sin cerebro. Había uno que otro chico que me saludaba y me sonreía, pero no pasaba nada, porque no me importaban.
Era tanto el silencio de Alejandro que un día me fui a verlo al trabajo.
—Hola Susana, ¿Está el joven Alejandro? Necesito una firma— le dije a Susana tratando de disimular el porque fui a buscarlo.
— El joven está ocupado. Y me dijo que no fuera interrumpido por nadie.
— Okey, voy a esperar.
— Siendo sincera, él no quiere verte.
Toqué la puerta y entré. Susana detrás de mí.
— Necesito hablar con usted joven.
No podía creer que justo frente de él, estaba una mujer bellísima de tez blanca ojos azules, era la misma mujer que estaba con él platicando cuando vine pedir trabajo. Algo resonó en mi cabeza, Esther, ojos azules.
— Y está mal educada, ¿Quién es? No ves que estamos ocupados resolviendo cosas de adultos— dijo la mujer.
— Espera Megan. No creas lo que no es.
— No se preocupe joven Alejandro, solo venía por una firma suya. Me retiro.
Que escenario más estúpido, por eso es el silencio. Yo creyendo que realmente yo le gustaba. Era estúpido creer que un hombre millonario estaría enamorado de una plebeya como yo.
Llegué al departamento y saqué mi maleta con mi ropa vieja. Dejé todo lo que me había dado, todo. Únicamente salí con lo que llegué.
Tenía unos ahorros, desde el primer día del contrato hasta hoy ya habían pasado un par de meses. Con el dinero que recibí de pago, que era un sueldo exorbitante, me pagué la renta de un cuarto. No volví a la universidad élite porque no quería nada de Alejandro. Mi orgullo me ganaba. Iba a buscar nuevamente un trabajo.
El cuarto que renté estaba cerca del minimarket donde trabajó mi mamá. Así que fui a visitar a don Carlos, el dueño.
— Hola Don Carlos.
—Megancita, milagro vienes a verme. Y todo bien.
— Que le puedo contar, vivo por aquí cerca. Estoy rentando un cuarto. No se si sabe pero mi hermano Louis se quedó con la casa y me sacó.
— Que bárbaro.
— No sabe si alguien necesita una empleada doméstica. No tengo trabajo y necesito uno.
— Puedes ayudarme aquí, como cajera. El salario no es mucho pero para mientras encuentras algo mejor puedo ayudarte con eso.
— Gracias don Carlos. Me quedaré desde ya.
— Empiezas mañana.
Por lo menos algo bueno. Entré en una tienda de libros viejos y me senté a beber un jugo de mango, la temática era esa, leer mientras comes o bebés algo. El sitio era popular.