PRIMER LIBRO DE LA SAGA.
Luciana reencarna en el cuerpo de Abigail una emperatriz odiada por su esposo y maltratada por sus concubinas.
Orden de la saga
Libro número 1:
No seré la patética villana.
Libro número 2:
La Emperatriz y sus Concubinos.
Libró número 3:
La madre de los villanos.
( Para leer este libro y entender todos los personajes, hay que leer estos dos anteriores y Reencarne en la emperatriz divorciada.
Reencarne en el personaje secundario.)
Libro número 4:
Mis hijos son los villanos.
Libro número 5:
Érase una vez.
Libro número 6:
La villana contraataca.
Libró número 7:
De villana a semi diosa.
Libro extra:
Más allá del tiempo.
Libro extra 2:
La reina del Inframundo.
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 12
**POV LUCIANA**
—No… otra vez, ¿morí? ¿Cómo puede ser esto posible? Justo cuando ya tenía armado mi harén… Ni un besito les pude dar.
—¿De eso es de lo único que te lamentas?
—¡Tu piiiiip Zeus! ¿Qué fue eso? ¿Por qué no puedo decir piiiiip? ¡Ahí está otra vez!
—Aquí no puedes decir groserías, respeta, muchachita. Y ya te he dicho que me llamo Dios, no Zeus.
—Lo que digas, jefe. Humm... ¿Por qué estoy de vuelta aquí?
—Tú no tienes remedio. Volviste porque te envenenaron.
—¡Piiiiip de piiiiip! Si los llego a agarrar, voy a meter mi pie en sus piiiiip.
Dios se acercó rápidamente y le tapó la boca con una mano.
—Que estés censurada no significa que los ángeles no entiendan lo que dices. No quiero escucharlos después hablar como camioneros después de un choque.
Frunció el ceño y lo miró molesta.
—Te soltaré, pero te calmas.
—Humm… ¿Y ahora qué haré? ¿Me mandarás a otra novela tonta donde todos quieran matarme?
—Volverás a la misma si es que encuentran rápido la cura.
—¿Y qué haremos mientras tanto?
—Estarás en penitencia.
—¿Yo? ¿Por qué? ¡No hice nada!
—¿Te parece poco mutilar a una persona?
—¡Ficticia!
—Que sea un mundo de novelas no significa que no existan.
—Humm... Bien, ¿qué tengo que hacer?
—Te quedarás en ese rincón mirando esa nube hasta que te salven.
—¿Y si no me salvan?
—Bueno, tu contador está 6/4.
—¿6/4?
—Sí. 6 vas abajo, 4 vas arriba.
—¿Con "abajo" te refieres al infierno? ¿Qué tan malo puede ser?
—Créeme, muy malo. Ahora, al rincón. Y espera.
—¡Piiiiip Poseidón! Ya verás cuando vaya arriba, te haré las peores travesuras...
—Te sigo escuchando.
—Y yo le estoy rezando a Poseidón, tú me dijiste que te llamas Dios, así que no te metas en mi rezo.
—Tú… Mejor no te presto atención. Eres peor que mi hijo Lucifer. Le gusta sacarme canas verdes.
**NARRADOR OMNISCIENTE**
Abigaíl seguía delirando por la fiebre y balbuceaba incoherencias.
—Ya verás, Zeus...
—Pobre de mi señora —murmuró Norma—, la fiebre la tiene muy mal, ya hasta dice cosas sin sentido.
—Pobre emperatriz... Ella no se merecía esto.
—Ve a traer más agua fría para cambiar los paños.
Afuera, los hermanos esperaban impacientes. De pronto, llegaron los soldados con el médico.
—Tenían razón. Uno de los muertos tenía el antídoto en una de sus botas.
—¡Corra! ¿Qué espera para curarla?
—Espere —intervino Bastian—. Pruebe una gota usted primero.
—¿Qué?
—Tiene razón mi hermano. Pruébelo usted.
—Entiendo… está bien.
El doctor colocó una gota en su dedo y se la tomó.
—¿Satisfechos? Si no se lo doy a la emperatriz, puede morir en los próximos minutos.
—¿Confiamos en él?
—Es muy pronto para saber si era veneno, pero se lo tomó sin rechistar.
—Es el Doctor Imperial. Yo confío en él —intervino Steven.
—Y nosotros no confiamos ni en los buenos días que das, así que no hables.
—Es mi esposa.
—Como también lo es medio imperio. ¿Por qué no vas a molestar a alguna de tus mujeres? Mi hermana no te necesita.
—Tú...
—¡Silencio! No es momento —dijo Bastian—. Doctor, proceda.
El doctor asintió y entró a la habitación para administrar el antídoto.
**POV LUCIANA**
—Uf… ¿Cuánto más van a tardar? Llevo semanas aquí.
—El tiempo aquí es relativo. Como te has portado bien, voy a mostrarte algo.
Dios creó una especie de espejo que comenzó a mostrarle imágenes del momento posterior a su muerte.
—Ya encontraron la cura. En cuanto termine de reproducirse esta especie de video, volverás. Adiós, hija. Espero verte cuando seas muy mayor y hayas vivido.
—Le gusta hacerse el mago… desaparece y aparece cuando quiere. Después no le gusta que le diga Loki.
Calló al ver la pantalla. Mostraba cómo su hermana la mataba y, minutos después, otro auto se detenía. Su padre bajaba y, al verla en el suelo, corrió hacia ella. Llorando, la abrazó.
—¿Qué hiciste, Tamy?
—Padre… quería que estuvieras feliz por mí. Por fin voy a ser digna del liderazgo de la mafia.
—No. Tú nunca serás la líder. ¡Lu! ¡Lucí, no juegues con papi! ¡Abre los ojos! ¡NOOO… MALDITA! ¡Te mataré!
Sacó su arma y le vació el cargador en el pecho. Mientras agonizaba, ella susurró:
—Tú no eres mi hija. Por eso no eras digna del liderazgo.
—Padre… cof… cof… yo...
—Te odio. Me quitaste lo más preciado. ¡QUIERO QUE MATEN A TODOS!
—Padre... —Luciana lloraba—. ¿Dios, lo volveré a ver?
—¿Ahora sí sabes mi nombre?
Al verla así, su voz fue más suave.
—Eso dependerá de ti. Si haces las cosas bien, te concederé un último deseo. Ahora vuelve.
**NARRADOR OMNISCIENTE**
No le dio tiempo a responder. Luciana comenzó a abrir los ojos. Era un nuevo día.
—¡Señora, despertó! Gracias a Dios. Avisaré a sus hermanos.
Norma salió corriendo, y no tardaron en entrar Gael, Bastian y Luna.
—Abi, ¿cómo te encuentras? Me tenías muy preocupada.
—Hermana, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Agua...
—Ya te doy.
Bastian se acercó con un vaso y la ayudó a sentarse para beber.
—¿Estás mejor?
—Sí, me siento bien. ¿Cuánto tiempo estuve dormida?
—Todo un día.
—Estuvimos toda la noche cuidándote. Hermana, debemos irnos de aquí. Si te quedas, te matarán.
—No.
—¿No? ¡Casi te matan! No sabes lo que pasamos anoche. Fue horrible verte así.
—Lo siento, pero no me iré. No soy una cobarde. No les daré el gusto de verme destruida. Ahora mismo pondré el ejemplo.
—¿A qué te refieres?
—¿Dónde está el prisionero?
—En los calabozos.
—Vamos.
—Abi, recién despiertas. Creo que es mejor que descanses.
—Lo haré cuando haya terminado con esto. Vamos o voy sola.
Se levantó, aún débil, pero firme. Se puso una bata y salió de la habitación rumbo a los calabozos.
Al llegar, se encontró con el asesino... y con toda la familia del marqués Castillo reunida.
—Pero miren nada más qué lindo regalito me tenían mis hermanos —dijo con una sonrisa venenosa.
—Tú... imposible... él dijo que morirías —balbuceó el marqués, pálido.
—Pues te tengo una noticia: ya morí. Dos veces, para ser exactos. Pero como soy una de las favoritas de Dios, me devolvió. ¿Y sabes qué me dijo? "Haz justicia".
—Estás loca —musitó el marqués, retrocediendo ante la mirada psicótica que ella lanzaba—. Yo... yo pagué bastante bien para que la mataran —añadió, mirando al asesino con desesperación.
—¿Lo escucharon todos? ¿Sí?
Desde las sombras salieron el ministro de Guerra y su hijo, junto con los otros concubinos. Todos estaban esperando en la sala por noticias de la emperatriz, pero al verla bajar y preguntar hacia dónde se dirigía, decidieron seguirla.
—Perfecto, nadie podrá culparme por lo que viene ahora. Los que sean sensibles, por favor retírense. Esto es solo para chicos grandes.
Nadie se movió. Ni los concubinos ni sus hermanos dieron un solo paso atrás.
Abrió la celda. El marqués y los demás estaban encadenados a la pared. Sus ojos se posaron en un baúl que reposaba a un costado; lo abrió y una chispa brilló en su mirada.
—Oh por Dios… estos juguetes son hermosos. Me voy a divertir como nunca.
—¿Por qué nadie hace nada? ¡No la dejen acercarse! ¡Sáquenme de aquí! —gritó el marqués desesperado.
—Ay, mi querido marqués… pudo haber vivido una vida plena, gozar de salud y llegar hasta los cien años si quería. Pero no. Usted me buscó. Y yo soy muy fácil de encontrar. Veamos…
Revolvió el contenido del baúl hasta encontrar unas garras de tres dientes. Sonrió.
—Empecemos con esto.
Se acercó y, sin darle tiempo a nada, rasguñó su pecho, causando tres heridas profundas.
—Ay por Dios, ¡las amo!
—¡Aaaah, maldita! —rugió el marqués, retorciéndose de dolor.
—Hmm… Y no aprende. A ver, otra vez… —repitió el mismo procedimiento, con una sonrisa demencial—. Emperatriz o "majestad", para ustedes.
—¡Aaaah! Cuando salga de aquí...
—Ja, ja, ja… Y todavía cree que va a salir. ¿Escucharon eso, chicos?
Se dio vuelta y encontró la sonrisa macabra de varios de los presentes. Solo uno se mantenía serio: el ministro, padre de Calixto.
Pero ella no le dio importancia y siguió con la tortura, justo frente a la esposa del marqués y a su hija, Maribel, una de sus propias concubinas. Cuando finalmente se cansó, se pasó la mano por la frente y exhaló con lentitud.
—Uf... Todavía no me recupero del todo. Ya me cansé, pero volveré mañana… y al día siguiente… y al siguiente… hasta que dejes de respirar.
—Emperatriz, por favor… piedad… mi padre… —suplicó Maribel, con los ojos llenos de lágrimas.
—Anoche mandó a tres asesinos a mi habitación. Me atacaron y me envenenaron. Si no fuera por mis hermanos, estaría muerta. ¿Y quién pediría piedad por mí, eh? Agradece que únicamente lo torturo a él y no a ustedes.
Se giró hacia sus hermanos, agotada.
—Vamos, ya me cansé.
—Yo te llevo, hermana —dijo Gael, tomándola en brazos para sacarla de allí.
—Disculpen, caballeros —añadió Bastian mientras los seguía—, como verán, mi hermana no se encuentra bien. Tendrán que venir a visitarla otro día.
Todos se retiraron del lugar. Calixto y su padre caminaron en silencio hasta su carruaje. Solo cuando estuvieron dentro, el ministro rompió el silencio.
—¿Estás seguro de que quieres casarte con ella? Ya la viste... es una asesina nata. Pude verlo en sus ojos: disfrutó cada grito de dolor. Si te equivocas y la engañas, el próximo torturado podrías ser tú.
—Por eso quiero que sea mi esposa, padre. Ella es diferente. Me recuerda a mamá.
—Tu madre era macabra, no lo niego… pero esta niña lo lleva a otro nivel.
—Diga lo que diga, mi decisión está tomada.
No se dijeron más palabras durante el trayecto. El ministro, al ver la determinación de su hijo, supo que no cambiaría de opinión.