La Emperatriz Y Sus Concubinos.

La Emperatriz Y Sus Concubinos.

Capitulo 1

Este texto tiene una propuesta creativa muy interesante: combina la crítica literaria irónica con un giro inesperado hacia la acción y la fantasía, al estilo "isekai". Aquí tienes una versión corregida y pulida manteniendo el estilo original, pero con mejoras en ortografía, puntuación, fluidez y coherencia narrativa:

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**POV LUCIANA**

Estaba terminando de leer mi novela *"A pesar de las adversidades"*. Esta historia cuenta la vida de Marión, la tercera hija del duque Díaz.

Ella es una chica dulce, amable y hermosa que logra llamar la atención del príncipe heredero durante una fiesta de bienvenida. Se enamoran a primera vista, pero lo que Marión no sabía era que Steven, el príncipe, tenía una prometida y su boda se celebraría en un mes.

Cuando llegó el día de la boda y Steven se casó, Marión quedó devastada: lo amaba con todo su corazón. Pero al tomar el trono, él le ofreció ser su concubina, ya que solo se había casado con la princesa Abigaíl para formar una alianza entre imperios. Marión aceptó gustosa, soñaba con estar para siempre con su amado.

La emperatriz Abigaíl, en cambio, siempre había estado enamorada de Steven. Desde niños fueron compañeros de juegos y ella lo amó con devoción. Cuando por fin se casaron, creyó que él también la amaría. Pero el día en que Steven le informó que traería una concubina al palacio, toda esperanza murió.

Steven había prometido no tomar concubinas por respeto a su madre, siguiendo la tradición de los emperadores de Barcella. Pero a tan solo un mes de haberse casado, ya había traído a Marión. Hacía que ambas compartieran la mesa, las fiestas, las reuniones y hasta los paseos. Era un completo sinvergüenza.

En uno de esos paseos, conoció a Silvia, la hija de un conde, y nuevamente quedó cautivado. No pasó mucho tiempo antes de que ella se sumara a su lista de amantes. Marión, destrozada otra vez, creyó que con ella y la emperatriz bastaba. Pero Steven la trató como a las demás: la usó y la desechó.

Así fue sumando mujeres hasta tener un harén de quince. Todas jóvenes, bellas y con algo en común: amaban al bastardo y codiciaban el puesto de emperatriz.

Abigaíl, por su parte, rogaba por amor, afecto, o tan solo una mirada. Pero Steven apenas le dedicaba tiempo. Las concubinas la maltrataban en su ausencia: la humillaban, la golpeaban, la torturaban psicológicamente.

Hasta que un día, harta de todo, Abigaíl escribió una carta de despedida y se suicidó. El emperador no lloró su pérdida; al contrario, una semana después coronó a Marión como nueva emperatriz.

Marión investigó lo ocurrido y descubrió que a Abigaíl la estaban envenenando. Se lo mostró a Steven, pero no pareció importarle… hasta que Barcella declaró la guerra, exigiendo justicia por su hija.

El emperador Steven, acorralado, leyó la investigación de Marión y comprendió que todas sus concubinas habían sido cómplices del maltrato. Como nunca sintió nada por ellas —salvo atracción física— y solo amaba a Marión, las arrestó y las entregó al ejército de Barcella.

El emperador de Barcella prometió no atacar, pero retiró su apoyo al imperio y desapareció para siempre.

Con solo Marión a su lado, Steven comenzó a conocerla de verdad. Ella, a pesar de todo, nunca dejó de amarlo. Decidió darle una segunda oportunidad. Tuvieron hijos, fueron felices, comieron perdices y bla, bla, bla…

Cerré mi laptop y me dije:

—Qué pérdida de tiempo. Una porquería esta historia. Odio cuando romantizan este tipo de situaciones. No entiendo por qué el emperador pudo tener su final feliz, cuando desde el principio fue un perro con todas. Las usó y luego las desechó como si fueran prostitutas. Nunca más leo una pavada así.

**Narrador omnisciente**

Luciana se reprochaba mientras se alistaba para una misión. Junto con su hermana Tamy, eran hijas de un poderoso mafioso, y ella, como la mayor, heredaría el liderazgo.

Ese día darían un gran golpe: robarían a una mafia enemiga 400 toneladas de mercancía.

—¡Apúrate, hermana, o se nos hará tarde!

—Ve yendo, Lu. Yo te alcanzo —respondió Tamy.

Luciana asintió y se dirigió al muelle con 50 hombres. Pero al llegar, algo no cuadraba. Antes de poder reaccionar, fueron emboscados. Dio pelea hasta que vio llegar a su hermana… pero algo andaba mal.

—¡Te vas a arrepentir, maldito, de haberte metido conmigo! ¡Mi hermana acaba de llegar!

—Ja, ja, ja… ¿De verdad crees que viene a ayudarte?

—¿De qué hablas?

—Que te lo cuente ella.

—Ay, hermanita —dijo Tamy, acercándose—. Desearía no haber tenido que llegar a esto, pero no me dejaste otra opción.

Luciana no podía creerlo. Su propia sangre la estaba traicionando.

—Si querías el liderazgo, solo tenías que habérmelo pedido.

—Sabes bien que padre no lo habría permitido si no me lo ganaba por mis propios méritos.

—Tienes razón. Siempre fuiste débil. Por eso papá te consideraba indigna del cargo.

—¡Cállate! ¡Eso no es cierto!

—Tuviste que emboscarme para vencerme. En una pelea justa, jamás me habrías ganado.

—Esta vida no es justa, hermana. Tus últimas palabras.

—Vete al infierno, perra.

**PUM.**

**POV LUCIANA**

Morí.

Sentí mi cuerpo flotar. No había dolor, ni angustia. Solo… nada. ¿Será normal esto?

—Sí, es normal. Todos sienten lo mismo.

—¿Quién dijo eso? ¡Carajo, no traje mi arma! ¡Ni la navaja del abuelo!

—Ja, ja, ja. Eres chistosa.

—¡Contesta! ¿Quién eres?

—Soy Dios.

—Ja, ja, ja. Sí, claro… En serio, ¿quién eres?

—Hablo en serio.

—Digamos que te creo… ¿Qué hago aquí? ¿Y qué es “aquí”?

—Es una especie de purgatorio. Aquí vienen las almas como la tuya, para sumar o restar puntos antes del juicio final. A pesar de tus crímenes, también hiciste muchas cosas buenas. Por eso, te daré una segunda oportunidad. ¿A que soy bueno?

—¿Cómo esperas que lo diga si recién te conozco, Odín?

—Dios. Me llamo Dios, y respeta, muchachita insolente. Solo por eso, ya sé a dónde enviarte.

—¿A dónde?

(Oscuridad.)

**Narrador omnisciente**

Luciana volvió a sentir su cuerpo. Pesadez en las extremidades. Abrió los ojos lentamente.

—Qué sueño más raro… ¿Qué mierda fue eso?

—¡Emperatriz! ¡Qué modales son esos!

—¿Qué carajos? ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Mejor dicho… ¿qué hago *yo* aquí? Esta no es mi habitación…

—Majestad, cálmese. Tuvo fiebre. Seguramente por eso se siente confundida. Iré a llamar al médico.

Luciana se quedó sola, mirando la habitación.

*Qué seguidilla de sueños más raros… Nunca más vuelvo a salir con Tamy. Vaya a saber qué me puso en la bebida…*

Se levantó, caminó hasta un espejo… y lo que vio la dejó en shock. Su reflejo no era el de siempre. Su rostro le resultaba conocido, pero no era el suyo.

La mujer de antes volvió, acompañada por un hombre canoso. Ambos llevaban ropas antiguas.

Se inclinaron ante ella.

—Saludos, majestad, emperatriz de Soler. Con su permiso, he venido a revisar cómo se encuentra esta mañana.

—¿Disculpe? ¿Dijo… *Soler*?

—Así es, majestad. Usted es la emperatriz **Abigaíl Campbell**, esposa del emperador Steven Campbell, ¿Algo más que desee saber, luna del Imperio Soler?

Luciana se sentó en la cama y se pellizcó el brazo.

—¡Auca, sí dolió! Entonces no... no estoy soñando. ¡¿Si morí y... y MALDITO SEUS, TENÍAS QUE REVIVIRME EN ESTA ESTÚPIDA HISTORIA?!

No dejaba de maldecir. Tanto el doctor como la sirvienta no entendían nada; pensaron que la emperatriz había perdido la cabeza. Estaban a punto de retirarse para informar al emperador, cuando ella habló fuerte y claro:

—¡Che, che, che! Ustedes dos, quietos ahí. ¿A dónde piensan que van?

—M-majestad, yo iba a... a prepararle un té. Sí, eso, un té, para sus nervios —dijo la sirvienta, nerviosa.

—Y yo... yo la iba a acompañar a traer la bandeja, por si era muy pesada —añadió el doctor rápidamente.

—No hace falta. Ahora explíquenme qué me pasó.

—Bueno... usted fue envenenada, majestad. Afortunadamente la encontramos a tiempo y el doctor aquí presente le salvó la vida.

—¡Con que envenenada, eh! Interesante. Dijeron que estoy casada, ¿cuánto tiempo llevo de matrimonio?

—Dos años, majestad.

—Perdón por mi comportamiento, pero creo que el veneno dañó mi cabeza. No recuerdo nada.

—Permítame revisarla, majestad —dijo el médico.

Después de examinarla, el doctor se alejó y anunció:

—No encuentro nada fuera de lugar, aparte de la pérdida de memoria. El veneno ha salido de su cuerpo, así que solo queda esperar a que los recuerdos vuelvan por sí solos. Eso es todo, majestad. Si no hay más, me retiro.

—Muy bien, puedes retirarte. Pero mucho cuidado con lo que cuentas de lo que pasó aquí, ¿quedó claro?

—S-sí, majestad. Con su permiso.

—Tú también retírate y déjame descansar —ordenó a la sirvienta.

—Sí, majestad. Estaré afuera por si necesita algo.

Apenas se cerró la puerta, Luciana se dio vuelta, se dejó caer en la cama, abrazó una almohada y gritó:

—¡AAAAAH! ¡Maldito seas, Locki! Pero ya verás cuando nos volvamos a encontrar...

Siguió maldiciendo hasta que se cansó. Luego decidió descansar un momento. Más adelante pensaría qué hacer de ahora en adelante. Por ahora, solo quería dormir.

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Comments

Lorens

Lorens

Eso mismo digo yo siempre, pero mi obsesión compulsiva me obliga a terminarlas....Zeus necesitamos ayuda!

2025-02-20

0

Ana Moscoso

Ana Moscoso

Me encanta que le cambia los nombres jajajaja

2025-04-12

3

Martha Padilla

Martha Padilla

En serio...

2025-03-06

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