Lluvia II

NARRADOR

Los días fueron pasando y llegó el día de la Luna Llena. Esa noche Niebla debía estar en el lugar del Árbol Sagrado, pero antes de partir, la prima de Bastián, Tala, se acercó a Rayo muy temprano sin ocultar su aroma. Rayo al sentirla sonrió y la besó. Por supuesto, Tala no se retiró, ya que la razón por la que ella ocultaba su aroma era que quería conocer mejor a Rayo sin que él supiera que la luna la había escogido para él.

Rayo y Tala se quedaron juntos esa madrugada, hasta que Bastián los llamó a todos. Era el momento de partir, antes de que el sol saliera, para así llegar al anochecer al árbol con Niebla.

—¿Lista, mi luna? —indaga Bastián con Niebla, quien asiente. Él no pierde el tiempo y se transforma en un gran lobo negro.

Niebla sube a la espalda de Bastián y este comienza a adentrarse en el bosque con ella. Estos son seguidos por los más fieles betas y omegas para proteger a Niebla.

Por supuesto, Rayo, Tala y el resto que los acompañan los siguen de cerca para estar atentos a cualquier eventualidad. Todos estaban avisados de que saldrían al mediodía, pero en realidad salieron antes de que el sol saliera para evitar sorpresas.

Mientras Bastián corre con el afán de proteger a Niebla, el brujo que los persigue envenena a varias criaturas del bosque. Les dice que ellos no quieren ayudar al bosque, sino que quieren destruirlas y quedarse con toda la magia. Así, reunió un pequeño ejército en contra de Niebla y el Sexto Clan, porque sabe que ellos son quienes la protegen.

Por su parte, a Lluvia le llegaron noticias de ese ejército. Algunos amigos vampiros en la profundidad del bosque escucharon rumores y todo fue informado a Lluvia.

—Papá, llámalos a todos, hay que interceptar ese ejército antes de que llegue al árbol, no deben llegar hasta Niebla —indica Lluvia, y su padre, Lucca, asiente.

—Tranquila, hija, nadie va a tocar a mi nieta —Lucca da la orden y su ejército comienza a avanzar con rapidez para interceptar al brujo. Nadie tocará a su familia, y de eso se aseguraron ellos.

Rayo, quien viajaba a escasos metros de su hermana, recibió la visita de una hermosa ave que traía consigo un pequeño mensaje de su madre, donde le informaba lo del ejército del brujo.

—¿Le informamos a Niebla y a Bastián? —pregunta Tala al saber lo que Lluvia envió.

—No, no es necesario preocuparlos. Si mi familia logra detenerlos, no tendremos que pelear y todo estará bien. Esperemos más noticias. Si todo se complica, les diremos —responde Rayo, y Tala asiente, ya que él tiene razón. Lo mejor es esperar a saber si pudieron detener o no a aquel ejército.

Todos siguieron avanzando y el sol había salido hacía ya rato. Niebla no sabía lo que estaba pasando al otro lado del bosque, pero mientras ellos se detuvieron un momento a comer algo y a beber, Lluvia y su padre, Lucca, se encuentran frente a frente con aquel brujo y su ejército.

—¿Por qué no entregan a la pequeña Niebla y terminamos con esto? —dice el brujo con una sonrisa malévola en el rostro.

—Eso jamás va a pasar y lo sabes —responde Lucca, listo para atacar.

—Lástima, pensé que podría ser todo más fácil —el brujo se retiró con sus ojos llenos de maldad y el ataque comenzó.

Ambos ejércitos luchan sin darse tregua y sin retroceder. De eso depende todo: que el bosque restaure su magia y que todos los clanes puedan seguir en paz y no enfrentarse por los territorios.

Niebla, junto a Bastián y los demás, retomaron su camino hasta el gran árbol. Esta vez no descansarían hasta después del mediodía, donde harían una segunda parada para descansar y comer, y la última parada sería en el gran árbol.

Después de algunas horas llegó la segunda parada y ahí Rayo recibió un segundo mensaje de su madre de la misma forma.

—El ejército está controlado, pero el brujo desapareció, no saben dónde está —Rayo le informa las nuevas noticias a su hermana y a Bastián. Estos deciden que no serán los primeros en llegar al árbol, así que Rayo y Tala se ofrecen a ser ellos los primeros.

—Cuídate, hermano —Niebla se despide de su hermano y toma otra ruta a escondidas junto a Bastián y dos de sus hombres.

Todo el camino Niebla se siente angustiada por su hermano y, aunque tiene razones para angustiarse, Rayo sabe cuidarse perfectamente y junto a Tala, ambos son más fuertes.

Al anochecer, Rayo estaba cerca del árbol junto a Tala y un grupo de hombres cuando el brujo apareció y bloqueó su camino con magia. Hizo caer los árboles a su alrededor.

—Así que tampoco está contigo, ¿dónde está tu hermana? —indaga el brujo y Rayo se niega a responder esa pregunta.

—A mi hermana no la vas a encontrar —responde Rayo mientras lo reta con la mirada.

—Entonces tendré que hacerla venir hacia mí —el brujo intenta lanzar un embrujo en contra de Rayo, pero miles de luces se colocan frente a él, recibiendo el impacto y protegiendo a Rayo y a Tala.

—El destino está escrito y no puede cambiarse —escucha nuevamente Rayo, quien pensó que al encontrar a Tala esas voces no volverían, pero se equivocó.

Una de las luces toma un camino diferente mientras las demás siguen protegiendo a Tala y a Rayo.

—Creo que debemos seguirla —Rayo toma de la mano a Tala y sigue la luz.

Niebla, por su parte, también cambia el rumbo debido a que una luz brillante se detiene frente a ella.

—Estás cerca de tu destino —los ojos de Niebla comienzan a brillar y ella vuelve a entrar en trance como aquella noche en la que trajo de vuelta el primer árbol.

Bastián no intervino; simplemente la siguió de cerca para cuidarla. Niebla entra por un túnel a través de un árbol y Bastián la sigue. Al salir, lo hacen justo al lado del árbol talado y entonces Niebla coloca sus manos sobre este y deja que la magia en su interior se desborde, y el árbol vuelve a crecer. Al terminar, cae desmayada en los brazos de Bastián, quien rápidamente la oculta en el túnel por donde llegaron para protegerla.