Rafaela es una Reina que no acepta un "NO" por respuesta ante su mandato. Heredó el Reino a temprana edad y con puño de acero decidió gobernar cada rincón y a cada uno de sus súbditos. Ante una trampa impuesta por su mano derecha se ve obligada a requerir la ayuda de los Reinos vecinos entre ellos, el próximo Rey de Moon Blanc llamado Adrián.
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Capítulo 11 : Sentimientos que afloran
Adrián podía ver cómo la Reina se levantaba, sus manos delicadas tomaban su rostro sosteniéndolo tiernamente, mientras ambos se miraban fijamente, uno más nervioso que el otro… La Reina lentamente se iba acercando a los labios de Adrián…
— … Sé que esto es un sueño… Y se que al despertar tú seguirás aquí pero lejos de mi…
— … Pero… Usted…
— … No… No uses formalidades ahora mismo… No conmigo…
— … Rafaela… No puedo corresponder tus sentimientos… Ya lo sabes… Yo amo a otra persona…
— … Lo sé… Lo sé… Y lo respeto… Pero… ¿Qué hago?... No pensé tener estos sentimientos por ti…
Adrián pudo ver como Rafaela sin previo aviso beso sus labios. Quiso apartarla pero se rindió cuando la Reina siguió besándolo apasionadamente. El corazón le latía con fuerza, luchando entre sus pensamientos, sus manos, que habían intentado apartarla, terminaron sujetando con suavidad la cintura de Rafaela, tembloroso ante la intensidad de ese instante.
Para Adrián los labios de la Reina sabían a un fuego dulce, peligroso, que lo consumía lentamente. Cerró los ojos, atrapado en la sensación, mientras ella lo besaba, se sentía la tensión… La cercanía de sus cuerpos lo confundía, y por un momento olvido las consecuencias, olvido de quien está enamorado y olvido todo… excepto la calidez de la Reina. Ninguno de los dos pensó en lo que estaba pasando.
Cuando Rafaela al fin se apartó, respiraba agitada, con una mirada encendida, llena de fuego y deseo, que dejaba claro que ese beso no había sido un impulso, sino una decisión. Adrián, en cambio, quedó mudo, incapaz de ordenar sus pensamientos ni sus palabras.
— Majestad… —murmuró apenas, con la voz quebrada mientras la veía fijamente.
Rafaela solo sonrió tiernamente, ella sin dudarlo volvió a darle otro beso, Adrián no se contuvo esta vez y la abrazó firmemente, correspondía sus besos y sus caricias. La abrazo por la cintura dejando ver que se dejó llevar por el momento, este era el primer beso de ambos.
El silencio que siguió fue tan intenso que parecía que las paredes mismas contenían la respiración ante las acciones de ambos. Adrián, con la mente aún aturdida por el actuar de la Reina, sabía que ese beso había cambiado todo. La habitación tan oscura como la noche era iluminada suavemente por los fuegos artificiales que se esparcen en el cielo.
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Al día siguiente, la Reina sentía que despertaba en su cama, por primera vez noto que la habitación estaba más oscura, como si estuvieran las cortinas cubriendo las ventanas. Rafaela se estiró un poco y bostezó, de repente sintió que algo más estaba en su cama, lo cual la dejó en alerta. Se levantó lentamente y se dio cuenta que era Adrián, los ojos de la Reina se abrieron como platos, se llenó de nerviosismo al ver que él estaba en su cama durmiendo, entonces noto que al menos tenía la ropa de la noche anterior, así que suspiró aliviada.
Lentamente intentó levantarse pero al ver el rostro durmiente de Adrián, se quedó viéndolo fijamente. No recordaba que era lo que pasaba y por que el estaba ahí, solo recuerda tomar dos copas de champagne, pero por un instante, sonrió levemente al ver como Adrián respiraba con tranquilidad. Levemente acercó su mano y tocó suavemente su mejilla. Súbitamente fue interrumpida por la entrada del mayordomo, rápidamente se levantó de la cama, apartándose de Adrián.
Tanto el mayordomo como la Reina se miraron, él quería decirle algo pero no podía pues no quería despertar a Adrián o hacer ruido. Mientras la Reina lo miraba nerviosa rogando por que no hiciera nada de ruido, a lo que Adrián lentamente comenzaba a despertarse. Alarmada la Reina salió de la habitación e hizo como si apenas estuviera entrando a sus aposentos.
Adrián que recién se levantaba noto a la Reina entrar. Ambos solo se quedaron en silencio.
Más tarde al mediodía, la Reina ya cambiada, se disponía para almorzar en el jardín, las sirvientas la atendían hasta que Adrian hizo presencia. Con un solo gesto de su mano hizo que las sirvientas los dejaran solos. El no murmuró o comentó algo acerca de lo que pasó anoche, la Reina no comprendía porqué de la nada el se acerco a ella. Estaba confundida pues él mismo fue el que la apartó, no permitiendo que esta siquiera le dirija la palabra.
Dos sirvientas les llevaron los mismos platos para su deleite, salmón al ajillo, una comida que Adrián no consumía seguido y que la Reina era una fanática. Ambos comenzaron a comer sin esperar mucho del otro. Adrián no podía dejar de recordar ese beso que le dio la Reina, y ella estaba nerviosa porque no entendía que pasaba por la mente de él.
— … Su majestad… El baile de anoche estuvo a su altura… ¿Siempre hace este tipo de bailes?... —preguntó Adrián dando un bocado a su comida.
La Reina no se molestó en mirarlo, mas sin embargo asintió. — Es una tradición que lleva ya cinco años, a todos en Belmont les encanta el baile y la música…
Adrián notaba que la Reina estaba un poco distante pero a su vez eso le intrigaba ahora. De reojo mientras almorzaban, él la miraba, no ocultaba su interés por ella. Era un interés genuino, que se robó su atención. Antes de que pudiera decir algo con respecto a la noche anterior, fue interrumpido por su mayordomo, quien traía el itinerario de la Reina.
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En la noche Adrián se sentía perturbado salvajemente por tantos sentimientos encontrados. Y el actuar de la Reina lo dejaba sin palabras realmente, fue entonces cuando él se levantó y se dirigió a los aposentos de la Reina, ella ya se disponía para dormir cuando fue interrumpida, Adrián se le acercó haciendo que ella se sobresaltara y como si nada, el le dio un gentil beso. En ese instante volvió a sentir esa conexión con ella, esa chispa, ambos eran compatibles, ambos se atraían hasta que la Reina lo empujo. Al verla pudo ver que estaba agitada por el beso, estaba sonrojada, y él también, sonrojado, su corazón latía rápido.
Rafaela no podía creer lo que había pasado, ¿Qué es esto? ¿Por qué él se atrevió a besarla?, eran las preguntas que rondaban por su mente. Hasta que él volvió a acercarse y aunque todo quedó en silencio, la Reina volvió a tomar la iniciativa de darle un beso.