Llevaba años sufriendo el rechazo del chico que amaba, sin embargo en su corazón albergaba la esperanza de que él tarde o temprano correspondería a sus sentimientos pero una noche tras un desagradable descubrimiento se dará cuenta que necesitará algo más que amor incondicional para conquistarlo, un poco de ayuda de su profesor de confianza.
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La cita
Después de haber probado algunos sabores extraños de palomitas, tras las contadas idas al cine en los últimos tres meses con Valeria, Gael había llegado a la conclusión de que las tradicionales con mantequilla seguían siendo sus preferidas; las palomitas acarameladas también entraban dentro de su ranking de preferencias, pero era un poco más complicado hacerlas. Gael sabía hacer palomitas con mantequilla, quizás no quedarían igual a las que podía comprar en el cine, pero quedarían bien.
El sábado pasado, Gael había empezado a ver Juego de Tronos, y aunque era la tercera vez que la vería, seguía sintiendo esa ansiedad de ver al menos un capítulo aunque no fuera fin de semana.
Todo estaba listo, el bowl lleno de palomitas frente a él mientras se acomodaba en su sillón y colocaba un par de cojines en su espalda, y uno más bajo su brazo. En definitiva, si Liam lo hubiese visto se habría burlado de él.
Estaba por terminar la intro del capítulo, cuando escuchó el timbre. Eran nueve treinta; hacía quince minutos, Gael se había convencido que ella se había arrepentido y no iría. En un principio se había sentido un poco decepcionado, pero después se dijo así mismo que era mejor así, sin embargo, ahí estaba, media hora después de lo que habían acordado.
El timbre volvió a sonar, bien podía ser alguien más, quizás don Rodolfo, que iba a pedir permiso de nuevo para buscar a su perro en el patio trasero; ya varias veces rocky había saltado la cerca que separaba su patio de el de su vecino. Gael puso pausa a la televisión, y se levantó rápido a abrir esperando que atender no le tomara tanto tiempo.
—Hola —después de todo se había decidido por ir —se me hizo un poquito tarde.
Gael no podía más que sonreír, estaba nervioso, además Daniela era adorable cuando se sentía apenada, encogida de hombros, en una actitud de ser mas pequeña de lo que ya era y haciendo un lindo puchero con ojos de cachorrito.
—No te preocupes, no es tan tarde, pasa.
Gael se hizo a un lado para que ella pudiera pasar. Un poco del frío del exterior se coló tras la entrada de la chica y Gael se apresuró a cerrar la puerta. Se estremeció un poco y se sorprendió de que Daniela, que llevaba un vestido, no tan corto pero si algo ligero y solo una chaqueta de mezclilla, no estuviera temblando de frío.
—Creí que no vendrías.
Se arrepintió por decir eso, al menos no lo hubiera dicho en ese tono, como si le restara importancia, pero no podía evitarlo, el hablaba así sin darse cuenta, Daniela debía conocerlo ya después de tantos años pasando fiestas y celebraciones en su casa.
—Lo que pasa es que… dije que quede de verme con Jenni y como Liam iba de salida ofreció llevarme, no pude negarme —Gael rio bajo —. Al final tuve que tomar un taxi para regresar hasta acá.
—Creo que tendremos que pensar en alguna excusa para que no tengas que andar atravesando la ciudad sola.
Era una buena idea. Daniela no lo había pensado, dado que no sería la única vez que se verían, lo mejor era inventar una buena excusa, lecciones particulares quizás, no sería la primera vez que él le ayudaba con algo de sus estudios.
Gael la condujo hasta la sala, y Daniela no pudo evitar echar un vistazo a las partes de la casa a las que su vista tenía acceso; se sorprendió de que un hombre soltero mantuviera en orden una casa así de grande, al menos lo que ella alcanzaba a ver; si bien no era una casa tan grande, a Daniela le parecía que si lo era, al menos para una sola persona.
Parecía algo raro que tras diez años de conocerlo, era la primera vez que ella entraba a su casa. Por lo general era Gael quién iba a casa de ellos a ver a Liam, a cenar o alguna celebración, como navidad, aunque considerando que Gael era amigo de Liam y no de ella, ya no era tan raro.
—Déjame traerte algo de tomar.
Daniela vio a Gael ir hasta la cocina y agacharse tras la barra, estaría buscando algo que tal vez no usaba con regularidad. Mientras tanto, Daniela hizo una inspección rápida y algo descarada del lugar; no había mucho, Gael parecía ser minimalista, claro que las paredes pintadas todas de blanco no eran suficiente para catalogarlo, pero la decoración también era escasa.
Daniela detuvo su mirada en tres cuadros rectangulares en la estancia frente a ella, era el comedor que estaba al otro lado del recibidor. En los cuadros, mariposas doradas volaban de un lado a otro, y se complementaban formando una sola pieza. Los cuadros estaban colocados en forma vertical y por ser negros contrastaban en la pared blanca. Además hacían juego con el pequeño comedor de cristal oscuro.
—Y ¿Si a Liam se le ocurre pasar por ti de regreso? —escucho decir a Gael desde la cocina, ya de pie pero dándole la espalda.
—No creo —Daniela dio media vuelta haciendo un barrido un tanto minucioso del resto de la estancia —me dejó dinero para que tomara un taxi de regreso a la casa, me dijo que él llegaría tarde.
En la sala una estantería con libros llamo su atención, estaba recargada en la pared que quedaba a lado de la ventana. Daniela tuvo el impulso de acercarse a curiosear, pero se contento con lo que pudo ver desde donde estaba; un libro de lomo grueso parecía decir “Don Quijote de la Mancha” y como dos libros más a la derecha “El Señor de los Anillos”, al ver la imagen congelada en la pantalla del televisor, confirmo con agrado, que Gael tenía un gusto por las historias épicas.
—Toma Dani—Gael hablo tras ella —ven, toma asiento por favor —de nuevo ese tono de voz que hacía que sus piernas temblarán.
Daniela tomo la copa de vino que Gael le ofrecía y se sentó en la mesa de centro, justo a lado de las palomitas. Gael sonrió por la imagen de Daniela sentada en la mesita y no en el sillón.
—No acostumbro a beber.
—Solo un poco, es para que te relajes —dijo Gael dando un trago a su copa y se sentó en el sillón frente a Daniela.
—Supongo que ahora…—Daniela dejo de lado su copa medio vacía, y empezó a jugar con sus dedos como cuando era una niña.
—Relájate —Gael tomo sus manos entre las suyas —Cuéntame ¿Qué tal estuvo tu día? —Gael se deslizó hacia la orilla del sillón quedando un poco cerca de la joven—. Hoy no te vi.
—Si, verás… la profesora Sonia me odia.
—Pero que dices, si Sonia es un amor con todos. ¿Qué le hiciste? —Daniela achicó los ojos y Gael se carcajeo; el sabía bien que, por su avanzada edad, la mencionada profesora convertía a cualquiera en blanco de su ira, tuviera o no tuviera pruebas fehacientes de la culpabilidad.
—Yo no le hice nada —dijo Daniela fingiéndose indignada —. Fue Alison, ella la llamo vejestorio, y como yo estaba atrás, la profesora creyó que fui yo.
Mientras Daniela hablaba sobre el desafortunado mal entendido, Gael aprovechó para poner una mano en la rodilla de la joven, acariciándola con suavidad, su piel estaba un poco fría.
—En fin, tengo que llevar un ensayo de mil palabras sobre el proceso evolutivo del ser humano.
—Bueno eso no puede ser tan difícil para ti.
Gael comenzó a deslizar sus dedos hacía el muslo de la chica trazando líneas y círculos imaginarios, al tiempo que su otra mano permanecía aprisionando suavemente las manos de la joven y a su ve acariciaba con su pulgar el dorso de una de ellas.
—Lo quiere para mañana.
—Eso es algo pronto.
Daniela suspiro de forma inconsciente tal vez.
—Si, hoy pase mis ratos libres en la biblioteca.
Daniela libero una de sus manos para beber el líquido restante de su copa y como si solo en ese momento se hubiera dado cuenta del recipiente con palomitas, tomo un puño y empezó a comer de una en una. Parecía algo tierno el que a sus veinte, Daniela siguiera conservando actitudes y hábitos infantiles, o tal vez era propio de todas las chicas de esa edad, por ser jóvenes, la verdad Gael no se detenía a observar, pero lo había visto ya en Daniela, y era algo bonito.
—¿Y que tal estuvo tu día? —pregunto Daniela engullendo otra palomita.
—Bien, dentro de lo que cabe —Gael se lo pensó, si le contaba que unas horas antes habia muerto una perrita, que no pudo salvar debido a que presentaba fuertes lesiones y un terrible cuadro de desnutrición, quizás se iba a poner triste; y eso no era conveniente —. Después de las clases me fui directo al refugió de mascotas, atendí al señor bigotes y un pastor alemán que fue por vacunas, lo normal.
Gael no dejaba de acariciar las piernas de la joven, ahora con ambas manos. La chica estaba un poco sonrojada, pero ya no estaba tensa. Tenía sus piernas ligeramente separadas, era evidente lo estaba disfrutando, aún sin percatarse de ello. Gael decidió ir un poco más allá, permitirse explorar más de esa piel lisa y suave; deslizó una de sus manos hacia la parte superior del muslo de Daniela, por debajo de su falda. En ese momento Daniela soltó un jadeo; parpadeo un par de veces al darse cuenta de lo que estaba pasando, pero no lo detuvo. Gael supo que era el momento de comenzar. Lo mejor era ir despacio, darle la oportunidad de parar si así lo deseaba, pero sobre todo, darle la oportunidad de ver cuánto podía soportar antes de abandonarse al placer, y que ella misma fuera consiente hasta donde seria capaz de llegar.