El mal ronda en cualquier lado, tienes que ser cuidadoso y desconfiar, una vez que te atrapa, es difícil que te suelte.
Nuestros protagonistas se verán obligados a enfrentar sus peores miedos y a luchar por sobrevivir y proteger a su pequeña familia ante una presencia sobrenatural que parece estar determinada a destruirlos.
La historia explora temas de miedo, supervivencia y la naturaleza del mal, mientras que Elizabeth y Elías se ven obligados a tomar decisiones difíciles para sobrevivir, ¿Podrán superar está situación?
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CAPITULO 11
Elizabeth se levantó lentamente, se asomó a la ventana y desde allí pudo ver, que la tapa que había puesto su esposo, para cubrir la entrada del pozo, había volado lejos, ¿cómo era eso posible? Era una tapa de hierro, además Elías la había asegurado con una varilla, miró para todos lados a ver si veía algo, pero el patio estaba completamente vacío, luego escucharon un fuerte grito, uno desgarrador que provenía del interior de ese pozo.
Elizabeth Fierro
Ese grito provocó en mí, un estado de aturdimiento, como si estuviese hipnotizada, mis pies se movían por si solos, los moví en dirección a la puerta trasera, la abrí y salí al patio, caminaba con dificultad, pero aun así, lograba avanzar, no tarde mucho en llegar al pozo, mi mente sabía lo que estaba pasando, y aunque me resistía a avanzar, parecía que mi cuerpo tuviese vida propia, no podía detenerme, como pude me subí al borde de aquel pozo, que al mirar hacia abajo, solo se veía oscuridad, y a alguien diciendo desde el fondo, ¡VEN A MI! En un susurro.
Mi cuerpo se inclinó hacia adelante para dejarme caer, pero unos brazos fuertes me agarraron de la cintura y me hizo caer hacia atrás, todo se volvió negro, en ese instante perdí el conocimiento... cuando desperté, estaba acostada en el sofá de la casa, mi esposo tenía un algodón impregnado de alcohol y lo estaba pasando por mi nariz, abrí mis ojos lentamente.
- ¿qué ha pasado?, ¿qué está sucediendo?-- no dejaba de hacer preguntas, estaba en shock.
- Tranquila, gracias a Dios llegué a tiempo, estabas a punto de lanzarte al pozo, no debí dejarlos solos-- se le sentía el arrepentimiento en sus palabras.
- No te preocupes, ya estoy bien, debemos sellar muy bien ese pozo -- iba a preguntar por Tomás, cuando giré mi rostro a una esquina, él estaba ahí parado sin decir una palabra, sus ojos estaban puestos en mí de una manera tan escalofriante, eso, no era mi hijo, me senté en el sofá, yendo en contra de las indicaciones de mi esposo.
- Tomas, hijo, ven con mamá -- le dije en un tono suave, Tomás camino a pasos lentos hacia nosotros, cuando estuvo frente a mi, le tomé su manita-- Hijo, ¿por qué me dijiste que era hora de que saltará al pozo?-- el miró su mano entre la suya, luego levantó su mirada y la conectó con la mía.
- Las mamás son malas, y tú debes estar junto a esa mujer que le hizo daño a mi amigo -- fueron crueles las palabras de Tomás, pero pude ver qué no era mi hijo el que me hablaba, iba a decir algo más, pero Elías tomó la palabra.
- No, ella no es mala, ella nunca haría lo que hizo tu madre contigo -- quedé sorprendida por las palabras de mi esposo, yo lo miré-- si amor, fui a la oficina de registro, allí me entregaron esto --me entrego unas copias, yo las leí y quedé sorprendida, de repente escuchamos un grito que provenía del segundo piso.
-¡MAMÁ!-- Elias y yo levantamos la mirada hacia el niño que hace un momento estaba frente a nosotros, pero ya no había nadie, y no había forma de que se hubiese movido sin darnos cuenta.
Corrimos escaleras arriba, yo lo hice con más dificultad, pero logré llegar a la habitación de Tomás, Max no dejaba de ladrar hacia la ventana, allí había un cuervo negro tratando de romper el vidrio, ya había logrado formar algunas grietas, Tomás estaba en su cama cubriéndose con la cobija.
Elias fue hasta la ventana y golpeó el vidrio desde adentro, el cuervo salió volando, Max se calmó y luego se subió a la cama, yo me senté en el borde y quité la cobija que cubria a Tomás, mi hijo tenía los ojos dilatados, pero estaba segura que si se trataba de mi hijo, su mirada me lo confirmó, lo abracé fuerte y el temblaba en mis brazos, mi hijo estaba muy asustado.
- Iré a llamar a la empresa, no puedo ir a la empresa y dejarlos solos con esta situación-- mi esposo sacó el teléfono y marcó, se inventó un excusa para ausentarse, luego de finalizar esa llamada, marcó al colegio de Tomás, después de notificar las ausencias se sentó a nuestro lado.
- debemos buscar ayuda-- dijo mi esposo.
- ¿Con quién?, ¿crees que alguien nos pueda ayudar?--- le pregunté.
- Hablaremos con el sacerdote de la comunidad, vamos a bañarnos y a ponernos ropa limpia y vamos -- comentó mi esposo.
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La luz del atardecer entraba a través de los vitrales, tiñendo las bancas de colores cálidos, mi esposo y yo, nos sentamos en una de las filas del frente, con Tomás entre nosotros, mi niño se movía inquieto, como si algo invisible lo incomodara, sus ojos se clavaron en la figura del Cristo crucificado con una expresión que no parecia suya, de nuevo ese ser había entrado en nuestro pequeño.
—Me avisaron que necesitaban hablar conmigo con urgencia-- habló el padre Ignacio con una expresión seria.
—Padre... necesitamos su ayuda. Algo... algo terrible está pasando en nuestra casa-- dije con voz quebrada.
—No es solo la casa, es nuestro hijo, hay algo que lo está... usando-- Elías intervino.
Tomás giró lentamente la cabeza hacia el sacerdote, por un momento, su expresión cambió, su rostro se endurecio, sus labios se curvaron en una mueca burlona.
—Él no puede ayudarles-- dijo en un tono grave.
Lo abracé con fuerza, mi niño volvió en sí, respiraba agitado como si acabara de despertar de una pesadilla.
—No es la primera vez, a veces habla con una voz que no es la suya, dice cosas... horribles, la última vez me insinuó que debía saltar al pozo, algo pasó conmigo, como si hubiese sido hipnotizada, por poco lo hago, gracias a Dios, mi esposo llegó en ese momento y no alcancé a saltar-- dije con lágrimas en mis ojos.
El sacerdote se acerca lentamente, observando con atención a mi hijo.
—Esto no es un simple caso de imaginación infantil, hay una presencia, y está usando a Tomás como un canal, eso puedo notarlo-- dijo el padre en voz baja, solemne —Necesito ver su casa, bendecirla, orar allí, pero también necesito saber más. ¿Han oído o visto algo antes de que esto comenzara?
—Hemos escuchado ruidos, y en ocasiones pensamos que estábamos alucinando, hasta que la situación se hizo más difícil -- Elías le entregó las copias con la información del niño que vivía en esa casa-- Está información la conseguí hoy en la oficina de registro-- agregó mi esposo.
El sacerdote asintió con gravedad.
—Entonces ya no hay duda, ese niño... no quiere irse, pero lo que está ahí no es solo tristeza, es odio, necesitamos hacer un exorcismo menor, y debe ser rápido-- dijo con notable preocupación.
Tomé la mano de mi hijo, el volvió a mirarme con los ojos empañados, pero en silencio.
—Todo va a salir bien mi cielo, vamos a sacarte de esto, cueste lo que cueste-- le dije en un susurro.