En el despiadado mundo del fútbol y los negocios, Luca Moretti, el menor de una poderosa dinastía italiana, decide tomar el control de su destino comprando un club en decadencia: el Vittoria, un equipo de la Serie B que lucha por volver a la élite. Pero salvar al Vittoria no será solo una cuestión de táctica y goles. Luca deberá enfrentarse a rivales dentro y fuera del campo, negociar con inversionistas, hacer fichajes estratégicos y lidiar con los secretos de su propia familia, donde el poder y la lealtad se ponen a prueba constantemente. Mientras el club avanza en su camino hacia la gloria, Luca también se verá atrapado entre su pasado y su futuro: una relación que no puede ignorar, un legado que lo persigue y la sombra de su padre, Enzo Moretti, cuyos negocios siempre tienen un precio. Con traiciones, alianzas y una intensa lucha por la grandeza, Dueños del Juego es una historia de ambición, honor y la eterna batalla entre lo que dicta la razón y lo que exige el corazón. ⚽🔥 Cuando todo está en juego, solo los más fuertes pueden ganar.
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Capítulo 10: Punto de Quiebre
La temporada de Vittoria estaba entrando en su fase más decisiva.
Después de la victoria en los cuartos de final de la Copa Italia, el equipo se encontraba en tercer lugar en la tabla de la Serie B, lo que significaba que estaba en zona de playoffs, pero aún lejos del ascenso directo. Cada partido era crucial. No había margen para errores.
El equipo había mostrado su mejor versión en la Copa, pero en la liga las cosas eran más inestables. Se habían conseguido victorias importantes como el 2-1 ante Bari y el 3-0 contra Frosinone, pero también se habían sufrido derrotas como la del 2-0 frente a Parma.
Y ahora, Vittoria tenía que enfrentar a uno de los rivales más complicados de la categoría.
El próximo partido era contra Brescia, un equipo fuerte y con experiencia en la Serie A. Un duelo directo que podía definir su futuro en la lucha por el ascenso.
Día del Partido: Vittoria vs. Brescia
El estadio estaba a reventar.
Los hinchas de Vittoria habían empezado a creer en el equipo. Después de años de mediocridad y problemas internos, por fin había una identidad, un proyecto. Y esa noche, la afición se hizo sentir.
Desde el túnel, los jugadores sentían la presión.
Bellucci reunió al equipo en un círculo antes de salir al campo. Su voz sonó firme, sin titubeos.
—Escuchen bien. Hoy no jugamos solo por tres puntos. Hoy jugamos para demostrarle a toda esta liga que Vittoria no es un equipo de paso.
Los jugadores asentían, serios, concentrados.
Adriano, desde el fondo del vestuario, habló con su tono seco de siempre.
—Brescia nos va a querer intimidar. No se lo permitamos.
Luca, que observaba desde la puerta, cruzó los brazos y añadió:
—Este partido lo define todo. Si queremos ascender, hay que ganar.
El equipo rugió en respuesta. Esa noche, Vittoria saldría a pelear.
Primer Tiempo: Choque de Gigantes
Desde el pitazo inicial, Brescia demostró por qué era uno de los favoritos al ascenso. Presionaron alto, dominaron el balón y empujaron a Vittoria contra su área.
Minuto 12: Ocasión para Brescia.
Un pase filtrado rompió la defensa y dejó mano a mano al delantero rival. Parecía el 0-1…
¡Pero De Luca salió rápido y tapó el disparo!
El estadio estalló con un grito de alivio.
Bellucci, desde la banda, se quejaba.
—¡Más intensidad en defensa, carajo!
Minuto 25: Vittoria responde.
Ferrara bajó un balón en el área y lo dejó servido para Camilo Rojas, quien sacó un derechazo potente…
¡La pelota se fue apenas desviada!
Los hinchas se tomaron la cabeza.
Minuto 40: Gol de Brescia.
Un error en la salida dejó al mediocampista rival con espacio. Sacó un disparo desde fuera del área que se coló en el ángulo.
0-1.
El silencio cayó en el estadio.
Bellucci pateó una botella en la banda. No podía creerlo.
Segundo Tiempo: Vittoria No Se Rinde
Luca miraba desde el palco. Sabía que si perdían ese partido, el ascenso directo se escaparía.
Bellucci reaccionó. Hizo dos cambios ofensivos:
Entró Emiliano Velásquez
, el extremo rápido y hábil.
Entró Samuel Núñez, el mediocampista joven que había impresionado en su debut.
Minuto 65: Empate de Vittoria.
Velásquez recibió el balón en la banda, encaró a su marcador, lo dejó atrás con un regate eléctrico y puso un centro al área…
Federico Moretti llegó con un cabezazo cruzado.
¡GOOOOOOL!
1-1.
El estadio rugió. Vittoria estaba de vuelta en el partido.
Minuto 80: Brescia casi sentencia.
Un contraataque los dejó con ventaja numérica. El delantero rival entró al área y sacó un remate…
¡De Luca salvó de nuevo!
Minuto 89: Última oportunidad para Vittoria.
Tiro libre desde la frontal del área. Camilo Rojas se paró frente al balón.
Luca, desde el palco, apretó los puños.
El argentino tomó carrera y sacó un remate con rosca…
¡La pelota pegó en el travesaño!
El rebote quedó suelto en el área…
Y Ferrara apareció para empujarla dentro del arco.
¡GOOOOOOOL!
2-1 para Vittoria.
La gente en el estadio se volvió loca.
Los jugadores se abrazaban, Bellucci alzó los brazos y Luca cerró los ojos por un momento. Sabía lo que significaba esta victoria.
El árbitro pitó el final.
Vittoria había vencido a Brescia.
Y ahora, el ascenso directo era más real que nunca.
La victoria contra Brescia se sintió como un paso gigante hacia el ascenso. No solo habían vencido a un rival directo, sino que el equipo había mostrado carácter, resistencia y hambre de gloria.
Luca, de pie en el palco junto a Marco y Adriano, miraba el campo con una ligera sonrisa. Sabía lo que esto significaba.
—Nos merecemos esto —dijo, cruzándose de brazos.
Adriano, aún con la adrenalina del partido, soltó una carcajada.
—Sí, y también nos merecemos una maldita fiesta.
Marco levantó una ceja.
—¿Estás sugiriendo gastar dinero en una celebración en plena temporada?
Luca se giró con una sonrisa confiada.
—No lo sugiero. Lo ordeno.
Post-Partido: Una Noche de Festejo
Esa misma noche, Luca organizó una fiesta exclusiva para jugadores, cuerpo técnico, directivos y socios del club.
El lugar elegido fue un lujoso salón en el centro de Vittoria, decorado con los colores del equipo y con pantallas que repetían los momentos más épicos del partido. El ambiente era de euforia.
Los jugadores, vestidos con trajes elegantes, disfrutaban de la noche como si ya hubieran ganado la liga.
—¡Por esta victoria y por muchas más! —brindó Camilo Rojas, alzando su copa.
Bellucci, siempre serio, estaba apartado, bebiendo con moderación y observando todo como si estuviera planeando el próximo partido en su cabeza.
Luca, mientras conversaba con algunos de los socios más influyentes del club, notó que alguien se acercaba con timidez.
Era Leo Moretti.
Su sobrino, el hijo de Alessandro, todavía con su apariencia juvenil y su actitud reservada, parecía dudar antes de hablar.
—Tío… ¿puedes hablar un momento?
Luca le hizo un gesto para que lo siguiera a una esquina más tranquila.
—Dime, Leo.
El chico respiró hondo.
—Quiero trabajar para el club.
Luca frunció el ceño.
—¿Ya trabajas en el club? Sigues siendo recoge balones, ¿no?
Leo apretó los labios y asintió.
—Sí, pero… quiero hacer más. Quiero aprender sobre el club, sobre la administración, sobre cómo funciona todo realmente.
Luca lo miró en silencio por un momento. Sabía que Leo no tenía acciones en Moretti Enterprise, a diferencia de su hermana Giulia. Tal vez por eso quería abrirse camino por sí mismo.
—¿Tu padre sabe esto? —preguntó Luca con calma.
Leo desvió la mirada.
—No exactamente.
Luca sonrió de lado.
—Entonces, ¿quieres que te ayude a demostrarle que puedes hacerlo?
Leo asintió con determinación.
Luca bebió un sorbo de su copa y lo miró con atención.
—Está bien. Te pondré a prueba. No como mi sobrino, sino como cualquier otro empleado del club. Si fallas, te largas.
Leo tragó saliva, pero su mirada no titubeó.
—No voy a fallar.
Luca le dio una palmada en el hombro y sonrió.
—Eso espero. Ahora, vete a celebrar. Mañana empiezas de verdad.
Leo sonrió y volvió a la fiesta.
Luca se quedó ahí, observando el salón lleno de risas y copas alzadas. La victoria era dulce, pero la verdadera batalla aún no había terminado.
La fiesta seguía en su punto más alto. Brindis, risas, música, jugadores y directivos celebrando juntos. Luca, por primera vez en semanas, se permitía disfrutar sin que el peso del club o su familia lo atormentara.
Pero entonces, la puerta del salón se abrió y entró Isabella.
Vestida con una elegancia discreta, con esa seguridad natural que siempre la había caracterizado, caminó con la mirada fija en la multitud, escaneando el ambiente. No había venido por Luca, pero inevitablemente lo vio.
Y lo que vio la detuvo un segundo.
Luca estaba feliz.
Era raro verlo así. No con su sonrisa de negocios, no con esa expresión calculada de cuando estaba cerrando un trato. Era una felicidad genuina.
Eso le revolvió algo en el pecho.
No debería haber estado allí. Había decidido alejarse por una razón.
Después de todo, aún tenía sentimientos por él.
Por eso, cuando había comenzado a trabajar como accionista en su propia empresa, decidió centrarse en su carrera. Viajes constantes, juntas, inversiones. Cualquier cosa que la mantuviera ocupada, cualquier cosa que la alejara de Luca Moretti.
Pero aquí estaba otra vez.
Respiró hondo, se recompuso y caminó con confianza. No podía evitarlo: aún era parte de Vittoria.
Silvia la vio llegar y se acercó de inmediato.
—Isabella, no esperaba verte aquí.
—Tampoco yo esperaba estar aquí —respondió con una media sonrisa—. ¿Dónde está Marco? Necesito hablar con él sobre el informe financiero del club.
Silvia asintió y la guió hacia el grupo de directivos.
Pero mientras caminaba, Isabella no pudo evitar lanzar una última mirada a Luca.
Él no la había visto. O si lo hizo, no le dio importancia.
Tal vez eso era lo mejor. Tal vez así dolería menos.
Nuevo Comienzo para Vittoria Femenino
Los días pasaron y, mientras el equipo masculino disfrutaba de su mejor momento en la temporada, el equipo femenino de Vittoria estaba en plena reconstrucción.
La derrota en la Copa y la crisis en la liga habían llevado a Adriano Moretti a despedir a Claire Dubois, dejando en claro que el club no iba a tolerar más fracasos.
Ahora, una nueva entrenadora había llegado para tomar el mando.
La Presentación de Carolina Mendes
Carolina Mendes no era una entrenadora cualquiera.
Exjugadora de la selección brasileña, conocida por su carácter fuerte y su exigencia extrema, había trabajado en equipos juveniles en Brasil antes de dar el salto a Europa. Su estilo de juego era agresivo, físico y sin tolerancia para la mediocridad.
Cuando Luca y Adriano la entrevistaron, Mendes no se mostró impresionada por la historia del club ni por la visión que tenían para el equipo femenino. Solo tenía una pregunta:
—¿Voy a tener la libertad de hacer los cambios que crea necesarios?
Luca y Adriano intercambiaron una mirada.
—Totalmente —respondió Luca.
—Pero queremos resultados —añadió Adriano—. Rápidos.
Mendes sonrió de lado.
—Si me dan el control, yo me encargo de eso.
La brasileña firmó su contrato y, dos días después, tuvo su primer encuentro con el equipo.
Vestuario: Primer Contacto con la Plantilla
Las jugadoras llegaron al vestuario con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Algunas aún sentían lealtad hacia Claire Dubois, otras sabían que algo tenía que cambiar.
Cuando Carolina Mendes entró, el silencio cayó sobre el grupo.
No dijo nada durante los primeros segundos. Solo recorrió la sala con la mirada, analizando a cada jugadora como si estuviera eligiendo a quién cortar primero.
Finalmente, cruzó los brazos y habló con un marcado acento brasileño.
—Voy a ser clara desde el principio. No me importa cómo han jugado hasta ahora. No me importa quién fue su entrenadora antes. No me importan sus excusas.
Las jugadoras intercambiaron miradas tensas.
—Solo me importan dos cosas: su actitud y sus resultados.
Carolina caminó hasta el centro del vestuario y señaló la pizarra con el calendario de partidos.
—Estamos en la posición 10 de la tabla. Perdimos cinco partidos seguidos. Si seguimos así, en un año este equipo va a desaparecer.
Algunas jugadoras bajaron la mirada. Otras apretaron los labios, sintiendo el golpe de la realidad.
Mendes dio un paso adelante.
—Voy a hacer pruebas individuales. Voy a decidir quiénes se quedan y quiénes se van.
Un murmullo de sorpresa recorrió la sala.
—¿Eso significa que va a sacar jugadoras? —preguntó una de las más veteranas.
Mendes la miró directo a los ojos.
—Si alguien no tiene el nivel para estar en este equipo, sí.
El silencio fue absoluto.
—Si no quieren competir, díganmelo ahora y les ahorro el esfuerzo de entrenar. Pueden salir por esa puerta.
Nadie se movió.
Mendes sonrió levemente.
—Eso pensé. Ahora cámbiense y salgan al campo. Vamos a ver de qué están hechas.
Nuevas Jugadoras, Nueva Mentalidad
Con la llegada de Carolina Mendes, también llegaron nuevos refuerzos.
La directiva aprobó la incorporación de tres jugadoras clave para fortalecer el equipo:
Natalia Acosta (España) - Mediocampista creativa.Jugadora con talento para el pase y la visión de juego. Podría ser la pieza que Vittoria necesita para generar más juego ofensivo.
Giovanna Ribeiro (Brasil) - Defensora central. Rápida, fuerte y sin miedo a los duelos físicos. Un muro para evitar que el equipo siga encajando goles tontos.
Maya Carter (Inglaterra) - Delantera.Goleadora con buen remate y capacidad de moverse en el área. El equipo femenino ha sufrido por la falta de gol, y ella puede cambiar eso.
Cuando Mendes presentó a las nuevas jugadoras, dejó en claro su mensaje.
—Estas chicas no están aquí para hacer amigas. Están aquí para quitarle el puesto a cualquiera que no esté rindiendo.
Primer Entrenamiento: Un Infierno
La primera sesión con Mendes fue brutal.
Nada de trotes suaves ni ejercicios de calentamiento cómodos. Fuerza, velocidad, presión.
—¡Más rápido! —gritó mientras las jugadoras hacían sprints de un lado al otro del campo.
Después de una hora, algunas ya estaban sin aire. Pero Mendes no frenó.
—¡Si se cansan en el entrenamiento, entonces no sirven para el partido!
Incluso Giovanna Ribeiro, la nueva defensora brasileña, se mostró sorprendida por la intensidad.
El mensaje estaba claro: se acabó la era de la complacencia en Vittoria.
Las jugadoras sabían que algunas no iban a aguantar este ritmo. Y Mendes no tendría piedad.
Desde la oficina con vistas al campo, Luca y Adriano observaban la masacre.
—Bueno, al menos no es blanda —comentó Adriano con una media sonrisa.
Luca exhaló y se cruzó de brazos.
—No necesitamos blanda. Necesitamos resultados.
Adriano observó en silencio cómo Mendes detenía la práctica solo para decirle a una jugadora que, si seguía corriendo como una amateur, mejor se fuera a jugar a otro club.
—Si alguna de ellas sobrevive a esto, Vittoria va a tener un equipo de verdad.
Luca asintió.
—Eso espero. Porque esta es su última oportunidad.
Ambos siguieron observando mientras, en el campo, Carolina Mendes seguía moldeando su equipo a base de sudor, disciplina y miedo.
El tiempo no se detenía en Vittoria, y mucho menos en el equipo femenino. Con la llegada de Carolina Mendes, el vestuario dejó de ser un lugar de refugio para convertirse en un campo de batalla. No había espacio para la comodidad, ni para la mediocridad.
Los primeros entrenamientos bajo su mando fueron brutales. Nada de rondos suaves o calentamientos relajados. Desde el primer día, las jugadoras fueron sometidas a circuitos de fuerza, repeticiones sin descanso, y una intensidad de trabajo que no habían conocido antes.
Para algunas, fue el comienzo de una nueva era. Para otras, la confirmación de que no pertenecían allí.
El Vestuario Bajo Prueba
El cambio no solo era físico. Mendes observaba a cada jugadora con un ojo clínico, como si pudiera ver quién tenía el carácter para quedarse y quién estaba a punto de quebrarse. No daba discursos motivacionales. No les decía que creía en ellas.
Solo dejaba que los entrenamientos hablaran por sí solos.
Las primeras en caer fueron las que llevaban tiempo arrastrando errores sin corregir.
Lucía Bernardi(lateral izquierda, 29 años, Italia). Cada sprint era un suplicio para ella. Su cuerpo no respondía al ritmo que Mendes exigía, y sus cruces defensivos llegaban siempre un segundo tarde. Cuando la entrenadora la sacó de un ejercicio con un simple: "No puedes seguirle el ritmo a las demás. Es todo lo que necesito saber," supo que su tiempo había terminado.
Arianna Morello
(mediocampista, 25 años, Italia). Mendes no necesitaba una jugadora que tocara el balón con delicadeza, sino alguien que impusiera respeto en el mediocampo. Morello no tenía ni la agresividad ni la inteligencia para sostener el juego del equipo. Cada vez que le robaban el balón en los entrenamientos, Mendes anotaba algo en su libreta. El último día, la llamó a un lado y fue directa. —No eres lo suficientemente fuerte para esta posición. Necesito alguien que mande en el mediocampo, y tú no lo haces.
No hubo discusión. Solo un asentimiento y una mirada vacía.
Martina Rossetti(delantera, 22 años, Italia). Lo intentó. Falló. Mendes la vio desperdiciar ocasión tras ocasión en los partidos de práctica, y en una sesión final, después de que Rossetti errara un disparo a puerta vacía, la entrenadora le lanzó una sola pregunta.
—¿De verdad crees que puedes jugar en este equipo? El silencio fue la única respuesta.
Chiara Leone(defensa central, 24 años, Italia). Dubitativa. Mendes no podía confiar en una central que temía ir al choque. En un ejercicio de marcaje individual, la entrenadora le exigió más agresividad. Cuando Leone dudó en ir al cruce contra Giovanna Ribeiro, Mendes simplemente sacudió la cabeza.
—Si tienes miedo en un entrenamiento, imagínate en un partido. Esa misma tarde, su nombre fue añadido a la lista de salidas.
Daniela Fabbri(portera, 26 años, Italia). Una arquera sin confianza es un desastre para un equipo. Fabbri vacilaba en los balones aéreos, en las salidas, en los manos a mano. Mendes no tenía tiempo para esperar a que encontrara seguridad en sí misma. La decisión fue inmediata.
Cinco jugadoras fuera. Sin sentimentalismos.
Las Que Resurgieron del Caos
Sin embargo, entre las que resistieron la tormenta, hubo quienes aprovecharon el cambio de mentalidad y comenzaron a destacar.
Italianas que tomaron el mando:
Alessia Colombo(portera, 27 años, Italia). Con Fabbri fuera del equipo, se convirtió en la jefa del arco. En cada entrenamiento, sus gritos organizaban la defensa, sus atajadas mantenían a su equipo vivo. En una práctica, Mendes la observó detener tres disparos consecutivos en un ejercicio de reflejos. —Colombo, si juegas así en los partidos, vamos a ganar mucho más de lo que creemos. Ella solo asintió, con el rostro cubierto de sudor, pero sin una pizca de cansancio en la mirada.
Elisa Marconi(lateral derecha, 23 años, Italia). Ágil, intensa, incansable. En cada duelo individual, terminaba sacando ventaja con su velocidad y su capacidad de recuperación. Mendes comenzó a verla como la clave para el juego por las bandas.
Giulia Rizzo
(mediocampista, 25 años, Italia). La jugadora de garra que faltaba en el centro del campo. No era la más talentosa, pero tenía algo que muchas no: actitud. Mendes notó cómo presionaba en cada balón dividido, cómo no daba un solo pase sin sentido.
—Si alguien se atreve a relajarse en este equipo, Rizzo las va a partir en dos, —dijo Mendes a Adriano tras un entrenamiento.
Valentina Russo(extremo derecho, 21 años, Italia). Al inicio, Mendes no estaba convencida de ella, pero Russo siguió presionando, siguió intentando, siguió enfrentando a sus marcadoras. En un partido de práctica, dejó atrás a su defensora con un regate y puso un centro perfecto para un gol. Mendes solo sonrió.
Francesca Bellini(delantera, 24 años, Italia). No la más técnica, pero sí la más letal. Con cada partido de entrenamiento, su confianza creció. Comenzó a definir sin dudar, a pelear cada balón, a marcar su territorio en el área.
Las extranjeras que Mendes mantuvo en el equipo:
Natalia Acosta(mediocampista, 27 años, España). La estratega. Mendes la puso como la dueña del mediocampo. Orden, pases precisos y liderazgo en el juego.
Giovanna Ribeiro(defensa central, 24 años, Brasil). Un muro en la zaga. En un entrenamiento, tumbó a una jugadora con un hombrazo limpio. Mendes solo asintió. Era la defensora que Vittoria necesitaba.
Maya Carter(delantera, 22 años, Inglaterra). El gol que faltaba. Mendes la empujó a mejorar su juego de espaldas y su lectura en el área. En los entrenamientos, comenzó a definir con la precisión de una asesina.
El Informe: Mendes vs. Adriano Moretti
La oficina de Adriano Moretti tenía una vista privilegiada al campo de entrenamiento. Desde su escritorio, podía ver a los jugadores sudar, gritar, fallar y aprender. Era el único lugar en Vittoria donde se sentía en control.
Cuando Carolina Mendes entró, no pidió permiso para sentarse. Caminó con la misma seguridad que tenía en la línea de banda y dejó caer una carpeta gruesa sobre el escritorio de Adriano. Ni un saludo. Ni un gesto de cortesía.
—Estas son las que se quedan y las que se van.
Adriano, que estaba revisando un informe en su tableta, la ignoró por dos segundos antes de alzar la vista. No le gustaba que lo presionaran.
Tomó la carpeta con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y la abrió. Nombres tachados. Notas sobre rendimiento. Observaciones tajantes, sin adornos.
—Cinco jugadoras fuera. —murmuró, repasando la lista—. No está mal.
Mendes se cruzó de brazos.
—No servían. No tenían nivel para estar aquí y lo sabían.
Adriano deslizó los dedos sobre la hoja y levantó la mirada.
—Bernardi, Morello, Rossetti… No me sorprende. Pero Fabbri. Pensé que podría mejorar.
Mendes soltó una leve risa sin humor.
—No puedes mejorar a alguien que ya se ha rendido.
Adriano arqueó una ceja.
—¿Y las otras?
Mendes apoyó ambas manos en la mesa y habló con confianza.
—Colombo es la líder en el arco. Acosta y Rizzo mandan en el mediocampo. Ribeiro en defensa. Carter y Bellini en ataque. Son las que están tomando las riendas del equipo.
Adriano asintió lentamente. Las había observado en los entrenamientos. Sabía que Mendes tenía razón.
—¿Y las que están en la cuerda floja? —preguntó, girando la hoja.
Mendes chasqueó la lengua.
—Russo. Se está esforzando, pero todavía le falta constancia. Marconi es rápida, pero comete errores tácticos. Si no mejoran en dos semanas, serán las siguientes en salir.
Adriano dejó la carpeta sobre la mesa y se inclinó hacia atrás en su silla. Odiaba perder el tiempo con charlas innecesarias, pero le gustaba probar a la gente. Ver qué tan segura estaba de sus palabras.
—Mendes, dime algo. ¿Tienes miedo de fracasar?
Carolina sonrió con burla.
—No. ¿Tú?
Adriano rió por lo bajo. Le gustaba esa actitud.
—He visto entrenadores llegar con discursos de guerra y salir arrastrándose cuando los resultados no llegan.
Mendes no pestañeó.
—Entonces quédate tranquilo. Yo no me arrastro.
Adriano apoyó los codos en la mesa y la miró fijamente.
—¿Cuándo veremos resultados?
Mendes se inclinó un poco hacia él. El aire en la oficina se tensó.
—Dame tres partidos. —susurró, con la misma intensidad con la que les hablaba a sus jugadoras—. Si en tres partidos no ves un cambio, me largo.
Adriano sostuvo su mirada. No parpadeó. No sonrió. No dudó.
—Hecho.
Se levantó y le tendió la mano. Mendes la estrechó sin dudar.
Adriano la sostuvo por un segundo más de lo necesario, analizando su rostro. Buscando alguna señal de duda. No la encontró.
Cuando Mendes salió de la oficina, Adriano se quedó en silencio un momento, observando la lista de jugadoras en su escritorio.
Si ella tenía razón, Vittoria estaba a punto de cambiar.
Si no… sería solo otra entrenadora que fracasaba.
Después de su reunión con Carolina Mendes, Adriano se quedó un rato en la oficina, mirando la lista de jugadoras sobre su escritorio. El equipo femenino estaba en reconstrucción, sí. Pero si realmente querían resultados, no podían pretender que Mendes hiciera magia con lo que tenía.
Necesitaban más.
Soltó un suspiro y tomó su teléfono.
—Silvia. Ven a mi oficina.
Pocos minutos después, la puerta se abrió y Silvia entró con su tableta en la mano, su expresión siempre profesional, aunque con un leve aire de cansancio.
—¿Qué necesitas, Adriano?
Él se pasó una mano por la barbilla y le señaló la carpeta abierta sobre la mesa.
—Quiero que hables con Marco. Necesitamos dinero para el equipo femenino.
Silvia arqueó una ceja. Dinero y Marco Moretti en la misma frase solían ser una combinación explosiva.
—Define "necesitamos".
Adriano apoyó los codos en la mesa.
—Una cantidad considerable. Fichajes, equipo de nutrición, entrenadores de fuerza… Quiero darle a Mendes las herramientas para que haga milagros.
Silvia asintió lentamente, como si estuviera calculando la reacción de Marco en su cabeza.
—¿Y cuánto estamos hablando?
Adriano soltó un número. Silvia parpadeó.
—Eso no es una cantidad considerable, Adriano. Eso es una inversión.
—Exactamente.
Silvia suspiró y anotó en su tableta.
—Marco me va a preguntar por qué ahora, por qué Mendes, por qué no esperar.
Adriano se encogió de hombros.
—Dile que, si no metemos dinero en este equipo ahora, no habrá nada que salvar a final de temporada. O invierte ahora o será otro fracaso más en los libros de contabilidad de Vittoria.
Silvia asintió con un gesto de comprensión.
—Bien. Hablaré con Marco. Pero si me responde con su clásico "No podemos estar tirando dinero a un proyecto muerto", ¿qué le digo?
Adriano apoyó ambas manos sobre la mesa y la miró con una sonrisa irónica.
—Dile que, si quiere que Vittoria sea un club de verdad, necesita dejar de pensar como un banquero.
Silvia dejó escapar una leve risa.
—Eso va a ser divertido.
—Lo será más cuando Mendes tenga los recursos y les calle la boca a todos.
Silvia cerró su tableta y salió de la oficina, dejando a Adriano con los brazos cruzados.
Era un riesgo, sí. Pero los Moretti no habían construido su imperio jugando a lo seguro.
Y si Mendes iba a hacer milagros, al menos que tuviera las armas para intentarlo.
Un Respiro Para Luca, Una Oportunidad Para Carolina
La noticia del dinero aprobado para el equipo femenino llegó más rápido de lo que Carolina Mendes esperaba.
Cuando vio la transferencia en la cuenta del club, no pudo evitar sonreír.
—Por fin.
Para alguien como ella, que había pasado toda su carrera pidiendo recursos y trabajando con lo mínimo, tener un presupuesto real era casi un milagro.
Inmediatamente comenzó a moverse. Fichajes, nutricionistas, equipo de fuerza y acondicionamiento, recuperación muscular. No se trataba solo de mejorar el juego, sino de cambiar la estructura completa del equipo.
Vittoria femenino ya no iba a ser una simple extensión del club. Iba a ser un equipo serio.
Mientras Tanto, Luca se Alejaba del Caos
Mientras Vittoria se reorganizaba, Luca Moretti decidió alejarse por unos días.
No podía escapar de la presión del fútbol ni de los negocios de la familia, pero había algo que sí podía hacer: viajar a ver a Astrid.
La cantante sueca estaba en plena gira con su segundo álbum, una etapa completamente diferente en su carrera.
Desde la caída de su antiguo contrato y el apoyo que recibió de Valentina Moretti, Astrid se había convertido en una estrella con independencia y control sobre su música.
Luca llegó a Berlín para encontrarse con ella antes de uno de sus conciertos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Astrid, sorprendida, cuando lo vio en la puerta de su camerino.
Luca sonrió con su confianza habitual.
—¿No puedo venir a ver a mi cantante favorita?
Ella rió y lo abrazó. Lo había extrañado.
Pasaron tiempo juntos, disfrutaron de los momentos fuera del escenario. Luca la acompañó a dos de sus conciertos, viendo desde primera fila cómo Astrid dominaba el escenario con su voz y su presencia.
Era un mundo completamente distinto al suyo, pero en cierto modo, sentía que ambos estaban en el mismo camino: construir algo desde cero y demostrarle al mundo de lo que eran capaces.
Después del último concierto al que asistió, Luca tuvo que volver a Italia.
El club lo esperaba. La Serie B estaba en su etapa final. No podía darse el lujo de distraerse más.
Astrid entendió. Siempre lo hacía.
Días después de haber regresado a Italia, Luca estaba en su oficina revisando informes de la liga cuando su teléfono sonó.
Miró la pantalla. Astrid.
Respondió de inmediato.
—¿Todo bien?
La voz de ella sonaba diferente. Emocionada.
—Luca… ¡fui nominada a los Grammy!
Luca sonrió.
—¿En serio?
—Sí. Mejor Single. "Amor Puro".
Luca apoyó la espalda en su silla y dejó escapar una leve risa.
—Astrid Novak, nominada a los Grammy. Sabía que era cuestión de tiempo.
Ella rió al otro lado de la línea.
—No lo puedo creer.
—Créelo. —Luca miró por la ventana de su oficina—. Porque apenas es el comienzo.
Mientras Vittoria peleaba por el ascenso, Astrid peleaba por su lugar en la industria.
Ambos estaban en el camino hacia la cima. Solo faltaba ver quién llegaba primero.
Inversión y Noticias
Luca salió de su oficina con una leve sonrisa en los labios. No todos los días tu novia era nominada a un Grammy.
Caminó por los pasillos del club hasta encontrar a Adriano en la sala de reuniones, revisando algunas tácticas en la pantalla junto a Bellucci.
—¿Tienes un minuto? —preguntó Luca, apoyándose en el marco de la puerta.
Adriano levantó la vista y frunció el ceño.
—Si vienes a darme malas noticias, no es el momento.
Luca se cruzó de brazos con su sonrisa de siempre.
—Astrid fue nominada a los Grammy.
Adriano parpadeó y luego soltó una carcajada seca.
—Bueno, eso sí es inesperado. ¿Por qué carajo sigues sorprendiéndome con cosas que no tienen nada que ver con fútbol?
—Porque me gusta ver tu cara cuando intentas actuar como si no te importara.
Adriano bufó y Bellucci, que estaba escuchando en silencio, levantó la cabeza con un leve interés.
—¿Grammy? —preguntó el entrenador con su tono seco—. Eso sí es grande.
Luca asintió, pero antes de que pudiera seguir con la conversación, la puerta se abrió de golpe.
Silvia entró con su tableta en la mano y su expresión de negocios.
—Perdón que interrumpa, pero esto no puede esperar.
Luca le hizo un gesto para que hablara.
—Aquí está el informe de lo que se ha gastado en el equipo femenino. —Silvia deslizó la tableta frente a él y Adriano.
Luca tomó el dispositivo y empezó a leer.
Total invertido en el equipo femenino:€3,5 millones.
Su ceja se arqueó ligeramente.
—Esto es mucho más de lo que esperaba.
Adriano se cruzó de brazos, esperando la reacción de su hermano.
—Refuerzos, nutricionistas, equipo de fuerza, rehabilitación y mejoras en la infraestructura del equipo femenino. —explicó Silvia—. Carolina Mendes está armando algo serio.
Luca exhaló lentamente. Tres millones y medio. No era un gasto menor, pero no dudaba de Adriano.
Deslizó la tableta sobre la mesa y miró a su hermano.
—Espero que valga la pena.
Adriano sonrió de lado.
—Lo hará.
Silvia los miró a ambos y suspiró.
—Bueno, si esto fracasa, al menos tendremos el gimnasio más caro de toda la Serie B.
Luca rió.
—Si Mendes hace lo que promete, no vamos a tener que preocuparnos por eso.
Adriano se levantó de la mesa y le dio una palmada en el hombro a su hermano.
—Confía en mí.
Luca lo miró fijamente por unos segundos y luego asintió.
—Siempre lo hago.
Descubriendo Talento en las Calles de Vittoria
El día en el club había sido largo. Negociaciones, números, reuniones, entrenamientos… Luca sentía el peso del trabajo, pero también la satisfacción de ver cómo todo avanzaba.
Cerró su oficina y salió al estacionamiento, donde encontró a Silvia revisando su teléfono con expresión resignada.
—¿No tienes tu auto? —preguntó Luca, deteniéndose frente a ella.
Silvia suspiró y guardó el móvil en su bolso.
—Lo dejé en el taller esta mañana. Pensé que alguien podría traerme, pero parece que todos desaparecieron.
Luca sonrió y le hizo un gesto con la cabeza.
—Vamos. Te llevo.
Silvia no dudó y lo siguió hasta su auto.
La tarde caía sobre Vittoria, tiñendo el cielo con tonos anaranjados. El tráfico era ligero, la ciudad tenía ese aire tranquilo de los días que están por terminar.
Mientras esperaban en un semáforo, algo llamó la atención de Luca.
Un grupo de chicos jugaba fútbol en una cancha pública. Se movían rápido, con intensidad, gritando entre ellos mientras el balón pasaba de un lado a otro. Pero lo que realmente le llamó la atención fue la chica que jugaba entre ellos.
No tenía más de 18 años. Tal vez menos.
Pero lo que realmente importaba era cómo jugaba.
Control limpio. Velocidad en la transición. Movimientos inteligentes.
Luca la observó con más detenimiento. No solo jugaba bien. Jugaba con chicos más grandes, y aún así, dominaba el partido.
El semáforo cambió a verde.
Pero Luca no avanzó.
—¿Luca? —Silvia lo miró con curiosidad.
Él tomó una decisión en cuestión de segundos. Giró el volante y estacionó al costado de la cancha.
—Espera un momento.
Bajó del auto sin más explicaciones. Silvia suspiró, ya acostumbrada a sus impulsos.
Desde la línea de la cancha, Luca observó el juego por un par de minutos.
La chica recuperó un balón en el mediocampo con una facilidad impresionante, giró sobre sí misma para escapar de la presión y lanzó un pase perfecto al espacio. Una jugada de pivote ofensiva de manual.
Cuando el partido terminó, la joven recogió su bolso y se dispuso a salir. Luca la llamó.
—¡Oye, tú!
Ella se detuvo y lo miró con el ceño fruncido, sin reconocerlo.
—¿Yo?
Luca sonrió con calma y asintió.
—Sí, tú. ¿Cómo te llamas?
La chica lo miró con cierta desconfianza antes de responder.
—Chiara Bianchi.
—Chiara, juegas bien. ¿Dónde aprendiste?
Ella se encogió de hombros.
—Juego desde niña. Solo por diversión.
—¿Estás en algún equipo?
—Juego para la universidad. —Respondió con naturalidad—. Pero no es nada serio.
Luca miró a Silvia con una sonrisa antes de volver a enfocarse en Chiara.
—Podrías ser lo que estamos buscando.
Chiara frunció el ceño.
—¿Buscando para qué?
—Soy Luca Moretti, presidente de Vittoria.
Ella lo miró, sorprendida.
—Oh…
Luca metió las manos en los bolsillos y continuó.
—Estamos reconstruyendo el equipo femenino, y necesitamos una pivote ofensivo con visión de juego y personalidad.
Chiara sonrió con cierta incredulidad.
—¿Y crees que yo encajo en eso?
—No lo creo. Lo sé. —Luca la miró con seriedad—. Ven al club. Entrena con nosotras un par de días. Si te gusta, hablamos. Si no, al menos habrás probado algo nuevo.
Chiara mordió su labio inferior, pensativa.
Silvia, que había estado observando la escena, intervino con una sonrisa divertida.
—Si te hace sentir mejor, no es la primera vez que encuentra talento en un lugar inesperado.
Chiara soltó una pequeña risa.
—Está bien. Lo intentaré.
Luca le estrechó la mano.
—Nos vemos en Vittoria.
Chiara tomó su bolso y se alejó con una expresión pensativa.
Luca volvió al auto y Silvia lo miró con una ceja levantada.
—¿Siempre reclutas jugadoras en la calle?
Luca rió mientras arrancaba el auto.
—Solo cuando encuentro a alguien interesante.
Mientras conducía hacia la casa de Silvia, sacó su teléfono y marcó.
—¿Qué pasó ahora? —respondió Adriano con su tono seco de siempre.
—Encontré a una jugadora.
—¿Dónde?
—En la calle.
Hubo un silencio.
—Dime que no te volviste loco y que no fichaste a una aficionada cualquiera.
Luca sonrió.
—Confía en mí. Esta chica tiene algo.
—¿De qué juega?
—Pivote ofensiva. Inteligente, rápida, fuerte en los duelos. Puede ser lo que nos falta.
Adriano suspiró.
—Vale, que vaya al club. Mendes decidirá si sirve o no.
—Lo hará.
Adriano bufó.
—A veces me pregunto si de verdad diriges un club de fútbol o una agencia de cazatalentos.
Luca rió.
—Un poco de ambos.
Colgó y miró a Silvia, que no había dejado de sonreír.
—Admito que fue una jugada arriesgada. —dijo ella.
Luca encogió los hombros.
—Los riesgos traen recompensas.
Finalmente, estacionó frente al edificio de Silvia.
—Gracias por el aventón, jefe.
—Nos vemos mañana.
Silvia bajó y Luca esperó a que entrara antes de arrancar de nuevo.
Había sido un día largo, pero también productivo.
Ahora quedaba ver si Chiara Bianchi era realmente lo que Vittoria necesitaba.