alexia rencarna en la última novela que leyó después de haber muerto traicionada por su propia hermana...
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capítulo 11
Después de la cena, en el privado y amplio despacho imperial, solo quedaban el Emperador, el Duque y el Segundo Príncipe. El ambiente era de grave solemnidad.
—Bien, amigo —empezó el Duque, apoyado en el borde del escritorio—. Cuéntame, ¿cómo es eso de la denuncia hecha contra el Duque? La carta que me enviaste no especifica tanto.
El Emperador se enderezó.
—Verá, lo que sucedió fue que mi secretario me informó que uno de los guardias le había entregado una carta, urgente, para que yo la recibiera ay se da a conocer de los actos cometidos por el duque petrob contra el imperio y la familia imperial. Interrogamos al guardia al que le fue entregada la carta. Al parecer, fue una mujer quien la dejó, pero él no logró verle la cara, pues estaba bastante cubierta. Luego de entregarla, desapareció sin dejar rastro.
El Segundo Príncipe, de pie junto a su padre, golpeó el escritorio con la palma, frustrado.
—Padre, no podemos dejarlo así. Debemos investigar las andanzas del Duque, de inmediato.
—Y eso haremos, hijo. Por eso tú y Daniel se encargarán de investigar. Aquí, en la carta, hay dos direcciones. Una es el Ducado del Este, territorio entregado a mi tío. La misiva dice que allí hay un bazar clandestino donde se venden esclavos y se subastan piedras preciosas robadas de las minas imperiales. La otra dirección es en el Ducado Marítimo, cerca de la frontera sur. Allí tienen un barco que usan para transportar la mercancía por mar a otros reinos.
El Príncipe estaba consternado.
—¿Cómo pudo estar pasando esto en nuestras narices, padre? ¡Están secuestrando y vendiendo a nuestra propia gente, además de robar en las minas! ¿El ministro a cargo de las minas imperiales no se dio cuenta? ¿O es que él también está involucrado? Y la guardia en la ciudad del sur... El Duque Montés no se percató de que esta mercancía entraba y salía del puerto. ¿Acaso no está pendiente?
El Emperador asintió con un gesto pétreo.
—Al parecer, también tenemos que investigarlo a él, al igual que al ministro a cargo de las minas. No hay que descartar que ellos sean aliados de tu tío, amigo.
dijo el Duque Dirigiendo una mirada al emperador:
—Por eso, tú, Daniel, irás al Ducado del Este. Investigarás el bazar y al Duque. En cuanto tengas pruebas en su contra, me envías un aviso con un ave mensajera. Tendré a las tropas listas, que enviaré con el General Román, para apresarlo inmediatamente.
—Está bien, Su Majestad. Seré minucioso. Nadie se dará cuenta de la investigación hasta que encuentre las pruebas. Nadie se percatará de mi presencia en el Este.
—Bien. Y tú, hijo, irás al Ducado del Sur. Investigarás el puerto y al Duque Montés. Lo mismo para ti: en cuanto tengas pruebas, envíame un aviso, y enviaré tropas para apresar a todos los delincuentes del puerto y al Duque, en caso de que sea cómplice.
—Sí, padre.
—Ambos, sean silenciosos. Alístense y salgan esta misma noche. Ambos lugares están muy apartados de la capital, por lo que llegarán en dos días si viajan rápidamente.
—Sí, majestad —respondieron ambos al unísono.
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En su espaciosa habitación, la Princesa Alina conversaba en voz baja con su doncella, Zara.
—Zara, ¿pudiste averiguar si la carta le llegó a papá?
—Sí, Princesa. Por la mañana, vi al mismo guardia al que le entregué la carta dirigiéndose al despacho de Su Majestad, aunque no pude saber si fue para entregarla o si fue llamado por otra cosa.
—Bien, Zara. Yo creo que sí la entregó, porque papá no llamaría a un guardia que custodia la entrada así nada más. Los que se encargan de los soldados de más bajo rango es Sir Alistair, a menos que haya que subirlo de rango; ahí sí lo ve mi padre directamente.
—Sí, Alteza. Espero que haya sido por lo que pensamos. Bueno, pero ya es tarde. Debe dormir. Mañana tiene entrenamiento por la mañana.
—Está bien, Zara. Puedes retirarte. Yo dormiré enseguida.
—Sí, Princesa. Que duerma bien.
—Tú también, Zara —dijo Alina, viendo a su doncella salir.
«Ojalá padre haya leído la carta. Ahora solo queda esperar la caída del Duque. Esperaré un poco más a tener noticias de que lo hayan capturado a él y a su cómplice. En la carta no especifiqué a los cómplices, ya que no sé sus nombres ni quiénes son. Clara no me dijo los nombres de los cómplices de su padre en mi vida pasada», pensó Alina antes de intentar conciliar el sueño.
Al día siguiente, Alina se encontraba temprano en el campo de entrenamiento. Su profesor la observaba mientras ella completaba su tercera vuelta trotando. Esta vez, debía dar un total de cuatro.
Tras finalizar su cuarta vuelta, se acercó a su maestro, jadeando ligeramente.
—Maestro, ya terminé. ¿Ahora qué sigue?
—Bien hecho, Princesa. Ahora debemos practicar con la espada. Cuando aprenda a manejarla bien y tenga más fuerza en sus brazos, tendrá un duelo con uno de los soldados.
Los ojos de Alina se iluminaron.
—¡Qué bien! Ya quiero probar mi manejo de la espada. Si logro vencer al soldado, ¿puedo tener un duelo con usted, maestro?
El hombre sonrió.
—Si logra vencerlo en poco tiempo, entonces sí, tendrá un duelo conmigo, Su Alteza.
—¡Está bien! Me esforzaré mucho para lograrlo. Después, retaré a un duelo a mis hermanos también.
Con gran entusiasmo, Alina tomó su espada y continuó practicando.
