En los barrios tranquilos y misteriosos de Seúl, una chica llamada Jiwoo ha pasado su vida observando desde las sombras. Jiwoo siempre ha sido reservada, pero esconde algo más que timidez. Un incidente oscuro y olvidado en su adolescencia que moldeó su obsesión por los secretos de los demás.
El regreso de Hyunwoo, su vecino de la infancia, despierta en ella una curiosidad peligrosa. Años atrás, Hyunwoo desapareció abruptamente tras un escándalo que sacudió al vecindario, y su reaparición está rodeada de rumores y silencio. Algo en su mirada parece llevar el peso de un pasado más oscuro del que Jiwoo imaginaba.
Guiada por su instinto obsesivo y un deseo inexplicable, Jiwoo comienza a seguirlo, adentrándose en un mundo de crimen, mentiras y un trastorno psicológico que ha permanecido latente en ambos. Mientras Jiwoo se acerca a la verdad, también empieza a descubrir más sobre sí misma, desenterrando recuerdos reprimidos y enfrentando su propia sombra.
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Sombras en la periferia
Hyeri estaba sentada en el escritorio de su habitación, mirando el mapa del bosque que había dibujado años atrás. Las marcas hechas a lápiz eran pequeñas anotaciones, cada una representando algo extraño que había encontrado durante sus caminatas nocturnas: un árbol marcado con símbolos, un lago que parecía desaparecer al amanecer, y, por supuesto, el claro donde se encontraba el espejo.
Desde que Jiwoo y Hyunwoo habían vuelto al pueblo, algo en el aire había cambiado. Hyeri lo sentía en sus huesos, ese cosquilleo que le advertía que el bosque estaba inquieto, y tenía que averiguar que era o dejar pasar.
Ella lo sabía porque había estado observándolos. No era difícil seguirlos; Hyeri conocía el bosque mejor que a sí misma.
Hyeri había crecido en Asan, pero a diferencia de la mayoría de los habitantes, nunca tuvo miedo del bosque. Desde pequeña, había sentido una conexión inexplicable con él. Cuando cumplió catorce años, comenzó a escuchar susurros, esos murmullos apenas perceptibles que parecían emanar de los árboles, pero sabía que no eran ellos, si no algo más.
Fue durante una de esas noches cuando encontró el espejo. Estaba cubierto por la maleza, como si el bosque intentara ocultarlo. Cuando se acercó, vio algo reflejado. No su rostro, sino una versión distorsionada de sí misma, con ojos oscuros y un rostro lleno de cicatrices.
Ese encuentro marcó el inicio de su obsesión la cual no tenía retorno. Desde entonces, Hyeri comenzó a recopilar información, a buscar respuestas en libros antiguos y a vigilar a aquellos que, como ella, parecían ser llamados por el espejo.
Cuando Jiwoo y Hyunwoo llegaron al claro aquella tarde, Hyeri estaba cerca. Había seguido sus pasos con cautela, observando desde la distancia cómo el colgante de Jiwoo reaccionaba al espejo.
Fue entonces cuando lo vio, la figura oscura que apareció de la nada, rodeándolos con su presencia amenazante. Hyeri sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no fue de miedo. Era fascinación a algo desconocido.
Después de que Jiwoo y Hyunwoo huyeran, Hyeri se acercó al espejo. La superficie estaba tranquila de nuevo, pero ella sabía que algo había cambiado, pero no podía explicarlo tan fácil.
—Ellos son parte de esto —murmuró para sí misma, tocando el marco del espejo con dedos temblorosos—. Pero ¿por qué?
Esa noche, mientras revisaba sus notas, recordó algo que su madre le había dicho cuando era niña:
—Hay cosas en este bosque que no entiendes, Hyeri. Si las sigues, te perderás.
Hyeri había ignorado esa advertencia durante años, pero ahora, viendo las piezas del rompecabezas encajar, comenzó a dudar.
—Si estoy perdiéndome, es porque quiero saber la verdad —se dijo a sí misma, convencida.
Sin embargo, había algo que no podía ignorar, la figura oscura no había aparecido solo por Jiwoo y Hyunwoo. Estaba claro que también la observaba a ella y tenía curiosidad de saber por qué también a ella.
--- debo seguir con esto?-- seguía preguntándose mientras que las horas transcurrían sin parar.
Esto es algo a lo que cualquiera puede adentrarse con facilidad, pero no todos pueden salir.