Danara, una adolescente de 16 años, se siente atrapada entre sus inseguridades y la presión de encajar en la sociedad. Su vida da un giro cuando conoce a Luca, el nuevo vecino de 18 años, extrovertido y lleno de energía, pero con sus propias inseguridades sobre su futuro. A pesar de sus diferencias, entre ellos surge una conexión especial, pero Danara lucha con sus miedos y la diferencia de edad, mientras que Luca teme no ser suficiente para ella.
A lo largo del verano, ambos enfrentan sus temores, aprenden a confiar el uno en el otro y a comprender sus sentimientos. Sin embargo, con el fin de las vacaciones, deben hacer frente a nuevas responsabilidades: Luca se prepara para la universidad y Danara comienza la secundaria. A pesar de los desafíos del futuro, su relación se fortalece, y juntos prometen seguir adelante, enfrentando lo que venga con valentía y amor.
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capitulo 11
Luca
A veces, las cosas no se sienten como deberían hasta que es demasiado tarde para decirlas. Hoy fue uno de esos días. Al principio, cuando quedamos en salir, no pensé que sería una cita. Para ser honesto, estaba tan acostumbrado a ver a Danara como una amiga, como alguien con quien podía conversar sin preocupaciones, que no me di cuenta de lo que realmente estaba pasando hasta que fue evidente. Pero antes de llegar a ese punto, debo contarte lo que pasó.
Nos encontramos en el parque cerca de su casa, y algo en el aire me hizo sentir una especie de nerviosismo que no tenía sentido. ¿Por qué estaba nervioso? Ya la conocía, ya habíamos pasado tiempo juntos. Sin embargo, había algo diferente en su actitud, en la forma en que se veía esa tarde. Tal vez era el hecho de que ella había optado por un conjunto que la hacía ver increíblemente bien, sin tratar demasiado, pero con un estilo tan natural que solo resaltaba lo que era. Y su sonrisa... esa sonrisa que me derrite cada vez que la veo.
—¿Lista para caminar? —le pregunté, tratando de sonar relajado, aunque en mi interior sentía mariposas.
Ella asintió, y aunque al principio no dijimos mucho, había una calma en el aire que lo decía todo. Caminábamos juntos por el sendero del parque, entre árboles y flores, hablando de cualquier cosa. Bueno, más bien, ella hablaba y yo me limitaba a escuchar. Danara no es del tipo de persona que habla sin pensar, pero cuando lo hace, lo hace con una profundidad que rara vez veo en otras personas. Me encantaba escucharla hablar de todo y nada a la vez, sobre lo que le gustaba, lo que no le gustaba, sus pequeñas obsesiones.
—A veces siento que el mundo no entiende todo lo que me pasa por la cabeza —dijo, con esa mirada distante que siempre tiene cuando se pierde en sus pensamientos.
Yo, que siempre he sido más extrovertido y a veces un poco impulsivo, solo me quedé mirándola, sin saber exactamente qué decir, porque, en el fondo, yo también sentía lo mismo. Quizás no lo expresaba de la misma manera, pero había algo en esa mirada suya que me invitaba a abrirme de una forma que no suelo hacer con nadie. Y no era solo eso, había algo más... algo que no podía poner en palabras.
Continuamos caminando hasta llegar a un pequeño café al final del parque. No era nada elegante, pero tenía algo acogedor que me atraía. Era perfecto.
Nos sentamos en una mesa al aire libre, y fue allí, en medio de una conversación sobre sus estudios y mis intentos por mantener la paz con mi familia, que me di cuenta de lo que estaba pasando. Era una cita. No simplemente una salida entre amigos. El ambiente era diferente, los dos estábamos más atentos al otro, más relajados, sin presiones. Cada gesto, cada palabra parecía llevarnos más cerca, y aún así, ambos estábamos tan absortos en el momento que ninguno se atrevía a ponerle un nombre.
Cuando el sol comenzó a ponerse, tiñendo el cielo con tonos naranjas y rosados, nos levantamos y decidimos caminar un poco más antes de regresar a nuestras casas. El silencio entre nosotros no era incómodo, era el tipo de silencio que solo se comparte con alguien con quien realmente te entiendes. Pero, al mismo tiempo, estaba empezando a sentir que algo no estaba bien, como si hubiera algo que no estábamos diciendo, algo importante que ninguno de los dos quería admitir.
—Bueno, este ha sido un buen día —dije, tratando de romper la tensión que se había acumulado.
Danara me miró con esa expresión tranquila, como si estuviera procesando lo mismo que yo, como si todo lo que había pasado esa tarde hubiera tenido más significado de lo que ambos estábamos dispuestos a aceptar.
—Sí, ha sido agradable —respondió, con una pequeña sonrisa.
Finalmente, llegamos a la puerta de su casa. Se veía diferente. Su rostro, aunque siempre serio en algunos momentos, se iluminaba de una forma especial cuando estaba cerca de mí. No sabía cómo decírselo, no sabía cómo explicarlo, pero tenía que hacerlo. No podía dejar que este momento se desvaneciera sin ponerle nombre.
—Danara… —comencé, con un poco de inseguridad en mi voz.
Ella me miró, algo sorprendida, como si no esperara que yo hablara en ese momento. Tomé aire, y sin pensarlo demasiado, lo solté.
—Esto… no fue una simple salida. Fue una cita. Y, aunque no lo había pensado antes, ahora sé que lo fue. No sé qué piensas tú, pero… no puedo dejar de pensar que esto es más de lo que parece. Y quiero que lo sepas.
Danara se quedó en silencio, observándome como si estuviera procesando lo que acababa de decir. Por un momento, sus ojos parecieron reflejar un torbellino de emociones, pero al instante se cubrió con una capa de duda, y se apartó un paso hacia atrás.
—¿Una cita? —preguntó, como si esas palabras fueran demasiado grandes para ella, como si no pudiera comprenderlas completamente.
La forma en que lo dijo me hizo sentir un nudo en el estómago. Vi cómo su rostro pasó de la sorpresa a algo que no pude identificar, algo que parecía una mezcla de confusión y incomodidad.
—No… yo no… —empezó a decir, pero se detuvo rápidamente. —Lo siento, no sé… No estoy tan segura de lo que eso significa, Luca.
La incomodidad se apoderó de ella de inmediato, y yo, al ver su reacción, sentí un golpe de inseguridad. ¿La había presionado demasiado? ¿Tal vez ella no veía las cosas de la misma manera que yo? Intenté calmarme, pero por alguna razón, esa duda se metió en mi cabeza y no pude deshacerme de ella.
—No quería… hacerte sentir mal. Solo pensé que, bueno, tal vez lo estábamos viendo de la misma manera —dije, apenado, mirando al suelo por un momento.
Danara no parecía molesta, pero sí distante, como si quisiera huir de lo que acababa de suceder. Vi cómo se tocaba el cabello, mirando hacia un lado, como si evitara mirarme a los ojos.
—Es solo que… no sé si estoy lista para eso, Luca. No sé si yo… —su voz se apagó, y me di cuenta de que estaba buscando las palabras correctas, pero no las encontraba.
La incertidumbre flotaba en el aire, y mi corazón empezó a latir más rápido. Pero, aunque su reacción me descolocó, sentí que no quería dejarla escapar. No quería que se sintiera presionada, pero tampoco quería perder lo que habíamos compartido ese día.
—Está bien, Danara. No tienes que entenderlo todo ahora. Solo quería decirte lo que sentí. —me atreví a decir, con un poco más de firmeza, aunque aún nervioso.
Ella asintió, pero sus ojos no se encontraron con los míos.
—Sí, yo… yo también sentí algo hoy. —dijo en voz baja, como si estuviera hablándose a sí misma más que a mí.
Con esas palabras, me di cuenta de que, aunque estaba confundida, Danara también estaba procesando algo nuevo. Y aunque no tenía todas las respuestas, sabía que esto no era el final de nuestra historia.
Nos despedimos sin más palabras, y mientras me alejaba hacia mi casa, sentí una mezcla extraña de alivio y ansiedad. Sabía que algo había cambiado entre nosotros, pero también sabía que, para Danara, las cosas no eran tan simples. Y tendría que darle tiempo.
—Hasta mañana, Danara —susurré para mí mismo, mientras la veía entrar a su casa.
Pero yo sabía que este "hasta mañana" llevaba mucho más peso del que ella probablemente había entendido.