En un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio profundo. Nadie se imagina que existen ojos capaces de percibir lo que el resto no puede: ojos que pertenecen a aquellos considerados completamente dementes. Sin embargo, lo que ignoraban es que estos "dementes" poseen una lucidez que muchos anhelarían.
Los demonios son reales. Las voces susurrantes, las sombras que se deslizan y los toques helados sobre la piel son manifestaciones auténticas de un inframundo oscuro y siniestro donde las almas deben expiar sus pecados. Estas criaturas acechan a la humanidad, desatando el caos. Pero no todo está perdido. Un grupo de seres, no todos humanos, se ha comprometido a cazar a estos demonios y a proteger las almas inocentes.
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CAPÍTULO ONCE: LA LUCHA POR EL COFRE
Victoria no entendía por qué el profesor se había comportado de esa manera con ella, especialmente cuando ni siquiera sabía quién era. Confundida y bastante enojada, guardó sus cosas con manos temblorosas, no por miedo, sino por la indignación que sentía al permitir ese trato de un don nadie. Al levantar la vista, notó que el profesor la estaba observando fijamente, lo que incrementó su incomodidad. Decidió que lo mejor sería salir del salón lo más rápido posible. Recogió sus libros y, evitando el contacto visual, se dirigió hacia la puerta.
Una vez fuera del aula, respiró hondo, intentando calmarse. Caminó rápidamente por los pasillos vacíos, su mente repasando el extraño encuentro. No podía entender qué había desencadenado esa actitud del profesor, y la sensación de injusticia la abrumaba.
Thaddeus, que había salido del salón tras ella, alcanzó a Victoria en el pasillo. Sin embargo, ella no le hizo caso; simplemente continuó caminando sin rumbo fijo, perdida en sus pensamientos y emociones.
—¿Qué quieres? —preguntó Victoria, deteniéndose en seco, el enojo evidente en su voz.
—¿Puedo acompañarte? —preguntó Thaddeus con cuidado, percibiendo la tensión palpable entre ellos.
—Si así lo deseas —respondió Victoria, su tono aún cargado de frustración, pero sin rechazar la compañía.
Thaddeus caminó a su lado en silencio, respetando su espacio mientras observaba las expresiones que cruzaban el rostro de Victoria a través de su velo. La luz de las antorchas en los pasillos jugaba con las sombras en su rostro, añadiendo un aire de misterio a su figura. Después de unos minutos de caminar en silencio, Victoria finalmente rompió la quietud tensa.
—¿Por qué estás con la rarita que usa velo? —preguntó Victoria, su tono revelando una mezcla de curiosidad y frustración.
—No es que esté con la "rarita" —dijo Thaddeus, usando las mismas palabras pero sin malicia—. Solo me sorprendió cómo te enfrentaste a las sombras en clase. Pareces tener una habilidad que no se ve todos los días. Además, considero que eso te hace atractiva.
—¿Atractiva? —replicó Victoria con frialdad, deteniéndose en seco y enfrentando a Thaddeus con una mirada intensa—. No me pongo esto para verme atractiva.
—Lo siento, Victoria. No fue mi intención ofenderte... ¿Puedo preguntarte entonces por qué lo usas?
—Es una tradición familiar —dijo finalmente—. Es parte de mi identidad y de mi historia. No es algo que me ponga para llamar la atención, sino para honrar mis raíces y proteger lo que más me importa.
—Lo entiendo —dijo Thaddeus suavemente—. A veces, no entendemos el significado completo de las cosas hasta que alguien nos lo explica. Gracias por decírmelo.
Victoria lo miró, algo sorprendida por su respuesta sincera. Aunque su enojo aún persistía, la honestidad de Thaddeus le daba algo de consuelo.
—Lo siento si te hice sentir incómodo —añadió Thaddeus—. No era mi intención. Solo... estaba tratando de entender.
Victoria asintió, aceptando la disculpa.
—Está bien. A veces es difícil para los demás comprender nuestras tradiciones y creencias, especialmente cuando son tan diferentes a lo que están acostumbrados. Aunque bueno, no importa lo que digan los demás.
Ambos continuaron caminando en silencio por los pasillos iluminados por las antorchas, cada uno perdido en sus pensamientos. La noche avanzaba tranquilamente alrededor de ellos, mientras la academia parecía envuelta en un misterio más profundo que las sombras que acechaban en sus pasillos. Algunos estudiantes que pasaban se quedaban observándolos con curiosidad. Victoria no pareció inmutarse, manteniendo su paso firme y su mirada al frente. En contraste, Thaddeus se dio cuenta de las miradas insistentes y se preguntaba por qué los observaban de esa manera, como si fueran algo fuera de lo común.
—¿Por qué crees que nos miran así? —preguntó Thaddeus, finalmente rompiendo el silencio mientras dirigía su mirada hacia los estudiantes que los observaban.
—No debería ser sorprendente —dijo con calma—. En esta academia, mi familia y yo somos conocidos por nuestras tradiciones y creencias. A menudo, lo que no entienden les parece extraño. Pero al final, somos personas como cualquier otra.
—Supongo que sí —dijo Thaddeus, volviendo su atención a Victoria—. Tú familia, por lo que se, es muy interesante.
—Lo es.
Thaddeus observó a Victoria durante unos segundos, notando los pequeños detalles que la hacían única: el sutil brillo de sus ojos detrás del velo, la forma en que sus movimientos eran calculados pero naturales, y la manera en que su expresión cambiaba de dura a reflexiva.
—¿Sabes? —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. No es común ver a alguien que sea tan fiel a sus tradiciones. En un lugar como este, donde todos parecen estar enfocados en demostrar su habilidad y poder, es refrescante encontrar a alguien que se mantenga fiel a sí mismo y a su historia.
—No todos comprenden lo que significa para mí —dijo Victoria, su tono más suave ahora—. A veces me pregunto si vale la pena luchar por mantener estas tradiciones cuando parecen estar en desacuerdo con lo que los demás consideran normal o aceptable.
—No es fácil ser diferente —respondió Thaddeus—. Pero a veces, ser diferente es lo que te define y te hace especial. No creo que debas cambiar solo para encajar.
— Es interesante que lo digas.
Sin decir una palabra más, Victoria se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Thaddeus con una inquietante sensación de que había algo más en su presencia que no había sido revelado. Mientras la veía marcharse, una sensación de misterio y profundidad lo invadió, como si el enigma que la rodeaba fuera mucho más intrincado de lo que inicialmente había supuesto.
De repente, la voz de Celine rompió el silencio.
—¿Por qué siento que te estás interesando en esa chica? —preguntó, apareciendo de repente detrás de Thaddeus.
Thaddeus se sobresaltó al oír la voz de Celine y se giró rápidamente para enfrentarse a ella, su sorpresa evidente.
—¿Qué? No, para nada. Es solo que me genera mucha curiosidad —respondió Thaddeus, su tono una mezcla de sorpresa y defensiva.
Celine levantó una ceja, estudiándolo con un aire de escepticismo.
—Curiosidad, ¿eh? No parece que solo te esté llamando la atención. Hay algo más, ¿verdad?
Thaddeus cruzó los brazos, intentando ocultar su creciente incomodidad.
—No sé de qué estás hablando —murmuró, evitando el contacto visual.
—Puedes confiar en mí, Thaddeus —dijo Celine con un tono que buscaba ser tranquilizador, su mirada suavizándose ligeramente.
—Lo sé, pero Victoria no es mi tipo —respondió Thaddeus, intentando restarle importancia a la situación con una sonrisa nerviosa. A pesar de sus palabras, una parte de él seguía inquieta, cuestionando si realmente estaba tan desinteresado como quería parecer.
Celine lo miró fijamente, sin parecer completamente convencida por la afirmación de Thaddeus. Su mirada perspicaz reflejaba una mezcla de curiosidad y desconfianza, como si estuviera tratando de leer más allá de las palabras de su amigo.
—Thaddeus…
— Hay algo en ella, en cómo se enfrenta a las cosas, que me parece... diferente. No sé cómo describirlo, pero no puedo sacarla de mi cabeza.
Celine asintió lentamente, como si estuviera procesando la información. Aunque no estaba completamente satisfecha con la respuesta, decidió dejar el tema por el momento.
—Bueno, sea lo que sea, no dejes que te distraiga demasiado de tus objetivos —advirtió Celine—. En esta academia, todos tenemos nuestros propios secretos y problemas, y no siempre es bueno involucrarse demasiado en los de los demás, pero como sé que no me harás casa, suerte con tu chica.
—No es mi chica, Celine.
—Como sea —dijo Celine, con un toque de exasperación divertida—. Ven conmigo. Te presentaré a mis amigos. Creo que ya es momento de que ellos sepan quién es el mortal de la academia.
—¿Tus amigos? —Thaddeus levantó una ceja, intrigado por la oferta—-. ¿Qué tipo de personas son?
—Ah, ya verás —dijo Celine con una sonrisa enigmática—. Son… únicos. Pero te harán sentir más en casa.
Thaddeus siguió a Celine por un sendero de tierra rodeado de altos pinos, hasta que llegaron a un claro en medio del bosque. El lugar estaba iluminado por una luz tenue que se filtraba a través de las ramas, creando un ambiente de calma y misterio. En el centro del claro, un grupo diverso de figuras se encontraba reunido alrededor de un círculo de piedras, algunos conversando en voz baja, otros jugando con hojas secas y algunos simplemente relajándose en el césped.
Thaddeus se quedó impresionado al observar la mezcla de individuos que lo rodeaban. Algunos tenían piel clara, otros oscura; algunos lucían cabellos largos y ondulados, mientras que otros llevaban el cabello corto y despeinado. Lo que más le llamó la atención fueron las pupilas felinas de algunos y las alas que sobresalían de las espaldas de otros, dándole al grupo una apariencia casi de otro mundo.
—Celine, amiga mía, ¡pero dónde habías estado! Te extrañé mucho, cariño —dijo un chico con piel oscura y cabello negro, pero con unos hermosos ojos celestes que brillaban con calidez—. ¿Por qué te has perdido de esa manera, mujer?
—Solo tenía una misión que atender, Teo —dijo con una amplia sonrisa y caminó hacia él, dándole un fuerte abrazo—. Pero es bueno estar aquí nuevamente.
—¿Quién es ese chico? —preguntó una chica con alas que se movían suavemente de arriba abajo.
Celine se separó de Teo, alzando su mano para presentar a Thaddeus a Anahí.
—Este es Thaddeus y… bueno, él es mortal.
El grupo se volvió hacia Thaddeus, observándolo con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Thaddeus notó que el grupo guardó un largo momento de silencio, algunos con ceños fruncidos y otros con miradas de interés.
Teo fue el primero en romper el silencio, su voz reflejando una mezcla de sorpresa y desconfianza.
—¿Él es mortal? ¿Qué hace aquí con nosotros? —preguntó, su tono mostrando claramente su inquietud.
—Porque puede pelear con demonios —dijo Celine—. Thaddeus, permíteme presentarte a cada uno.
Ella hizo un gesto hacia el grupo mientras señalaba a las personas que se encontraban allí:
—Él es Teodoro, pero todos le dicen Teo. Es mi novio. Puede sonar un poco tonto, pero es muy amable, y eso es lo que realmente importa… creo —dijo Celine, con un toque de risa en su voz mientras señalaba a un joven de aspecto encantador.
Luego, Celine apuntó a una joven con alas blancas que se movían suavemente detrás de ella.
—Ella es Anahí, un ángel, o más bien, una semiángel. Es como Teo, pero en versión femenina.
A continuación, Celine señaló a un hombre de apariencia enigmática con un aire ligeramente sombrío.
—Aquel es Minho, un vampiro en decadencia. Aunque su aspecto pueda parecer intimidante, es en realidad un vampiro muy sabio, solo que está en una etapa complicada de su vida.
Finalmente, Celine se volvió hacia una figura alegre que parecía irradiar una energía cálida.
—Y por último, ella es Tiara. Es un amor de persona, aunque a veces puede ser bastante regañona —bufó con una sonrisa—. Pero así la queremos.
—¿Un vampiro en decadencia? —murmuró Thaddeus, su voz cargada de inquietud mientras miraba a Minho con curiosidad y un poco de preocupación.
—¡Oh, no te preocupes! —exclamó Celine con una sonrisa tranquilizadora—. Minho no es peligroso, solo está… atravesando una fase difícil. Solo evita acercarte demasiado cuando esté de mal humor.
Tiempo después, Victoria estaba en su habitación, iluminada solo por la tenue luz de una vela que creaba sombras danzantes en las paredes. El ambiente era misterioso y acogedor a la vez. Mientras examinaba el cofre con sumo cuidado, no podía evitar recordar las palabras que le habían dicho cuando el cofre fue entregado en sus manos. Los intrincados grabados en la tapa del cofre contaban historias de generaciones pasadas, llenas de secretos y poderes ocultos. Ella no tenía miedo, pero sí sentía una gran nerviosidad al no saber exactamente cómo cuidar de aquel cofre tan especial. Las historias que le contaron sobre la responsabilidad que conllevaba la habían dejado inquieta.
Perdida en sus pensamientos y recuerdos, dos golpes secos en la puerta la sacaron abruptamente de su ensueño. Dejó el cofre sobre la cama con cuidado y se levantó para abrir la puerta. Al hacerlo, se encontró con un pequeño grupo de chicas que no reconocía. Victoria las miró de arriba abajo. Su mirada se dirigió hacia la chica que estaba en el centro del grupo. Tenía el cabello rojo, los ojos cafés y un peculiar lunar debajo de su ojo derecho. Victoria había visto a esas chicas en algunas ocasiones en los pasillos de la academia. Eran conocidas por ser muy superficiales y por molestar a las personas que se cruzaban en su camino. Recordó haberlas visto acosar a una chica más joven una vez, pero en ese momento no le prestó mucha atención y siguió su camino. Sin embargo, ahora le resultaba extraño que estuvieran delante de su habitación. Con una mezcla de curiosidad y desconfianza, Victoria preguntó:
—¿Puedo ayudarles con algo? —preguntó Victoria con una mezcla de cortesía y firmeza.
Las chicas se miraron entre sí antes de que la de cabello rojo, con una actitud casi despectiva, hablara.
—Bueno, sólo queríamos hablar con la única mujer Lith en la academia —dijo, su tono condescendiente y desafiante intensificando la sensación de incomodidad que rodeaba a Victoria—. Creo que seríamos muy buenas amigas, Victoria. Estoy segura de que nos llevaríamos estupendamente.
—No soy amiga de personas como tú. Lo siento mucho, pero prefiero conservar mi imagen.
—Oh, vamos, Victoria. No seas así. Podríamos ayudarte a adaptarte mejor a la academia. Después de todo, estar sola puede ser complicado —sugirió la chica rubia con un tono que, aunque amigable, estaba cargado de una evidente intención de manipulación.
—Agradezco tu amabilidad, pero disfruto de mi soledad —respondió Victoria con calma y determinación.
—Tienes mucha confianza para alguien que no sabe con quién está hablando —dijo la chica rubia, su voz cargada de veneno y desdén.
—Sé exactamente con quién estoy hablando —dijo Victoria, su voz tranquila y segura—. Y también sé quién soy yo. No necesito su aprobación ni su amistad.
—Muy bien, Victoria. Veo que tienes carácter. Pero recuerda, en esta academia, no todo es lo que parece. Puede que necesites aliados en el futuro —advirtió la chica de cabello rojo, su tono aún desafiante.
—Tengo muchos aliados detrás de mí. Créeme, nadie es más poderoso que ellos —respondió Victoria con confianza, antes de que las chicas, claramente frustradas, se dieran la vuelta y se marcharan, dejándola sola en la puerta de su habitación.
Victoria cerró la puerta con un golpe decidido y se dirigió de nuevo hacia el cofre que había estado revisando. Su mente estaba en constante movimiento, procesando la interacción y lo que podría significar para su tiempo en la academia.
Al día siguiente, Victoria se encontraba en el jardín, sumergida en su lectura cuando la directora apareció de repente a su lado. La directora no dijo nada, simplemente la observó por unos segundos, su presencia enigmática y silenciosa. Luego, se marchó sin mediar palabra.
Poco después, sus primos llegaron al jardín. No había habido mucho contacto entre ellos desde que Victoria ingresó a la academia, por lo que le sorprendió verlos acercarse y sentarse a su lado. Sin embargo, Victoria no hizo ningún comentario y se centró en su lectura, agradecida por el silencio y la tranquilidad que le ofrecía el jardín, mientras su mente seguía procesando los recientes acontecimientos y preparándose para lo que estaba por venir.
—¿Estás cuidando bien de la caja? —habló Thalion.
—Sí, está en la habitación.
—¿Por qué la tienes en la habitación y no contigo? —preguntó Draxar.
—Porque sería peligroso que alguien más la viera.
—Entendemos tu precaución, Victoria, pero debes saber que la caja es más segura contigo —dijo Thalion —. En cualquier momento, alguien podría intentar entrar en tu habitación y robarla.
—¿Qué más puedo hacer? —preguntó, buscando orientación.
Draxar se inclinó hacia adelante, sus ojos dorados brillando con determinación.
—Debes aprender a protegerla y protegerte a ti misma. Nos aseguraremos de que sepas cómo hacerlo. Pero por ahora, manténla siempre cerca de ti. Nunca sabes quién podría estar observando.
Cuando sus primos se fueron, Victoria bufó, cansada por la interacción y por el peso de las recientes tensiones. Su mirada se desvió hacia una chica que parecía salir de un cuento de hadas: su cabello, con tonos de colores tan fantásticos como los de un unicornio, brillaba con una intensidad que capturó la atención de todos a su alrededor. La joven estaba repartiendo invitaciones para su fiesta de cumpleaños, y su entusiasmo era evidente en cada gesto.
Victoria intentó regresar su atención a su libro, esforzándose por sumergirse en sus páginas y dejar de lado la incomodidad que la rodeaba. Sin embargo, la chica, que se presentó como Ariel, se acercó a ella con una sonrisa amplia y un aire de vivacidad contagiosa.
—¡Hola! —exclamó Ariel con entusiasmo, su cabello moviéndose con un brillo etéreo—. Soy Ariel. Quería invitarte a mi fiesta de cumpleaños. Aquí tienes una invitación.
Ariel extendió una carta decorada con detalles coloridos y brillantes hacia Victoria. La invitación, adornada con cintas y pequeños destellos, parecía casi mágica en sí misma.
Victoria miró la invitación con una mezcla de sorpresa y desconfianza. No era común que recibiera invitaciones tan espontáneas, especialmente en un entorno donde aún estaba tratando de encontrar su lugar. Sin embargo, se tomó un momento para considerar el gesto.
—Gracias —dijo Victoria, tomando la carta con una mano mientras mantenía su mirada fija en Ariel—. Aprecio la invitación, pero ahora mismo estoy muy ocupada.
Ariel asintió con comprensión, aunque su expresión mostraba una pizca de decepción.
—Entiendo, pero me encantaría que vinieras. Muchos de la academia estarán allí, y sería genial que te integres con los demás.
—Lo tendré en cuenta. Gracias de nuevo.
Ariel se despidió con una sonrisa radiante antes de continuar con la entrega de invitaciones. Victoria se volvió de nuevo hacia su libro, pero ahora su mente estaba algo distraída, reflexionando sobre la invitación y lo que podría significar para su vida en la academia. Mientras el viento soplaba con fuerza en el jardín, las hojas crujían bajo su peso y la atmósfera se llenaba de un murmullo casi inquietante.
A kilómetros de allí, en el antiguo bosque de Membon, el paisaje era completamente diferente. Este bosque, olvidado por el tiempo y temido por los locales debido a las historias de terror que lo rodeaban, era un lugar donde la luz del día nunca lograba penetrar. Los árboles altos y retorcidos se alzaban como centinelas sombríos bajo un cielo oscurecido, y el aire estaba cargado de una energía ominosa que parecía succionar la vida misma.
En el corazón de este bosque, donde ni la luz del sol ni el canto de los pájaros se atrevían a entrar, una figura solitaria se alzaba junto a un altar de piedra antiguo. Este altar, cubierto de runas arcanas y manchas de sangre seca, era un vestigio de tiempos oscuros, un recordatorio de los rituales olvidados que alguna vez se realizaron sobre su superficie.
El aire se volvía aún más frío cuando una sombra se materializó sobre el altar. La figura alta y esbelta, envuelta en una capa oscura que parecía estar hecha de pura oscuridad, se alzó con una presencia sofocante. Su aura de maldad era tan intensa que parecía hacer que los árboles mismos se encogieran, retrocediendo ante la inminente presencia del mal. La sombra se movía con una gracia siniestra, un recordatorio de los horrores ocultos en el bosque y de los oscuros secretos que se habían mantenido ocultos durante siglos.
El silencio absoluto del claro fue interrumpido por una risa baja y gutural, un eco siniestro que resonó con una gravedad inquietante. La figura en la capa oscura levantó la cabeza, revelando un rostro pálido que parecía una máscara de muerte. Sus ojos rojos brillantes, como brasas en la oscuridad, tenían el poder de atravesar el alma de cualquiera que osara mirarlos. Este era Lord Astaroth, el demonio más temido y respetado entre las fuerzas oscuras, cuyo nombre susurrado evocaba terror y respeto.
La presencia del Necronomicon Arcanum era un recordatorio de los profundos y prohibidos conocimientos que contenía, y su sola mención evocaba historias de magia antigua y rituales olvidados. Astaroth lo sostuvo con un gesto reverente, sus garras casi acariciando las cerraduras metálicas, antes de abrir el libro con un crujido ominoso. Las páginas estaban llenas de escrituras arcanas y símbolos que emitían una luz tenue y siniestra, prometiendo un poder que podría cambiar el equilibrio del mundo.
Mientras las páginas se pasaban lentamente, la atmósfera en el bosque se volvía aún más densa y cargada, como si el aire mismo temiera el poder que estaba a punto de desatarse. Lord Astaroth comenzó a murmurar en un idioma antiguo, su voz resonando con un tono grave que parecía resonar en lo más profundo del bosque. Cada palabra parecía invocar una fuerza que hacía que las sombras se alargaran y las sombras en el bosque se retorcieran de manera inquietante.
— El tiempo ha llegado. Las fuerzas de la oscuridad se levantarán nuevamente, y aquellos que se atrevan a interponerse en mi camino conocerán la verdadera desesperación—voz profunda y resonante. Levantó el libro hacia el cielo, en tono de mando—. ¡Despierten, hijos de la oscuridad! Nuestro tiempo está cerca, y pronto, todo el mundo se arrodillará ante nuestro poder.
Un rayo de energía oscura surgió del libro, lanzándose hacia el cielo y dividiendo las nubes en un espectáculo de luz y sombras. El bosque entero pareció temblar ante la liberación de tal poder. En la pequeña aldea que bordeaba el bosque, los aldeanos sintieron el estremecimiento de la tierra y observaron el rayo oscuro que iluminaba el horizonte. Sabían que algo terrible había despertado en el bosque, y el miedo se apoderó de sus corazones.
Astaroth bajó el libro, una sonrisa de satisfacción retorciéndose en su rostro. Su mirada se desvió hacia un costado, donde un joven estaba de rodillas. No era humano, sino una sombra que se ocultaba en el joven de rostro angelical.
—Mi señor, estoy a sus pies —dijo el joven con una reverencia profunda, inclinándose ante la presencia imponente de Astaroth.
El demonio alzó una mano, su gesto señalando con una autoridad sobrecogedora.
—Nuestro señor desea el cofre que contiene a sus demonios, pero también requiere de sus cuernos para recuperar sus poderes. El inframundo está en juego. Sin estos cuernos, nuestro señor desaparecerá y con él, la estabilidad del reino de las sombras. Tú te encargarás de buscar el cofre; yo me ocuparé de recuperar los cuernos.
El joven asintió con firmeza, su rostro reflejando una mezcla de determinación y preocupación.
—Entiendo, mi señor. Haré todo lo posible para encontrar el cofre.
— No quiero que hagas todo lo posible. Quiero que lo recuperes.
Con esas palabras, Astaroth se desvaneció en las sombras, su presencia imponente desintegrándose en una nube de oscuridad que absorbió la luz restante en el claro. El altar, ahora envuelto en una negrura aún más densa, parecía una cicatriz en la tierra, un vestigio de la poderosa magia que se había desatado. La atmósfera, cargada de una amenaza palpable, se volvía cada vez más opresiva.
Azael se levantó lentamente, su cuerpo transformándose de nuevo en una figura humana mientras la energía demoníaca que lo había envuelto se desvanecía. Con una determinación fría, se preparó para cumplir su misión. La orden de su maestro había sido clara y urgente: encontrar el cofre. Sin perder tiempo, Azael se adentró en el bosque, moviéndose con una rapidez que parecía desafiar las sombras mismas. Su figura se desvaneció en la penumbra del bosque, mientras su mente se centraba en la tarea que tenía por delante.
En la distancia, el claro permanecía desolado, la única evidencia de la presencia de Astaroth era el altar de piedra, ahora bañado en una sombra inquietante. La batalla por el cofre había comenzado, y los preparativos para enfrentar una oscuridad que el mundo no había conocido en siglos estaban en marcha. Las fuerzas de Astaroth se movilizaban en busca del artefacto crucial, y el destino de muchos, incluida la propia Victoria, estaba a punto de cambiar de manera irrevocable.