Mientras Tu Dormias

La cena que Camila preparó esa noche fue exquisita, Adrián la llenó de halagos por lo que la muchacha había preparado. A él jamás se le hubiera ocurrido que ella pudiera cocinar y mucho menos que lo hiciera tan rico. Aunque luego, al irse a la cama reflexionó que, tal vez fuera lógico, después de todo ella había vivido con su madre anteriormente y cuando llegó a casa de los Mitchel nunca la trataron como a una hija.

Esa noche fue de total descanso, cada uno tuvo un muy relajante y plácido sueño.

Al día siguiente, Camila se levantó antes que Adrián, se dirigió a la cocina a preparar el desayuno y cuando lo tuvo listo se dispuso a llevárselo. Golpeó la puerta un par de veces antes de ingresar, él aún estaba en la cama.

-Buenos días- dijo ella.

-Buenos días," preciosa"- respondió él, aunque el preciosa se había quedado en su mente.

-Te traje el desayuno- dijo ella acercándose para dejar la bandeja que llevaba en las manos, sobre la mesa de centro, para luego ayudar a Adrián a sentarse en su silla de ruedas.

-Muchas gracias, es muy amable de tu parte- replicó él.

-No hay de qué, ahora voy a la cocina a...- habló ella, pero él le interrumpió.

-¿Podrías desayunar aquí, conmigo?- le pidió, ella simplemente asintió con un movimiento de su cabeza, salió de la habitación y unos minutos después regresó con otra bandeja.

La muchacha acercó una silla a la pequeña mesa que se hallaba en el centro de la habitación, juntos y en silencio degustaron su desayuno.

-¿Sabes algo?- dijo Adrián de repente- Quiero compensarte por estar ocupándote de todo.

-Oh, no. Eso no hace falta- dijo ella tímidamente- me gusta hacer mis cosas yo misma.

-De igual manera, déjame compensarte por favor- dijo él, casi en una súplica.

Ella se quedó pensando, entendiendo que era su oportunidad para pedirle algo a cambio.

-Está bien- dijo la muchacha- pero... ¿me vas a dar lo que yo te pida?

-Lo que tú quieras- respondió él.

-Ok, entonces quiero que me dejes hacerte los masajes de rehabilitación que he aprendido.- pidió ella, a él se le formó un nudo en la garganta al recordar la manera en que se descontroló la última vez en que ella le hizo masajes. Pero ya había dicho que sí, así que no le quedó otra que aceptar el pedido de la muchacha.

-Está bien, acepto- dijo y ella sonrió llena de alegría.

-¡Muy bien! Entonces voy a llevar todo esto y regreso- dijo Camila, para luego tomar las bandejas, llevarlas a la cocina, y luego de lavar todo lo que había ocupado, fue a su habitación se puso una ropa más cómoda que consistía en una blusa de tirantes y unos joggers, finalmente, regresó a la habitación de Adrián.

Mientras ella estaba ocupada todavía Adrián se sentía bastante inquieto, el recuerdo de lo que sintió la última vez que ella le hizo masajes se hizo presente y se dijo a sí mismo que debía bloquear cualquier pensamiento que pudiera llegar a perturbarlo.

-¡Regresé!- exclamó la muchacha abriéndose paso en la habitación, al verla Adrián tuvo miedo- Muy bien señor Lewis, esto vamos a hacerlo sobre la cama.

-"No sabes todas las cosas que quisiera hacer sobre esa cama contigo"- pensó él mordiéndose el labio en un intento de dejar de pensar lo que pensaba.

Camila lo ayudó a subir a la cama, le tomó las piernas, poniéndolas sobre la misma y comenzó con los masajes, ocupándose en primer lugar de sus pies, luego las pantorrillas, las rodillas hasta llegar finalmente a sus cuádriceps, deteniéndose allí por algo más de tiempo. Adrián pasaba saliva, mientras pensaba en ponis rosados y pájaros azules para distraerse.

-¡Sesión de hoy, terminada!- dijo la muchacha.

-¡Gracias a Dios!- dijo él, ella lo miró de lado- No lo tomes a mal, lo que ocurre es que necesitaba ir al baño- se excusó avergonzado.

-Ah, ok. Entonces ¿te ayudo a bajar a la silla?- preguntó ella.

-Está bien- respondió él aceptando su ayuda.

Cuando Camila salió de la habitación, Adrián se puso de pie, se metió en el cuarto de baño y luego debajo de la ducha hasta que se sintió completamente relajado. Estaba de pie terminando de vestirse cuando Camila tocó la puerta, de inmediato se sentó en la silla de ruedas y le pidió que entrara.

-¿Te duchaste?- preguntó ella al verlo con otra ropa y el cabello húmedo.

-No. Solamente mojé mi cabello- respondió él, notando la duda en el rostro de la muchacha.

-Estaba pensando y me preguntaba ¿qué te parece si cenamos fuera?- él la miró con incomprensión- Bueno, sé que por aquí no hay restaurantes y esas cosas, pero se me ocurrió que podríamos cenar a la luz de la luna.- aclaró- ¿qué dices?

-Me parece bien- aceptó Adrián.

‐¡Genial! Entonces voy a preparar nuestra cena- dijo ella y salió rápidamente. Él la observó marcharse y sonrió.

-¿Por qué eres tan bella?-preguntó en voz alta, luego de un suspiro y salió por el ventanal de la habitación a contemplar el cielo.

Minutos después Camila lo vio pasar por la sala, una, dos, tres veces, le pareció algo extraño así que a la cuarta vez, fue detrás de él.

-¿Qué estás haciendo?- Le preguntó observando que llevaba en sus manos platos y cubiertos.

-Preparo la mesa para nuestra cena- respondió él- ¿no habrás pensado qué te iba a dejar hacer todo el trabajo?

-Ah, ok- replicó ella encogiéndose de hombros, para luego regresarse a la cocina.

Adrián observaba su móvil con decepción, estaba por realizar una llamada cuando recordó que aquella cabaña no tenía ningún tipo de conexión con el exterior, y eso también significaba que no había conectividad tampoco. Suspiró resignado, pero su resignación pasó a ser alivio al ver salir a Camila por el ventanal de su habitación.

-La cena ya está lista, señor Lewis- le dijo ella sonriéndole- voy a cambiarme de ropa y ya estoy con usted- agregó reingresando a la habitación.

Aproximadamente quince minutos después sus ojos observaron a la muchacha, ataviada con un vestido a la altura de la rodilla, de mangas hasta los codos y cuello amplio que dejaba al descubierto sus hombros, a la vez que llevaba el cabello recogido con unos pequeños mechones sueltos que la hacían ver... más bella de lo que ya era.

-"Bueno... Al parecer comienza la tortura para mí"- dijo casi en un susurro.

Camila sirvió la cena, ante la atenta mirada de Adrián, quien trataba de no ser demasiado obvio con sus miradas.

-¿Qué te pareció la cena?- Le preguntó la muchacha cuando estaban comiendo el postre.

-La cena ha estado deliciosa- respondió él "aunque me gustaría probarte a ti" pensó.

-Me alegra que te haya gustado, mi madre me enseñó a preparar esos platillos- agregó y una lágrima rodó por su mejilla.

-Oh, no. Por favor, nena, no llores- le dijo él mientras su dedo índice secaba aquellas lágrimas.

Ella alzó su mirada, y se dio cuenta de que lo tenía a su lado, intentó sonreírle, él pasó su dedo delineando los labios de Camila, mordió los suyos aguantando la terrible necesidad que sentía por besarla. Camila notó que Adrián no se sentía cómodo, pensó que probablemente era porque en realidad él no quería estar allí y menos con ella, así que se movió hacia atrás, se puso de pie para luego disculparse y marcharse a su habitación.

-¿Qué carajos?- se preguntó Adrián ante la huida de la muchacha.