Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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Secretos bajó la superficie
El sol estaba alto en el cielo cuando Elliot despertó. Sintió el cuerpo de Damián aún dormido junto a él, respirando suavemente. Habían pasado horas desde su enfrentamiento en el claro del bosque, pero el recuerdo seguía fresco en su mente. Elliot observó a su amigo y, por un instante, se permitió relajarse. A pesar de todo lo que había ocurrido, Damián estaba a salvo.
Sin embargo, algo seguía molestándolo. Las palabras de Blake resonaban en su mente: “Esto no ha terminado”. La fuerza oscura que los había llamado en el bosque no se había ido, y sabía que volvería.
Con cuidado, se levantó de la cama sin despertar a Damián. Necesitaba tiempo para pensar, para procesar lo que había sucedido. Mientras caminaba hacia la cocina, su mente vagaba por los eventos recientes. Blake había sido una constante ayuda, pero ahora Elliot se sentía atrapado en una maraña de preguntas sin respuesta.
Al llegar a la cocina, encontró a Blake esperándolo. El fantasma estaba sentado en la mesa, con los ojos clavados en la ventana como si estuviera vigilando algo más allá de lo visible.
—Sabía que te levantarías temprano —dijo Blake, sin apartar la vista de la ventana.
Elliot se sirvió una taza de café antes de sentarse frente a él.
—No podía dormir. Lo de anoche… —dejó la frase en el aire, esperando que Blake continuara.
El fantasma lo miró por fin, sus ojos brillando con una intensidad que Elliot no había visto antes.
—Lo de anoche fue solo el principio —dijo Blake en un tono sombrío—. Esa oscuridad lleva siglos tratando de abrirse paso a este mundo. Y Damián… él es la clave.
El corazón de Elliot se detuvo por un momento.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Por qué él?
Blake suspiró y se inclinó hacia adelante, sus dedos pálidos rozando la superficie de la mesa.
—Damián no es como los demás, Elliot. Lo sabes. No es solo por su personalidad o su pasado. Hay algo más profundo, algo que lo conecta con esas fuerzas oscuras. Creo que él nació con una maldición. O, mejor dicho, con una herencia que nunca pidió.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que Damián era diferente, pero nunca había pensado en él como parte de algo mayor, algo más peligroso.
—¿Herencia? —susurró Elliot—. ¿Qué significa eso?
Blake cerró los ojos por un momento, como si buscara las palabras adecuadas.
—Damián está ligado a una antigua línea de sangre, una familia que hace siglos pactó con las fuerzas de la oscuridad. Su linaje está marcado, y esa oscuridad lo ha estado buscando desde que era un niño. Por eso lo llaman, por eso lo quieren. Es parte de ellos.
Elliot apretó la mandíbula. Las palabras de Blake hacían que todo encajara, pero también lo llenaban de miedo.
—No puedo permitir que lo tomen —dijo Elliot con firmeza—. No voy a perderlo.
Blake lo miró con seriedad.
—Y yo estaré aquí para ayudarte. Pero debes saber que enfrentarse a esto no será fácil. Estas fuerzas llevan siglos esperando, y harán lo que sea para conseguir lo que quieren.
El silencio llenó la habitación por un momento, hasta que el sonido de pasos suaves los interrumpió. Damián apareció en la puerta, frotándose los ojos.
—¿De qué están hablando? —preguntó con su tono habitual, pero Elliot notó la preocupación en su voz.
Elliot se levantó, forzando una sonrisa.
—Nada importante, solo estaba hablando con Blake sobre lo que pasó anoche.
Damián los miró a ambos, desconfiado, pero no dijo nada más. Sabía que Elliot a veces guardaba cosas, pero también confiaba en que lo haría por su bien.
—Voy a salir un rato al bosque —anunció Damián de repente.
Elliot sintió una punzada de preocupación.
—¿Estás seguro? No creo que sea una buena idea después de lo de anoche.
Damián lo miró con una pequeña sonrisa.
—Estaré bien. El bosque me calma, y necesito pensar.
Elliot quería protestar, pero sabía que no podía retenerlo. Damián siempre había encontrado consuelo en el bosque, aunque eso también lo conectaba con sus momentos más oscuros.
—Está bien —dijo finalmente—. Solo ten cuidado.
Damián asintió y salió de la casa sin decir nada más. Elliot se quedó mirando la puerta por un largo momento, el café en su mano enfriándose.
—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Blake, interrumpiendo sus pensamientos.
Elliot se levantó y dejó la taza sobre la mesa.
—Voy a averiguar más sobre esa herencia de la que hablaste. Si Damián está en peligro por su linaje, necesito saber cómo protegerlo.
Blake asintió.
—Conozco a alguien que podría ayudarnos. Alguien que tiene información sobre antiguas maldiciones y pactos. Pero te advierto, Elliot, adentrarse en este mundo puede ser peligroso.
Elliot no dudó.
—Lo haré. Si eso significa proteger a Damián, estoy dispuesto a correr el riesgo.
Blake lo miró por un momento, admirando su determinación.
—Muy bien. Entonces debemos encontrar a alguien que aún conozca esos secretos. Prepárate, Elliot. Lo que descubriremos podría cambiar todo lo que crees saber.
Elliot asintió. Mientras miraba hacia la puerta por la que Damián había salido, supo que haría lo que fuera necesario para salvar a su mejor amigo de la oscuridad que lo perseguía.
Y con Blake a su lado, no tenía intención de rendirse.
Elliot pasó el resto del día con una sensación de inquietud arremolinándose en su interior. Damián no regresaba, y cada minuto que pasaba solo aumentaba su ansiedad. Sabía que su amigo necesitaba espacio, pero después de lo que Blake le había revelado, le resultaba difícil no preocuparse.
Cuando el sol comenzó a esconderse en el horizonte, Elliot decidió salir en su búsqueda. El bosque, que normalmente le ofrecía un consuelo tranquilo, ahora parecía lleno de sombras y susurros. Caminaba con rapidez, sus ojos constantemente buscando alguna señal de Damián.
—¿Estás seguro de que deberías ir solo? —La voz de Blake resonó junto a él, materializándose a su lado mientras avanzaban.
—Damián me necesita —contestó Elliot, con la mandíbula apretada—. No puedo dejarlo solo ahora, no después de lo que dijiste.
Blake asintió, comprendiendo su determinación. Durante el camino, el fantasma se mantuvo cerca, su presencia tan tangible como cualquier ser humano. Cada vez que Elliot sentía miedo o incertidumbre, era como si Blake pudiera percibirlo, ofreciéndole una especie de consuelo silencioso.
El bosque se cerraba alrededor de ellos, los árboles formando un oscuro techo sobre sus cabezas. El viento susurraba entre las hojas, trayendo consigo ecos que parecían decir el nombre de Damián. Elliot apresuró el paso, ignorando la sensación de opresión que lo invadía.
Finalmente, llegaron a un claro que Elliot reconoció. Aquí era donde solían venir cuando necesitaban escapar de la realidad, un lugar que antes les ofrecía paz. Pero ahora, algo era diferente. La atmósfera estaba cargada de una tensión inexplicable.
Y allí, en el centro del claro, estaba Damián.
Elliot respiró aliviado al verlo, pero algo no estaba bien. Damián estaba de pie, con la mirada perdida en la nada, sus ojos vacíos, casi como si estuviera bajo algún tipo de trance.
—¡Damián! —gritó Elliot mientras corría hacia él.
Damián no respondió. Su cuerpo permanecía rígido, inmóvil, como si estuviera atrapado en una prisión invisible. Elliot llegó hasta él, agitándolo por los hombros, pero no hubo ninguna reacción. Era como si su amigo estuviera muy lejos, atrapado en algún lugar inaccesible.
—¿Qué está pasando? —preguntó Elliot, desesperado, mirando a Blake.
El fantasma observó la escena con una expresión grave.
—La oscuridad lo ha encontrado —susurró Blake—. Está intentando tomar el control.
Elliot sintió un nudo de pánico apretarse en su garganta. Sabía que las fuerzas de las que hablaba Blake eran poderosas, pero verlo en persona lo aterrorizaba más de lo que había imaginado.
—No voy a dejar que lo tomen —dijo Elliot con determinación, abrazando a Damián con fuerza, como si con su cercanía pudiera sacarlo de ese estado.
El contacto pareció hacer que Damián reaccionara ligeramente. Su cuerpo tembló, y un débil gemido escapó de sus labios.
—Elliot... —murmuró Damián con una voz rota, llena de dolor—. No puedo... detenerlo...
Elliot sintió su corazón romperse al escucharlo, pero no estaba dispuesto a rendirse.
—Estoy aquí —le dijo, manteniéndolo cerca—. No te voy a dejar solo en esto, Damián. Lucha, por favor.
Blake observaba con una mezcla de tristeza y determinación. Sabía que Elliot tenía razón en intentarlo, pero también entendía que el poder que controlaba a Damián no se iría fácilmente.
—Voy a buscar ayuda —dijo Blake de repente—. Hay alguien que puede saber cómo detener esto. Mantén a Damián a salvo. Volveré pronto.
Antes de que Elliot pudiera decir algo, Blake desapareció en el aire, dejando a Elliot solo con Damián. La oscuridad del bosque se hacía cada vez más pesada, y el viento comenzó a agitar las hojas, como si la naturaleza misma respondiera al poder que intentaba reclamar a su amigo.
Elliot respiró hondo y, con delicadeza, tomó la mano de Damián entre las suyas.
—No te dejaré —murmuró—. Pase lo que pase, siempre estaré contigo.
Damián cerró los ojos por un momento, y una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Su cuerpo se relajó ligeramente, y por primera vez desde que llegaron, Elliot sintió una pequeña chispa de esperanza.
Pero entonces, algo cambió.
El aire alrededor de ellos comenzó a vibrar, y una sombra más oscura que la noche se deslizó entre los árboles, acercándose con rapidez. Elliot lo sintió antes de verlo, una presencia que helaba la sangre y parecía susurrar promesas de destrucción.
De repente, una figura emergió de la oscuridad. Era alta, con una capa oscura que se arremolinaba alrededor de su cuerpo como si estuviera viva. Sus ojos brillaban con un tono rojizo, y una sonrisa cruel adornaba su rostro.
—Así que este es el famoso Damián del que tanto hablan —dijo la figura, con una voz profunda y burlona—. Debo decir que esperaba más resistencia.
Elliot se levantó de inmediato, posicionándose entre Damián y la figura.
—¿Quién eres? —exigió, su voz llena de ira.
La figura inclinó la cabeza ligeramente, como si lo evaluara.
—Puedes llamarme Adrián —respondió—. Y estoy aquí por él.
Elliot sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al escuchar el nombre. No sabía exactamente quién era este hombre, pero algo en su presencia lo inquietaba profundamente.
—No te lo llevarás —dijo Elliot con firmeza.
Adrián soltó una risa baja, casi como si estuviera disfrutando del desafío.
—¿Y quién eres tú para detenerme, chico? —preguntó, dando un paso hacia adelante—. Este es su destino, y tú no puedes cambiarlo.
Elliot no se movió. Sabía que estaba en desventaja, pero no iba a dejar que se llevaran a Damián sin pelear.
Antes de que pudiera responder, Adrián levantó una mano, y una ráfaga de energía oscura salió disparada hacia Elliot. El impacto lo lanzó hacia atrás, golpeando el suelo con fuerza. El dolor le recorrió todo el cuerpo, pero se negó a quedarse abajo. Se levantó, tambaleándose, pero determinado a proteger a su amigo.
Sin embargo, justo cuando Adrián estaba a punto de atacar de nuevo, una luz brillante atravesó la oscuridad del claro. Blake había regresado, acompañado por una figura que Elliot no reconocía.
—Basta, Adrián —dijo Blake con voz firme—. No te llevarás a Damián esta noche.
La luz que emanaba del recién llegado era cegadora, una fuerza que contrastaba brutalmente con la oscuridad que parecía envolver a Adrián. Elliot, aún tambaleándose por el golpe, sintió cómo la presencia de Blake a su lado lo llenaba de una renovada esperanza.
—No te metas en esto, Blake —advirtió Adrián, su voz más grave que antes, casi un gruñido—. Este no es tu asunto.
El aire alrededor de ellos parecía tensarse, vibrando con la energía de dos fuerzas opuestas. Elliot, jadeando, pudo sentir cómo Damián se agitaba a su lado, como si estuviera luchando internamente contra algo que intentaba consumirlo.
—Tú lo convertiste en nuestro asunto cuando decidiste atacar a Damián —respondió Blake, avanzando con paso firme hacia Adrián—. No permitiré que sigas dañando a las personas que me importan.
Elliot observó cómo Blake, quien había sido una figura incorpórea durante tanto tiempo, se presentaba con una solidez casi tangible. Su rostro estaba marcado por una determinación que Elliot no había visto antes. Sin embargo, lo que más lo sorprendió fue la figura a su lado, que aún no había dicho ni una palabra.
La figura, una mujer alta y de aspecto etéreo, llevaba una túnica blanca que parecía brillar con una luz propia. Sus ojos eran de un azul pálido, casi transparentes, y cuando se fijaron en Elliot, él sintió una calma inmediata. Sin decir nada, ella se acercó a Damián, quien seguía en su trance.
Adrián observaba la escena con una mezcla de furia y diversión. Una sonrisa retorcida se formó en su rostro mientras bajaba lentamente la mano.
—Crees que porque traes refuerzos, puedes detenerme —dijo, caminando lentamente hacia ellos—. Pero no entiendes lo que está en juego.
—¿Y qué es lo que está en juego? —preguntó Blake, sin apartar la vista de Adrián.
Adrián se detuvo, con los ojos brillando con una intensidad peligrosa.
—El equilibrio del mundo. Hay fuerzas más antiguas que cualquiera de nosotros, y Damián está destinado a ser parte de ellas. No puedes detener lo que ya está en marcha.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que algo oscuro había estado rodeando a Damián durante algún tiempo, pero escuchar a Adrián hablar de un destino predeterminado lo llenaba de terror.
—No me importa lo que digas —replicó Elliot, tomando a Damián de la mano de nuevo—. No lo perderé.
La mujer etérea colocó una mano sobre la frente de Damián, y, por un momento, él pareció relajarse, sus músculos tensos soltándose ligeramente. La energía oscura que lo rodeaba comenzó a disiparse, como si la luz de la mujer la estuviera ahuyentando.
Adrián dio un paso hacia adelante, pero Blake se interpuso entre ellos.
—No permitiré que te acerques más —dijo Blake con una calma peligrosa—. Ya has causado suficiente daño.
Adrián lo miró con desprecio, pero antes de que pudiera replicar, algo en el aire cambió. La tensión que había estado presente durante tanto tiempo comenzó a desvanecerse, como si la misma naturaleza estuviera respondiendo al poder de la mujer.
—Esto no ha terminado —advirtió Adrián, dando un paso atrás—. Pero pronto entenderán. No pueden escapar del destino.
Y con esas palabras, Adrián se desvaneció en la oscuridad, dejándolos en el claro, con el sonido del viento susurrando entre los árboles.
Elliot se desplomó junto a Damián, agotado pero aliviado. Blake se arrodilló a su lado, mientras la mujer observaba desde un poco más lejos, su presencia aún brillante pero menos imponente.
—¿Está... está bien? —preguntó Elliot con la voz entrecortada, mirando a Damián, cuyo rostro se veía más relajado que antes.
—Por ahora, sí —respondió la mujer con suavidad—. Pero el peligro no ha pasado.
Elliot asintió, su cuerpo temblando mientras el miedo y el alivio luchaban por el control. Blake lo observó con una mezcla de orgullo y preocupación.
—Hiciste bien, Elliot —le dijo Blake en voz baja—. Fuiste increíblemente valiente.
Elliot dejó escapar una risa suave, pero no había alegría en ella.
—No me siento valiente —susurró—. Solo no podía dejar que se lo llevara.
La mujer se acercó y se inclinó hacia Damián, colocando una mano sobre su pecho.
—Él ha sido marcado por una oscuridad antigua —explicó con un tono solemne—. Algo que ha intentado reclamarlo durante mucho tiempo. Pero todavía hay esperanza. El vínculo que compartes con él es fuerte, más fuerte que cualquier fuerza maligna que intente controlarlo.
Elliot asintió, aunque no podía evitar sentir un peso en su pecho. No sabía lo que vendría a continuación, pero algo en su interior le decía que esto era solo el comienzo de una batalla mucho más grande de lo que él había imaginado.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó, mirando a Blake y a la mujer en busca de respuestas.
Blake lo miró con una seriedad que Elliot no había visto antes.
—Nos preparamos —respondió—. Esto no ha terminado, pero ahora sabemos contra quién estamos luchando.
Elliot asintió, sintiendo una extraña mezcla de miedo y determinación. Sabía que, pase lo que pase, no estaría solo en esto. Tenía a Damián, y ahora, a Blake y a esta misteriosa mujer.
Y juntos, encontrarían la manera de enfrentar lo que fuera que se avecinaba.