Luca, un omega que ha ocultado su identidad en las sombras del crimen de Verona, es descubierto por Alessandro Moretti, el implacable capo de la mafia. Mientras Luca es arrastrado a un mundo lleno de peligro, traiciones y poder, la atracción entre ambos crece, desatando un juego mortal donde el deseo y la protección se entrelazan. En un entorno donde nadie es lo que parece, Luca y Alessandro deberán decidir si su conexión es una fortaleza o una debilidad que los destruirá.
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capitulo 11 : SOMBRAS DEL PASADO
El refugio que Alessandro había elegido para proteger a Luca parecía estar aislado del mundo exterior, pero la tensión crecía con cada día que pasaba. La calma superficial solo era un eco de la tormenta que sabían que se avecinaba. Luca, aunque consciente de los peligros, empezaba a sentirse atrapado entre los muros de la casa, mientras la presencia constante de Alessandro lo mantenía en una mezcla extraña de protección y deseo.
Había algo que no se podía negar más. Esa conexión, ese vínculo de destino entre ellos, estaba intensificándose, haciendo que cada toque, cada mirada, estuviera cargada de una electricidad palpable. Las noches que compartían, aunque inicialmente llenas de silenciosa compañía, se habían vuelto más tensas, sus cuerpos conscientes del otro en todo momento.
Alessandro, un hombre acostumbrado al control absoluto, luchaba con algo que lo desconcertaba. Luca. Era más que un simple vínculo de destino. Había algo en él que desafiaba las reglas que Alessandro se había impuesto. Sabía que cuanto más cerca estaba de Luca, más vulnerable se volvía, pero la atracción que sentía hacia él lo estaba consumiendo, y la cercanía solo hacía que sus barreras se derrumbaran.
Esa noche, la luna llena iluminaba los alrededores del refugio, proyectando largas sombras sobre el suelo. Luca se encontraba en el salón, mirando por la ventana, sus pensamientos enredados en todo lo que había cambiado en su vida desde que Alessandro había irrumpido en ella. Sabía que estar junto a él significaba abrazar una vida peligrosa, pero lo que más lo inquietaba era el creciente deseo que sentía por el capo. Era como si cada momento que pasaban juntos intensificara ese fuego que ardía entre ambos, un fuego que no podían seguir ignorando.
Alessandro entró en la habitación en silencio, observando a Luca desde la entrada. Su porte imponente llenaba el espacio, pero había algo diferente en su mirada esta vez. Una vulnerabilidad que rara vez mostraba. Caminó hacia él lentamente, como si estuviera decidiendo si debía romper ese delicado equilibrio que habían mantenido hasta ahora.
—Estás despierto tarde —dijo Alessandro, su voz baja, casi como un murmullo.
Luca giró la cabeza hacia él, el brillo de la luna resaltando la seriedad en sus ojos.
—No podía dormir —respondió, su tono más suave de lo que esperaba.
Hubo un silencio entre ellos, uno lleno de tensiones no dichas, de deseos reprimidos. Alessandro se detuvo a pocos pasos de Luca, su figura dominante proyectando una sombra larga sobre el suelo. Era como si la atmósfera a su alrededor hubiera cambiado, como si ambos estuvieran al borde de algo inevitable.
—Luca —dijo Alessandro, su voz sonando más áspera de lo habitual—. Hay algo que necesito saber.
Luca lo miró con incertidumbre, su corazón acelerándose.
—¿Qué cosa?
Alessandro avanzó otro paso, su mirada atrapando la de Luca con una intensidad que lo dejó inmóvil.
—¿Qué sientes cuando estás cerca de mí? —preguntó, sus palabras llenas de una vulnerabilidad que Luca nunca había oído antes en él.
Luca tragó saliva, sintiendo que el aire a su alrededor se volvía más denso. Sabía lo que Alessandro estaba preguntando, pero ponerlo en palabras era aterrador. Había estado reprimiendo esos sentimientos, negándose a admitir lo evidente.
—Siento... que no puedo apartarme de ti —admitió Luca finalmente, su voz temblando ligeramente—. Que, aunque quiera mantenerme a salvo, cada vez que estás cerca es como si todo en mí quisiera acercarse aún más.
La confesión flotó en el aire entre ellos, cargada de significado. Alessandro dio un paso más, cerrando la distancia entre ellos hasta que apenas quedaba espacio.
—Lo siento también —murmuró Alessandro, inclinándose ligeramente hacia Luca—. Y no puedo seguir fingiendo que puedo controlarlo.
Luca no tuvo tiempo de responder antes de que Alessandro lo tomara por la cintura, acercándolo hacia él con una fuerza contenida. Sus respiraciones se mezclaron, y el contacto entre ellos envió una descarga eléctrica a través de ambos cuerpos. La mano de Alessandro se deslizó por la espalda de Luca, y cuando sus labios estuvieron a solo un suspiro de distancia, el mundo exterior desapareció. No había más enemigos, no había más refugios ni estrategias. Solo estaban ellos, atrapados en un momento que habían estado negando durante demasiado tiempo.
El beso fue suave al principio, como una prueba de terreno, pero rápidamente se intensificó. Alessandro lo sujetaba como si temiera que Luca se desvaneciera en cualquier momento, y Luca se aferraba a él con igual desesperación, como si ese momento fuera lo único real en un mundo lleno de incertidumbre.
Cuando se separaron, ambos respiraban pesadamente, sus frentes apoyadas una contra la otra. Alessandro acarició el rostro de Luca con una suavidad que contrastaba con su naturaleza dominante.
—No sé qué va a pasar con todo esto, Luca —dijo Alessandro, sus palabras sinceras, vulnerables—. Pero no puedo perderte.
Luca lo miró, su corazón latiendo desbocado en su pecho.
—No me vas a perder, Alessandro. Estoy aquí, contigo.
Y en ese momento, entre susurros y promesas, ambos entendieron que el destino que los había unido no era solo una maldición, sino una fuerza inquebrantable que los empujaba hacia adelante, juntos, hacia lo desconocido.