Las verdades de su primer amor distorcionaron su mente por un engañó y ella lo mató. Su hermano menor busca justicia sin saber que después de un tiempo empieza a enamorarse de la asesina de su hermano.
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Bloqueada
Mi madre estaba a mi lado cuando desperté, había más tristeza en sus ojos que los míos.
—¿Mamá, estás bien?— le pregunté tomando su mano.
—¿Qué fue lo que hicimos mal hija?— Mi madre estaba más deshecha que yo, me imaginaba que la marea venía con todo arrasando.
—No te preocupes mamá, buscaré la forma de salir del pozo en el que les metí.
—Mi amor, ¿Cómo no te diste cuenta quien realmente era Enzo?
—¡Mamá!
—Tu padre no puede solo con esta situación. Enzo nos destruyó.
—Jamás me hubiese acercado a él de saber quien era mamá, créeme. Ayer estaba feliz disfrutando de mi boda y ahora mi cielo se convirtió en un infierno. Hasta perdí a mi hijo por culpa de ese hijo de puta.
—¿Qué?
—Si, mamá. Me enteré que estaba embarazada, pero el accidente me lo quito.
Me puse a llorar cuando le conté, me cubrió en su seno materno y ambas lloramos.
—Mi amor, como lo siento— trataba de consolarme.
—Mi vida es una pesadilla mamá, pero te prometo que saldremos de esta.
Segundo después entro mi esposo.
—Señora, me puede dejar con mi esposa.
—Supiste usar muy bien tu máscara, sobrepasaste mi intuición, pero algún te vas a arrepentir de tus actos—mi madre le contestó dolida.
—Déjeme con mi esposa por favor, si no quiere que las cosas empeoren.
Mi madre no quería dejarme con Enzo, la miré y con la cabeza asentí para que nos dejara solos. Mi madre me dio un beso en la cabeza antes de irse.
—¿Cómo estás me preguntó?— Enzo al escuchar la puerta al cerrarse.
—¿Realmente te importa saber como estoy?— le contesté.
—No, no me importa.
—¿Qué quieres?
—¿No vas a preguntarme que es lo viene ahora?
— Es cuestión de horas destruiste gran parte de mi vida, no sé que más quieres hacer.
—Es solo el comienzo de lo que te espera.
—Si hacerme infeliz te hace feliz, has lo que quieras.
— ¿Me odias?
—Mucho.
—Qué bueno es saber eso, es mejor que me odies a que me ames.
—Si no tienes nada más para decirme, quiero estar sola.
— El médico me dijo que en unos días te darán el alta y cuando salgas de aquí te irás a vivir conmigo.
—Eres mi esposo, pero no puedes obligarme a vivir contigo.
—Tu padre aún puede ir a la cárcel. Piénsalo.
—El suero se me está terminando, puedes llamar a la enfermera por favor.
Cuando Enzo salió, un mar de lágrimas estalló de mis ojos, necesitaba de alguna manera sacar todo lo que en mi pecho me oprimía, debía matar el amor que sentía por mi esposo, destruir todo sentimiento bonito que había nacido en mi corazón. Su forma de tratarme me mataba de a poco.
Segundos después la enfermera vino a cambiarme el suero, me hablaba, pero no pude contestarle nada. La enfermera al ver mi reacción llamó al médico.
—¿Aurora estás bien?— el médico me pregunta viéndome a los ojos.
Pero mi mente estaba bloqueada, respiraba, pero no pensaba en nada. Hasta que un recuerdo se removió en mi mente. Veía las palmas de mi mano y estaban llenas de sangre. Comencé a alucinar cosas, bruscamente caí de la cama, no sentí ningún dolor, vi el rostro de Darío que me decía que me llevaría con él, mi rostro de espanto alteró aún más a los médicos que habían venido después de que la enfermera los llamó para pedir asistencia.
Por una semana estaba sin reaccionar y sin decir ninguna palabra, mi madre angustiada venía todos los días a verme, su tristeza crecía día a día, era difícil olvidar su rostro hermoso y apagado por las desgracias por la que estaba pasando. Enzo decidió no venir a verme hasta que me den de alta, pero antes dejo a alguien para qué me vigilará. Un hombre de unos cuarenta años, él le reportaba todo lo relacionado conmigo.
—Aurora, reacciona por favor— me decía Demian, el médico joven que desde el principio me atendió.
Yo solo veía sus ojos verdes, pero no podía responderle, se tomaba de su tiempo para hacerme compañía, me preguntaba, ¿por qué lo hacía?.
Al día siguiente volvió a la misma hora, me trajo la comida.
—Es hora de comer Aurora— tomó la cuchara y me ayudó a comer.
—Ayúdame a escapar— le dije después de comer.
El médico sonrió al ver que mis labios por fin articularon algunas palabras.
—¿A dónde quieres escapar?
—Me quiero ir a mi casa.
—¿Recuerdas donde vives?
—Sí.
—¿Dónde queda?
— En la avenida Santa Fe.
—¿Con quién vives?
—Con Darío, mi novio.
—¿Sabes quién es Enzo?
—No.
—Enzo dice que es tu esposo.
—Nunca me case.
— ¿Por qué estoy aquí?
—Tuviste un accidente.
Intente recordar los últimos acontecimientos de mi vida, pero era inútil. Por más esfuerzo que hacía lo último que recordaba era ver a Darío cuando se iba al trabajo.
Los médicos llamaron a mis padres para informarles la situación, en medio de su desorden vinieron.
—¿Mamá, que fue lo que me pasó?—le pregunté a mi madre cuando llegó a verme.
—Mi amor, tuviste un accidente, ¿no te acuerdas de nada?
—Queiro ver a Darío mamá
—Darío ya no está más entre nosotros.
—¿Qué le pasó?
—Aurora..
—Qué mamá.
—Aurora, la empresa está en quiebra, y necesito que vuelas con nosotros— dijo mi padre, para cambiar el tema.
Él sabía que siempre me importo trabajar con él, sabía cuál era mi lugar, sabía como sacarme de los pensamientos desenchufados por el cual estaba pasando.
—Papá, te voy a ayudar en todo, pero necesito saber que es lo que está pasando.
El médico se interpuso en nuestra charla.
—Aurora, al parecer olvidaste algunos episodios de tu vida, por los pequeños traumas que has sufrido, pero es necesario que sepas lo que está pasando en la actualidad y que retomes tu vida.
—¿De que episodios está hablando?
—Papá, mamá, que sé que Darío nunca les cayó, pero necesito verlo.
—Hija, Darío ya no es parte de tu vida, porque murió hace unos meses.
Se me corto el aliento en ese momento, sentía que me faltaba aire para seguir viviendo. Yo misma había matado a Dario y ahora preguntaba que había pasado con él.