Imagina tener la oportunidad de reiniciar tu vida, de borrar el pasado y empezar de cero. ¿Qué harías? ¿Cómo te reinventarías?
Me encuentro en ese punto, con la posibilidad de comenzar de nuevo. Me pregunto qué camino tomaría, qué decisiones cambiaría y qué oportunidades aprovecharía.
¿Me esforzaría por reconstruir mis relaciones, o me enfocaría en construir nuevas? ¿Seguiría los mismos pasos o tomaría un nuevo rumbo?
La posibilidad de empezar de nuevo es emocionante y aterradora al mismo tiempo. Pero estoy listo para enfrentar el desafío y ver hacia dónde me lleva este nuevo comienzo.
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Tardes se estudio y confesión
La mañana despertó con un toque de magia, el sol trazando pinceladas de luz dorada en mi ventana, anunciando un nuevo día lleno de posibilidades.
En ese momento de calma, mi teléfono vibró con un mensaje de Rin, que me llenó de alegría. Quería empezar a prepararse para el examen de ingreso al instituto y me preguntó si podía venir a estudiar conmigo.
Sin dudarlo, acepté y le pregunté a qué hora le convenía. "La tarde", me respondió. La idea de pasar la tarde estudiando juntos me llenó de entusiasmo.Sabía que juntos podríamos enfrentar este reto con éxito.
Me levanté de la cama, estirando mis músculos adormilados, y me dispuse a comenzar mi rutina matutina.
Aunque era siempre la misma, la disfrutaba. Me permitía compartir tiempo con mis padres, ayudarles en lo que necesitaban y sentirme útil. Cada momento a su lado era un regalo, una fuente de alegría que llenaba mi corazón.
Sin embargo, mientras realizaba mis tareas, mi mente se encontraba ya en la tarde, ansioso por ese maravilloso encuentro que me esperaba con Rin.
La idea de pasar tiempo con ella, estudiando juntos para el examen de ingreso al instituto, me llenaba de ilusión. Cada hora que pasaba se convertía en un paso más hacia ese momento tan especial.
El reloj de la pared, como un guardián del tiempo, marcaba las dos de la tarde. La hora que tanto había esperado finalmente había llegado.
Ya había disfrutado de un almuerzo reconfortante, que me había llenado de energía para la tarde que se avecinaba. Con una sonrisa, me preparé para recibir a Rin.
La idea de pasar la tarde estudiando junto a ella me llenaba de ilusión. Sabía que juntos, podríamos convertir esa tarde en un tiempo productivo y agradable.
El timbre de la casa sonó, anunciando la llegada de Rin. Mi madre, con su amabilidad característica, abrió la puerta y la invitó a pasar. Rin, con su educación innata, saludó a mi madre con una sonrisa.
"Hola Rin, te estaba esperando", le dije con entusiasmo. "Hola Kaito, sí, yo también ya quería venir", respondió ella, y en ese instante, sus mejillas se tiñeron de un rubor que la hacía aún más adorable.
Era un gesto tan natural, tan espontáneo, que no pude evitar sonreír. Me encantaba verla sonrojarse, era como si el mundo se iluminara un poco más.
Mi madre, observando la escena con una sonrisa cálida, simplemente dijo: "Bueno chicos, espero que tengan una tarde productiva", y se retiró a otra habitación, dejándonos solos en la sala.
"Bueno, ¿qué te parece si empezamos?", le comenté a Rin, y así, con un entusiasmo compartido, dimos comienzo a nuestra tarde de estudio.
La sala, que antes era un espacio de tranquilidad, se transformó en un pequeño universo de libros, apuntes y concentración. El tiempo, de repente, se aceleró, cada minuto se convertía en una oportunidad para aprender, para avanzar juntos hacia nuestro objetivo.
La noche, sigilosa y veloz, se había colado en la
habitación, pintando el cielo con tonos azulados y violetas. El tiempo, que antes se extendía con la lentitud de un río tranquilo, ahora corría como un torrente.
Era hora de que Rin regresara a su hogar. Con un poco de pena, nos despedimos en la puerta, nuestras miradas se encontraron por un instante, cargadas de una mezcla de nostalgia y alegría.
Pero esa despedida, sabíamos, era solo el comienzo de unos días muy entretenidos, llenos de nuevas aventuras y momentos inolvidables. La promesa de volver a encontrarnos pronto, de seguir estudiando juntos, nos llenaba de ilusión y nos impulsaba a afrontar los días que venían con una sonrisa.
Los días siguientes, nuestros encuentros de estudio se transformaron en algo más que una simple sesión de aprendizaje. Las tardes se llenaron de una energía especial, de una conexión que iba más allá de los libros y los apuntes.
Compartimos no solo conocimientos, sino también pensamientos, vivencias, sueños y anhelos. Cada encuentro se convertía en un viaje a través de nuestras propias historias, un espacio donde la confianza y la complicidad florecían con cada palabra compartida.
Las risas, las confidencias, las reflexiones, todo se mezclaba en un cóctel único que hacía que cada tarde fuera inolvidable.
Era como si, a través del estudio, hubiéramos encontrado una puerta hacia un mundo más profundo, un mundo donde la amistad y la comprensión se entrelazaban con la búsqueda del conocimiento.
Y así, como un susurro de viento, llegó nuestro último día de estudio. El examen, ese momento tan esperado y temido a la vez, se acercaba como un barco en el horizonte.
"Vaya, mañana será el examen", le comenté a Rin, con un dejo de nerviosismo en la voz. Ella, con un brillo de determinación en los ojos, me respondió: "Sí, pero hemos estudiado duro para ingresar".
Sus palabras me llenaron de confianza. "Es verdad, yo estudiaré diseño y arte, y tú informática y sistemas", le dije con una sonrisa. La idea de seguir nuestros caminos, cada uno persiguiendo sus sueños, me llenaba de ilusión.
Sabía que, sin importar el resultado del examen, habíamos compartido un viaje inolvidable, un viaje de aprendizaje, de amistad y de sueños compartidos.
"Te quiero agradecer por todo este tiempo", le dije a Rin, con un nudo en la garganta. "Aunque es una pena que a pesar de estudiar en el mismo lugar no estaremos en el mismo salón", agregue con un dejo de tristeza.
Ella se puso roja, un rubor que me encantaba ver, y me respondió: "Sí, pero igual siempre podremos vernos en nuestro tiempo libre".
Sonreí, tranquilizándome con sus palabras. Y entonces, sin esperarlo, ella me dijo: "Kaito, hay algo que debo decirte".
Sus ojos se encontraron con los míos, y de pronto, juntó sus manos con las mías. "TÚ ME GUSTAS", susurró, y en ese instante, el mundo se detuvo.
Sus palabras, pronunciadas con una ternura que me conmovió hasta lo más profundo, me llenaron de alegría. La tarde, que ya era especial, se convirtió en un momento mágico, un momento que guardaría para siempre en mi corazón.