Entre Amores Y Deberes

El eco de la reciente conversación con Jorge Medina resonaba en la mansión de Mauricio. La nueva cláusula del testamento que obligaba a Samanta a casarse antes de los 25 años para recibir su herencia había dejado a todos en un estado de confusión. Mauricio había pasado noches sin dormir, preocupado por cómo esta nueva información impactaría la vida de Samanta.

Samanta, por su parte, había estado tratando de asimilar todo. Pasó varios días evitando el tema, pero sabía que eventualmente tendría que enfrentarlo.

Una mañana, mientras el sol apenas despuntaba en el horizonte, Samanta se levantó temprano y se dirigió a la cocina para prepararse un café. Se encontró con Mauricio, quien también estaba madrugando.

—Buenos días, Samanta —saludó Mauricio, levantando la mirada de su taza de café.

—Buenos días, Mauricio —respondió ella, sirviéndose una taza—. He estado pensando mucho en la conversación que tuvimos.

—Lo sé, ha sido un gran golpe para todos. Pero estoy aquí para ayudarte en lo que necesites —dijo Mauricio con una sonrisa tranquilizadora.

Samanta asintió y se sentó frente a él. —Creo que es momento de enfrentar esto. Necesito entender todas mis opciones y qué significa realmente esta cláusula.

Mauricio sacó algunos papeles de una carpeta y los puso sobre la mesa. —He estado revisando el testamento y consultando con Jorge. Básicamente, la cláusula establece que debes estar casada antes de los 25 años para recibir la herencia. De lo contrario, se transferirá a una fundación benéfica.

—¿Y si no quiero casarme antes de los 25? —preguntó Samanta, mordiéndose el labio inferior.

—Esa es una posibilidad. Pero debemos pensar en lo que es mejor para ti a largo plazo. La herencia podría ofrecerte estabilidad financiera y oportunidades que de otra manera no tendrías —explicó Mauricio con paciencia.

Samanta suspiró. —No quiero sentirme obligada a casarme solo por dinero. Quiero tomar mis propias decisiones sobre mi vida y mi futuro.

—Lo entiendo perfectamente. Y estoy aquí para apoyarte en lo que decidas. Tal vez deberíamos hablar con un consejero para ayudarte a aclarar tus pensamientos y sentimientos sobre esto —sugirió Mauricio.

Samanta asintió, apreciando su comprensión. —Sí, creo que eso sería útil. Gracias, Mauricio.

El resto del día pasó en una rutina tranquila. Samanta fue a su clase y luego se reunió con su amiga Sofía para estudiar. Durante una pausa, Samanta decidió abrirse con su amiga sobre todo lo que estaba pasando.

—Sofía, tengo que contarte algo. He descubierto una cláusula en el testamento de mis abuelos que me obliga a casarme antes de los 25 años para recibir mi herencia —dijo Samanta, mirando a su amiga con seriedad.

Sofía abrió los ojos de par en par. —¡¿Qué?! Eso es una locura. ¿Qué vas a hacer?

—No estoy segura. Mauricio me ha estado ayudando a entender todo, pero todavía me siento perdida. No quiero casarme solo por dinero —explicó Samanta.

Sofía tomó la mano de Samanta con simpatía. —Entiendo. Es una decisión muy difícil. Pero recuerda, estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Samanta sonrió, agradecida por el apoyo de su amiga. —Gracias, Sofía. De verdad lo aprecio.

Mientras tanto, Mauricio estaba en su oficina trabajando en algunos asuntos de la empresa cuando recibió una llamada de su primo, Daniel.

—Hola, primo. ¿Cómo estás? —saludó Mauricio.

—Hola, Mauricio. Estoy bien, pero he oído que estás pasando por un momento complicado con Samanta —dijo Daniel.

—Sí, es una situación difícil. Esta cláusula del testamento ha cambiado todo. No sé cómo manejarlo —admitió Mauricio.

Daniel suspiró al otro lado de la línea. —Eso suena complicado. ¿Qué piensas hacer?

—Estoy tratando de apoyar a Samanta en todo lo que pueda. Pero también estoy preocupado por cómo esto afectará su futuro. Quiero que tome la decisión correcta para ella —explicó Mauricio.

—Eso es lo más importante. Tal vez debería venir a visitarte y podemos hablar más sobre esto. Dos cabezas piensan mejor que una, ¿verdad? —sugirió Daniel.

—Sí, sería genial. Gracias, Daniel. Te espero pronto —dijo Mauricio, sintiendo un poco de alivio al saber que contaba con el apoyo de su primo.

Esa noche, mientras cenaban, Mauricio decidió hablar con Samanta sobre la visita de Daniel.

—Samanta, mi primo Daniel vendrá a visitarnos pronto. Creo que puede ayudarnos a encontrar una solución a esta situación —dijo Mauricio.

Samanta asintió, interesada. —Me parece bien. Tal vez pueda aportar una nueva perspectiva.

Los días pasaron y la visita de Daniel se hizo realidad. Llegó con una sonrisa amistosa y un abrazo para Mauricio.

—¡Mauricio! Es bueno verte —dijo Daniel.

—Igualmente, primo. Gracias por venir —respondió Mauricio.

Durante la cena, Daniel se mostró encantador y simpático, haciendo que Samanta se sintiera a gusto.

—Samanta, he oído mucho sobre ti. Mauricio me ha contado sobre todo lo que has estado pasando. Quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte también —dijo Daniel.

—Gracias, Daniel. Realmente aprecio tu apoyo —respondió Samanta, sintiéndose un poco más aliviada.

Después de la cena, Daniel y Mauricio se retiraron a la oficina para hablar en privado.

—Mauricio, ¿has pensado en buscar la ayuda de un consejero o terapeuta para Samanta? —preguntó Daniel.

—Sí, lo he pensado. Creo que podría ser útil para ella procesar todo esto —respondió Mauricio.

—Entonces, hagámoslo. Encontraré a alguien con experiencia en estos casos. Mientras tanto, estaré aquí para ayudarte en lo que necesites —dijo Daniel, dándole una palmada en el hombro a su primo.

Al día siguiente, Daniel y Mauricio comenzaron a buscar un consejero adecuado para Samanta. Finalmente, encontraron a una terapeuta con experiencia en asuntos familiares y hereditarios. Programaron una cita para la próxima semana.

Mientras tanto, la vida en la mansión continuaba con sus altibajos. Samanta seguía con sus clases y actividades, tratando de mantener una apariencia de normalidad. Mauricio se mantenía ocupado con su trabajo y las nuevas responsabilidades que implicaba cuidar de Samanta.

Un día, mientras Samanta y Sofía estaban en el jardín estudiando, Mauricio y Daniel se encontraban en la oficina hablando sobre la situación.

—Daniel, esto no ha sido fácil. A veces siento que Samanta necesita a alguien que la comprenda más que yo. Tiene comportamientos tan variados, a veces parece una niña y otras veces una mujer madura —dijo Mauricio, suspirando.

—Eso es normal, Mauricio. Está pasando por un período de transición en su vida. Lo importante es que estés allí para apoyarla y guiarla —respondió Daniel.

—Lo sé. Solo espero estar haciendo lo correcto —dijo Mauricio, mirando por la ventana hacia el jardín donde Samanta y Sofía reían juntas.

Esa tarde, Daniel se acercó a Samanta para hablar con ella.

—Samanta, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó Daniel.

—Claro, Daniel. ¿De qué se trata? —respondió Samanta, intrigada.

—Quería asegurarme de que sabes que tienes todo nuestro apoyo. No tienes que enfrentar esto sola. Mauricio y yo estamos aquí para ayudarte a tomar la mejor decisión para ti —dijo Daniel con sinceridad.

Samanta sonrió, sintiéndose agradecida. —Gracias, Daniel. Saber que no estoy sola en esto hace una gran diferencia.

Mientras la situación se desarrollaba, Mauricio y Daniel continuaron trabajando en encontrar la mejor manera de apoyar a Samanta. La terapeuta que habían encontrado resultó ser una gran ayuda, proporcionando orientación y apoyo tanto para Samanta como para Mauricio.

Con el tiempo, Samanta comenzó a sentirse más segura y capaz de enfrentar la situación. Sabía que, con el apoyo de Mauricio y Daniel, podría tomar la mejor decisión para su futuro.

El futuro era incierto, pero con amor, comprensión y apoyo, Samanta, Mauricio y Daniel estaban listos para enfrentar cualquier desafío que se presentara.