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Nacido Para Reinar Destinado A Morir

Nacido Para Reinar Destinado A Morir

Status: Terminada
Genre:Completas / Batalla por el trono / Viaje a un mundo de fantasía / Reencarnación
Popularitas:3.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Gabrielcandelario

En un reino sumido en la incertidumbre, el inesperado fallecimiento del rey desata una sucesión al trono llena de intrigas y peligros. En medio de este caos, nace un príncipe, cuyo destino está marcado por la tragedia. Desde el momento de su nacimiento, el joven príncipe es reconocido como el legítimo heredero al trono. Criado en la sombra del poder, su vida transcurre entre los muros del palacio, donde aprende el arte de gobernar y se prepara para asumir el manto de la corona. Sin embargo, su destino está irremediablemente sellado. Una antigua profecía dicta que el nuevo rey deberá pagar un precio aún más alto: su propia vida. Cuando la amenaza se cierne sobre el reino, el príncipe se encuentra ante una disyuntiva inquietante: aceptar su inevitable muerte o luchar por la supervivencia de su pueblo. En una trama trepidante, que combina la alta fantasía con la intriga política, el príncipe se enfrenta a la encrucijada de su vida. Deberá tomar una decisión que determinará el futuro del reino y su propia existencia, enfrentándose a fuerzas oscuras, traidores y a su propio miedo a la muerte. "Nacido para Reinar, Destinado a Morir" es una épica historia de sacrificio, lealtad y el poder transformador del amor, que cautivará a los amantes de la ficción heroica y los relatos sobre el destino. ¿Qué le parece esta sinopsis? Espero haber capturado adecuadamente los elementos clave de la trama que ha planteado. Estoy abierto a cualquier comentario o sugerencia que quiera hacer.

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La Coronación II

Capítulo 11 - "La Coronación II”

Poco después, Damián hizo su entrada triunfal en la capital, siendo recibido por una multitud que lo aclamaba como un héroe. Pero a pesar de los vítores y las muestras de apoyo, el joven rey no podía evitar sentir un profundo pesar en su corazón.

Mientras cabalgaba a través de las calles, Damián no podía dejar de pensar en el alto costo que había tenido que pagar para lograr la unificación de su reino. Tantas vidas perdidas, tantas familias destrozadas por la guerra. Era un precio demasiado alto, y el peso de esa responsabilidad lo abrumaba.

Cuando finalmente llegó al castillo, fue recibido por su madre, Elisa, quien lo abrazó con infinita ternura.

—Bienvenido a casa, mi querido Damián —dijo, con voz cálida—. Estoy tan orgullosa de ti.

Pero Damián no pudo corresponder a su abrazo con la misma alegría. En su interior, sentía un profundo vacío que nada parecía poder llenar.

—Madre —murmuró, con la voz quebrada—, ¿cómo puedo sentirme orgulloso, cuando tantas vidas se han perdido por mi culpa?

Elisa lo miró con comprensión y acarició su rostro con ternura.

—Tú no eres el culpable de esta tragedia, Damián —dijo, con tono sereno—. Hiciste lo que era necesario para preservar la unidad de nuestro reino. Eres un rey justo y valiente, y tus súbditos te lo agradecerán.

El joven monarca la miró con ojos acuosos, sintiendo cómo el peso de sus acciones lo abrumaba.

—Pero, ¿a qué precio, madre? —cuestionó, con evidente angustia—. ¿Cómo puedo celebrar esta victoria, cuando tantas familias lloran a sus seres queridos?

Elisa lo abrazó con fuerza, tratando de brindarle el consuelo que tanto necesitaba.

—Lo sé, mi niño —susurró, con voz comprensiva—. Sé que este ha sido un camino difícil y doloroso. Pero debes saber que has hecho lo correcto, por el bien de todo nuestro pueblo.

Damián correspondió al abrazo, dejando que las lágrimas fluyeran libremente por sus mejillas. Sabía que su madre tenía razón, pero eso no hacía que el dolor fuera más fácil de soportar.

En los días siguientes, el joven rey se retiró a sus aposentos, buscando un momento de soledad y reflexión. Necesitaba procesar todo lo que había sucedido, y encontrar la fuerza para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

Mientras tanto, en el reino, se organizaban los preparativos para la ceremonia de coronación de Damián. Después de haber unificado a todo Aetheria bajo su autoridad, había llegado el momento de que asumiera formalmente el título de rey.

Lord Víctor, junto a otros nobles leales a la corona, se encargaron de los detalles de la celebración. Querían que fuera un evento que reflejara la grandeza y la magnificencia del nuevo monarca.

Finalmente, el día de la coronación llegó, y el castillo se llenó de gente que había venido de todas las provincias para presenciar el evento.

Damián, ataviado con sus mejores galas, se presentó ante la multitud reunida en el gran salón. Su semblante, solemne y sereno, transmitía la fuerza y la determinación que lo habían caracterizado durante la guerra.

Cuando lord Víctor se acercó a él, sosteniendo la corona real entre sus manos, Damián sintió cómo el peso de la responsabilidad volvía a abrumar su corazón.

—Pueblo de Aetheria —pronunció el anciano caballero, con voz grave—, hoy nos hemos reunido aquí para coronar a nuestro nuevo rey, Damián, cuya sabiduría y valor han logrado unificar a todo el reino bajo su liderazgo.

La multitud estalló en aplausos y vítores, aclamando el nombre de su soberano. Damián, con gesto solemne, se arrodilló ante lord Víctor, quien depositó la corona sobre su cabeza.

—Damián, desde este momento, te proclamo rey de Aetheria —declaró el anciano, con voz clara y firme—. Que rijas nuestro reino con justicia y prosperidad, y que tu reinado traiga paz y bienestar a todo nuestro pueblo.

Damián se puso de pie, sintiendo cómo el peso de la corona parecía aplastar sus hombros. Pero, con la frente en alto, se dirigió a la multitud, dispuesto a asumir su papel como soberano de todo el reino.

—Pueblo de Aetheria —dijo, con voz clara y resonante—, os juro que haré todo lo que esté en mi poder para velar por vuestro bienestar y prosperidad. Juntos, construiremos un reino de justicia, equidad y grandeza, que se convierta en el orgullo de todas las naciones.

Los aplausos y vítores llenaron el gran salón, mientras Damián saludaba a la multitud con gesto solemne. Sabía que, a partir de ese momento, su verdadero desafío comenzaba.

Después de la ceremonia, Damián se reunió con su madre, Elisa, y con lord Víctor, para discutir los próximos pasos a seguir.

—Majestad —comenzó Víctor, con tono grave—, ahora que has sido coronado, debemos enfocarnos en la reconstrucción y la recuperación de nuestro reino.

Damián asintió, consciente de que esa sería una tarea aún más ardua que la de unificar el reino por la fuerza.

—Lo sé, lord Víctor —respondió, con determinación—. Pero también debemos asegurarnos de que la paz y la estabilidad se mantengan. No podemos permitir que esta unificación se vea amenazada por nuevos conflictos.

Elisa, que había escuchado con atención, intervino con tono sereno.

—Tienes razón, Damián —dijo, colocando una mano reconfortante sobre su brazo—. Ahora que has sido coronado, debes demostrar a todo el reino que eres un rey justo y benevolente, que velará por el bienestar de todos sus súbditos.

Damián asintió, sintiendo cómo el peso de esa responsabilidad lo abrumaba una vez más.

—Eso es precisamente lo que me preocupa, madre —confesó, con evidente inquietud—. ¿Cómo puedo lograr que todos los señores feudales, incluyendo aquellos que se rebelaron contra mí, se sometan a mi autoridad de manera voluntaria?

Lord Víctor, que había escuchado con atención, intervino con su habitual sabiduría.

—Majestad, la clave está en demostrar vuestra magnanimidad y vuestra disposición al diálogo —explicó, con tono sereno—. Debéis tender la mano a esos nobles rebeldes, ofreciéndoles la oportunidad de reintegrarse a vuestro reino sin castigos ni represalias.

Damián lo miró con evidente sorpresa, consciente de que esa propuesta iba en contra de lo que muchos de sus consejeros le habrían recomendado.

—¿Perdonar a los rebeldes, lord Víctor? —cuestionó, con escepticismo—. Después de todo el sufrimiento y la destrucción que han causado, ¿crees que merecen tal clemencia?

El anciano caballero asintió, sin inmutarse ante la reacción de su rey.

—Entiendo vuestra preocupación, majestad —respondió, con tono sereno—. Pero debéis considerar que, si les ofrecéis la oportunidad de reintegrarse a vuestro reino sin castigos, muchos de ellos podrían aceptar de buen grado. De ese modo, evitaríais tener que emplear la fuerza para someterlos, lo que sin duda generaría más resentimiento y conflicto.

Damián meditó en silencio por unos instantes, consciente de que las palabras de lord Víctor tenían cierta lógica. Miró a su madre, buscando en ella alguna señal de apoyo o rechazo a la propuesta.

Elisa, por su parte, le devolvió una mirada llena de comprensión y sabiduría.

—Creo que lord Víctor tiene razón, Damián —dijo, con tono sereno—. Ofrecer la posibilidad del perdón y la reconciliación podría ser la clave para lograr una unificación duradera y pacífica de todo el reino.

El joven rey suspiró, consciente de que sus más arraigados deseos de justicia y venganza chocaban con la prudencia y la visión a largo plazo de sus consejeros.

—Está bien —cedió, finalmente—. Prepararé un edicto real ofreciendo el perdón a todos aquellos señores feudales que se sometan a mi autoridad de manera voluntaria.

Lord Víctor y Elisa asintieron, satisfechos de ver que su rey había tomado la decisión correcta.

—Será un gesto de gran magnanimidad, Damián —expresó Elisa, con orgullo—. Y estoy segura de que tus súbditos lo valorarán como una muestra de tu sabiduría y tu compromiso con la unidad de Aetheria.

Damián asintió, consciente de que, a pesar de sus reservas, esta era probablemente la mejor opción para lograr una transición suave y pacífica hacia un nuevo orden en su reino.

En los días siguientes, el edicto real fue promulgado y enviado a todas las provincias del reino. Damián esperaba con cautela la reacción de los antiguos rebeldes, temiendo que algunos de ellos se negaran a aceptar su oferta de perdón.

Sin embargo, para su sorpresa, la mayoría de los señores feudales, viendo que el joven rey hablaba en serio, se apresuraron a enviar emisarios para negociar su reintegración al reino.

Uno a uno, los antiguos rebeldes fueron prestando juramento de lealtad a Damián, reconociéndolo como su legítimo soberano. Aunque algunos lo hicieron a regañadientes, el rey sabía que este era un importante primer paso hacia la reconciliación y la unidad de Aetheria.

Mientras tanto, en la capital, Damián se volcó en la tarea de reconstruir y reorganizar su reino. Con la ayuda de lord Víctor y un equipo de expertos consejeros, se abocó a la ardua labor de restablecer el orden, reparar los daños causados por la guerra y establecer un nuevo sistema de gobierno que garantizara la estabilidad y la prosperidad de todo el reino.

A medida que pasaban los meses, Damián comenzó a ver los frutos de su trabajo. Las provincias que habían estado en rebelión empezaron a recuperar la normalidad, y los señores feudales, ahora leales a la corona, colaboraban activamente en la tarea de reconstrucción.

Sin embargo, el joven rey sabía que su mayor desafío aún estaba por venir. Debía ganarse la plena confianza y lealtad de todos sus súbditos, incluyendo aquellos que habían participado en la rebelión.

Una tarde, mientras revisaba los informes de las distintas provincias, Damián recibió la visita inesperada de uno de los antiguos señores feudales rebeldes. Se trataba de un hombre de avanzada edad, cuyo rostro surcado por el paso del tiempo reflejaba una expresión de humildad y arrepentimiento.

—Majestad —dijo el noble, inclinándose respetuosamente ante Damián—, os ruego que me concedáis una audiencia.

El rey, sorprendido por la inesperada visita, lo invitó a tomar asiento y le brindó toda su atención.

—Hablad, señor —dijo, con tono sereno—. Escucho lo que tenéis que decir.

El anciano noble tomó aire, como si le costara encontrar las palabras adecuadas.

—Majestad —comenzó, con voz temblorosa—, he venido a pediros perdón. Sé que mi rebelión y mis actos contra vuestra corona han causado un gran sufrimiento a vuestro pueblo, y no hay forma de enmendar ese daño.

Damián lo miró con atención, sorprendido por la humildad y sinceridad que reflejaban las palabras del hombre.

—Entiendo vuestro arrepentimiento, señor —respondió, con tono conciliador—. Y os aseguro que, si habéis venido con el corazón abierto a la reconciliación, seréis recibido con los brazos abiertos.

El anciano noble levantó la mirada, con una expresión de profundo agradecimiento.

—Gracias, majestad —dijo, con voz quebrada—. Sé que no merezco vuestra clemencia, pero os juro que de ahora en adelante seré un leal servidor de la corona. Haré todo lo que esté en mi poder para reparar el daño que he causado y para contribuir a la prosperidad de vuestro reino.

Damián asintió, sintiendo cómo la tensión en su pecho se aligeraba un poco. Sabía que este era un momento crucial, no solo para ese noble en particular, sino para la unificación de todo su reino.

—Me alegra escuchar eso, señor —dijo, con tono conciliador—. Y os aseguro que, si mantenéis vuestra palabra, seréis recibido de vuelta en el seno de mi reino con los mismos derechos y privilegios que gozabais antes de la rebelión.

El anciano noble lo miró con ojos llenos de gratitud y esperanza.

—Sois un rey justo y magnánimo, majestad —expresó, con sinceridad—. Haré todo lo que esté en mi poder para ser digno de vuestra confianza.

Damián le dirigió una leve sonrisa, consciente de que este era solo el primero de muchos encuentros similares que tendría que afrontar en los días venideros. Pero sabía que, si lograba ganar la lealtad y el respeto de aquellos que una vez se rebelaron contra él, estaría dando un paso fundamental hacia la consolidación de su reino.

A medida que pasaban los meses, más y más señores feudales acudían a la capital para prestar juramento de lealtad a Damián. Algunos lo hacían de buen grado, mientras que otros lo hacían con visible reticencia. Pero el rey, con paciencia y el respeto de todos ellos..

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Lía Thiago
Ay no, esto me recuerda ciertas negociaciones políticas donde las partes toman ventaja para traicionar.
Gabriel: ¡Me voy a reír!. Gracias por leer mi historia. Si hay faltas autografica me disculpo y también me disculpo por los párrafos repetidos.
total 1 replies
Lía Thiago
🤣🤣🤣 Pensé igual🤣🤣
Lía Thiago
Ese es el precio de la guerra, al menos es un rey valiente.
Milcaris
Difícil y muchas muertes pero se ganó y ahora debería reinar la paz..
Milcaris
Que lastima, cuántas muertes por no llegar a acuerdos.
Lía Thiago
Ya salió el peine.
Lía Thiago
¿Será qué Victor no es lo que parece?
Lía Thiago: estamos igual 🤣🤣🤣
Milcaris: Estoy confundida, primero dude de él y lo creí en contra del rey. Ahora estoy pensando que si está ayudando.
total 2 replies
Lía Thiago
Este bicho como que está alborotando a los señores feudales.😡
Lía Thiago
Victor es un rastrero 😡
Lía Thiago
No soy yo y ya estoy molesta🤣🤣🤣
Lía Thiago
Eso es de sabios.
Lía Thiago
Estaría alejado de las cuestiones políticas, pero tiene mucha agudeza al observar, eso le será beneficioso.
Lía Thiago
Excelente, atrapa desde un inicio, además del uso de un lenguaje culto y redacción impecable, Seguido a partir de este momento. Exitos 🌹
Milcaris: Pocas veces encontramos historia de hombres en esta app. Es una novela muy buena y como dices vale la pena seguir y apoyar, más cuando son escritores que están comenzando y su trabajo es bueno.
total 1 replies
Lacarvel
Mano dura y con eso aprenden las minorías 👌🏼
Lacarvel
ellos merman pero los rebeldes también
Lacarvel
eso pasó esta vez perooo en las demás provincias no será así por qué ya vieron hasta donde llegas.
Lacarvel
Ya era hora que pusiera mano dura
Lía Thiago: siiii una mezcla del tuyo con el de la uruguaya 🤣🤣🤣🤣
Milcaris: 🤣🤣🤣solo un poco 🤏🏻🤏🏻🤏🏻
total 3 replies
Milcaris
Damian con punto a favor. La guerra no se gana en una sola batalla.
Milcaris
Damian debería hablar con uno de ellos, quizás las órdenes del Rey para su pueblo no fueron llevadas a cabo y ahora la rebeldía.
Milcaris: Vale la pena apoyar a quien hace un buen trabajo.
Gabriel: Gracias por leer mi historia. “Si encuentras capitulo repetidos, me disculpo de ante mano”. Te quiero mucho
total 2 replies
Milcaris
Victor es definitivamente la piedra de tranca. Sabía que algo así iba a ocurrir.
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