" El Mundo Necesita Un Villano"

El carruaje se adentró lentamente en el pueblo de Woodville, sus ruedas resonaban sobre el empedrado desgastado mientras las sombras de la noche se extendían sobre las calles silenciosas. Celestine, envuelta en su manto de elegancia, observaba con frialdad a través de las ventanas del carruaje, sus ojos escudriñando cada rincón del lugar con una mirada que traspasaba la superficie.

A medida que el carruaje avanzaba, las primeras señales del desastre que azotaba a Woodville se hicieron evidentes.

Edificios vacíos que parecían abandonados, calles vacías, un silencio atroz. A medida que el carruaje se acercaba al centro del pueblo, la escena se volvía aún más desgarradora. Personas desfallecidas yacían por las calles, algunas apenas podían moverse, mientras que otras parecían haber perdido toda esperanza. El olor a desesperación y miseria impregnaba el aire atravesando incluso las paredes del carruaje.

Pero para Celestine, esta visión no evocaba compasión ni empatía, sino más bien una sensación de satisfacción siniestra que se reflejaba en su rostro imperturbable.

-Celestine: Este lugar es tan lamentable como esperaba, príncipe. Un refugio de insignificantes criaturas que apenas merecen nuestra atención... Un lugar ideal para impulsar su ascenso al trono...

Su voz, melódica pero impregnada de desprecio, resonó en el aire.

-Celestine: No hay nadie aquí que valga la pena.

Murmuro observando a través de la ventanilla del carruje.

-Celestine: Principe, ¿no es evidente que estos pobres seres están marcados por el horror? Cualquier esfuerzo por sanarlos sería simplemente un desperdicio de mi valiosa energía. Son como hojas marchitas en un árbol, destinadas a caer y pudrirse.

Su tono, aunque dulce, lleva consigo una frialdad que contrastaba con su imagen celestial. Calix, intrigado pero cauteloso, asiente en respuesta.

-Calix: Pero Celestine, ¿no deberíamos mostrar compasión? Después de todo, somos portadores de gracia y misericordia.

Celestine rió suavemente, como si la noción misma le resultara entretenida.

- Celestine: Un lugar humilde como este es insignificante en el Imperio, no importa si sano a todos no significaría nada debido a su irrelevancia... Pero, ¿no sería maravillosa la historia del pequeño pueblo que el príncipe reconstruyó y lo convirtió en una fortaleza para Romandia?

- Calix: estás hablando de...

- Celestine: si principe, es lo que se imagina, la mejor misericordia que les podemos dar es acabar con su horror...

Su declaración fue impactante en su brutalidad, pero para Celestine, era simplemente una verdad que debía ser aceptada.

Ella y Calix estaban por encima de aquellos que sufrían, y su destino estaba en sus manos.

- Calix: entiendo...

Dijo el príncipe mientras bajaba apenas la ventanilla del carruaje para llamar al capitán de la caballería.

La tensión en la plaza central se intensificaba, las personas reunidas comenzaron a inquietarse al ver que nadie descendía del fastuoso carruaje que se había detenido hacía un par de minutos.

Los murmullos de confusión y ansiedad se propagaban entre la multitud, y pronto los gritos de desesperación llenaron el aire.

Ravenna, entre la multitud, buscaba con ansias cualquier señal de la tan esperada Santa Celestine. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras observaba con temor la ventanilla del carruaje.

Cuando el capitán de los caballeros se acercó a recibir un mensaje del interior, Ravenna alcanzó a ver un destello de cabello rubio brillante y el perfil del rostro que reconocía como el del príncipe Calix. Pero antes de que pudiera procesar completamente lo que veía, sus ojos se encontraron con otro par de ojos celestes, fríos e indiferentes.

El estremecimiento recorrió el cuerpo de Ravenna cuando se dio cuenta de quién estaba dentro del carruaje. La reconocio de inmediato, era Celestine, la Santa, pero la aura de frialdad que emanaba de ella la llenó de temor y angustia.

El capitán de los caballeros tomó una decisión, seleccionando a dos personas al azar de entre la multitud para ser atendidas primero. Aunque intentaban calmar a la gente, Ravenna sentía que algo no tenía sentido. Un presentimiento ominoso la invadió, y sin siquiera darse cuenta, comenzó a retroceder, alejándose de la multitud.

Corrió hacia la casa de Charles, llamándolo desesperadamente, pero el silencio fue su única respuesta.

Entró en la habitación a la que Charles le había prohibido entrar antes, y un grito escalofriante se escapó de sus labios al encontrarlo cubierto por la lepra y claramente sin vida.

- Ravenna: ¡Charles!

Las lágrimas inundaron los ojos de Ravenna mientras observaba el cuerpo inerte de su amado. La desesperación y el dolor se reflejaban en su rostro, y un grito ahogado escapó de su garganta.

Sus manos temblorosas se aferraron al borde de la cama mientras luchaba por aceptar la cruel realidad que tenía ante sí. El mundo parecía desmoronarse a su alrededor, y todo lo que quedaba era el vacío abrumador de la pérdida.

- Ravenna: ¡Charles responde! ¡Prometiste! ¡Lo prometiste que estaríamos siempre juntos! ¡Levántate debemos irnos! Charles lo prometiste...

Su voz se fue apagando como se pagaba su esperanza.

Pero Ravenna apenas pudo lamentarse, cuando nuevos gritos de terror resonaron en sus oídos. Ravenna corrió hacia la ventana y presenció con horror cómo los caballeros atacaban a las personas reunidas en la plaza, mientras otros se disponían a prender fuego a las casas del pueblo con antorchas en mano.

Un escalofrío de miedo e incredulidad la atrapó, impidiéndole dar un solo paso. Parecía que incluso la respiración se le había arrebatado.

Pero una voz, que parecía venir de algún rincón de su mente, pronunció su nombre varias veces, sacándola de su estado de shock. Con las piernas temblorosas y los ojos empañados por las lágrimas, Ravenna salió corriendo, tratando de escapar del horror que se desataba en Woodville.

Ravenna, con el corazón desgarrado por la reciente pérdida de Charles, corría hacia su casa con la esperanza de llevarse a su madre y huir del caos desatado por los supuestos salvadores. La desesperación guiaba sus pasos, pero al llegar a la habitación de su madre, una nueva tragedia la aguardaba.

Al abrir la puerta con manos temblorosas, la luz de una vela reveló la figura quieta de Ingrid, su madre, yacía en la cama en un silencio eterno. El vestigio de la vida había abandonado su rostro, y el cuarto parecía impregnado con la tristeza de la partida final.

- Ravenna: No... no, madre...

Ravenna cayó de rodillas, abrumada por la cruel sucesión de pérdidas. La realidad pesaba sobre ella como un yugo implacable, y las lágrimas brotaban sin restricción. La madre que la había cuidado y amado ahora se encontraba fuera de su alcance, una víctima más de la tragedia que había asolado Woodville.

El dolor invadió cada fibra de su ser, y un sollozo angustioso escapó de los labios de Ravenna. Miró fijamente el rostro inmóvil de su madre, como si esperara que en cualquier momento volviera a la vida y todo resultara ser una pesadilla. Pero la cruda realidad se mantenía, indiferente a sus súplicas y anhelos.

- Ravenna: ¿Por qué, madre? ¿Por qué me has dejado sola?

El destino le había arrebatado todo lo que amaba, dejándola sola en medio de la oscuridad. Con cada nueva pérdida, la llama de la esperanza en el corazón de Ravenna se extinguía un poco más, sumiéndola en un abismo de desolación.

La casa que una vez estuvo llena de vida y amor se convirtió en un sepulcro silencioso, testigo de la tragedia que había asolado a Woodville. En la penumbra de la habitación, Ravenna lloraba en la soledad de su desdicha, sintiéndose abandonada por la vida misma.

El mundo que conocía se desmoronaba a su alrededor, y Ravenna, rota y desgarrada, quedaba a merced de la implacable crueldad del destino. Con el peso de sus pérdidas sobre sus hombros, enfrentaba un futuro incierto, oscurecido por la sombra de la desesperación.