Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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caricias escondidas
Llegamos a lo que parece ser un bar. Lo que yo creía que sería no lo es. Estoy derecha lujo por donde se mire. Ingresamos por unas puertas de vidrio negro. El lugar está todo iluminado, pero supongo que en la noche se ve poco y nada. El lugar es enorme y al estar vacío se puede apreciar lo espacioso que es. Nos indican el camino a seguir y pasamos a un lugar que parece ser como una sala de conferencia. Hay una mesa como para seis personas, no más que eso. Las paredes son de un color rojo intenso y hay como decoración cuadros que parecen ser de los juegos que juega mi amiga Briza, eso me extraña, pero sobre gustos no hay nada escrito.
A indicación de un chico muy lindo que me sonríe con coquetería tomamos asiento en los lugares que nos indica. Mi padre mira a su alrededor y se acerca a mi oído.
—El dueño del bar es dueño de una empresa de juegos, por eso tantos cuadros con ese tema —susurra, saciando mi duda con respecto a los cuadros.
—Tengo entendido que con quien negociarías es el dueño —indico, pensando que mi gigolo no tiene pinta de que le gusten los juegos a no ser que sean sexuales.
—No, con el que trataremos es con su socio —me saca de mi error dándole más sentido a todo—. Con quien negociáremos se encarga de los eventos y toda la administración del local.
—Mira vos —digo por lo bajo.
En eso escucho la puerta que es abierta y un carrito ingresa con lo que parece será nuestro almuerzo, mi padre a mi lado se le ilumina la cara, ya me imagino las ganas de comer cualquier cosa que no sea una ensalada. Mi madre siempre cuida su dieta y ahora que yo no formo parte de sus arreglos culinarios creo que subiré algo de peso.
La chica que nos recibió reparte los platos con lo que parece ser carre de cerdo con salsa de puerro, papas fritas, y lo que parece ser una ensalada cesar como el toque verde que no puede faltar. Miro a mi padre y sonríe.
—¿Tu pediste que nos sirvieran esto verdad? —pregunto mirándolo, sabiendo que es su comida favorita. Aunque la ensalada esta demás.
—Culpable —declara feliz—, pero le agregue la ensalada para no sentirme culpable —sonrío, parece todo un niño.
La chica termina de dejar todo en la mesa y antes de salir, ingresa la razón de mis orgasmos montado en un traje que me dan ganas de sacárselo.
—Disculpe la demora señor Evans —dice mi gigolo y le extiende la mano a mi padre, que me cubre con su espalda.
—No hay problema joven Black —dice mi padre aceptando su mano, se hace a un lado y me descubre—, aquí mi niña decidió acompañar a este viejo —señala mi padre logrando que me ponga rojo, ¿dijo niña?
—Buenos días señor Black —saludo dejando un beso en su mejilla y aprovechando que mi padre no me ve muerdo el lóbulo de la oreja de mi gigolo.
—Buenos días señorita Evans —saluda y su mano aprieta mi trasero, todo bajo la mirada distraída de mi padre—. La niña acompaña a su papi —susurra antes de separarse de mí y sonrío con picardía.
Nos acomodamos en la mesa y mientras mi padre disfruta de su comida yo hablo del futuro evento que se dará en estas locaciones. Mientras disfrutaba mi padre del carre de cerdo, mis piernas eran recorridas descaradamente por mi vecino. Afortunadamente estaba sentada al lado de él y eso le daba la libertad de torturarme a su antojo, mientras yo leía el contrato.
Luego de que termine de leer el documento, mi padre paso a dar todas sus peticiones con respecto a cómo sería la decoración, el servicio de cáterin y las bebidas que se servirían.
Mis manos estaban afianzadas a la silla donde me encuentro sentada, la mano de mi vecino no dejaba de trazar círculos en mi pierna. En un momento mi padre se disculpó y pidió indicaciones de donde se encontraban los sanitarios y la chica que nos recibió lo acompaño a donde que fuera que estaban los baños.
Ni bien la puerta se serró, mi gigolo pervertido, corra su silla para atrás y me sienta en su regazo. Sus caricias me dejaron sensible y la verdad que necesito su pequeño juan en mi interior.
—Me tienes excitados desde que mordiste mi oído —dice levantando mi falda— ¡mierda! —gruñe haciendo a un lado el encaje de mi ropa interior.
—¡Rápido! —pido en un gemido desabotonando su pantalón.
Mis deseos se hacen realidad cuando enseguida guía mi cuerpo para que me empale a él. Con movimientos rápidos y certeros no tardamos mucho en llegar al clímax, su mano en mi boca acalla mis gemidos al igual que la mía en la suya. Nuestros ojos no dejan de verse. Somos unos cachondos.
No me deja descansar ni un minuto cuando ya me está acomodando la falda me limpia entre las piernas con su pañuelo y lo guarda en su bolsillo, hace lo mismo con su reptil y nos sentamos como si nada hubiera pasado justo en el momento que mi padre vuelve a entrar a la pequeña sala de juntas donde estamos reunidos.
Terminada la reunión y mi padre por demás de conforme con que se hará todo lo que el pide volvemos a la empresa.
—Estaba pensando hijita que ya que te comunicaste tan bien con el joven Black —murmura mi padre mientras estamos dentro del ascensor, no tiene idea de lo bien que nos comunicamos con el joven Black—, podrías llevar todo lo del evento junto a él y de paso me alivias ese asunto a mí.
—¿Ese no es trabajo de Mónica? —pregunto para disimular lo cachonda que me pone la idea de “negociar” con mi gigolo.
—Si, lo es, pero tú eres joven y entiendes mejor de estas cosas y creo que sería bueno para ti que te emparejes con este tipo de personas, no solo por el bar sino porque su primo, el que es dueño, tiene mucho dinero y que se vuelvan nuestro cliente seria espectacular —ahí está mi padre, el calculador.
—Como quieras, papa —digo pensando en el emparejamiento que haríamos con mi vecino. Nos emparejamos en la ducha, la sala, mi habitación y ahora esa sala de juntas—. Creo que nos comunicaremos muy bien con el joven Black.
—Mira que no es tan mayor que tú, serian una linda pareja —ruedo los ojos, sino es mi madre es el que me busca marido.
—Ya deja de andar de casamentero —murmuro y beso su mejilla para salir en el piso de administración, mi padre sigue hasta donde está el suyo, presidencia.