Cautiva por la Mafia.

Stella.

¿Cómo pude hacer algo así? Me sorprende que él no esté enfadado conmigo por esto, al contrario, me consoló en sus brazos. ¿Qué es lo que este hombre quiere de mí? ¿Por qué me eligió? Dudo que le falten mujeres, seguro se les presentan a montones. ¿Por qué yo?

Me levanto del suelo y voy a ducharme. Si tengo que enfrentar a la fiera, que así sea. Me baño y me arreglo, bajo al café ☕, pero él no está allí. ¿Dónde se habrá metido?

Stella.

Me siento por café ☕ y Ana se acerca a mí.

Ana: Buenos días señora Stella.

Stella: Buenos días Ana, por favor, solo Stella.

Ana: Sí, perdón.

Stella: ¿Viste a Matteo?

Ana: Sí, el señor Ferrari está en el gimnasio.

Stella: Ah sí, ¿ya desayunó?

Ana: Creo que no.

Stella: Está bien, gracias.

Ana: De nada.

Ella se levanta y se va, ni siquiera sabía que aquí había un gimnasio, también con este tamaño de casa solo sé dónde está la sala y el cuarto y aquí donde comemos, tomo mi café ☕.

Matteo.

Maldición, hago estiramientos y golpeo fuertemente el saco de boxeo hasta que mi mano se pone roja. Hoy no usé guantes, me dejé llevar y terminé lastimándome las manos con los golpes, pero no importa, Stella ya debe haber bajado y yo subiré a ducharme y salir. Necesito ver a mis padres y contarle a mi padre sobre Miguel.

Subo, me ducho y bajo. Veo a Stella en la mesa tomando café ☕ pero no tengo hambre.

Matteo.

Me acerco a Stella, que me mira con aprensión. Creo que tiene miedo de que le haga algo, así que me acerco y le doy un beso en la cabeza.

Matteo: Me voy y no volveré para almorzar.

No le doy tiempo ni para quejarse o decir algo cuando escucho a Ana preguntarme.

Ana: ¿No vas a desayunar, señor?

Matteo: No, Ana. Gracias, no tengo hambre y ya tengo planes.

Dejo a las dos allí y me dirijo directo al carro hacia la casa de mis padres. Cuando llego, mi madre me recibe.

Juliana: Mi hijo, qué bueno que viniste a visitarnos.

Matteo: Bendiciones, mamá. ¿Dónde está papá?

Juliana: Está en la mesa, ven, vamos a desayunar.

Sigo a mi madre hasta la mesa.

Matteo: Papá, bendición.

Rael: ¡Oh, hijo mío, qué bueno verte! Vamos a desayunar.

Matteo: Gracias, papá.

Rael: ¿Qué te trae por aquí? ¿No son problemas, verdad?

Matteo: No, papá. Vine a darles una noticia.

Juliana: ¿Qué es, hijo?

Matteo: He conseguido una prometida y nos casaremos en dos semanas.

Rael: ¿Cómo es eso, hijo? Ninguna de las personas que te presentamos fueron lo suficientemente buenas.

Matteo: Papá, si voy a casarme, yo mismo escogeré con quien. Tú no escogiste a mamá y aquí están, felices. No quiero casarme con alguien con quien seré infeliz para siempre. Ya tenemos suficiente con la vida que llevamos, ¿por qué no puedo escoger con quién quiero casarme?

Rael: Está bien, hijo, pero ¿quién es ella?

Juliana: ¿Es bonita?

Matteo: Sí, mamá, es bellísima, fuerte, decidida, inteligente y astuta.

Juliana: Ay, estoy ansiosa por conocer a mi nuera. Por lo que has dicho, ella es perfecta como debe ser una esposa.

Matteo: Así es, mamá.

Rael: Está enamorado.

Matteo: No lo estoy, papá.

Rael: Claro que lo estás, hijo. Por la forma en que hablas de ella, ¿es italiana?

Matteo: No estoy enamorado, papá. No, ella es brasileña.

Rael: Está bien, brasileña.

Matteo: Sí.

Rael: ¿Y ella sabe con quién se va a casar?

Matteo: Sí.

Juliana: ¿No la obligaste, Matteo?

Matteo: Ella es testaruda, mamá.

Juliana: Un matrimonio forzado no es bueno.

Matteo: Ella casi me dispara hoy, mamá.

Rael: Ya me cae bien.

Juliana: Rael.

Rael: ¿Qué, amor? Al menos tiene actitud, no se postra ante un don.

Sonrío a mi padre, sabía que le iba a gustar, aunque aún no la ha conocido. Cuando la vea, quedará encantado.

Juliana: Esto no funcionará.

Matteo: Sí, mamá, confía en tu hijo.

Juliana: Hijo, ella no te quiere, eso está claro.

Matteo: Mamá, Stella es diferente. Ella me amará, estoy haciendo todo lo posible para conseguirlo.

Juliana: Está bien, pero quiero conocerla hoy. Organiza una cena, mejor aún, tráela a cenar aquí.

Matteo: De acuerdo, mamá. Papá, podemos hablar en la oficina.

Rael: Sí.

Nos levantamos y nos dirigimos a la oficina.

Rael: Dime, hijo.

Matteo: Papá, ¿recuerdas el cargamento robado la semana pasada?

Rael: Sí.

Matteo: Lo encontré ayer, al traidor.

Rael: ¿Y quién era?

Matteo: Roger, por orden de alguien más.

Rael: Roger, ¿quién se atrevería a desafiarnos?

Matteo: Papá, ¿realmente no sabes la respuesta?

Rael: Miguel.

Matteo: Hasta tú lo sabes, papá. ¿Quién más podría ser? Roger me lo dijo antes de matarlo ayer. Su plan era casarme con Lena y luego matarme.

Rael: Tiene sentido, porque Lena es su hermana.

Matteo: Pero voy a arruinar sus planes, primero con Stella.

Rael: ¿Tu mujer? ¿Por qué?

Matteo: Conocí a Stella en el café nostra, ella trabajaba allí y lo vi agarrándole el brazo una vez. Stella me contó que él siempre iba al café y solo quería que ella lo atendiera. Le dijo que ella sería suya.

Rael: ¿No es por eso que quieres casarte con ella, verdad?

Matteo: No, papá, ella es la única mujer que me desafía. Me gusta eso, ¿quién me apuntaría con un arma?

Rael: Lo sé, hijo, tu madre es una de esas mujeres, pero ¿qué planeas hacer con Miguel?

Matteo: Por ahora, nada. Déjalo creer que todo está saliendo bien para él. En el momento adecuado, lo atraparé.

Rael: Está bien, pero por favor, ten cuidado.

Matteo: Claro, ¿dónde está la hermana?

Rael: Salió con Lena y aún no ha regresado.

Matteo: Está bien, ahora me voy. Pasaré por la sede y veré algunos documentos. Más tarde, apareceré para cenar con Stella.

Rael: Está bien, pero ¿estás seguro de que no estás enamorado, hijo?

Matteo: Claro, papá, nunca estaré enamorado.

Rael: Está bien.

Matteo: Arrivederci (Hasta luego).

Salgo de la casa de mis padres y entro al auto, estoy enamorado pero ni muerto.